lunes, 16 de octubre de 2017

LA FACHADA DE LA IGLESIA PENITENCIAL DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS


La fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias es una de las más bellas y significativas de cuantas nos podemos encontrar caminando por las calles de Valladolid. A su orden y geometría derivada de las matemáticas renacentistas hay que sumar otro factor que la hace especial: la escultura. En efecto, aunque en Valladolid contamos con dos fachadas escultóricas monumentales, quizás las dos más importantes del tardo gótico español, como son las de Convento de San Pablo y la del adyacente Colegio de San Gregorio, esta ciudad no destaca especialmente, a partir del renacimiento, por poseer fachadas con amplia decoración escultórica. A la excepción que resulta la nueva fachada que abrió la Universidad hacia la plaza de Santa María ya en el siglo XVIII, vemos que el resto de iglesias tan solo contaban con una pequeña escultura del santo titular del templo situada sobre la puerta principal de acceso.
La fachada que estamos tratando fue proyectada en 1596 por el prestigioso arquitecto del foco clasicista vallisoletano Juan de Nates. Los trabajos comenzaron al año siguiente y se dieron por finalizados en 1606, fecha en la que la Corte abandonó Valladolid para regresar a Madrid, y el Duque de Lerma volvió a llenarse los bolsillos. Al parecer, Nates cobró en cada uno de los años que trabajó en ella la nada desdeñable cantidad de 400 reales. Para levantar la fachada se utilizaron piedras de diferentes canteras cercanas a la ciudad: Villanubla, La Cistérniga, Zaratán y Campaspero.
Hemos de puntualizar que Nates fue el “director” de la obra, el que dirigía a los diferentes maestros encargados de materializarla. Así, por ejemplo, Martín de Uriarte se ocupó de la cantería, la cual comprendía la talla de la sillería, la decoración de las columnas y de las líneas de imposta, y la ejecución del escudo de los Aranzamendi que campea en el frontón de la fachada y de la portada lateral, la que actualmente da acceso a la sala de pasos (esta estancia sirve en ocasiones de sala de exposiciones y durante las navidades se muestra un precioso Belén monumental). A este maestro le ayudaron en la talla de la piedra Rodrigo Vara, Juan de San Jorge y Juan de la Muela. Mientras tanto, de la labra de los capiteles se encargaron los escultores Hernando de Munar y Juan de Rozadilla. Otros artífices relacionados con la obra fueron el escultor manierista gallego Juan da Vila (también llamado en ocasiones Juan de Ávila o Juan Dávila, no confundir con el escultor barroco vallisoletano Juan de Ávila, del que nada tiene que ver), que proporcionó moldes para la cantería, y el rejero Matías Ruiz, que se ocupó de fabricar el balcón de hierro y el resto de rejas.

En su concepción de la fachada, Juan de Nates pregona su conocimiento de la arquitectura de Palladio. Es una arquitectura que decora la arquitectura. Las columnas, las estatuas y los capiteles, posen un vigoroso resalto. La fachada, realizada completamente en piedra y que resulta de gran prestancia, no es monumental por casualidad, hay que tener en cuenta que cuando se construyó estaba situada en una amplia plaza y tenía justamente enfrente el magnífico Palacio del Almirante de Castilla; servía, digamos, para cerrar el espacio que formaba la plaza del Almirante de Castilla frente a su palacio, y dicha función obligó a las condiciones de calidad artística y arquitectónica que contemplamos en esta fachada, que incluso en nuestros días sigue cumpliéndola parcialmente, pues aunque no cierra ninguna plaza, ocupa un espacio urbano clave en la perspectiva de la calle, vía principal de la ciudad, situada frente al gran Teatro de Calderón, edificio que sustituyó en el siglo XIX al palacio del noble castellano.

