Alonso
de Rozas (h.1625-1681) no fue solamente el gran escultor del foco vallisoletano
durante el tercer cuarto del siglo XVII, el que añadió un plus de barroquismo y
de movimiento a los modelos heredados de Gregorio Fernández; también fue el
creador de una iconografía que gozó de gran éxito si nos atenemos a las copias
que le demandaron y los comitentes que se las solicitaron. Se trata de la
efigie del rey santo Fernando III de Castilla (1198-1252). Su proceso de
canonización se inició en 1632 por el pontífice Urbano VIII, aunque no se
produjo hasta 1671 de la mano de Clemente X. Este acontecimiento, lógicamente,
tuvo repercusiones artísticas en el reino que le había visto nacer.
En
la actualidad le tenemos documentadas dos esculturas (catedrales de Palencia y
Zamora), si bien una tercera, la de la seo vallisoletana, está fuera de todas
dudas. A buen seguro que pudo realizar otras muchas puesto que por aquellos
momentos acababa de ser canonizado (7 de febrero de 1671) por Clemente X. No
hemos de olvidar el fervor que suscitaban en aquella época tan religiosa este
tipo de celebraciones, y más si se trataba de santos locales o nacionales. A
continuación trataremos de las tres efigies de manera más pormenorizada.
San Fernando, siguiendo el grabado de Claude Audran. Ignacio de Ries (atrib.). Ayuntamiento de Sevilla. |
Para
realizar su versión escultórica del santo, Rozas se basó con toda seguridad en
el conocido como “Libro de Ynformación del Santo”, que será el Memorial de la excelencia santidad y
virtudes heroicas de don Fernando III Rey de Castilla y León, publicado en
Sevilla en 1627. Asimismo, según Urrea, el modelo procederá de una estampa que
se editó en Roma en 1630 grabada por el artista francés Claude Audran y que se había
convertido en la imagen oficial del monarca medieval. La temprana fecha del
grabado de Audran explica la indumentaria con la que éste representó al
soberano; incluso su autor se quiso retrotraer a la moda propia del reinado de
Felipe II, con gola, puños almidonados y armadura entera semicubierta por el
manto real para evitar mayores precisiones cronológicas y ambientales. El
anacronismo de las representaciones tardías que se sirvieron de esta fuente de
inspiración iconográfica queda así justificado.
San Fernando. Grabado de Claude Audran |
SAN
FERNANDO DE LA CATEDRAL DE PALENCIA
El
10 de marzo de 1671 Rozas se concertaba con don Francisco Rodríguez Mogrovejo,
canónigo de la santa iglesia catedral de Palencia, para ejecutar “una hechura del santo rey D. Fernando”
que se colocaría en la seo palentina. La escultura, que tendría una altura de
seis pies (= 1,68 m.), seguiría de cerca “la
estampa del Libro de la Información del Santo”, con excepción de que “el manto ha de estar el doble a mano
izquierda con todo el vuelo que demuestra la estampa”. El Santo Rey
aparecería tocado con corona imperial de suela. Por ella habría de recibir
1.450 reales, sin que en esta cantidad estuviese incluido el costo de la
policromía ya que la escultura la tenía que entregar “en blanco”. También se
especifica que la corona imperial sería de suela, los ojos de cristal y la cara
y manos tallados en madera de peral.
La
escultura se instaló en un retablo salomónico realizado por el ensamblador
riosecano Juan de Medina Argüelles entre 1677-1679. Se compone de cuerpo único
con cuatro columnas corintias de orden gigante, con tres calles verticales, y
ático. Consta de escultura y pintura, sabiamente combinadas en clave barroca.
El retablo se decora además con una escultura de Santa Catalina (1679) y con cinco pinturas que representan
diferentes pasajes de la vida del santo Rey pintadas por el sevillano Diego
Díez Ferreras.
