En
la Tierra de Campos vallisoletana se da un fenómeno que pienso que no tiene
parangón en ninguna otra zona de la provincia: la proliferación de retablos
renacentistas. Y no es eso todo, sino que además la mayoría de ellos son
verdaderas obras maestras. Entre todos ellos, he querido hoy escoger el retablo
mayor de la iglesia parroquial del Salvador de Vega de Ruiponce.
El
presente retablo mayor, fechado en 1562, se debe a las gubias del escultor
francés, aunque afincado en León, Roberto de Memorancy. Como fiador del
contrato firmado por el escultor salió el pintor Francisco de Carrancejas. El
referido Memorancy fue un seguidor de Juan de Juni, influencia que no solo
vemos en la labra de las figuras sino en algunos modelos utilizados por el maestro
de Joigny.
El
retablo se encuentra articulado a través de un potente banco, dos cuerpos y una
especie de remate (que no me atrevo a llamarlo ático), además de tres calles y
dos entrecalles, todo ello cuajado de decoración escultórica. El retablo se
adapta perfectamente a la forma ochavada del presbiterio y, de hecho, las
calles laterales se alabean adoptando la forma de un tríptico con las alas
desplegadas.
Empezando
por abajo, en el banco figuran seis imágenes en relieve que representan a seis
santos, tres en la parte izquierda y otros tres en la derecha, en el centro
destaca una bonita custodia de formas redondeadas decorada con un Calvario en
la portezuela y los Evangelistas a los lados. En los netos podemos contemplar
otras tablas decoradas con otras escenas o con clípeos y decoración –muy
prolija– consiste en ángeles de cuerpo entero, tarjetas de cueros recortados,
cintas colgantes, cabezas de ángeles, frutas y guirnaldas.
Así
por ejemplo, los santos representados son, de izquierda a derecha: San Felipe,
Santiago el Mayor, San Juan Bautista, San Andrés, Santo Tomás y San Bartolomé.
Todos ellos son fácilmente reconocibles por la iconografía y los atributos que
portan. Todos ellos se cobijan bajo arcos de medio punto que descansan sobre
dos columnas jónicas muy pequeñas que se insinúan. Entre los diferentes relieves
que narran otras escenas es fácilmente identificable la del Sacrificio de
Isaac.
El
Sagrario, como hemos dicho, luce un Calvario en la puerta, con Jesús en la
cruz, la Virgen y San Juan, motivo este original por infrecuente puesto que el
que se repite con más frecuencia es la Resurrección de Cristo. En el lado
derecho se encuentran efigiados San Lucas con el toro y San Mateo con el ángel.
Es muy peculiar la figura de San Lucas por cuanto se viste con una túnica larga
roja y toca su cabeza con un bonete del mismo color. A la izquierda se disponen
San Juan Evangelista, con el águila, y San Marcos con el león.
El
primer cuerpo presenta dos altorrelieves con las escenas del Camino del Calvario y el Descendimiento y las esculturas de San Gregorio y San Sebastián. En la hornacina central se sitúa el titular del
templo: el Salvador, obra realizada hacia el año 1500 por el “prolífico”
escultor Alejo de Vahía.
La
tabla del Camino del Calvario,
situada en el lado del Evangelio, presenta una escena muy completa en la que no
falta ninguno de los personajes que se suelen relacionar con este episodio.
Centra la composición Jesús con la cruz a cuestas, se le efigia de pie aunque con
la rodilla levemente doblada. A su lado un soldado romano se coloca a su lado
amenazante, va vestido con falda corta con tiras y casco metálico.
Un
sayón toca el cuerno anunciando el paso del triste cortejo. Simón de Cirene
ayuda a Jesús a trasladar la cruz sujetándola por el extremo de madero
vertical. La Verónica se talla de rodillas frente a Cristo y extiende el paño
con el que acaba de enjugar su rostro ensangrentado. Este episodio carece de
base literaria y se ha forjado en la fantasía popular. La composición está
saturada de personajes, se trata de un caro ejemplo de “horror vacui”, ya que
hay un elevado número de soldados y sayones que vigilan al reo y lo acompañan
hacia el Calvario.
Al
otro lado, en el de la Epístola encontramos el Descendimiento de la Cruz, una escena que no deja de recordar a
grandes rasgos la esculpida en paso procesional por Gregorio Fernández para la
Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz. En la escena encontramos dos peculiaridades
que no son nada normales: en primer lugar, hay cuatro escaleras apoyadas en el “patibulum”, dos por delante y dos por
detrás, recurso nada habitual pues suelen aparecer solamente una o dos. En segundo
lugar, en vez de encontrar a dos personas descendiendo a Jesús, tenemos a tres.
