La
iglesia de San Andrés conserva de forma más o menos intacta uno de los
numerosos espacios barrocos con los que contó Valladolid, los cuales por
desgracia han sido reducidos con el paso de los siglos a la mínima expresión. Se
trata de la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, conocida vulgarmente como
"capilla de las Maldonadas" dado que fueron dos hermanas apellidadas
Maldonado, doña Isabel y doña Catalina Enríquez Maldonado, las fundadoras y
quienes pusieron todo el dinero para la erección de la capilla y la
construcción de los retablos, esculturas y efigies orantes que las retrataban a
ellas y a otros dos familiares. Como bien dice Urrea: “Su conjunto espacial y
artístico es uno de los mejor conservados de la ciudad, a través del cual
podemos tener perfecta idea del ambiente espiritual y artístico de las
“fundaciones privadas”.
Antes
de nada, hemos de tener en cuenta que en el momento de comenzar a edificarse la
capilla en el año 1631 la iglesia de San Andrés no era tal y como la conocemos
hoy. Era mucho más reducida, no existía ni las actuales portada y torre y
tampoco se habían edificado los dos tramos de capillas de los pies, es decir las
capillas de San Antonio de Padua y del Cristo del Refugio en el evangelio, y de
San Francisco de Asís y de la Virgen de Guadalupe en el de la epístola. Todo
esto fue construido un siglo y medio después, entre 1772-1776, gracias a las
generosas donaciones de un hijo de la pila de la parroquia: el franciscano Fray
Manuel de la Vega y Calvo, Comisario General de Indias.
Es
decir, la pequeña parroquia tan solo contaba con la capilla mayor (que tampoco
mostraba el retablo que actualmente existe sino uno gótico procedente de la
capilla mayor del Convento de San Pablo), el crucero y dos capillas: la de la
Inmaculada y la de la Virgen de la Soledad, y a los pies el coro. Como vemos
todavía no existía ni la capilla que nos compete, la cual se abrió en el muro
del evangelio del crucero y se edificó sobre los terrenos del cementerio
parroquial.
Planta actual de la iglesia de San Andrés tal y como quedó tras las reformas finalizadas en 1776 |
Las
dos hermanas Isabel y Catalina Enríquez Maldonado no escatimaron gastos para la
erección y amueblamiento de su capilla funeraria. Tal es así que contaron para
ello con algunos de los más prestigiosos artistas del momento. Así, la traza de
la capilla la suministró el ilustre Francisco de Praves, última gran figura del
clasicismo vallisoletano, y asimismo arquitecto del Duque de Lerma y Maestro
Mayor de Obras del rey Felipe IV. En su haber cabe el honor de haber sido el
traductor del primero de los Cuatro libros de la arquitectura de Andrea
Palladio (Valladolid, 1625). De la materialización de las capillas se ocupó el
maestro de obras Juan del Valle. En cuanto al amueblamiento, el autor de los
retablos fue el ensamblador Melchor de Beya, quien había trabajado en varias
ocasiones con Gregorio Fernández (por ejemplo, colaboraron en la ejecución del
retablo de la Sagrada Familia de la Cofradía de San José de Niños Expósitos en
la iglesia de San Lorenzo, Beya realizó el retablo y Fernández el grupo
escultórico), mientras que las esculturas corrieron a cargo de Francisco Alonso
de los Ríos, el gran, y casi único, "rival" de Gregorio Fernández. Su
gubia talló tanto las imágenes del retablo mayor, algunas de las cuales se
encuentran entre las más exquisitas de su producción, y los burdos retratos
orantes de las Maldonadas y sus familiares que se disponen a ambos lados de la
capilla, sin duda lo más vergonzante de su escasa obra documentada.
La
capilla, que como dijimos se abre en el lado del evangelio del crucero del
templo, la conforman dos ámbitos que enlazan visualmente a la perfección. Es un
pequeño “reino” del clasicismo: uniformidad, ausencia de decoración (los únicos
motivos decorativos que observamos se encuentran en las yeserías de las bóvedas),
pureza de líneas… El primero sería una
especie de crucero cuyo centro se cubre mediante una cúpula rebajada
encamonada, y lo que es propiamente la capilla mayor que termina en testero
plano. Además, en el lado de la epístola del crucero existe una puerta que da
acceso a la sacristía propia de la capilla que no es más que un rectángulo.
