La iglesia del Sagrado Corazón de Jesús
fue uno de los mejores ejemplos de estilo neogótico que poseyó Valladolid. Inicialmente
vinculada a la Asociación Católica, se estableció en la calle Ruiz Hernández
hasta que a comienzos de la década de 1970 se derribó para construir el actual
bodrio. Habría que preguntarse el por qué en este último siglo se han derribado
tantas iglesias y monumentos (véase San Lorenzo, San Antonio Abad, los
múltiples palacios y conventos, etc…), y quien se ha beneficiado de los solares
en los que estaban ubicados.
El 19 de marzo de 1892, en la festividad
de San José, se colocó la primera piedra de la futura iglesia. Sin embargo, si
no fuera por los comentarios de González García-Valladolid y la prensa de la
época, nada se hubiera sabido, hasta época reciente, acerca del autor de la
misma. Al parecer se citó al arquitecto encargado de formar el proyecto y dirigir
las obras, que fue Jerónimo Ortiz de Urbina.
El proceso fue lento y meticuloso, con
la inspección directa del padre Francisco de Sales Colina y tan sólo se constató
un parón en la ejecución del proyecto a la muerte de éste, ocurrida a mediados
de diciembre de 1894. El septiembre del año siguiente se reanudaron las obras,
ya bajo la protección de la Compañía de Jesús y una vez que los planos fueran
revisados por el propio Ortiz de Urbina. A finales de enero de 1896,
prácticamente se había finalizado la construcción de la iglesia, por lo que
unos días después, el día 15 de febrero de 1896, el templo fue inaugurado por
el arzobispo de Burgos, acompañado del padre Garnica, rector del colegio de San
José. En esos momentos la prensa visitó las obras, destacando, por encima de
todo, la grandiosidad de aquéllas. Es más, algunos vecinos de la zona instaron
al Ayuntamiento a que abriese una calle que partiendo de la fachada de la nueva
iglesia enfrentara ésta con la de la Enseñanza. El estilo de la nueva iglesia
se definía como de “gótico puro”.
Según la memoria del proyecto, para
levantar la iglesia se utilizó, fundamentalmente, el ladrillo. El uso de la
piedra caliza se limitó, simplemente, al basamento, mientras que la artificial
dominó, en parte, la fachada principal y la torre, protagonista absoluta, esta
última, de la iglesia. La piedra artificial ya comenzaba a sustituir, en
ocasiones, al mortero empleado en la construcción vallisoletana con más
asiduidad a la hora de confeccionar los adornos y las molduras de los
edificios. El resto de la fábrica se cubrió con ladrillo cara vista, como
tantos otros edificios vallisoletanos.
La iglesia presentaba una planta basilical,
completamente rectangular y de tres naves, siendo la central el doble de ancha
y alta que las laterales. Las naves se hallaban sostenidas por 16 pares de
columnas adosadas a delgadas pilastras y capiteles vegetales con desarrollados
y compartidos arquitrabes de donde partían cada uno de los nervios con los que
se formaban los tramos de bóveda de crucería cuatripartita que cerraban las
naves. Asimismo eran 20 arcos los que separaban las diferentes naves. Las medidas
de la nave central eran 70 m. de larga, por 10 de ancha, con una altura de 12 m.
Por su parte, las laterales tenían 54 m. de largo, 2 de ancho y 6 de alto. En
la nave central destacaban ocho grandes ventanas ojivales rasgadas con
cristales de colores. Asimismo en el ábside había otras cuyas vidrieras
representaban a la Sagrada Familia, a San Alonso Rodríguez y a San Francisco de
Borja, procedentes de la fábrica Degrand de Burdeos.
El retablo mayor, los dos colaterales, y
los confesionarios, eran todos de estética neogótica. El altar mayor fue obra
de los hermanos vallisoletanos Darío, Ignacio y Victoriano Chicote, “acreditados escultores”, y estaba
ocupado por las efigies del Sagrado Corazón, San José y la Purísima. Los
colaterales fueron obra del tallista, también vallisoletano, Ignacio Robledo,
habiendo en el del Evangelio una escultura de la Inmaculada Concepción, que se
pensaba de Gregorio Fernández, prestada por el entonces Museo de Bellas Artes.
En realidad esta escultura, que presidía la sillería del coro del Convento de
San Francisco, es obra de Pedro de Sierra, y se encuentra actualmente expuesta
en el Museo Nacional de Escultura, en la sala dedicada a escultura del siglo
XVIII. En el otro retablo colateral se situaba una escultura de San Luis
Gonzaga.
Según González García-Valladolid, en la nave
del lado del evangelio había “una extensa
y bonita capilla, brillantemente decorada, consagrada a San Ignacio de Loyola,
cuya preciosa imagen en escultura, revestida con los ornamentos sagrados
propios para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, ocupa el trono del
sencillo y lindo retablo de mármol de que consta, a cuyos lados se ven dos
grandes cuadros, pinturas al óleo. El techo de esta Capilla es un precioso
artesonado de zinc y dan acceso a ella dos esbeltos arcos ojivales”. La
capilla se construyó donde, según la tradición, estuvo la habitación de San
Ignacio de Loyola en el palacio de los Velázquez de Cuéllar, bendiciéndose el
23 de julio de 1896.