Situación de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias en el plano de Bentura Seco (1738)
La fachada tiene dos pisos, el primero que adquiere forma de Arco de Triunfo (según Chueca Goitia es un trasplante del “arco del triunfo” de la fachada de la catedral), está compuesto por un vano central y columnas corintias pareadas en los costados, rematado todo por un entablamento canónico; el vano central está rematado en medio círculo, en cuyo interior tiene cabida una hornacina presidida por una Piedad flanqueada por dos puntas tríadicas, elemento característico del clasicismo vallisoletano. Mientras tanto, el segundo cuerpo, que posee un canon más achaparrado, también se ve influido por el modelo catedralicio en la forma de articular ambos cuerpos con la desaparición de los aletones y ceñir en una misma línea todos los elementos de la fachada, es de menores proporciones para evitar que sobresaliese por encima del tejado, por lo que se redujo su tamaño, pues el manierismo de la época, según Martín González, permitía rebajar el canon. Está compuesto por columnas pareadas de orden compuesto y una ventana central, con un entablamento análogo al interior y rematado por un frontón triangular que contiene en su tímpano el escudo de la familia Aranzamendi. Coronan el conjunto basamentos con óvalos por acroteras. A lo largo de toda la fachada vemos otra decoración típica de estos momentos: los “placados” de la arquitectura escurialense.

La importancia y calidad arquitectónica de la fachada, la cual tiene la anchura de la única nave de la iglesia, se ve reflejada en los encendidos elogios que le dedicaron algunas grandes personalidades como el ilustrado Isidoro Bosarte, quien dijo de ella: “En la fachada es de celebrar la conclusión o perfección del trabajo en los capiteles, cornisas y demás miembros de los dos cuerpos de su arquitectura. Toda la portada es de piedra, y también una puerta del costado hecha con regularidad y gusto”. Ya en el siglo XX, Chueca Goitia la calificó por su plasticidad y riqueza como “de las más bellas de Valladolid y de las mejores del estilo en España”. Pero, no todo fueron elogios, el segundo cuerpo, debido a sus proporciones, llegó a ser calificado como “achaparrado” (Bustamante), “rechoncho” (Martín González) o, en opinión de Kubler: “el efecto queda empequeñecido por las medias columnas de desgarbado aspecto”. Pero sin ignorar esta perceptible desproporción, para Martín González la fachada es “digna de alabanza por el vigor de los elementos arquitectónicos empleados como elemento ornamental” y su concepción dotada de “una arquitectura vigorosa, destacada del plano de la pared es claramente palladiana”, confirmando la apreciación de Kubler sobre la fachada, al que le recordaba más la arquitectura de Palladio que la de Herrera.

San Pedro
San Pablo
Según el profesor Agustín Bustamante, al que por desgracia perdimos recientemente, esta influencia palladiana en la arquitectura de Juan de Nates, que ya se había manifestado en otras obras de Valladolid (el monasterio de las Huelgas Reales, y el monasterio de la Santa Espina, este último localizado en plenos Campos Torozos), se sustanciaba en los siguientes elementos presentes en la iglesia de las Angustias:
  • Vitalizar la superficie.
  • Empleo de columnas en el segundo cuerpo en lugar de pilastras como Herrera.
  • El frontón con el gran desarrollo de la altura y la amplitud del tímpano.
  • Disponer un escudo en el tímpano.
  • Disponer basamentos para las acróteras en las líneas del frontón.
  • Incorporar la escultura a la arquitectura.
  • Mientras que el resto de los elementos de la fachada son de influencia herreriana, emanados de la Cuarta Colegiata.
Sin lugar a dudas lo más sobresaliente de la fachada son las cinco esculturas que la pueblan, obras todas ellas del gran genio de la escultura castellana de comienzos del siglo XVII, Francisco Rincón, cuya muerte en la flor de la vida, en plena madurez artística, nos impidió conocer el rumbo que hubiera tomado la escultura vallisoletana.

El Arcángel San Gabriel
La Virgen María
Sobre la autoría indiscutible de Francisco Rincón sólo se formularon las especulaciones sugeridas por Carderera, quien llegó a atribuírselas a Esteban Jordán, probablemente al compararlas con las del retablo mayor de la iglesia de la Magdalena. Años después Martí y Monsó documentó la paternidad de estas esculturas a favor de Rincón, cuya personalidad por entonces era prácticamente desconocida. Aunque la iglesia estaba concluida en 1604, quedaban pendientes de realizar las esculturas de la fachada, contratándose el 18 de agosto de 1605 “en este día y con obligación francº de Rincon de las cinco figuras de piedra para la iglesia nueba de las Angustias que las a de azer Para mediados en el mes de março del año que biene de mill y seiscientos y seis las quales concertó de las azer en cinco mil Reales todos conformes las capitulaciones de la obligación a que me refiero”. Cantidad considerable, pues por la arquitectura y escultura del retablo principal de la misma iglesia había percibido 618 ducados. El desarrollo del trabajo se manifiesta por los pagos sucesivos, iniciados el 5 de septiembre “francº del Rincon escultor mill y dosciºs Reales a quenta de las figuras que a de azer de piedra para la igla de las angªs”; dichos pagos se repiten durante 1605 y 1606, hasta 28 de septiembre en que se liquidan las cuentas: “quatrocientos Reales… a francº del Rincon a cumplimiento de cinco mill Reales en que se concertaron las cinco figuras de piedra que yzo Para la Portada con los quales queda Pagado el dho francº del Rincon de la dha suma y no se le queda deviendo cosa ninguna”.

