José Loygorri nació en el seno de una adinerada familia vascongada-vallisoletana en Valladolid el 4 de julio de 1884 Sus padres, Benito Fernández Magna y Loygorri y María del Carmen Prado-Pimentel Alonso le bautizaron en la iglesia de Santiago el día 16 de ese mismo mes. La acomodada posición económica de sus padres facilitó al futuro pintor y a su hermano Benito –luego ingeniero y arriesgado aviador– realizar cumplidamente sus aspiraciones y ensueños. Como años más tarde escribió José Francés en La Esfera: “El hermano estaba enamorado de las rutas del cielo, como José había de amar las líneas y los colores de los seres y las cosas terrenales. Pudo aquél lanzarse a los aires, sobre su aeroplano (el clavileño de los modernos soñadores); pudo también el pintor correr mundo y saciar la sed contemplativa de las bellezas contemporáneas y de las otras pretéritas que permanecen perdurables y sonrientes en los salones de las pinacotecas”.
Joven bohemio y de mundo,
José Loygorri, si bien comenzó la carrera de ingeniero de minas, muy pronto la
abandonó para consagrarse a su vocación por el dibujo y la pintura. Artista
autodidacta se instaló en un elegante estudio en un ático frente al teatro
Calderón. En esos primeros años su
interés se vuelca hacia Castilla, recorriendo las tierras y caminos de los
pueblos vallisoletanos, en los que, preocupado por reflejar los caracteres de
la raza, pinta los típicos lienzos de mozas y campesinos, austeros y recios
tipos castellanos, pintados con fondos sombríos y en un estilo realista que
evoca ligeramente el de los pintores vascos (Ignacio Zuloaga y sobre todo los
hermanos Ramón y Valentín Zubiaurre). De esta manera describía sus primeras obras José
Francés en el artículo anteriormente mencionado: “Primero pintó los tipos cenceños de Castilla con sus carnes pardas, sus
trajes pardos y sus pardos paisajes. De cuando en cuando detonaba un refajo
amarillo, verde o rojo; alguna vez el cielo se sonreía con finas opalescencias,
o sobre el rostro terroso de una mocita los ojos inesperadamente azules tenían
una mortecina suavidad de zafiros”.
José Loygorri (1916) |
Retrato de José Loygorri (Julio Moisés, 1915) |
A finales de mayo de 1912
inaugura su primera exposición importante, que celebra “en un distinguido establecimiento” de la Carrera de San Jerónimo,
de Madrid. Expuso 31 cuadros, la mayoría de asuntos castellanos, siendo
unánimemente elogiados los que tenían por escenario los pueblos de Simancas,
Laguna de Duero, Zaratán y Tordesillas. En 1913 expuso en el Fayans Catalá de Barcelona una colección de dibujos y varios óleos.
Entre ellos, la crítica destacó sus estudios de tipos característicos
castellanos pintados con tonalidades graves, como el titulado Salustiano. También llamó la atención el
retrato de su amigo Francisco de Cossío,
fechado en 1912.
Poco después decide ampliar
horizontes y dar el salto a París, adonde viaja en 1913. Allí –según informa
José Francés– “el alma de París le
envolvió como el amor vicioso de una “cocotte” ¡Quedaba muy lejos el arte
austero, las visiones serenas de los campos españoles y la reciedumbre áspera
de los españoles tipos! Durante esa estancia en la Ciudad del Sena, desde donde viajó también a
Londres, inició su actividad de dibujante e ilustrador. De entonces datan sus
primeras “acuarelas galantes de parisinas
siluetas de mujer con los rostros artificialmente embellecidos, con las modas
de hoy que recuerdan orientales voluptuosidades o románticas estampas de otro
tiempo, con los hombros y los deseos desnudos…”.