En
la parte inferior la reina Doña
Berenguela abdica sus derechos en el futuro reunificador de los reinos de
Castilla y León, y, al otro lado, cierra el ciclo la Muerte del Rey San Fernando. Más arriba, a la izquierda, el Rey orando. A la derecha se observa su Coronación por un dignatario eclesiástico,
prueba de la identificación Corona-iglesia que se trata de realizar en esta
serie. En el ático se desarrolla su pasaje más conocido: la entrada de Fernando III el Santo en Sevilla.
SAN
FERNANDO DE LA CATEDRAL DE ZAMORA
El
Ayuntamiento de Zamora nada más conocer la noticia del reconocimiento de la
santidad de Fernando III, nombró una comisión para organizar la conmemoración
con la debida brillantez, pensando, como es lógico, en realizar una buena
escultura del nuevo santo local y, aunque en un principio, el cabildo municipal
y el eclesiástico decidieron costear conjuntamente la obra, finalmente sería el
primero quien corrió con los gastos.
Un
par de meses después de finalizar la escultura del Rey San Fernando para la
catedral de Palencia contrata un nuevo ejemplar para la ciudad de Zamora. El 14
de septiembre se concierta con don Francisco de Valderas, regidor de la ciudad
de Zamora, para hacer “una hechura del
santo rey D. Fernando para el dicho D. Francisco de Valderas de seis pies de
alto conforme el que hizo para la santa iglesia de Palencia”. A diferencia
de lo que ocurría en el contrato palentino, en esta ocasión se obligaba a “darle pintado, dorado y estofado y encarnado”,
en cambio si que coincidiría en la “corona
de suela y ojos de cristal guardando en todo la forma de la dicha hechura que
hizo para la dicha santa iglesia de Palencia”.
El
manto iría “dorado y estofado en sus
orillas de cuatro dedos de ancho estofadas de cogollos sobre oro bruñido y el
manto todo él por la parte de afuera ha de ir en lugar de bocado, castillos y
leones oscurecidos y realzados sobre oro”: Mientras que el forro del manto
iría “imitado de armiños con toda
perfección conforme arte. La cabeza y las manos “encarnadas al natural”. La barba y el cabello “peleteado de oro molido”. Finalmente, las arma irían “plateadas, bruñidas de plata, los perfiles
de dichas armas dorados de oro bruñido y pintar los ojos de cristal y la corona
se ha de dorar”.
Asimismo
tuvo que tallar una rica peana “en forma
de andas del ancho que cogiere la planta del santo a los lados y a la parte de
atrás dorada de oro bruñido y a la parte de atrás dorada de oro bruñido y los
brazos plateados”. La intención era sacar al nuevo santo en procesión “en
hombros de sacerdotes o en carro triunfal si determinare que se lleve en
hombros de que se le ha de dar avisto en tiempo al dicho Alonso de Rozas ha de
echar en dichas andas ocho palos todos plateados con todos sus tornillo y si
determinare se lleve en carro triunfal no ha de llevar dichos paños y ha de
echar los tornillo necesarios que atraviesen andas y carro triunfal para que
vaya seguro el santo y no se caiga”.
El
escultor se comprometió a tenerlo todo acabado “de madera pintado”, además de la correspondiente caja para su
transporte, para el día 20 de octubre de 1671, de manera que al día siguiente se
trasladara a Zamora. No cumpliendo con los referidos plazos, de manera que la
ciudad pudiera celebrar “su procesión
(…) recibirá gran daño en no lo cumplir y
además de ello ha de pagar cien reales cada día por razón del carruaje y
personas que han de venir a llevar el santo de todo el tiempo que lo dilatare”.
Alonso de Rozas cobraría 3.100 reales “por la hechura y pintura y andas, tornillos
y caja, acabado todo en toda perfección en la forma que va expresado”,
además de “los dicho palos en las andas”;
en caso de no llevar los palos tan solo se le abonarían 3.000 reales.
El
artista no cumplió con la fecha de entrega puesto que tres días más tarde en el
pleno municipal el regidor don Juan de Gavilanes informaba que aún no la había
concluido y que, según su parecer, podría estar acabada y celebrarse la solemne
procesión el día 15 de noviembre. Finalmente el día 21 la escultura se colocó
sobre su peana y presidió las fiestas con que honró Zamora la memoria de su
ilustre hijo.