La
capilla se comenzó a construir 1631 por mandato de los patronos de las memorias
que fundaron por doña Isabel y doña Catalina Enríquez Maldonado. Para ello se
solicitaron las trazas al referido Francisco de Praves, si bien de su ejecución
material se ocupó el maestro de obras Juan del Valle, aunque sabemos que
también participaron en su construcción los arquitectos Felipe de Ribera y
Dionisio de Praves (¿hijo de Francisco de Praves?). En este mismo año,
concretamente el 12 de abril, los referidos patronos se concertaron con el
ensamblador Melchor de Beya para que ejecutara tanto el retablo mayor como los
colaterales, los cuales están en completa consonancia con la arquitectura de la
capilla. Tan presente se encuentra el clasicismo en estos retablos que el
propio Beya en el contrato de ejecución refiere que lo ejecutaría conforme a
Vignola (el famoso arquitecto y tratadista italiano Jacopo Barozzi da Vignola o
“Jacopo Vignola”). Ese mismo día en que Beya contrató los retablos, el escultor
Francisco Alonso de los Ríos hizo lo propio con las esculturas que debían ornar
el retablo mayor de la capilla:unas serían de menor tamaño (San Pedro, San Pablo y la
Fe) y otras de tamaño casi del natural (San Juan Bautista, San Esteban, Santa
Isabel de Hungría, Santa Catalina de Alejandría y un Calvario). Alonso de los Ríos debería esculpirlas en
madera de Cuéllar “escogida y seca a satisfacción del dicho Melchor de Beya y
huecas por dentro y que tengan el relieve perteneciente para las cajas o nichos”,
asimismo, las diez esculturas debían estar inexcusablemente “muy bien hechas y
acabadas perfectamente y con mucho arte bien movidas a contento y satisfacción
de los dichos señores patronos y de los maestros y oficiales que ellos
nombraren”. En total percibiría por su ejecución 3.800 reales; a saber, 500
reales por cada una de las efigies grandes y 100 reales por las pequeñas de la
custodia. Desconocemos el nombre de policromador, aunque a buen seguro fue
Pedro de Fuertes, quien aparece como fiador en el contrato de las esculturas.
Su labor fue excelente ya que contribuyó a realzar la calidad de las imágenes.
Finalmente,
nos queda por saber quien fue el autor de las pinturas que exhiben tanto el
retablo mayor como los colaterales. Por su calidad y estilo parece más
que probable que fuera de Diego Valentín Díaz, con aportación de su taller
en alguna de las pinturas del banco.
Hubieron
de pasar casi veinte años para que se finalizara de alhajar el interior de la
capilla. Así en 1653 se contrataron con Francisco Alonso de los Ríos los cuatro
bultos orantes de las fundadoras y sus familiares, a razón de 300 reales cada
uno. Los encargados de policromarlos a imitación del alabastro fueron Jerónimo
de Calabria, que se ocupó de los que representan a doña Catalina Enríquez
Maldonado, don Gonzalo Enríquez Maldonado y doña Isabel Enríquez su mujer, y
Jerónimo Morán que se hizo lo propio con el cuarto. Finalmente entre 1653-1655
se adquirieron una serie de objetos de plata: al platero Juan Duque se le
compró una lámpara, mientras que al platero Andrés de Campos Guevara se le
encargó “la hechura de las cadenas y manípulos y lamparil, y por el valor de
ciento y diez y nueve reales de plata que puso para dichas cadenas y lamparil”,
así como un incensario y una naveta.
Una
vez que sabemos quiénes fueron los artífices que trabajaron en esta capilla
pasamos a explicar brevemente los retablos y las esculturas orantes de las
fundadoras y sus familiares.
RETABLO
MAYOR (1631)
Empezando
por el retablo mayor, vemos que se trata de una traza clasicista muy sencilla
basada en un banco, un único cuerpo con tres calles y ático rematado en frontón
triangular. Tanto el cuerpo como el ático se estructuran a través de columnas
compuestas con su fuste estriado. La separación entre ambos espacios se realiza
por medio de un entablamento en el que se haya pintado un friso con
decoraciones vegetales. En los extremos del ático se sitúan pedestales que
sostienen las típicas bolas herrerianas tan en boga durante el clasicismo. El
retablo combina a la perfección tanto la escultura como la pintura.