Busto de mujer con pañuelo a la cabeza y las manos juntas |
Busto de viejo con sombrero |
Dos mujeres con un niño en brazos |
En París el joven Loygorri
queda cautivado por el ambiente refinado y vanguardista que allí se vivía por
esos años, entrando en contacto con las últimas corrientes artísticas (además
del interés por las primeras vanguardias le seduce especialmente el art
Nouveau, ya en retirada por entonces y dejando paso paulatinamente a la
estética Art Déco). Al estallar la Primera Guerra Mundial, sin embargo, París –según sus
propias palabras– “perdió sus encantos y
la manera da ganar dinero con la pintura”, por lo que regresa a España y
según él mismo afirmaba empieza “a
trabajar seriamente en el dibujo”.
Tras su estancia parisina,
de la que volvió proviso de un considerable número de acuarelas y apuntes de
frívolas escenas de la vida parisiense, y después de haber recorrido buena
parte de España, Loygorri retorna por algún tiempo a Valladolid y vuelve a
pintar en los primeros meses lienzos de tipos castellanos, observándose en su
obra un reencuentro con los valores espirituales y eternos de la raza fruto de
sus andanzas por los pueblos vallisoletanos. Por esas mismas fechas da a conocer otra faceta nueva
y de indudable repercusión para el futuro de su carrera: los aguafuertes, tal
vez lo más sobresaliente de su producción por entonces y la especialidad que
más notoriedad y prestigio le proporciona por esos años.
Mujer con dos jarrones sobre las caderas |
Mujer con niño en brazos |
En 1915 abandona la pintura
de tipos y paisajes castellanos, abre un aristocrático estudio en Madrid y
comienza a dedicarse preferentemente al dibujo y la ilustración gráfica, al
mismo tiempo que toma contacto con el mundo de la publicidad, en auge por esos
años en los diarios y revistas ilustradas. De entonces datan sus anuncios para
las conocidas firmas de jabones y perfumería Flores del Campo y Heno de Pravia,
cuyos dibujos de sugerente frivolidad evocan los de otros célebres dibujantes
de la época, como Penagos, Max Ramos, Varela de Seijas o Bartolozzi. Por esos
años inicia también sus numerosas colaboraciones ilustrando un buen número de
novelitas eróticas: “Ilustré con bello
desenfado desenfrenado muchas novelas picarescas, al tiempo que dirigía la
imprenta católica “Voluntad”, de la cual salían los volúmenes más solemnes…”.
Al año siguiente, en el mes
de enero de 1916, celebra una importante exposición en el prestigioso Salón
Vilches, de Madrid, muestra que supone prácticamente su presentación en la
capital de España y en la que se revelaron plenamente sus dotes artísticas. En
ella dio a conocer sus refinadas acuarelas de mujercitas parisinas. Se trataba
en su mayor parte de exquisitos desnudos, de un estilo deliberadamente sensual
y decadente, que reflejaban un gusto y una estética muy próxima ya al Art Déco.
También llamaron la atención sus bellos aguafuertes, modalidad en la que al
decir de la crítica le situaba entre los mejores grabadores españoles del
momento.
Tres meses después José
Francés publica en La Esfera un
artículo en el que se hacía una semblanza del joven artista, al que se describe
como un “dandy” elegante y con un cierto aire lánguido y decadente: “Es un mozo alto, delgado, pálido, con las
negras pupilas escondidas y fulgurantes entre el oscuro livor de las orejas.
Aún resalta más la palidez del rostro por el pelo negro y brillante. Tiene unas
pulidas y cuidadas manos de dedos largos, puntiagudos. Todo en él da la
sensación de un descendiente de razas depuradas. Es un representante de sutiles
y elegantes decadencias de otro tiempo. Hijo de su siglo y hermano de su arte,
tan refinado, tan impregnado de cerebral sensualismo, José Loygorri añora otros
siglos… Siente la nostalgia de joyeles, y encajes y terciopelos a los que han
sustituido los “jaquetes” y los relojes de pulsera… Y sin embargo, no todo es
decadencia y languidez en este mozo que las gentiles damitas cercan sonrientes
y parlanchinas, cuando él enseña sus acuarelas de mujeres artificiales”.
Dentro de su producción
pictórica al óleo, en esos primeros años y llevado de su admiración por su
paisano Anselmo Miguel Nieto, además del género costumbrista y de tipos
populares castellanos dedica su atención también al retrato. Además del que
realiza en 1912 del escritor y crítico de arte vallisoletano Francisco de Cossío, en 1916 recibe el
encargo de realizar el del político y ministro de Hacienda, el también
vallisoletano Santiago Alba Bonifáz.
