lunes, 10 de marzo de 2014

DOS ESCULTORES BARROCOS VALLISOLETANOS SEMIDESCONOCIDOS: Andrés Pereda y Antonio Vázquez


La escultura vallisoletana a la muerte de Gregorio Fernández seguirá gozando de un gran prestigio en las provincias limítrofes o incluso más allá, como así lo indican por una parte los numerosos encargos que reciben los talleres vallisoletanos desde diferentes puntos del norte de España, y por otro la venida de numerosos aprendices o incluso maestros desde diversos lugares (Alonso de Rozas, Juan Antonio de la Peña, Andrés de Pereda). A excepción de la figura de Gregorio Fernández el resto de la escuela vallisoletana de los siglos XVII y XVIII es bastante desconocida, pese a que en los últimos años numerosos investigadores han ayudado a aclarar poco a poco el panorama. Sea esta una oportunidad para conocer a dos buenos escultores de esta escuela que seguramente en los próximos años vean incrementados sus escuetos catálogos.
Por último, señalar que es muy frecuente que cuando los comitentes hacen encargos a los maestros vallisoletanos exijan por contrato que las esculturas sigan los modelos creados por el gran maestro Fernández, sobre todo en lo que respecta a pasos procesionales. Por ejemplo recordar los Descendimientos que realizó Tudanca para Medina de Rioseco y Benavente, o Andrés de Oliveros para Medina del Campo, o las diferentes copias que se hicieron del Cristo atado a la columna, del Ecce Homo o del paso Camino del Calvario.


ANTONIO VÁZQUEZ (1650-1700)          

El escultor Antonio Vázquez, sobre el que prácticamente se desconoce todo y del cual sólo hay documentadas un par de obras, nació en Valladolid el 7 de enero de 1650, siendo bautizado el día 27 de ese mismo mes en la iglesia de San Lorenzo. Sus padres fueron Antonio Vázquez e Isabel Rodríguez, moradores junto a la portería del desparecido Convento de la Santísima Trinidad. A pesar de que Antonio Vázquez es un nombre muy común en los libros de bautismo de la época sabemos que ese bautismo es el del escultor porque en su testamento dice ser “hijo de Antonio Vázquez e Isabel Rodríguez mis padres vecinos que fueron de ésta ciudad”, nombres que concuerdan con los de su partida de bautismo.
Nada conocemos de su vida hasta el 13 de septiembre de 1680 fecha en que toma en arrendamiento una casa sita en la Plazuela Vieja, la cual traspasará dos años después. Con toda probabilidad cambiaría de casa yendo entonces a vivir a la calle Platerías, donde ya vivía en 1691 como veremos después, y cuyo arrendamiento prorrogaría el 31 de julio de 1699.
El 15 de agosto de 1680 casa en primeras nupcias, en la iglesia de San Martín y San Benito el Viejo, con María Francisca de los Ríos. La pareja tuvo una numerosa descendencia, concretamente siete vástagos: Antonio (1684), Manuel I (1685), Ventura (1687), Manuel II (1690), Isabel (1691), y Sabina (1693). Algunos de ellos fueron apadrinados por el pintor Jerónimo Benete, con el cual debió de mantener una buena amistad.
Gracias a un censo efectuado el 24 de julio de 1691 sabemos que Antonio Vázquez vivía y tenía el taller en la calle Platerías, y que le servía un criado.
En 1694 muere su esposa, casando el 29 de agosto de ese año en segundas nupcias con María del Cabo en la iglesia de San Miguel, con la cual tendrá dos hijos: María (1695) y Micaela (1696).