Retablo mayor de la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles o de las Maldonadas |
Así,
en el banco encontramos cuatro pinturas a cada lado de la custodia, la cual no
deja de ser sino una micro arquitectura presidida por la efigie en relieve de
la Fe sobre la puerta del sagrario, y dos imágenes de San Pedro y San Pablo que
la flanquean desde sus hornacinas de remate semicircular. Las pinturas que caen
justo debajo de las columnas del cuerpo del retablo son más estrechas y
representan a San Antonio de Padua, Santo Domingo de Guzmán, San Jerónimo y San
Antonio Abad, por su parte las dos grandes pinturas de los netos efigian la Anunciación
y la Adoración de los Reyes Magos; finalmente, las adyacentes al sagrario son
la Circuncisión y el Nacimiento. Como vemos todas estas imágenes hacen
referencia al ciclo de la infancia de Cristo, tema al que también alude “la
pala de altar” que preside el retablo: Nuestra Señora de los Ángeles.
Esta gran pintura de bellísima factura presenta a la Virgen María sentada,
sobre cuyas piernas se halla el Niño Jesús jugueteando con su madre. Completa
la composición una serie de santas en la tierra (podemos ver a Santa Cecilia
tocar el órgano), y el Padre Eterno en el cielo rodeado de ángeles, algunos de
los cuales sirven de trono a la Virgen y el Niño. El cuadro se halla enmarcado
por el típico marco que se desarrolló únicamente en la escuela vallisoletana del
primer cuarto del siglo XVII: el de piedras y gallones. Como anécdota os
diré que hay dos cuadros casi exactos de Nuestra Señora de los Ángeles en otras tantas
iglesias céntricas de Valladolid, a ver si las localizáis.
DIEGO VALENTÍN DÍAZ (atrib.). Nuestra Señora de los Ángeles |
Flanquean
la pintura dos efigies de San Juan Bautista y San Esteban, cuya presencia en el
retablo quizás se pudiera explicar por cuanto dos de los patronos de las
memorias de las Maldonadas se llamaban Fray Juan de Torreblanca, prior
del Monasterio de San Pablo, y don Esteban Sarmiento Maldonado. Ambos santos
aparecen con sus atributos más conocidos: San Juan Bautista porta un libro
sobre el que asienta el Agnus Dei, mientras que San Esteban con una mano sujeta
la palma del martirio mientras que con la otra hace lo propio con un libro sobre
el que seguramente irían las piedras de su martirio. Finalmente, en el ático se
sitúan Santa Isabel y Santa Catalina (las cuales son las patronas de las Maldonadas:
Isabel y Catalina Enríquez Maldonado) y un Crucifijo que nada tiene que ver con
el retablo. El Calvario original se conserva en la capilla del
Seminario Diocesano y el Crucifijo que le ha sustituido procede de La Cistérniga,
y es obra de Pedro de la Cuadra. Sería deseable que el Calvario regresase al retablo para el que fue fabricado y así volviera a recomponerse tan excelente conjunto.
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. San Juan Bautista |
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. San Esteban |
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. Santa Isabel |
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. Santa Catalina de Alejandría |
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. Calvario del retablo, actualmente conservado en el Seminario Diocesano |
Señala
acertadamente Urrea que “las figuras se mueven con soltura y elegancia y dejan
entrever un gusto por la composición y una habilidad escultórica que sobresale
de la escultura de taller, réplica o copia de originales de Fernández. En todo
momento, ante ellas, representaríamos una personalidad que se aparta de la
monotonía de la repetición. El estudio de plegados, siempre con un matiz
carnoso, pesado, huyendo de las angulosidades y quiebros hojalatosos típicos de
Gregorio Fernández, insistió en plegaos amplios, solamente unos ligeros cortes
interrumpen las estudiadas dobleces de los mantos”. “Todas ellas conservan el
movimiento gracioso. El tratamiento de los cabellos, tremendamente personal,
aparece aquí totalmente caracterizado. El lenguaje de las manos, resulta también
característico de este escultor. Siempre gesticulantes, agarrotadas o crispadas
y subrayando en sus palmas las rayas de la vida”.
RETABLOS
COLATERALES (1631)
Los
retablos colaterales poseen una traza similar aunque simplificada del mayor. Así,
también constan de un estrecho banco, una única calle flanqueada por columnas compuestas
en los extremos y dos medias columnas “cerrando” el lienzo que la preside, a
continuación un entablamento similar al del retablo mayor con la misma
decoración, y un ático –en cuyo interior figura un círculo pintado– rematado en
un frontón triangular con dos bolas herrerianas en cada extremo y en el
superior tan solo una. Asimismo, de los laterales del frontón, que se prolongan
levemente, caen dos guirnaldas o festones de frutas. Para finalizar hay que
señalar que el ático lleva en sus extremos dos pirámides, otro de los clásicos
elementos de la arquitectura herreriana.