Paisaje de Tudanca. Colección de Iñigo Pérez de Rada, marqués de Jaureguizar |
Retrato de Francisco de Cossío (1912) |
Retrato de Santiago Alba Bonifaz (1916) |
En 1917 y 1918, entre los
meses de febrero y marzo, participa en Madrid en el III y IV Salón de
Humoristas, respectivamente. En febrero de ese último año se presenta también a
la exposición de aguafuertes convocada por el Ateneo de Madrid, con su grabado
ya citado de la Catedral de Salamanca.
Este mismo aguafuerte, una de las mejores y más conocidas obras de Loygorri,
aparece reproducido en fototipia en el libro titulado Aguafortistas, de la editorial madrileña Estrella, publicado con
prólogo de Manuel Abril y que constituye una antología de estampas de los más
prestigiosos grabadores españoles de la época. Cinco meses después, concretamente en julio, lo hayamos formando parte del II
Salón de Humoristas de Barcelona, y al año siguiente, en julio de 1919,
concurre al V Salón de Humoristas con los dibujos Una monada y Rosas de Francia.
Su creciente notoriedad como
acuafortista se ve ratificada en 1920, cuando se presenta por primera y única
vez en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid. Allí figura en la
sección de grabado con dos aguafuertes, apuntes de arquitectura religiosa,
exactamente los titulados Torre de la
iglesia de Sant Feliú (Gerona) y el ya conocido de La catedral de Salamanca desde San Esteban. Por esos mismos años logra afianzar su prestigio en el
campo de dibujo, alcanzando cada vez más renombre como ilustrador y dibujante
de revistas (Blanco y Negro y La Esfera), libros, novelas cortas
eróticas y anuncios publicitarios (especialmente de algunas importantes firmas
de perfumería).
Alcázar de Segovia (xilografía) |
Castillo de Almansa (Albacete) (xilografía) |
Castillo de La Mota. Medina del Campo (Valladolid) (xilografía) |
Castillo de Turégano (Segovia) (xilografía) |
Desde 1916 había hecho ya
populares sus gouaches aparecidas en las páginas de Blanco y Negro, colaboraciones en portadas e ilustraciones que se
extienden hasta 1930, teniendo su momento de mayor éxito a finales de esa
década y primera mitad de la siguiente. Asimismo su firma iba a destacar en las dos
importantes exposiciones que en mayo de 1927 y febrero de 1928 organizó la
Unión de Dibujantes Españoles en Nueva York. Aprovechando la repercusión de la
celebración de ambas muestras, en 1929 Loygorri visita los Estados Unidos,
permaneciendo varios meses en Nueva York. Allí la prensa neoyorquina le dedica
atención y elogios, regresando de la ciudad de los rascacielos el 28 de
noviembre de 1929 a bordo del St. Louis.
Así hablaba Loygorri sobre su experiencia americana al periódico La Prensa en su edición de Nueva York “… se trata de uno de los más afamados y
mejor cotizados dibujantes jóvenes de España (…) En la exposición que hace tres años realizara aquí la Unión de
dibujantes españoles, la firma de Loygorri se destacó firmemente (…) y durante su estancia aquí importantes
firmas le han hecho encargos de consideración (…). Ha trabajado aquí con especial intensidad en el ámbito de la
publicidad moderna para conocidas casas comerciales (…), así ha hecho dibujos
para la Internacional Telephone and Telegraph, destinados a sus folletos de
propaganda española. La revista Cine Mundial le encomienda también otros
trabajos y una cubierta…”.
Año y medio después
–concretamente en la primavera de 1931– viaja de nuevo a Nueva York, donde pasa
varios meses estudiando el arte de la creación publicitaria y en concreto la
especialidad de los anuncios en periódicos y revistas. Según la noticia que da ABC, trabaja entonces “en las dos o tres principales agencias de
publicidad neoyorquinas”, habiendo publicado The Mentor un artículo elogioso sobre él y los anuncios en la
prensa española. Tras esos largos meses,
Loygorri regresa de Nueva York, según declaraba él mismo, con un tesoro de
nuevas ideas y de experiencias allí reunidas, llevando bastantes encargos para
su estudio de Madrid.