El 26 de octubre de 1699 otorga testamento conjuntamente con su esposa, declarando estar ambos “sanos y sin enfermedad ninguna y en nuestro juicio y entendimiento natural y por si acaso de la enfermedad que Dios nuestro señor fuere servido de nos dar”. El matrimonio mandaba que cuando murieran sus cuerpos fueran sepultados en la iglesia de San Miguel, “o en la iglesia donde lo fuéremos al tiempo de nuestro fallecimiento”. Se nombraron el uno al otro, y el otro al uno, como testamentarios, juntamente con Gregorio Hebrea y Francisco del Cabo. Al carecer de descendencia, se nombraron el uno al otro como herederos, para que el que de los dos sobreviviera heredare los bienes del otro.
Antonio Vázquez muere el 5 de julio de 1700, siendo enterrado en la iglesia de San Miguel, dejó por heredera a su mujer María del Cabo, pues no quedó descendencia alguna. Su esposa moriría en los primeros días de marzo de 1707, siendo enterrada el día 8 de dicho mes, a petición suya, en el Convento de los Clérigos Menores, a quien dejó además por su único heredero, lo que indica que sus hijos ya habían fallecido.
Hasta el momento solamente se le han documentado cuatro obras, en todas las cuales trabaja junto a otros escultores: en el retablo mayor de la iglesia del Rosarillo de Valladolid con José de Rozas; en el retablo mayor de la iglesia de Santiago de Villalba de los Alcores colabora con Tomás de Sierra y Manuel Ordóñez; y en los dos pasos que ejecuta para la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia lo hace con José de Rozas y Bernardo López de Frías el Viejo.

ESCULTURAS PARA EL RETABLO MAYOR (Valladolid, Iglesia del Rosarillo, 1690)
Su obra más temprana, que ya la hemos tratado en el blog, fue contratada de manera conjunta con José de Rozas el 13 de julio de 1689. Las esculturas a realizar eran las de San Francisco y Santo Domingo para el retablo mayor de la iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de Valladolid. Unos días antes había contratado la parte arquitectónica del mismo el ensamblador y arquitecto Blas Martínez de Obregón. Aunque en el contrato no figuran el resto de esculturas del retablo (dos ángeles portaestandartes, el Calvario y el relieve de los Santos Cosme y Damián), visto el estilo de las mismas pueden ser también obra de Vázquez y Rozas. En el contrato volvemos a comprobar el éxito que conservaban las esculturas realizadas por Gregorio Fernández, puesto que San Francisco debía realizarse “a semejanza de la que está en la capilla del Convento de San Pablo de esta ciudad en todos los movimientos excepto que no ha de tener al pie globo de nubes como le tiene el de dicha capilla”.


ESCULTURAS DE SAN PABLO Y CUATRO ÁNGELES PARA EL RETABLO MAYOR (Villalba de los Alcores, Iglesia parroquial de Santiago Apóstol, 1691)
En 1691 realiza para el retablo mayor de la iglesia parroquial de Santiago de Villalba de los Alcores una escultura de San Pablo y cuatro de ángeles, trabajo por el que cobra 450 reales. La parte escultórica de dicho retablo será una tarea coral, puesto que además trabajarán los riosecanos Manuel Ordóñez y Tomás de Sierra. El retablo fue contratado hacia 1691 por el ensamblador vallisoletano Blas Martínez. La parte escultórica del mismo se debe a distintos maestros riosecanos y vallisoletanos. Así, además de lo realizado por Antonio Vázquez, Manuel Ordóñez se encarga de la escultura de San Pedro y dos ángeles del ático, y Tomás de Sierra del relieve de Santiago Matamoros, este último realizado según dibujo y medidas de plantillas de madera suministrados por el salmantino Cristóbal de Honorato el Joven, a quien Parrado del Olmo supone autor de la traza general de la obra. El retablo fue policromado por el vallisoletano Antonio de Barreda Lombera en 1702.


PASO PROCESIONAL DE “LONGINOS” PARA LA COFRADÍA DE JESÚS NAZARENO DE PALENCIA (1692)
En un cabildo celebrado por la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia el 22 de abril de 1691, la misma se decide a realizar “un paso de Longinos par mayor adorno de la procesión del Viernes Santo”. Los encargados de llevar a cabo dicho paso fueron los escultores vallisoletanos Antonio Vázquez y José de Rozas.
El paso viene a ser una copia tardía del conjunto vallisoletano del mismo nombre, y que en la actualidad se encuentra perdido a excepción de un par de figuras. Los pasos vallisoletanos siempre marcaron la pauta en Castilla, así este de “Longinos” sirvió como modelo para sendos pasos en Palencia, Medina de Rioseco, Sahagún…
El paso lo componen las figuras de Cristo Crucificado, escoltado por la Virgen y San Juan. Detrás de ellos se sitúa la “comitiva de los sayones”: Longinos a caballo, acompañado por un mozo que sujeta que caballo; y dos sayones en posiciones contrapuestas entre sí. Me parece un paso más que digno, y una buena muestra de las bondades que todavía poseía la escuela vallisoletana a finales del siglo XVII.