Retablo colateral dedicado a San Jerónimo |
El
retablo del evangelio se halla dedicado a San Jerónimo en oración, encima del
cual se sitúa San Francisco recibiendo los estigmas. En el banco se hallan
otras tres pinturas, a los lados dos reinas santas y en la central dos
angelotes sosteniendo una cartela que con la leyenda: “Hoc et enim corpus meum…”.
Por su parte, el retablo del evangelio está presidido por un lienzo que efigia
la La lactación de San Bernardo, mientras que en el
ático encontramos a Santo Domingo flagelándose ante el Crucifijo. En el banco hallamos otras tres pinturas: las laterales son dos santas
dominicas y la central con la misma composición que en el retablo frontero (dos
ángeles sosteniendo una cartela con la misma leyenda). Como detalle podemos
observar que los cuatro grandes lienzos que componen ambos retablos se hallan
enmarcados por los antedichos marcos de piedras y gallones.
Retablo colateral dedicado a la Lactación de San Bernardo |
BULTOS
FUNERARIOS (1653)
La
fundación patrocinada por las hermanas Enríquez Maldonado todavía no había sido
totalmente cumplida. Es por eso por lo que en 1653 los patronos de las memorias
gestionan la realización de los bultos funerarios de las fundadoras y de dos de
sus descendientes. Francisco Alonso de los Ríos se encarga de realizarlos por
la cuantía de 1.200 reales, cantidad bastante baja, pero en consonancia con la
escasa calidad de los mismos. El escultor “se obliga a hacer cuatro figuras de
bulto de escultura la una de hombre con la insignia y encomienda de señor
Santiago… a la cual a de poner con su espada en la cinta y las otras tres
figuras y bulto han de ser de mujer la una con habito de monja y las dos con su
traje en traje antiguo y con cuellos abiertos… y ha de hacer cuatro almohadas
de madera con sus borlas sobre las cuales sean de poner y fijar de rodillas”.
Previamente Francisco Alonso había ejecutado dos bocetos, uno en barro colorado y
otro en madera blanca.
De
no haber encontrado el contrato de ejecución de las esculturas hubiera sido
imposible asignar estas obras tan toscas a Francisco Alonso de los Ríos. Señala Urrea que “la tosquedad con que están
trabajando nos habla de una marcada decadencia en el escultor fruto quizás de
su avanzada edad. Las figuras, orantes, resultan rígidas, envaradas. La manera,
tan personal, de hacer del escultor ha desaparecido totalmente y apenas merecen
otro comentario”. Como se dijo anteriormente, fueron realizadas en madera y
policromadas imitando el alabastro.
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍOS. Bultos orantes de las Maldonadas y dos familiares |
PINTURAS
DE LAS PECHINAS
Aún
queda por analizar de manera sucinta un elemento al que anteriormente no nos
hemos referido. Se trata de las pinturas de las pechinas de la cúpula de la
capilla, las cuales fueron llevadas a cabo en 1636 por el pintor berciano
Francisco Velázquez Vaca, más conocido por los dos cuadros de Vanitas que
conserva el Monasterio de San Quirce y que hace poco pudieron ser vistos en una
exposición. Las pinturas representaban a los cuatro Padres de la Iglesia, de
los que han subsistido San Jerónimo y San Gregorio, amén de otro que ha sido desastrosamente
restaurado. Señalan Urrea y Valdivieso que “el análisis de estas pinturas
revela a Velázquez Vaca como un artista menor dentro del panorama de la pintura
vallisoletana de ese momento. Su dibujo es discreto y algo duro y la
expresividad de sus figuras, un tanto convencional”.