Loygorri no se olvida de su
ciudad natal y así lo vemos participando en la exposición que en octubre de
1928 había organizado la Real Academia de Bellas Artes, muestra a la que
concurrieron los principales artistas de la ciudad. En ella Loygorri, al que la
prensa local llama “prestigioso dibujante”,
presentó La catedral de Gerona, obra
con la que obtuvo diploma de segunda clase.
En los años previos a la
guerra continúa colaborando con sus dibujos en la ilustración de novelas
eróticas para la serie que publicaba Prensa
Moderna, si bien conforme pasan los años entra paulatinamente en declive
esa dedicación, abandonándola al dejarse de publicar esas novelas por causas
obvias en los años de la posguerra. En 1934 publica en la revista madrileña Nuevas
Formas un artículo titulado “Publicidad
y decoración”, en el que vierte sus opiniones y experiencias acerca del
arte publicitario, faceta que, como ya hemos visto, había cultivado ampliamente
hasta esos años.
Al estallar la Guerra Civil,
y al igual que algunos otros compañeros dibujantes como Penagos, Bartolozzi,
Bardasano o Sancha, le vemos en Madrid como miembro de la sección de Pintura y
Dibujo de Altavoz del Frente, colaborando en esta asociación en labores de
propaganda antifascista. En los comienzos de la contienda es militarizado, permaneciendo en el transcurso
de la misma en Madrid como jefe de un departamento de Intendencia encargado en
un laboratorio de dentífricos para el ejército, ubicado en el Palacio de
Longoria.
En los años de la posguerra,
atraído cada vez más por la fotografía, abandona prácticamente su carrera como
dibujante, para pasar ya a partir de la década de los 40 a trabajar como
fotógrafo profesional en una agencia de publicidad de Madrid. Como artista fotógrafo destacó muy pronto por sus
fotos y tarjetas postales de monumentos y castillos españoles, fruto de sus
peregrinaciones sobre todo por tierras de Castilla. Su interés y afición por los castillos venía de unos
años atrás y se habría de materializar poco tiempo después en una espléndida
serie de xilografías de los más célebres castillos españoles, grabados por
Loygorri realizó en exclusiva para la publicidad de los laboratorios
farmacéuticos Medix.
Además de sus fotografías de
castillos, se conocen otras muchas de famosos monumentos de ciudades españolas
(Toledo, Segovia, Ávila…), fotografías artísticas con las que ilustró libros y
revistas. Así, entre otras colaboraciones, se han de recordar las fotos que
ilustran el libro Así es España,
publicado por el Instituto Nacional de Estadística en 1957, publicación en las
que también colaboró el fotógrafo húngaro establecido en España Nicolás Muller,
con el que mantuvo buenas relaciones de amistad.
En esa dedicación como
fotógrafo artístico lo vemos a comienzos de los años 60 asociado con Javier
Fernández-Lapuente McFerson, formando parte del equipo de los estudios fotográficos
Ballesta de la casa Hauser y Menet (así llamado porque estaba en el número 28
de la calle de la Ballesta, primitiva sede de la famosa imprenta).
De esos años, concretamente
de 1962, conocemos una fotografía-felicitación navideña de Año Nuevo de los
estudios Ballesta en la que se ve en el centro, sentado y apoyado en un
televisor a nuestro artista con su socio Javier Fernández-Lapuente McFerson a
su izquierda, el director del estudio a su derecha y un joven que se halla más
a la derecha, que era el aprendiz del equipo. De su veteranía y prestigio como fotógrafo
documentalista y creativo en relación con el grupo de fotógrafos madrileños de
la denominada Escuela de Madrid, da fe el hecho de que detentase el cargo de
presidente de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid entre 1954 y 1960.