El
27 de febrero de 1673 el cabildo recibía una carta de la Reina acompañada de un
Breve Pontificio, declarando fiesta de guardar la del Santo Rey Don Fernando.
El día 11 de abril de ese año, el Cabildo veía en su sesión capitular una nueva
carta de la Reina Madre: “en que manda
que en la parte más deferente de esta Santa Iglesia, se haga un altar donde se
ponga la hechura del Santo Rey San Fernando”. En 1750 el escultor Manuel de
Castro recibía 169 reales por componer “a
San Fernando y al pintor por dorarle y colores y componer el arco del Santo”.
Esta imagen gozó de bastante devoción en Zamora, constando en Actas, como
alguna vez se prestó a la iglesia de San Juan.
San
Fernando aparece de pie, con el manto doblado sobre el brazo izquierdo,
permitiendo contemplar la totalidad de la armadura con que se viste. Adopta una
actitud decidida blandiendo su espada con la mano derecha en alto para defender
su reino cristiano simbolizado en la esfera que sostiene su mano izquierda.
Primo hermano de San Luis, rey de Francia, sus importantes victorias contra los
musulmanes le convirtieron en perfecto adalid de la monarquía católica y sólido
respaldo del trono español.
La
escultura se custodia en la capilla de Santa Inés. En los paramentos laterales
se abren dos hornacinas gemelas, realizadas todas ellas en yesería, con arcos
de medio punto acasetonados en su intradós y enmarques acodillados de los que
penden guirnaldas de frutas de abultada labra. La de la derecha es la que
alberga la talla del rey San Fernando.
SAN
FERNANDO DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID
La
escultura de San Fernando de la catedral vallisoletana ha sido atribuida desde
hace muchísimo tiempo a Alonso de Rozas. Aunque el primero en sospechar que el
gallego pudo ser su autor fue Martín González, el que aporta datos concretos
sobre las diferentes vicisitudes de la escultura, aunque sin poder confirmar su
autoría, es Urrea. El investigador sospecha que por las mismas fechas en que
Rozas confeccionaba la escultura de San Fernando para la catedral palentina
también se encontraba enfrascado en la elaboración de una imagen semejante para
el cabildo vallisoletano.
Los
canónigos vallisoletanos para aumentar el brillo de los actos de la
canonización del monarca nacido en Valparaíso acordaron en cabildo ordinario,
celebrado el lunes 13 de abril de 1671, “que
el señor deán sepa el coste que tendrá hacer la efigie del Santo Rey don
Fernando y que dé cuenta para ver cuándo se podrá determinar la procesión que
se ha de hacer”. Al día siguiente, en reunión extraordinaria, se aprobó
poner en conocimiento de la Ciudad “que
las fiestas que el cabildo tiene determinado de la procesión que no puede
disponerse por no estar echa la efigie hasta mediado julio”, días después,
en cabildo ordinario, se ratificó en que el señor deán “ponga en ejecución el hacer la efigie del santo Rey D. Fernando el
tercero de este nombre y que acabada se dé cuenta a la ciudad para señalar el
día que se ha de hacer la procesión”. El viernes 12 de junio se acordó
decir a la ciudad “que están solicitando
se acabe la efigie y que acabando se dará cuenta del día” en que podría
celebrarse la procesión; tres días después acordó “se libren 1.000 rs. contra el Sr. arcediano de Valladolid a favor de
Sr. Deán (don José de Escobar) para
que vaya socorriendo al escultor que hace la efigie del Santo Rey don Fernando”.