El coro se encontraba cerrado por una
artística verja y recibía la luz por una ventana hecha a modo de linterna y
situada frente al ábside del templo. En dicho coro se situaba un valioso
órgano, realizado en 1907 por Aquilino Amezua, que en la actualidad se
conserva, en muy mal estado en la nueva iglesia. Debajo del coro había dos pilas
de mármol colocadas sobre elegantes pedestales.
Al exterior presentaba una gran fachada
de tres pórticos: el del centro constituía una hermosa obra del estilo ojival
en cuyo centro aparecía tallado el monograma de Jesús: los otros dos, más
pequeños, daban entrada a las naves laterales. Sobre este pórtico se elevaba
una elegante y esbelta torre de tres cuerpos: el primero formaba el pórtico, el
segundo daba acceso al coro de la iglesia, y el tercero correspondía con el
cuerpo de campanas, las cuales llevaban por nombre San Ignacio, San José y San
Alfonso Rodríguez. El 1 de enero de 1900 se colocó en el rosetón del segundo
cuerpo de la torre de esta iglesia un busto del Sagrado Corazón de Jesús, escultura
realizada por Gabriel Osmundo Gómez. La prensa llegó a decir de esta torre-pórtico
que “en su grande elevación dan un
grandioso aspecto al nuevo templo”.
La revitalización del uso de las torres-pórtico medievales fue muy frecuente durante gran parte del siglo XIX, sobre todo tras la organización de las Comissioners´ Churches en 1818. La imagen de la torre tendía más hacia el Eclecticismo imperante de la época que a un diseño esencialmente neogótico, pese a que algunos elementos puedan confundirlo con esto último, e incluso la prensa hablase de ella, como ya hemos visto, como de estilo “gótico puro”.
Exterior de la torre de la iglesia y del desaparecido palacio de los Velázquez de Cuéllar |
Vista parcial de Valladolid. Al fondo de la Universidad se puede ver la iglesia. En la foto inferior detalle de la misma |
Vista de la Universidad con la iglesia al fondo. En foto inferior detalle de la misma |
La revitalización del uso de las torres-pórtico medievales fue muy frecuente durante gran parte del siglo XIX, sobre todo tras la organización de las Comissioners´ Churches en 1818. La imagen de la torre tendía más hacia el Eclecticismo imperante de la época que a un diseño esencialmente neogótico, pese a que algunos elementos puedan confundirlo con esto último, e incluso la prensa hablase de ella, como ya hemos visto, como de estilo “gótico puro”.
La iglesia poseía similitudes con la
iglesia del convento de las Adoratrices de Barcelona (Martorell), San Vicente
de Paul de Madrid (Juan Bautista Lázaro) y la capilla panteón del marqués de
Comillas (Martorell).
BIBLIOGRAFÍA
- DOMÍNGUEZ BURRIEZA, Francisco Javier: El Valladolid de los Ortiz de Urbina: arquitectura y urbanismo en Valladolid (1852-1936), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2010
- GONZÁLEZ GARCÍA VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, recuerdos y grandezas, tomo III, Grupo Pinciano, Valladolid, 1980
- ORTEGA DEL RÍO, José Miguel: El siglo en que cambió la ciudad: Noticias artísticas de la prensa vallisoletana del siglo XIX, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2000
Desde el Blog Cofrades de Viveiro les recomendamos que voten el número 21. Un Nazareno tallado por Don Francisco Romero Zafra para la Ciudad de Viveiro.
ResponderEliminarPueden Ver más información en este enlace: http://cofradesviveiro.blogspot.com.es/2013/01/la-imagen-de-nuestro-padre-jesus.html
Vídeo Promocional: http://www.youtube.com/watch?v=TBlnlDdHj0c
Votaciones aquí: http://www.lahornacina.com/encuestaspremio2012III.htm
Realmente han sido tantas las barbaridades urbanísticas, ordenadas unas veces y consentidas otras por los distintos políticos que ha tenido esta ciudad, Valladolid, que sólo queda recordar lo que fueron aquellos hermosos templos, palacios y casonas que existieron en un tiempo no tan lejano y que ya no están.
ResponderEliminarYo vivía cerca de esta iglesia, llamada de los jesuítas y de siempre me pareció un templo hermoso y grandioso que instaba a la oración y al recogimiento. Debo decir , que el actual, no me inspira lo mismo y expreso aquí mi descontento al no poder hacer otra cosa. Me pasa parecido con otro templo, la iglesia de San Lorenzo, que ha quedado reducida a la nada tras su casi completa destrucción por los poderes del dinero y la especulación. Al menos yo, guardo el recuerdo de algo que tuve la suerte de conocer.
Yo fui bautizada en San Lorenzo, me fui de Valladolid muy pequeña y al volver al cabo de los años me quedé espantada ante el bodrio de mal gusto y fealdad.Aquellos años de los 70 fueron destructores ante la incultura más vil y despreciable.
ResponderEliminarYo también recuerdo la iglesia de los jesuitas una de las más hermosas que vi en mi niñez,siempre decía que si algún día me casara lo haría en esta iglesia, y así fue pero ya no llegué a tiempo y lo hice en la moderna
ResponderEliminar