PASO PROCESIONAL DE “CAMINO DEL CALVARIO” PARA LA COFRADÍA DE JESÚS NAZARENO DE PALENCIA (1693)
El paso procesional de “Camino del Calvario”, lo realizó de manera conjunta con los también escultores José de Rozas y Bernardo López de Frías. Lo componen cinco esculturas: Jesús Nazareno, realizado por José de Rozas; la Verónica y el sayón del amago; tallados por Antonio Vázquez; y el sayón de la trompeta y Simón Cirineo; esculpidos por Bernardo López de Frías.
La cofradía quedaría tan satisfecha del trabajo realizado por Vázquez en el otro paso, que el 8 de noviembre de 1693 se concierta con la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia para “hacer y fabricar diferentes figuras para el primer paso de la procesión que se hace el Viernes Santo de cada año por la mañana”. Las esculturas que debía realizar serían un Jesús Nazareno, “humillado con la cruz a cuestas a imitación del que tiene la cofradía en el altar de su palacio con cabello de talla” (copia del titular de la Cofradía de Jesús Nazareno de Valladolid); un sayón “como que lleva con la mano izquierda una veta de cabello y con la otra un amago como que le va a dar con una mazaporra”; y una talla que representara a la Verónica en “acción de quererse humillar para enjugar el rostro a nuestro señor”. Debían de realizarse en madera de pino seco y limpio, en cambio los rostros y manos habían de ser de madera de peral, y los ojos de cristal.
Además de dar las imágenes esculpidas, las había de policromar, “los cuerpo al óleo, los rostros y manos al pulimento y mate”. Asimismo se detalla cómo debía de ir policromada cada imagen: “el manto de Jesús ha de ser morado y un dedo de perfil de oro”, en cambio el sayón debía ir “con medios botines y el cuerpo pintado de verde esmeralda”; y la Verónica “con un guardapiés encarnado y bordado y encima arregazada una basquiña azul y por encima se ha de orlar un dedo de oro y ha de llevar un rebocillo por los hombros de diversas labores y por adentro ha de ser pajizo y ha de ir en pelo que ha de ser en talla con su delantal”.
Las esculturas, que debían de tener una altura de “dos dedos más que el natural”, las había de entregar el día siguiente de mediada la cuaresma de 1694, pagándosele por ellas 1.800 reales.
No sabemos qué ocurriría para que Vázquez finalmente realizara tan solo las esculturas de la Verónica y del sayón del amago, y no la de Jesús Nazareno, como así lo tenía contratado. El caso es que el que tallaría la efigie de Jesús Nazareno fue José de Rozas, cobrando por él 485 reales. Vázquez también se encargaría de hacer una cruz para que la llevara la imagen de Jesús Nazareno.
En cabildo celebrado por la cofradía el 29 de enero de 1696, la cofradía con la ilusión de ampliar el paso y tenerlo más completo, decide realizar “un sayón del grandor de las demás figuras que hay en el dicho paso y otra hechura de Simón Cirineo”, puesto que en el paso que por entonces existía, el sayón que llevaba la soga era muy pequeño y estaba desproporcionado con relación al resto de figuras del paso. Asimismo se tenía pensado recolocar este sayón en el paso del Redopelo. Posteriormente se contactó con el escultor riosecano Bernardo López de Frías para que realizara las dichas dos esculturas de Simón Cirineo y del sayón que lleva la soga y toca una corneta, ambas por un precio de 800 reales.