La
policromía de la talla corrió por cuenta del pintor Diego Fuertes Blanco, el
cual contrajo la correspondiente obligación el 17 de junio. Se comprometía a
darla acabada en doce días, percibiendo 1.300 reales, con las siguientes
condiciones: “todas las armas han de ir
imitadas de acero y no plateadas porque la plata se vuelve negra, y todas las
orillas doradas con sus despojos de guerra dibujados y el campo de oro picado
de lustre, imitando armas naturales; la capa por dentro y por fuera se ha de
dorar y por de fuera ha de ir de púrpura y pintados unos castillos y leones
realzados de oro molido y el campo rajado, ha de llevar la capa por de fuera
una orilla de cinco dedos de cogollos de punta de pincel sobre campo de oro
limpio con sus pájaros y frutas entre medias de los cogollos y la capa por de
dentro ha de ir blanca con sus armiños y el campo rajado”. La cabeza y las
manos se habrían de “encarnar de pincel a lo natural y el cabello peloteado de
oro molido con sus pestañas naturales en los ojos, y los ojos los ha de pintar
y fijarlos”. Y como la escultura se destinaba a procesionar, sus andas habrían
“de ir doradas y los banzos plateados si se quisiese que vayan plateados y sino
de un color el mejor que pareciere”. El ornato de la figura se completó con una
corona de plata, que pesó 37 onzas y 2 ochavos, fabricada por el platero Pedro
Álvarez cuyo precio se ajustó en 280 reales.
Los
canónigos se anticiparon al deseo de la Reina doña Mariana de Austria que en
1673 les escribió una carta mandándoles “se
haga retablo con la efigie del santo rey para que se aumente la devoción de los
fieles” a la cual contestaron los capitulares que “así está ejecutado desde la procesión”.
El
retablo se ajustó en el año 1680, “con
los mismos maestros que hicieron el retablo de la capilla de Nuestra Señora del
Sagrario que está asentado en la segunda capilla de la nave del evangelio,
hacer otro según la planta que les he dado en 400 ducados y más las vigas que
tuvieran menester de a 40 y sesma de a 22 pies a razón de a ducado pagando yo
la demasía a Francisco Fernández maderero”. Estos maestros eran el
ensamblador Pedro de Cea y sus colaboradores Tomás de Medina y Pedro Santiz que,
en efecto, cobraron 5.450 reales por el retablo. A esta cantidad hubo que sumar
los 4.300 reales que importó su dorado que se efectuó en 1683.
La
actual capilla de San Fernando estuvo dedicada con anterioridad a San
Ildefonso, Arzobispo de Toledo. El fundador de la capilla fue el Secretario de
Cámara de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, don Juan de
Santisteban, hijo legítimo de Gabriel de Santisteban y de Ana de Montoya y
casado con doña Magdalena de Salcedo con la que no tuvo descendencia. En el
testamento cerrado que hizo, ante Ambrosio de Cisneros el 30 de diciembre de
1585 así como en su codicilo redactado el 21 de enero de 1586, expresó que su
voluntad “ha sido y es tomar y dotar una
capilla donde mi cuerpo sea trasladado y pasados los huesos de mis padres,
hermanos y difuntos y en la que asimismo se puedan mandar enterrar todos mis
deudos…”.
Mientras
se fabricaba la capilla en la nueva catedral su cabildo, en 1613, entregó a los
Santisteban la que había en el ábside de la nave del evangelio de la antigua
iglesia colegial, dedicada a San Ildefonso y en la que los testamentarios del
racionero Juan de Valderas habían fundado en 1578 diversas memorias. Llegado el
al año 1671 el cabildo tomó la resolución de dedicar esta capilla al Santo Rey
Don Fernando que la Iglesia había canonizado ese mismo año y para cuyo culto el
cabildo mandó fabricar una escultura además de solemnizar festivamente la
ocasión.
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Noticias documentales sobre la Catedral de Valladolid”, B.S.A.A., Tomo XXVI, 1960, pp. 188-196.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “Capillas y patronos de la catedral de Valladolid”, B.R.A.C., Tomo XL, 2005, pp. 107-124.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “Nº 11. San Fernando Rey”. En VV.AA.: Remembranza, Las Edades del Hombre, Zamora, 2001, p. 121.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “San Fernando en Castilla y León”, B.S.A.A., Tomo LII, 1986, pp. 484-487.
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