Después de
algunas semanas sin actualizar, en las que he ido preparando futuras entradas,
me propongo comenzar una serie de cuatro capítulos dedicados otras tantas magníficas
obras de arte que se conservan en la iglesia de Santiago de Valladolid, sin
lugar a dudas una de las más completas de la ciudad. La mayoría de ellas son de
primer nivel, ya sean por su excelsa calidad o por la escasez de su tipología
en la ciudad y provincia. El primer capítulo lo dedicaremos al mueble más
importante conservado en su interior, el retablo mayor. El retablo mayor está
dedicado, como no puede ser de otra forma, al apóstol Santiago, titular del
templo. Santiago el Mayor era hijo de Zebedeo, y hermano primogénito de San
Juan Evangelista. El epíteto de “El Mayor” le viene por ser uno de los primeros
apóstoles.
La iglesia
de Santiago, una de las más antiguas de Valladolid, tuvo su origen en la
llamada Ermita del Cristo de Escobar. Dicha ermita estaba servida por una
Cofradía que en torno a 1360 se colocó bajo la protección del Apóstol Santiago,
convirtiéndose en iglesia parroquial dedicada a dicha advocación. Ni la ermita
ni la parroquia debieron tener excesiva importancia arquitectónica. Fue uno de
sus ricos parroquianos, el mercader D. Luis de la Serna, quien decidió
reedificar el cuerpo de la iglesia, el cual se concluyó en 1490.
Posteriormente, en 1497, debido a que se cayó la torre y la capilla mayor, y
viendo además la posibilidad de adquirir el patronato de la misma y de
conseguir asimismo un lugar para su enterramiento y el de sus familiares, D.
Luis se comprometió a su reconstrucción. La obra la realizó el arquitecto Juan
de Arandia, el cual la realizó con piedra de Fuensaldaña, acabándola en la
navidad del año 1500.
Con
anterioridad al retablo actual, la capilla mayor, tenía otro, el cual había
sido regalado por el sobre citado D. Luis de la Serna. Este primitivo retablo
lo mandó traer desde los talleres florentinos, era de barro vidriado, quizás
similar a los que realizaban los hermanos Della Robbia. En los inventarios
antiguos se le describía como “de
talabera fina, y en el primer cuerpo sobre la custodia del Ssmo. esta una
ymaxen de Santiago de bulto y en el segundo cuerpo un Sto. Xpto con la Virgen y
San Juan a los lados también de bulto”. Éste retablo, debido a lo débil del
material fue reparado en multitud de ocasiones, una de ellas llevada a cabo por
el escultor vallisoletano Francisco Alonso de los Ríos en 1650. Esta fragilidad
sumada al cambio de gusto llevó a que la iglesia se decidiera a encargar uno
nuevo para sustituirle. Canesi indica que “en 1698 quitaron el antiguo retablo
que tenía de azulejos… y en su elebado espacio construieron otro muy primoroso…
según la práctica y estilo de oy". Se encargo de quitar este delicado
retablo el ensamblador Pedro de Ribas. Quizás fue en ese mismo año que habla
Canesi cuando se comenzó a realizar el nuevo retablo, ya más acorde con los
gustos de la época. La obra fue costeada por la parroquia, por varias cofradías
sitas en la iglesia, por el patrono de la capilla mayor y hasta por la ciudad,
lo cual nos indica la magnitud y la importancia de dicha obra. No se sabe
exactamente cuando se comienza a construir, pero sí que estaba acabado y
asentado 1702.