Una de ellas tiene las piernas del cuerpo sin vida apoyadas sobre la suya
derecha doblada, mientras la otra pierna está extendida describiendo una
difícil postura puesto que se halla subida en una de las escaleras. A los pies
de la Cruz se sitúa la Virgen desmayada en brazos de San Juan, y cerca de ellos
la Magdalena en posición que denota gran aflicción. Esta situación nos trae a
la memoria el Calvario que Juan de Juni labró en el ático Del retablo mayor de
la iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid, hoy en la Catedral. El
desmayo carece de fundamento bíblico y, como apunta Martín González, es un recurso
para conmover a los cristianos.
El
segundo cuerpo contiene los relieves de la Flagelación
y la Resurrección y las esculturas de
San Pedro, San Jerónimo y en la calle central el Calvario. En el remate figuran dos bustos de David y Salomón y el del Padre Eterno.
El
relieve de la Flagelación se tiene al
lado del Evangelio. La escena es ciertamente brutal, sobre todo por la posición
en la que se encuentra Jesús amarrado a la columna, la cual, como corresponde a
la época en que fue realizado el retablo, es de fuste alto, partiendo la
composición al medio. La escena se localiza dentro del palacio, ¿el de Poncio
Pilatos?, conformado por dos arcos de medio punto.
En
el lado de la Epístola nos encontramos con la Resurrección de Jesús, el cual se encuentra de pie sobre el sepulcro.
El escultor ha hecho sobresalir la cabeza de Cristo del marco del encasamiento,
en opinión de Carlos Manuel Martín y Abelardo Martín se hace para ensalzar su
victoria sobre la muerte y dar así mayor relevancia al evento. Él se nos
muestra en pose triunfante, semidesnudo, con un manto rojo que descubre su
cuerpo, si bien le cubre oportunamente el pubis. Porta en la mano izquierda la
vara con oriflama. Los soldados que le rodean están asustados o dormidos, según
es costumbre en esta manida narración.
El
centro del segundo cuerpo se dispone el Calvario, en el que figuran, como es
normal, el Crucificado, la Virgen y San Juan, todo ello realizado con una
maniera muy manierista. San Juan mira hacia el frente, en “contraposto”, y alza el manto que le envuelve con la diestra, que
está levantada. En la base de la Cruz campea una calavera, en su doble acepción
de símbolo de la muerte y del monte Gólgota, que significa precisamente
“calavera”.
En
el ático hay unas tarjetas: las de los laterales acogen bustos del rey David con el arpa (Evangelio) y del Rey Salomón (Epístola) configurado como
un personaje con turbante y bastón de mando en la mano. La del centro aloja a Dios Padre, con largas barbas, la bola
del mundo en la izquierda con la diestra bendiciendo. Puede recordar a
Juni en la forma de tallar al Ser Supremo, concretamente al del retablo de la
Antigua. Dos cornucopias flanquean esta representación.
El Rey David |
El Rey Salomón |
Dios Padre |
Las
cuatro esculturas que hemos visto en los dos cuerpos están realizadas en bulto
redondo. San Pedro aparece con la tiara pontificia sobre un libro que aguanta
en su mano izquierda. San Gregorio Magno va efigiado como papa. San Jerónimo,
vestido con la muceta y con el león amansado y, finalmente, San Sebastián,
amarrado al árbol donde fue asaeteado. Son figuras un tanto rechonchas. Las
hornacinas que los amparan son aveneradas.
San Sebastián |
San Gregorio Magno |
San Jerónimo |
San Pedro |
Las
columnas son jónicas en el primer cuerpo y corintias en el superior. El retablo
tiene la particularidad de colocar dos “putti” en los ejes de las columnas del
primer cuerpo en vez de aparecer en el ático y que sostienen un martillo
(evangelio) y otro objeto o herramienta que no se distingue por estar amputada
(epístola). Las columnas van en resalte sobre pilastras pintadas con grutescos.
Son acanaladas pero lucen un anillo en el tercio inferior a partir del cual las
estrías son más menudas. Las del sobrecuerpo son menos gruesas que las del
primero.
Los "Putti", actualmente retirados del retablo |
El
friso que separa el banco del primer cuerpo está ornado en los laterales con
trapos colgantes y tarjetas de cueros recortados. En la parte central exhibe
una tarja con ángeles afrontados que, además, sujetan cintas pendientes.
El
friso de separación de ambos pisos presenta tarjas sostenidas por ángeles
tenantes, mientras que en el friso del lado del evangelio la tarja lleva la
inscripción “J.H.S.”.
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
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