Felicitación de Año Nuevo de los estudios fotográficos Ballesta (1962). Loygorri es el segundo por la derecha |
Loygorri vivía por entonces
en Madrid en la casa conocida como “de los Lagartos” (calle Mejía Lequerica, nº
1-3), así conocida popularmente a causa de la presencia de esos grandes saurios
en lo alto de su fachada, sujetando la cornisa. Nada más se conoce de sus años posteriores, debió de
fallecer en la década de 1970.
LOYGORRI Y LA ILUSTRACIÓN
GRÁFICA EN BLANCO Y NEGRO Y LA ESFERA
Dentro de las revistas de
más tirada aparecidas a finales del siglo XIX y principios del XX que más
contribuyeron a la divulgación de las corrientes modernistas y Art Déco,
destacan sin lugar a dudas Blanco y Negro
y La Esfera, por las relevantes
colaboraciones no sólo literarias sino artísticas que aparecieron en ambas
publicaciones. Sin temor a exagerar se
puede hablar de una edad de oro del diseño gráfico español, cuyos protagonistas
pasaron por las páginas de Blanco y Negro
y La Esfera.
La sociedad Prensa Española
se constituyó en 1909, en una etapa de pleno desarrollo de la empresa fundada
por Torcuato Luca de Tena merced a las excelentes tiradas de Blanco y Negro, la publicación más
influyente en el proceso de modernización del sector de las revistas gráficas y
pionera en la introducción de las nuevas técnicas de impresión (utilización del
fotograbado mediante primero la bicromía –1897– y dos años después la
tricromía).
El primer número del
semanario salió a la calle el 10 de mayo de 1891 y desde el primer momento
obtuvo gran éxito y aceptación, no sólo por el prestigio de los colaboradores
literarios habituales de la revista (Juan Ramón Jiménez, Antonio y Manuel
Machado, Francisco Villaespesa, Enrique Díez-Canedo, Rafael Lasso de la Vega,
Ramón Goy de Silva y Emiliano Ramírez Ángel, entre otros), sino sobre todo por
la importancia de su contribución gráfica, reflejada fundamentalmente en el
atractivo de sus bellas y cuidadas portadas e ilustraciones debidas al buen
oficio de sus excelentes dibujantes.
Los primeros dibujantes e
ilustradores –una extensa nómina entre la que se pueden destacar nombres como
Francisco Sancha, Narciso Méndez Bringa, Adolfo Lozano Sidro, Inocencio Medina
Vera, Ángel Díaz Huertas, Santiago Regidor, Carlos Vázquez, Juan Gris, Mariano
Benlliure, Ramón Casas, Alejandro Ferrant, Cecilio Plá, Emilio Salas o Eulogio
Varela y Sartorio–, mantuvieron su jerarquía y vigencia en los primeros años de
la publicación, y sólo en los años veinte tomaron el relevo dibujantes de una
orientación más innovadora, algunos de los cuales enlazan ya con el Art Déco
que impera desde los años veinte hasta los primeros años treinta, como Max
Ramos, Echea (pseudónimo de Enrique Martínez de Tejada Echeverría), Francisco
Hohenleiter, Ramón Machón, Rafael de Penagos, Salvador Bartolozzi, Enrique
Ochoa, Federico Rivas o José Loygorri. La guerra civil y los avances técnicos fueron cediendo
terreno a la fotografía, y a que fuera desapareciendo paulatinamente la nómina
de ilustradores.
Fue decisiva también la
aportación del semanario La Esfera,
fundado en 1914 y editado por la sociedad Prensa Gráfica bajo la dirección de
Francisco Verdugo Landi con la asesoría artística del prestigioso crítico y
secretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando José Francés, quien,
como ya se ha mencionado, desempeñó un papel muy importante en el incipiente
movimiento asociativo en defensa de la profesión de dibujante.
Desde su aparición, La Esfera se convirtió en una de las
revistas de mayor calidad en cuanto a papel, impresión, maquetación y diseño,
contando desde el primer momento con la colaboración de una esmerada selección
de colaboradores literarios y gráficos. El semanario abarcó un extenso período que fue desde
1914 hasta 1931. Entre los muchos ilustradores y dibujantes a la vanguardia que
en la revista desplegaron todo su talento e inventiva cabría destacar, entre
otros, a Enrique Ochoa, Roberto M. Baldrich, Salvador Bartolozzi, Manuel
Bujados, Dhoy, Enrique Echea, Juan José, Ramón Manchón, Ricardo Martín, Moya
del Pino, Cerezo Vallejo, Rafael de Penagos, Federico Ribas, Máximo Ramos,
Regidor, Francisco Sancha o Enrique Varela de Seijas.