El cambio
de retablo lo vemos perfectamente reflejado a través de dos visitas, una
realizada en 1693, y la otra en 1704. En la primera se habla sobre que el altar
mayor “es patronazgo de Luis de la Serna
de que al presente es patrón D. Alonso Aguayo caballero del orden de Calatrava
vecino y regidor perpetuo de esta ciudad y está dotada (…) en cada un año y el retablo de dicha
capilla es de Talavera fina y en el primer cuerpo sobre la custodia nueva del
Santísimo está una imagen de Santiago de bulto y en el segundo cuerpo un Santo
Cristo con la Virgen y San Juan a los lados”; mientras que en la segunda se
habla ya de “el retablo de dicha capilla
es nueva, y está por dorar y del coste que tuvo y en qué caudal se fabricó está
firmada cuenta en éste libro por el dicho Juan Fernández de Salazar cura de
esta iglesia en la cual parece que alcanza a dicha fábrica en diez y seis mil y
noventa reales”.
Para éste
nuevo retablo se pidieron trazas a varios ensambladores, la primera traza la
dió Blas Martínez de Obregón, que aunque quedaría desestimada, cobró por ella
600 reales. Finalmente la obra fue a parar a manos del ensamblador Alonso de
Manzano, que cobró por la obra la cantidad de 25.000 reales. De la escultura se
encargó Juan de Ávila, el cual percibió por las diferentes hechuras la nada
despreciable cantidad de 11.000 reales de vellón. Manuel de Estrada se
encargaría de dorar las imágenes, cobrando por ello 500 reales; finalmente, del
dorado del retablo se encargaría su hermano Cristóbal de Estrada. El retablo se
inauguraría el 8 de septiembre del año 1729, fecha en que se colocó el
Santísimo Sacramento nuevamente, con motivo de esto se celebró una gran procesión
y hubo función religiosa por espacio de tres días: “salieron los gigantones; hubo danza de volantes y cinco altares, uno en
el Ochavo, que le hizo la cofradía de Jesús, otro a la puerta de San Francisco,
que le hizo la cofradía de San Antonio de mancebos sastres: estuvieron las
calle y plaza muy colgadas y adornadas, en especial la plaza que la colgaron
uniforme el primer alto de balcones de tapices, el segundo de varias colgaduras
y el tercero de tafetanes. En la calle de Santiago pusieron su toldo; la
pusieron también uniforme de abanicos y casa de Austria, igualando con maderos
las casas que eran bajas para que estuviesen con simetría”.
Otra
versión de la inauguración del retablo, ya dorado, lo da el cronista
vallisoletano Ventura Pérez: “Año de
1729, día 8 del mes de septiembre, se trasladó y colocó el Santísimo Sacramento
en el retablo dorado nuevamente en la parroquia de Santiago, como asimismo
colocaron de nuevo a S.M. en la iglesia de Jesús Nazareno. Celébrose una
procesión a dos intentos, y fue que de camino pusieron el Sacramento en
Jesús Nazareno. Hubo soldadesca de los de la manzana; salieron los gigantones;
hubo danza de volantes y cinco altares, uno en el Ochavo, que le hizo la
Cofradía de Jesús, otro a la puerta de San Francisco, que le hizo la cofradía
de San Antonio, de mancebos sastres. Al llegar S.M. a éste altar vino una recia
tempestad de agua, y se metió la procesión debajo de los portales de la Acera y
allí se cantó el villancico, y después que se sosegó prosiguió la procesión por
la Lencería al Ochavo, Especería y a Jesús, y pusieron allí a S.M., y
prosiguieron por el peso a la Pasión, donde a la ouerta había otro altar de la
cofradía, y de allí a Santa Ana, donde había otro altar, de allí a Santa Cruz,
en donde había a la puerta de la iglesia otro altar y bajaron por la calle del
Campo a su casa”.
