La
década de 1740 supuso para Valladolid una gran explosión creativa dentro del
mundo de la retablística ya que se fabricaron multitud de retablos mayores para
las más diversas parroquias y conventos. Dos fueron los artífices sobre los que
recayó el mayor peso: Pedro Correas y Pedro Bahamonde. Aunque la iglesia de San
Andrés venía deseando poseer un retablo más monumental del que por entonces
tenía, el cual había sido adquirido al Convento de San Pablo entre los años
1615-1618 y era obra del exquisito escultor gótico Simón de Colonia, no fue
hasta 1724 en que se trató ampliamente el asunto, aunque se desistió por
entonces de tal propósito “por falta de
medios”. Antes de proseguir me gustaría recordar que ya hemos hablado en otras dos ocasiones de esta iglesia, concretamente acerca de su magnífica Capilla de las Maldonadas, uno de esos espacios barrocos que se conservan casi intactos, y del "desaparecido" Sepulcro de Fray Mateo de Burgos.
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San Andrés presidiendo la hornacina-baldaquino principal del retablo |
Fue
el 13 de febrero de 1741 cuando el tallista Pedro Correas se concertó con el
presbítero beneficiado, el mayordomo y una comisión de feligreses de la iglesia
parroquial de San Andrés Apóstol para “hacer
y ejecutar un retablo para la capilla mayor de la referida iglesia parroquial
de San Andrés arreglado a la traza y planta que tengo hecha y condiciones que
irán declaradas, cuya traza planta y condiciones entregue a dicho don Joaquín
Pérez el cual y los dichos comisarios de dicha parroquia parece no sólo haber
reconocido su contenido sino es haberle comunicado y enseñado a personas
peritas e inteligentes en dicha profesión de arquitectura”.
Correas,
que debía de tener acabada y asentada la nueva máquina lígnea para el día de
San Miguel del año siguiente de 1742, percibiría por su trabajo la crecida
cantidad de 25.000 reales de vellón “y
asimismo se me ha de dar por dicha fábrica el retablo viejo que tiene dicho
altar mayor para hacer y disponer de él como de cosa mía propia”. El dinero
se le pagaría en esta manera: 9.000 reales de contado, 8.000 reales “puesto que sea por dicho Pedro Correas el
primer cuerpo de dicho retablo y asentado en el dicho altar mayor hasta la
cornisa”, y los últimos 8.000 reales cuando estuviera “fenecido y acabado de asentar dicho retablo en dicho altar mayor y
reconocido y declarado por bien hecho por los peritos que como dicho es se
nombrasen por las partes y que está ejecutado y asentado según dicha traza
planta y condiciones”. El total del dinero lo aportarían a partes iguales,
12.500 reales cada uno, el cura don Joaquín Pérez y la feligresía de la
parroquia.
El
retablo se articula a través de cuatro potentes columnas corintias de orden
gigante. Para los intercolumnios se tallarían cuatro esculturas, las cuales
también realizaría Correas puesto que además de ensamblador era escultor, que
ocuparían otras tantas hornacinas, dos en cada lado, uno sobre la otra. Los
santos que serían de tamaño natural efigiarían a San José y San Joaquín “con los atributos que les corresponde” y
San Pedro y San Pablo “hechos con garbo y
valentía bien trasteados y movidos”. En el cuerpo central, en una hornacina
sobre la custodia, se colocaría a San Andrés apóstol, “el que al presente se halla en dicha iglesia, y al pie del santo se ha
de hacer una peana para que levante más de manera que iguale con los demás
santos de los lados que han de tener a seis pies de alto cada uno”.
Finalmente para el ático se tallaría “una
historia de la Asunción bien trasteada de niños y serafines y nubes con
bastante valentía que dé a entender lo que es y se perciba desde abajo y
divierta su espacio con desahogo que se distingan las cosas, y encima su trono
de nubes serafines y rayos muy hermosos y de bastante relieve para colocar y
poner el Padre Eterno con la compostura que le corresponde y corone dicha obra”,
y alrededor de la historia su guarnición de talla con su pabellón, con sus
caída como demuestra la traza. En el espacio correspondiente entre la hornacina
central y el ático iría ocupado por “el
Espíritu Santo en figura de paloma todo arreglado como demuestra la traza con
el relieve entero como lo requiere dicha pieza”. Además de todo ello se
habrían de poner sobre unas pequeñas peanas situadas encima de las puertas del
retablo a las patronas de Sevilla: las Santa Justa y Santa Rufina.
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Santa Justa |
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Santa Rufina |
La
construcción transcurrió con toda normalidad de tal forma que una vez
finalizada la obra se procedió a su reconocimiento. El encargado fue Pedro de
Sierra “vecino de esta dicha ciudad,
maestro de arquitectura y escultura nombrado por ambas partes”. El
riosecano declaró el 24 de noviembre de 1742 que el “dicho otorgante tenía cumplido en todo con mucho exceso con lo que se
obligó en dicha escritura y que en dicho retablo había hecho ciertas mejoras
dicho otorgante que importaban tres mil seiscientos y cincuenta y dos reales”.