Por lo que respecta a la
labor de Loygorri en ambas revistas, su participación fue mucho mayor e
importante en Blanco y Negro que en La Esfera, publicación en la que sólo
colaboró muy esporádicamente dibujando sobre todo anuncios del jabón Flores del
Campo.
Por el contrario, la
aportación de Loygorri como dibujante en Blanco
y Negro fue una de las más interesantes dentro del rico panorama de artistas
ilustradores que en las primeras décadas del siglo XX enriquecieron con su
talento artístico las páginas del semanario. Más de ochenta ilustraciones
realizadas al gouache o a la aguada sobre cartulina o papel pegado sobre
cartón, principalmente portadas a toda plana, dan cuenta de la intensa
actividad desplegada en la revista, para la que trabajó entre 1916 y
1930.
La aparición en Blanco y Negro de sus primeros anuncios
para el jabón Flores del Campo y de sus viñetas para cuentos y relatos data de
fines de 1916 y comienzos de 1917, años dominados todavía por las ilustraciones
y portadas de toda una brillante generación de pintores y dibujantes
ilustradores, nombres tan familiares en la revista como Méndez Bringa, Medina
Vara, Enrique Marín, Carlos Vázquez, Ángel Díaz Huertas o Lozano Sidro.
Sin temor a la exageración
puede decirse del conjunto de portadas e ilustraciones de Loygorri, que con
regularidad se suceden en Blanco y Negro
hasta finales de los años veinte, que integran uno de los capítulos más
notables dentro de la amplísima, variada y rica producción de aquellos grandes
dibujantes que por esos años llevan a su período de mayor vitalidad y madurez
la ilustración de la revista.
Su estilo como dibujante va
evolucionando a lo largo de esos años, y si algunas de sus primeras
ilustraciones ofrecían aún ciertas reminiscencias del tipo de ilustración
característico de la etapa anterior, más “pictoricista”, las que se fechan ya
en la década de los años veinte, conforme el artista se vaya perfilando como un
firme valor entre los ilustradores de la revista, muestran una estética más
avanzada y de un mayor grado de modernidad, especialmente sus celebradas
portadas de esos años con sus habituales mujercitas vestidas y peinadas a la
moda parisina, imágenes que muestran un exquisito sentido de esnobismo y una
seducción del más sugestivo Art Déco.
Por otro lado, y dentro
también de su producción en ambas revistas –tanto en Blanco y Negro como en La
Esfera–, habría igualmente que resaltar a la labor publicista de Loygorri,
faceta a la que nuestro artista se incorporó desde los mismos comienzos de su
dedicación como dibujante en esos dos grandes semanarios ilustrados. A ese
respecto, su contribución con un buen número de anuncios, principalmente para
las campañas llevadas a cabo mediada la segunda década del siglo XX por las
perfumerías madrileñas Casas Floralia y Gal, y más en concreto para publicitar
los jabones Flores del Campo y Heno de Pravia respectivamente, vino a sumarse a
lo que ha sido calificado como una verdadera eclosión y edad de oro del anuncio
y el cartel como obra de arte.
Al igual que la mayoría de
los firmados por sus colegas, los anuncios de Loygorri suelen recurrir al
estereotipo de la mujer moderna y seductora como reclamo habitual a la hora de
publicitar los productos de perfumería. Otras veces, sin embargo, las imágenes
escogidas para esos anuncios tienen por protagonistas a sensuales tipos
femeninos del siglo XVIII, jóvenes damiselas cortejadas por caballeros con
pelucas recargadas que componen refinadas escenas galantes de la época de Luis
XV. No falta tampoco el prototipo de la mujer española con despliegue de
mantillas, peinetas y manolas, sin olvidar en otros casos los anuncios que
ponen en evidencia la influencia del japonesismo. A este propósito en la obra
de Loygorri, como en la de otros dibujantes de las revistas ilustradas de la
época, se aprecia de forma bien patente este estilo denominado “japonista”,
corriente puesta de moda ya con el Art Nouveau y el Simbolismo y que tiene su
prolongación en el gusto por el exotismo de la estética Art Déco.