Hablando ya
en un plano puramente artístico, el retablo es de planta semicircular,
adaptándose perfectamente al ábside. La arquitectura del mismo se organiza
mediante cuatro columnas salomónica de orden gigante repletas de pámpanos y
racimos de uvas, las columnas van apoyadas sobre cuatro grandes ménsulas
decoradas con una ornamentación muy carnosa. En el banco aparecen además de las
ménsulas, dos puertas, sobre cuyos dinteles hay tallados dos espejos, cada uno
sostenido por dos ángeles. El cuerpo principal posee entre las columnas tres
hornacinas, las dos laterales resguardan las tallas de San Juan Bautista y de
San José, y la hornacina central, mucho más grande, el motivo principal del retablo,
el cual sobresale de dicha hornacina. El remate del retablo es avenerado, y
también con una decoración muy profusa, casi da la impresión de un horror
vacui, con motivos vegetales y angélicos. Éste ático posee una sola hornacina,
que representa la aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y sus discípulos,
a los lados de la hornacina aparecen cuatro ángeles que debido a la posición
que se encuentran crean cierta inestabilidad, parece que se van a lanzar en
cualquier momento a volar, los dos más cercanos a la hornacina se encuentran
sentados sobre volutas, y los dos más lejanos se sientan sobre unos trozos de
entablamento que se sitúan sobre las columnas más extremas. El retablo poseía
un tabernáculo barroco, aunque fue sustituido en 1883 por un altar y expositor
blanco de mármol de Macael.
El retablo
tuvo una modificación unos pocos años después. En las cuentas de los años
1728-1729 se anota un pago al ensamblador y escultor vallisoletano Pedro
Correas por “la obra que hizo en el
cascarón del retablo mayor”. No se especifica que obra puede ser, y tampoco
hay que nada en el conjunto del cascarón que destaque como obra posterior.
La
escultura, obra de Juan de Ávila, comprende las tallas de San Juan Bautista con
el cordero, San José, cuatro ángeles, la escena de la Aparición de la Virgen
del Pilar al Santo y a sus discípulos, y el grupo central de Santiago
Matamoros.
APARICIÓN
DE LA VIRGEN DEL PILAR
La escena
la compone Santiago, dos discípulos de éste, y la Virgen del Pilar con el Niño
en brazos. Santiago viste de peregrino y con un bastón en la mano izquierda,
seguramente lleve algún atributo más de peregrino, como puede ser un zurrón.
Aparece semiarrodillado, con la mano derecha extendida en actitud de sorpresa
ante dicha aparición.
GRUPO DE
SANTIAGO MATAMOROS
A pesar de
que en los libros de cuentas de la iglesia aparece como obra de Juan de Ávila, Casimiro
Gonzalez García-Valladolid y otros eruditos creían que la imagen ecuestre de
Santiago no ofrecía la menor duda de que era debida a la gubia de Gregorio Fernández.
Esto nos demuestra las altas cotas a las que llegó Juan de Ávila.
El tipo de
Santiago que se representa es el de Santiago Matamoros, modelo difundido
durante la Reconquista y por la Orden de Santiago. Santiago aparece
representado atacando en el aire sobre un caballo blanco, y derrotando a los
moros en la batalla de Clavijo. La leyenda de Santiago en la batalla del
Clavijo cuenta que el Rey Ramiro I ve a Santiago en sueños en vísperas de una
batalla contra los moros. Monta en un caballo blanco, arremete contra los moros
con una espada en la mano, los derrota y los pone en fuga. Existen dos
versiones de este tema, según el santo cabalgue sobre la tierra o en el cielo,
en éste caso lo hace sobre el cielo.
En el
centro aparece el monumental conjunto de Santiago Matamoros, es una imagen de
lo más teatral, como por otra parte corresponde al barroco, seguramente en la
escuela vallisoletana sea el culmen de este período en cuanto a movimiento y
teatralidad. La composición ha sido hábilmente trazada, posee un gran dinamismo.
Juan de Ávila ha tenido la osadía de colocar a Santiago con el busto en un
violento escorzo. Santiago aparece con la espada en todo lo alto dispuesto a
dar el golpe de gracia a sus enemigos, que aparecen en el suelo descabalgados e
intentando defenderse como pueden. La capa aparece volando, lo que da a la escena
un plus de espectacularidad. Con la mano izquierda sujeta un estandarte.