Fotografía tomada de http://jesusario.blogspot.com.es/

ANDRÉS DE PEREDA (h.1655-1733)

Con Andrés de Pereda ocurre lo mismo que con Antonio Vázquez, y es que desconocemos por completo su biografía y solamente poseemos un par de obras suyas.
Andrés Martínez de Pereda nació en Medina de Pomar (Burgos) hacia 1655 siendo sus padres Juan de Pereda y María Ruiz de Tachuelo. Llegado a Valladolid, quién sabe si gracias a la intervención del ensamblador Cristóbal Ruiz de Andino (como más adelante se referirá), entraría en el taller de un escultor, quizás en el de Alonso de Rozas, con quién debió de mantener una buena amistad. Además, también debió de haber buena sintonía con el hijo de éste, José de Rozas, con quién quizás compartiera taller. Tanto Alonso como José de Rozas serán testigos en numerosos acontecimientos de la vida Andrés de Pereda, entre ellos las capitulaciones matrimoniales entre Pereda y su primera mujer. También tendremos el caso contrario: que Pereda sea testigo en acontecimientos importantes de la vida de José de Rozas.
El 12 de agosto de 1680 contrae matrimonio en la iglesia de San Pedro de Valladolid con Luisa de Billota, hermana del ensamblador Francisco de Billota, y asimismo hija y nieta de ensambladores: Antonio de Billota y Alonso de Billota. De esta manera emparentaba con el linaje de ensambladores más importante de Valladolid durante la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII, con los que quizá colaborara en alguna ocasión. Unos días antes de la boca, el 28 de julio, firma las capitulaciones matrimoniales, en las cuales figura como testigo el escultor Alonso de Rozas. Antonio de Billota se comprometía a entregar por “vía de dote siete mil reales de vellón los cuales se los han de dar y entregar al dicho Andrés de Pereda para el día de San Miguel veinte y nueve de septiembre que vendrá de este presente año los quinientos ducados en moneda de vellón y lo demás restante en ropa de cama y de vestir y a alhajas de por casa”. Andrés de Pereda, por ser Luisa de Billota “doncella virgen y en cabello” la prometió “dar en arras y proternúpcias trescientos ducados de vellón los cuales confiesa caben en la décima parte de sus bienes”.

La descendencia de la pareja sería numerosa, si bien casi ninguno de ellos llegaría a la mayoría de edad. El primer hijo fue Antonio, nacido en 1681, posteriormente llegarían Melchor (1684), Manuela Juana de Pereda (1687), Francisco Ignacio (1689), Francisca Pereda (1691), María (1693) Teresa María (1695), Águeda María (1698). Muchos de ellos tendrán por padrino al Padre Jerónimo Benete, pintor y religioso muy famoso en la época.
El 5 de mayo de 1700 muere Luisa de Billota, la cual es enterrada en la iglesia de San Miguel. El 23 de mayo de 1701 volverá a contraer matrimonio, tomando por esposa a María de Bustillo, de cuyo enlace serán testigos los escultores José de Rozas y José Pascual. De este segundo matrimonio también nacerán multitud de hijos: Águeda Dorotea (1702), Josefa Ángela (1703), María (1704), Isabel (1705), Manuel (1707), Gertrudis Francisca (1709), Manuela (1710), Miguel Antonio (1712), Francisca Benita (1715), Gertrudis (1716).
Andrés de Pereda muere de forma inesperada, enterrándosele en la parroquia de San Miguel el 6 de febrero de 1733. Su mujer morirá el 28 de marzo de 1748, siendo por entonces criada de la Condesa de Ribadavia.
Me gustaría apuntar una posible relación familiar entre Andrés de Pereda y el ensamblador Cristóbal Ruiz de Andino. La conclusión la obtengo al comprobar que en un documento Andrés de Pereda otorga un poder para que en su nombre “se pida posesión lo tome y aprenda… una fanega de sembradura que está sita en término del lugar de Barruelo”. Mientras tanto en otro documento Cristóbal Ruiz de Andino realiza una escritura en la que señala que el total de sus bienes quiere “cederlo renunciarlo y donarlo al Venerable D. Andrés de Pereda mi sobrino cura y beneficiado del lugar de Barruelo jurisdicción de la villa de Medina de Pomar diócesis de Burgos. La coincidencia de pueblo, entre el escultor y el sobrino del ensamblador, y de apellido puede indicar una posible relación familiar entre ambos Peredas, y quizás también entre el escultor y el ensamblador.