También se procedió a entregarle el retablo antiguo. Una vez abonadas las
últimas cantidades a excepción de las mejoras, puesto que habían capitulado que
en caso de haberlas no se le pagarían, Correas otorgó el día 29 de septiembre
de 1743 carta de pago en favor del cura y comisarios de la iglesia. Unos meses
antes, el 6 de junio de 1742 el maestro dorador Bonifacio Núñez se había
ajustado para “dorar y pintar cinco
santos de cuerpo entero y dos imágenes de Santa Justa y Rufina, dorar y pintar
el sagrario del retablo mayor de San Andrés y púlpito y sombrero, arreglado a
las condiciones que tengo hechas y firmadas. Por todo ello debían abonarle
1.700 reales. La falta de fondos impidió que se dorara también el retablo, por lo
que quedó en blanco hasta 1759, año en que acometió dicha tarea Gabriel
Fernández, percibiendo por su tarea 38.000 reales. El resultado fue claro: una
cueva de oro refulgente.
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San José con el Niño |
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San Joaquín con la Virgen Niña |
Según
relata Ventura Pérez, el retablo fue inaugurado solemnemente el 29 de
septiembre de 1742: “colocaron a S.M. en
el retablo nuevo en la iglesia de San Andrés. Hubo grandísima función; estuvo
todo el barroco colgado de tapices y altares, y llevaron al atrio la Santa Vera
Cruz. Este retablo se hizo a expensas de los parroquianos; y el señor cura, don
Joaquín Pérez, que al presente era, pagó la mitad de su costo, y fue Dios
servido llevarle el día de San Andrés en premio de su buena obra. Dejó unas
viñas a la fábrica para ayuda de dorar el retablo, el cual se doró al folio.
Dieron el curato a don Simón Morente, cura de San Juan Bautista”.
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San Pedro |
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San Pablo |
El
retablo se adapta perfectamente al ábside poligonal, siendo, según Armendáriz
Ubiola, “uno de esos retablos
característicos españoles que por sus magnas proporciones reciben el nombre de
“Retablos gigantes”. Consta de banco, un gran cuerpo sustentado por cuatro
columnas corintias de orden gigante que asientan sobre otras tantas repisas que
son un prodigio de inventiva y habilidad técnica y que siguen el estilo de
Alonso de Manzano, de motivos vegetales retorcidos, viéndose cabezas de
serafines de mofletudos carrillos, bien compuestos y expresivos. Las
gigantescas columnas se labran con tercio de talla adornado con cabezas de
serafines y los dos tercios altos con panoplias, tema renacentista ahora
resurgido. Hermosísima es la hornacina central, con su basamento y entablamento
partidos, lo que la presta gran movimiento y gracia. Constituye una especie de
balcón borrominesco, muy movido; va flanqueado por columnas de talla, “de buen dibujo, sin confusión”. Encima
de la caja viene un “trono” de rayos,
nubes y serafines, con la figura del Espíritu Santo en el centro. En los
intercolumnios se abren nichos, de fondo plano y curvo, de forma que las
esculturas van colocadas dentro o fuera de las hornacinas. Las repisas se
disponen en la forma característica de Correas, a base de varios cubos volados
a la manera de los entablamentos partidos. El cascarón se forma con sus arcos,
que terminan en la medalla central, decorada con el relieve del Padre Eterno.
En el entrepaño central figura un alto relieve de la Asunción y en los
laterales, tarjetas con cabezas de serafines. El retablo, de conformidad con
las condiciones, conserva los “morteretes” (palmatorias), para asiento de las
velas, que se colocarían los días de fiesta
BIBLIOGRAFÍA
- ARMENDÁRIZ
UBIOLA, Fermín: “El retablo de la iglesia de San Andrés, de Valladolid”, B.S.A.A., Nº 7, 1940-1941, pp. 187-195.
- MARTÍN
GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos
religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural
Simancas, Valladolid, 1985.
- MARTÍN
GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro
Galdiano, Madrid, 1959.
- MARTÍN
GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca en España, 1600-1770, Cátedra,
Madrid, 1983.
- PÉREZ,
Ventura: Diario de Valladolid (1885),
Grupo Pinciano, Valladolid, 1983, pp. 203-204.
Siempre he admirado el nuevo arte, su frescura y espontaneidad son elementos muy interesantes al momento de admirar una buena pintura. Las mejores obras, son las que se hacen sin forzar elementos, y de la manera más sutil y amena posible. Puesto esto transmite cierto grado de paz y felicidad a su espectador. En el mundo del arte nos encontramos con muchas corrientes y estilos, desde el más clásico hasta el más moderno contemporáneo. Hoy vemos, en el arte abstracto consolidación de nuevos estilos y técnicas, como lo es el Puntillismo Abstracto; arte que es de origen español por el exitoso pintor Gabino Amaya Cacho.
ResponderEliminarhttp://gabinoamaya.com/ Música: Elton John - Sacrifice https://youtu.be/NrLkTZrPZA4
una maravilla,pedro de correas realizó anteriormente, en 1732 el retablo mayor del monasterio de S.Francisco de palencia cuyas imagenes realizó el riosecano josé de sierra.
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