Los moros
ocupan la parte baja de la escena, visten ropa militar, coraza, calzas y
turbante en la cabeza, los dos aparecen descabalgados, uno de ellos todavía con
una pierna cayendo de la silla de montar, lo que le da mayor teatralidad a la
escena. El otro intenta rechazar la acometida del santo intentándole dar un
estoque desde el suelo. Los moros no hacen sino completar uno de los mejores
ejemplos españoles de escena teatral de finales del siglo XVII y principios del
XVIII. Completa el conjunto el fondo, que aparece pintado, en el se representan
más moros y caballos, completando con ello la batalla de Clavijo que
representa. El modelo usado para realizar estas esculturas de Santiago
Matamoros en la Batalla de Clavijo lo tenemos en una hornacina de la sacristía,
el cual seguramente fuera el que se utilizó para realizar el grupo de Santiago
Matamoros del retablo mayor de la iglesia del Convento de las Comendadoras de
Santiago, atribuido a Pedro de Ávila.
Santiago Matamoros que pudo ser el modelo del del retablo mayor, conservado en la sacristía |
Santiago Matamoros del retablo mayor de la iglesia del ex convento de las Comendadoras de Santiago (Francesas) |
ÁNGELES
Los ángeles
se sitúan dos a la izquierda del relieve de la Aparición y los otros a la
derecha. Los dos más cercanos al dicho grupo se sitúan sobre una especie de
gigantescas volutas, y los dos más lejanos sobre unos trozos de entablamento,
que se encuentran en la vertical de las columnas más extremas del retablo. Aparecen
sentados, se les representa con las alas desplegadas a los dos más cercanos al
grupo de la Aparición, mientras que los otros dos las llevan recogidas. Todos
visten de la misma manera, con una túnica de color rojizo que se abre en las
dos rodillas, dejando las piernas al descubierto. La tipología general de los
ángeles así como las cabezas y sus ensortijadas cabelleras recuerdan en gran
medida al Ángel de la Guarda que se conserva en esta misma iglesia.
SAN JOSÉ Y
SAN JUAN BAUTISTA
San Juan
Bautista se sitúa en la hornacina del lado izquierdo del retablo, mientras que
San José aparece en la de la derecha. Ambas son hornacinas flanqueadas por
estípites y con remate en forma de venera.
La
escultura de San Juan Bautista tiene una gran similitud a la talla del mismo
nombre que realizó Ávila para la iglesia de San Felipe Neri. Durante un tiempo
la escultura no estuvo en el retablo sino que se la ubicó en la capilla del
bautisterio, encontrándose entonces en la hornacina central de un retablo
renacentista, obra de Gaspar de Tordesillas.
San José se
nos presenta de pie, con una pierna adelantada, agarrando con una mano la vara
florida, típico de su iconografía y que alude a su matrimonio virginal con
María. La elegante forma en que su mano sujeta la vara florida recuerda a
Gregorio Fernández, concretamente a en su escultura de San Rafael ubicada en
uno de los lados del altar mayor de la iglesia de San Miguel. Al igual que
ocurriera con la escultura de San Juan Bautista, durante algún tiempo San José
estuvo ubicado en la hornacina principal del retablo colateral del evangelio. La presente
talla de San José debió de ser la titular de la Cofradía de San José, fundada
en esta iglesia por los Maestros de Obras en 1614.
Imagen de San Juan Bautista cuando se encontraba en el Bautisterio |
LA IGLESIA DE SANTIAGO II: El retablo de la Epifanía, de Alonso Berruguete
LA IGLESIA DE SANTIAGO III: Esculturas yacentes de la familia de D. Luis de la Serna
LA IGLESIA DE SANTIAGO IV: El relieve de Santiago Matamoros
BIBLIOGRAFÍA
- CANESI ACEBEDO, Manuel: Historia de Valladolid (1750), Grupo Pinciano, Valladolid, 1996.
- GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas, 3 tomos, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1900-1902.
- URREA, Jesús: La iglesia de Santiago de Valladolid, Parroquia de Santiago, Valladolid, 1977.
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