En lo referente a su oficio de escultor contamos con un contrato de enseñanza fechado el 3 de enero de 1689 por el cual toma por aprendiz (el único conocido hasta la fecha) a Andrés Hernández. El aprendizaje duraría cinco años, durante los cuales el escultor le daría “de comer, cama y ropa limpia”, recibiendo a cambio 300 reales.
Andrés Pereda también realizó tasaciones de esculturas como lo atestiguan las dos siguientes: la primera data del 13 de noviembre de 1710, fecha en que tasa las “hechuras de esculturas” que dejó al morir Bernardo Gil de la Torre y en la cual Pereda confiesa tener “60 años más o menos”. La otra tasación la realiza a las esculturas que dejó al morir el mercader Tomás Andrés Guerra, la cual tuvo lugar el 9 de marzo de 1717 fecha en la que confiesa tener 64 años. Las fechas de los años y la edad que dice tener en cada uno de ellos no concuerdan, aunque esta equivocación no es nada extraña en la época.
Respecto a su obra tan sólo se le conocen tres intervenciones: en 1685 realiza, para el retablo mayor de la iglesia de San Felipe Neri de Valladolid, junto con José de Rozas los grupos escultóricos de San José con el Niño y San Joaquín con la Virgen. En 1693 compone los brazos de un ángel de la iglesia de San Pedro de Mucientes. En 1696 se encarga de tallar, para el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Pozaldez, las imágenes de San Pedro, San Pablo y los ángeles portaestandartes.

GRUPOS ESCULTÓRICOS DE SAN JOSÉ CON EL NIÑO Y SAN JOAQUÍN (Valladolid, Oratorio de San Felipe Neri, 1685)
En 1685 contrata, conjuntamente con José de Rozas, los grupos escultóricos de San José con el Niño y San Joaquín con la Virgen para el retablo mayor de la iglesia de San Felipe Neri. Ambos grupos, sin ninguna particularidad en especial (si exceptuamos su azarosa historia) responden a la manera de hacer de los escultores vallisoletanos de finales del siglo XVII, es decir: utilizar los modelos y la estética de Gregorio Fernández, aunque con unos paños mucho más movidos y “barrocos”. En la actualidad San José y el Niño siguen en el Oratorio, mientras que San Joaquín está en el Museo de San Joaquín y Santa Ana; la Virgen Niña que acompañaba a San Joaquin se da por perdida, o en paradero desconocido, yo al menos lo ignoro.

En la minuciosa visita general, que efectuó el 28 de abril de 1692 el licenciado D. Pablo del Moral y Tejada, colegial huésped del mayor de Santa Cruz, catedrático, canónigo de Santo Domingo de la Calzada y visitador del obispado, se describe el altar como “adornado de un retablo ahora nuevamente hecho de toda hermosura a costa de los congregantes de dicha venerable Congregación, juntamente con la iglesia y oratorio, el cual está hecho un ascua de oro” e integrado su primer cuerpo por “cuatro columnas salomónicas (…) donde está la efigie del Santo de bulto con su diadema de plata y a los lados y en el intercolumnio las efigies del patriarca San José con el Niño en la mano en el lado del evangelio y en el de la epístola el glorioso San Joaquín con la Virgen Santísima en la mano siendo niña, las cuales son asimismo de bulto”.

Las estatuas fueron sustituidas en el retablo mayor por las de San Pedro y San Pablo, obras ambas de Pedro de Ávila. Su destino fueron las dos capillas del fondo del oratorio, las cuales adoptaron su titularidad. Al ser más grandes las figuras de los Apóstoles que los citados grupos escultóricos, surgió un problema delicado que afectó a la estructura del mismo retablo principal en el que se suprimieron sus columnas salomónicas dando paso a un esquema compositivo mucho más sencillo y planimétrico.


COMPOSICIÓN DE UN ÁNGEL (Mucientes, Iglesia parroquial de San Pedro, 1693)
La parroquia de Mucientes contrata los servicios de Pereda para componer “los brazos a un ángel que está a un lado de la custodia”.

