¡¡Estamos
de enhorabuena, San Gregorio ha vuelto a casa!!! Tras un largo periplo, que ha
durado cerca de dos siglos, la portentosa escultura del Padre de la Iglesia
Latina ha vuelto al lugar del que nunca debió de salir. El arte de los siglos
pasados suele dar en los últimos tiempos más malas noticias que otra cosa debido
a las diferentes desapariciones de obras de arte repartidas por iglesias o
conventos. Por fin ocurre al revés y nos dan una gran alegría, todavía mayor al
resultar ser una escultura tallada por el más grande que piso estas tierras.
Bajo mi punto de vista sólo el “caballero” Bernini está por encima del “maestro
de la Acera del Sancti Spiritus”.
La
estatua que nos incumbe presidió durante cerca de dos siglos un retablo ubicado
en la capilla del Colegio de San Gregorio, actual Museo Nacional de Escultura.
Tras sobrevivir a la invasión francesa, y posterior Guerra de la Independencia,
fue a parar a la iglesia parroquial de San Cipriano de la cercana villa de Fuensaldaña ;)
Este hecho no es nada raro puesto que otras muchas esculturas, pinturas y
ornamentos fueron a parar durante esa misma época a otros pueblos de la
provincia: así, por ejemplo, un San
Jerónimo penitente del Monasterio de Nuestra Señora de Prado fue a parar a
la iglesia parroquial de Cubillas de Santa Marta, o algunas de las esculturas y
retablos del Monasterio de la Merced llegaron a la iglesia de Villabáñez, donde
todavía se conservan.
Capilla del Colegio de San Gregorio |
Allí
permaneció hasta el año 1970 presidiendo el retablo mayor que en 1761 habían
realizado los ensambladores Miguel Sierra (1717-d.1768) y Bernabé López (a.1720-d.1772).
Este Sierra no pertenece a la familia de los escultores de Rioseco (Tomás, sus
hijos Francisco, José, Pedro y Fray Jacinto, y sus nietos), sino a una breve
saga de ensambladores vallisoletanos formados por él y su hermano Blas Sierra (1715-1749).
Retablo mayor de la iglesia parroquial de Fuensaldaña |
Posteriormente, un derrumbe del techo de la iglesia le obligo a vender la escultura para poder financiar la obra, con lo cual
fue a parar a una colección privada vallisoletana, de donde fue rescatada este
mismo año por el Museo Nacional de Escultura.
Al
primero que llamó la atención la calidad que poseía la escultura fue a don Juan
José Martín González, el cual atisbó en el rostro del santo unas “calidades de blandura”. Posteriormente
insistiéndose nuevamente en “la soberbia
calidad blanda del rostro” se concluyó que la escultura parecía “haberse aprovechado en el retablo de otro anterior”.
Pero al que debemos la identificación de esta escultura y su posterior análisis
es a Jesús Urrea. El profesor e investigador fue el primero en observar que en
la suntuosísima policromía dorada existían dos elementos que podrían dar las
pistas necesarias para saber el lugar de procedencia de San Gregorio.
Sobre
el riquísimo manto que viste San Gregorio
figura la cruz blanquinegra de la orden de Santo Domingo, algo “injustificable en la policromía de este
santo de no proceder la escultura de algún convento dominico”. Existe un
segundo motivo que permite una mayor precisión: “sobre los mismos hombros del santo y en otras partes del manto, aparece
un emblema heráldico constituido por una flor de lis”. Estas dos pistas nos
conducen sin ningún género de dudas al antiguo colegio dominico de San Gregorio
fundado por el obispo palentino Fray Alonso de Burgos cuyo escudo aparece por
todas partes en la decoración del edificio.
También
relata Urrea que en ese mismo retablo mayor de la iglesia parroquial de
Fuensaldaña existió una buena escultura de Santo
Domingo cuya presencia solo es justificable por una devoción privada o
porque fue adquirida de algún convento dominico. Las dimensiones de ambas difieren: San Gregorio mide 1,42 m.
y Santo Domingo 1,16 m.
Hasta
ahora solo tenemos una escultura que “podía” provenir del Colegio de San
Gregorio. El dato definitivo que se necesitaba era un documento que avalara la
presencia de la escultura en el Colegio, además de que la fecha “estuviera comprendida en los quince primeros
años de siglo, coincidiendo con el estilo que Gregorio Fernández tenía en esos
mismos años”. El dato se encontró: en el mes de octubre de 1609 el
ensamblador Melchor de Beya se comprometió a realizar para el Colegio de San
Gregorio “un retablo para el altar que
está en la iglesia de dicho colegio en el altar del señor Santo Domingo el cual
hará (…) de la forma y manera que
hizo el dicho Melchor de Beya de señor San Gregorio (…)”. En el documento
no se precisa nada sobre la realización de la escultura y menos sobre que el
autor de la misma sea Gregorio Fernández, “pero
la coincidencia de fecha en relación con el estilo que presenta la escultura y
los detalles de policromía anteriormente apuntados” permiten a Urrea
atribuir esta escultura a Gregorio Fernández, y datarla hacia el año 1609. La
imagen posee cierto parecido con el busto de San Gregorio que el escultor realizó hacia 1615 para el relicario
del antiguo Colegio de San Ignacio de Valladolid (actual iglesia de San Miguel).
Presentación de San Gregorio en el Museo Nacional de Escultura el día 12 de marzo de 2014. Foto sacada de https://twitter.com/MuseoEscultura |
La
iconografía de esta escultura es la habitual del santo. Aparece revestido de
pontifical, tocado de tiara papal, portando la cruz de tres travesaños y un
libro entreabierto. Su rostro imberbe dirige la mirada hacia lo alto,
seguramente en busca de la inspiradora paloma del Espíritu Santo. En el pecho
ostenta un hueco para reliquia. Sus modelos más cercanos son uno realizado por
Francisco Rincón para el retablo de las
agustinas canónigas de Palencia (1606-1608) y también de otra escultura del
mismo santo que talló Fernández para el retablo
mayor de la iglesia parroquial de Nava del Rey (1611-1620).
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo VI. Antiguo partido judicial de Valladolid, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1973.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “Acotaciones a Gregorio Fernández y su entorno artístico”, B.S.A.A., Tomo XLVI, 1980, pp. 375-396.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús (dir.): Gregorio Fernández, 1576-1636, Fundación Santander Central Hispano, Madrid, 1999.
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