JOSÉ LOYGORRI, ILUSTRADOR DE NOVELAS ERÓTICAS
Una de las facetas más
interesantes y atractivas de Loygorri como dibujante fue su amplia dedicación a
la ilustración de novelas cortas eróticas. Desde su época parisina Loygorri cultivó ampliamente
el dibujo frívolo, colaborando profusamente en este tipo de publicaciones. En
ellas se hicieron muy populares sus ilustraciones y portadas a color firmadas
habitualmente con el pseudónimo “Eros”.
A este propósito hay que
recordar que la producción de novelitas cortas de tema erótico alcanzó
extraordinaria popularidad y pujanza en la España de los años 20,
convirtiéndose en un género de gran éxito y demanda. De entre las numerosas colecciones que aparecieron en
el Madrid de los años veinte destacaron las series que publicó Prensa Moderna,
especialmente los 186 títulos de la colección La Novela Pasional, publicada entre 1924 y 1928.
A pesar de su falta de
pretensiones literarias, esas obritas, de pequeño formato (17 x 12 cms.) y de
unas sesenta páginas cada una, solían estar muy bien escritas, por lo que eran
de rápida y fácil lectura para todo tipo de lectores. Los textos ofrecían atrevidos argumentos en los que
nunca faltaba una buena dosis de sal y pimienta, picardía y carga erótica, por
lo común hábilmente mezcladas con una buena ración de desenfado e ingenioso
sentido del humor. En la colección autores tan
conocidos como Ramón Gómez de la Serna, Enrique Gómez Carrillo, Enrique Jardiel
Poncela, Emilio Carrère, Alberto Insúa o Carmen de Burgos Colombine, si bien
muchos optaron por firmarlas con pseudónimo debido a lo popular del género.
Al igual que otros
prestigiosos ilustradores de la época, como los ya citados Penagos, Durán,
Varela de Seijas o Reyes, Loygorri no sólo se encargaba de los dibujos
intercalados en las páginas de las novelas, sino que también era autor de los
numerosos frontispicios, colofones, historiadas capitulares y sobre todo de las
atractivas portadas en cuatro colores de sus cubiertas.
Sus ilustraciones a toda
página del interior, así como otras de pequeño tamaño intercaladas en el texto
de estas publicaciones de género verde, sorprenden por la modernidad de su
factura, sentido de la gracia y capacidad de síntesis, así como por un sentido
cosmopolita y frívolo que responde a una estética ya muy Art Déco. Son cientos los dibujos y portadas que han llegado
hasta nosotros de Loygorri destinados a ilustrar este tipo de obritas, en las
que hace gala de su versatilidad y dominio del oficio.
Pero con ser ésta una de sus
principales dedicaciones y la que más renombre le dio, el dibujante
vallisoletano a lo largo de su carrera artística no sólo se dedicó a la
ilustración de estas colecciones de novelitas eróticas, sino que también
realizó, si bien más esporádicamente, dibujos y portadas para obras literarias,
en especial para algunos libritos de poemas.
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: José Loygorri: dibujante Art Decó, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
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ResponderEliminarTengo una importante colección de revistas antiguas españolas -¡qué revistas!- (también tengo extranjeraS, soy un gran amante de las artes gráficas), y ya conocía a Loygorri, pero no sabía casi nada de él, de su biografía, así que muchas gracias por su información, y por admirar a nuestros grandes ilustradores, dibujantes y diseñadores gráficos, se merecen más reconocimiento del que tienen.
ResponderEliminarHola javier,
ResponderEliminarinteresante entrada y buenas ilustraciones.
me llama la atencion el dato de la fecha de nacimiento y bautizo que no habia visto en otras webs. Supongo que has localizado el dato en el registro o parroquia ? tienes la partida de nacimiento ?