ESCULTURAS DE SAN PEDRO, SAN PABLO Y DOS ÁNGELES PORTAESTANDARTES PARA EL RETABLO MAYOR (Pozaldez, Iglesia de Santa María, 1696)
Para adornar el retablo mayor, obra de los vallisoletanos Gregorio Díez de Mata, Francisco Billota y Blas Martínez de Obregón, se le encargan las esculturas de San Pedro, San Pablo y los dos ángeles portaestandartes de los extremos del remate, todo lo cual se le paga en 1696. Seguramente el relieve de la Imposición de la casulla a San Ildefonso también sea de su mano. La escultura restante del retablo, la Asunción rodeada de seis ángeles “dos coronando, dos en medio y dos avajo al trono”, es obra realizada en 1690 por José de Rozas, y costeada por la cofradía del mismo nombre, la contrató José de Rozas, escultor de Valladolid, quien la hizo y asentó hacia 1690.

El año pasado, en el Boletín del Seminario de Arte y Arqueología del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, escribí en un artículo sobre el hallazgo de nuevas obras realizadas por Pereda, aunque en paradero desconocido. Las dichas esculturas se citan en un poder que otorga Pereda el 23 de julio de 1705 a unos procuradores para que le defiendan en un pleito contra el ensamblador Gregorio Díez de Mata “sobre haberme mandado hacer dos ángeles de escultura y pedirle me dé satisfacción de ellos y negar el habérmelos mandado hacer y otras cosas contenidas en el dicho pleito”. Como el documento no proporciona más datos no sabemos para qué retablo los realizaría. Seguramente los ángeles irían colocados a ambos lados del ático del retablo, lo cual era muy habitual en los retablos barrocos. Los ángeles seguirían la tipología iniciada por Gregorio Fernández, que situaba dos ángeles uno a cada lado del ático con una pierna adelantada y portando los atributos de la Pasión. Quizás esos dos ángeles pudieran ser los que Pereda realizó para el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Pozaldez, retablo en el que trabajó Díez de Mata. A pesar de esto seguramente el documento no se refiera a estos dos ángeles puesto que en el libro de cuentas se da ya a Pereda por pagado. En todo caso los ángeles no deben ser muy diferentes a los realizados para Pozaldez. Existen en la provincia multitud de retablos en que aparecen este tipo de ángeles, como no es cuestión de enumerarlos, sí que me gustaría dar el nombre de uno de ellos: el retablo mayor de la iglesia parroquial de Casasola de Arión.

También en dicho artículo creí conveniente relacionar con Pereda una imagen de San José con el Niño ubicada en uno de los retablos del lado de la epístola de la iglesia de Castrillo de Duero. El único motivo que tengo para realizar la atribución es el dato de que Pereda sale por fiador de Alonso Gutiérrez en el contrato que otorga este último para dorar dicho retablo.


BIBLIOGRAFÍA
  • BALADRÓN ALONSO, Javier: “Nuevas obras de Francisco Díez de Tudanca y otros datos d escultores barrocos vallisoletanos”, B.S.A.A., Tomo LXXVIII, 2012, pp. 153-170.
  • GARCÍA CUESTA, Timoteo: “La Cofradía de Jesús Nazareno en Palencia”, B.S.A.A., Tomo XXXVI, 1970, pp. 69-146.
  • MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel y FRAILE GÓMEZ, Ana María: Antiguo partido judicial de Medina del Campo, Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, tomo XVIII, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “La colaboración entre ensambladores en los proyectos de retablos de finales del siglo XVII y unas obras inéditas de Tomás de Sierra”. B.S.A.A., Tomo LXII, 1996, pp. 401-420.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “El oratorio de San Felipe Neri de Valladolid”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, nº 33, 1998, pp. 9-23.
  • URREA, Jesús: Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, tomo XX, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.

1 comentario:

  1. Las cuatro pinturas del banco del Retablo Mayor de la Iglesia parroquial de Torrescárcela (Valladolid) están atribuidas a Antonio Vázquez

    ResponderEliminar