FRANCISCO VELÁZQUEZ VACA. San Gregorio |
Para
finalizar os dejo con un breve extracto de la fundación de la capilla:
"En
el nombre de la Santísima Trinidad eterna unidad padre hijo y espíritu santo
tres personas distintas y un solo Dios verdadero que vive y reina para siempre
sin fin y de la bienaventurada Virgen Santa María madre de Dios reina de los
ángeles y abogada de los pecadores y a gloria y honra suya: sea notorio y
manifiesto a todos los que vieren la presente pública escritura como en la Muy
Noble y Leal Ciudad de Valladolid a nueve días del mes de abril de mil
seiscientos y treinta y un años teniendo la silla apostólica nuestro muy santo
padre Urbano Octavo y reinando en estos reinos de España la católica majestad
del rey don Felipe nuestro señor Cuatro de este nombre en presencia y por ante
mí Andrés Rodríguez Asprilla escribano del rey nuestro señor del número rentas
y alcabalas reales de esta ciudad (...) ambas las dichas partes dijeron que las
dichas doña Catalina y doña Isabel Enríquez Maldonado por los dichos sus
testamentos y codicilos debajo de cuya disposición murieron dejaron dispuesto y
ordenado que de la renta y usufructo del residuo y remanente de todos sus
bienes y hacienda se fundase y edificase desde sus principios una iglesia en
las casas principales que dicha señora doña Catalina tenía y dejó a la puerta
de Teresa Gil de esta ciudad en el nombre y advocación de Nuestra Señora de los
Ángeles poniendo su santa imagen en el altar mayor con sus altares colaterales
de la advocación de San Jerónimo y San Bernardo con su coro y sacristía y que
se adornase de los ornamentos y demás cosas necesarias para la celebración de
los divinos oficios y que estando acabado se nombrasen capellanes conforme
alcanzase la renta de su hacienda que fuesen clérigos presbíteros para que
sirviesen la dicha iglesia y dijesen cada día su misa cantada y cinco rezadas
cada uno en cada semana y su salve cantada los sábados con el adorno y
autoridad que se hace en las iglesias parroquiales de esta ciudad y que hubiese
un capellán mayor que tuviese el gobierno y suprutencia de la dicha capilla e
iglesia a quien los demás estuviesen subordinados (...) Y nombraron por
patronos cumplidores y ejecutores de todo lo referido al padre prior que es o
fuere perpetuamente de dicho monasterio de señor San Pablo de esta dicha ciudad
y a los dichos señores don Esteban Sarmiento Maldonado su sobrino y a sus hijos
y descendientes y a falta de ellos al padre guardián que es o fuere del
monasterio de señor San Francisco de esta dicha ciudad y al dicho señor don
Fernando Bañuelos su prior y a todos los sucesores en su mayorazgo con pleno
poder y facultad para todo lo referido fundar las dichas memorias y capellanías
y para las demás cosas que se ofrecieren tocantes a ellas declarando la dicha
señora doña Isabel Enríquez Maldonado que su voluntad era que siendo posible se
comprase la capilla mayor de la dicha iglesia de señor San Andrés concertándose
con el cura y parroquianos de ella como todo lo susodicho más particular se
declara en los dichos testamentos y codicilos que pasaron ante mí el escribano
en trece de octubre y trece de noviembre del año pasado de mil y seiscientos y
veinte y siete (...) Y después de esto trataron de comprar la dicha capilla
mayor de la dicha iglesia del señor San Andrés y no tuvo efecto por ciertos inconvenientes
que hubo de la parte de los parroquianos de ella y también han tratado de
comprar iglesias y capillas mayores y con ninguno ha tenido efecto respecto de
lo cual y que la voluntad de las dichas señoras difuntas como lo manifestó la
dicha señora doña Isabel fue que se comprase la dicha capilla mayor para la
devoción particular que tenía en la dicha iglesia los dichos señores patronos
han tratado con el dicho señor cura, mayordomo de la dicha fábrica y
parroquianos de la dicha parroquia de hacer y edificar una capilla con sus
altares mayor y colaterales coro y sacristía correspondiente al arco que está
en la dicha capilla mayor del lado del evangelio por donde se ha de abrir
tomando el sitio que está en las espaldas que hoy es cementerio y es propio de
la dicha fábrica para que en ella se cumplan las dichas memorias y capellanías
por el precio y condiciones que en esta escritura irán declaradas”.
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Atribuciones al escultor Pedro de la Cuadra”. B.S.C.E., 1954, ff. 291-292.
- URREA, Jesús y VALDIVIESO, Enrique: Pintura barroca vallisoletana, Editorial Universidad de Sevilla y Universidad de Valladolid, Sevilla, 2017.
- URREA, Jesús: “El escultor Francisco Alonso de los Ríos (¿-1660), B.S.A.A., Tomo XXXVIII, 1972, pp. 355-369.
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