Cabeza de San Pedro
Hay que reseñar que la escultura en piedra, alabastro o mármol no fue nada frecuente en Valladolid, urbe en la que existían pocos artífices diestros en la labra de estos materiales. Quizás los más destacados fueran Esteban Jordán y Francisco del Rincón y, ya posteriormente, los Tomé. Queda la duda de si Gregorio Fernández también talló estos materiales, lo más probable es que si, y que sea suyo el magnífico sepulcro de los condes de Fuensaldaña de la actual iglesia de San Miguel. La escultura en piedra o alabastro, que en otros lugares se utilizó para realizar esculturas de altar o magnos retablos mayores, en Valladolid tan solo se usó para labrar sepulcros y las imágenes monumentales de las fachadas de los templos.

La Quinta Angustia o Piedad
Cinco son las imágenes en piedra que pueblan la fachada: en el cuerpo bajo, en los intercolumnios, San Pedro y San Pablo, cada uno con un libro y portando su atributo más característico (San Pedro las llaves y San Pablo la espada), y encima de la puerta de entrada la Piedad o Quinta Angustia; ya en el segundo cuerpo tenemos, también en los intercolumnios, las efigies del Arcángel San Gabriel y la Virgen María que forman una Anunciación, advocación bajo la que está puesta el templo, y que es el mismo tema que preside el retablo mayor de la iglesia, retablo en cuyo cuerpo superior podemos ver otra Piedad o Quinta Angustia similar a la de la fachada. Es decir, en una misma iglesia tenemos las versiones en piedra y madera de ambos temas realizados por un mismo artista. Sin lugar a dudas, estas esculturas de la fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias son de lo mejorcito y más logrado de la escultura monumental vallisoletana de este tiempo.

Cabeza de San Pablo
Las esculturas están concebidas en función de marco arquitectónico, lo que a su vez representa una notoria aportación al Clasicismo, al tiempo que su aparición en la fachada de las Angustias rompe la tradición del último tercio del siglo XVI caracterizada por la ausencia de ornamentos en las fachadas. Además, en este caso, salvo el escudo del frontón, el resto de las esculturas, incluida la Quinta Angustia como titular de la Cofradía y situada sobre la puerta, son de bulto redondo. Las actitudes son ponderadas, los pliegues redondeados y de fuerte claroscuros. Rincón se aplicó con el mayor esmero, según exigía una cofradía prestigiosa. Realiza unos tipos enérgicos y naturales, que combinan a la perfección el incipiente naturalismo que se estaba dando en la naciente escultura barroca, con los últimos rescoldos del manierismo romanista en el que Rincón se había formado. Especialmente destacable por su fuerza interior es el rostro de San Pablo, que no deja de ser sino una brillante repercusión del Moisés (1513-1515, y retocada en 1542) que tallara Michelangelo Buonarroti para el desafortunado sepulcro del papa Julio II en la romana basílica de San Pietro in Vincoli.

BIBLIOGRAFÍA
  • BUSTAMANTE GARCÍA, Agustín: La arquitectura clasicista del foco vallisoletano (1561-1640), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1983.
  • HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: “Francisco Rincón, autor del paso de la Elevación de la Cruz”, Pasión Cofrade, nº 11 (segunda época), 2015, pp. 32-47.
  • MARTÍ Y MONSÓ, José: Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid: basados en la investigación de diversos  archivos, Imprenta de Leonardo Miñón, Valladolid, 1898-1901.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
  • ORDUÑA REBOLLO, Enrique: Cofradías y sociedad urbana: la ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid (1563-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2003.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “El escultor Francisco Rincón”, B.S.A.A., Tomo XXXIX, 1973, pp. 491-500.

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