Hoy hablaremos de la Ermita de San Isidro de
Valladolid, pues esta semana, el día 15, se celebra la festividad del
santo. La importancia de esta ermita viene dada por ser la única de las
numerosas que poblaban la ciudad de Valladolid que se conserva en la
actualidad. Una de ellas, la de San Cristóbal, no debería de andar muy
lejos de la supra dicha de San Isidro.
Como en todas las ciudades, cada oficio tenía su
agrupación gremial y su santo patrón, los campesinos sentían una especial
devoción por San Isidro. Desde finales del siglo XV hasta principios del
XVIII los campesinos celebrarán los actos religiosos en el templo de San
Andrés, pues por entonces los fondos gremiales eran muy reducidos, tanto, que
al parecer no llegaban para sufragar los gastos de una Misa Mayor con
panegírico y una modesta luminaria.
En varios cabildos tratarán la forma de construir
una capilla en el misma iglesia de San Andrés, o si se pudiera, una ermita
propia, –como así lo lograrán– en lo alto de la paramera próximo al camino que
va a La Cistérniga. En 1621 se clava una cruz en el lugar donde se emplazaría
el nuevo edificio, aunque las obras no comenzaron hasta 1692. Para poner en
marcha la obra, la Cofradía contará con 300 ducados que le entregará de limosna
el ayuntamiento, además de ciertas prestaciones de los labradores. El edificio
es una construcción sencilla en ladrillo y tapial. El templo dispone de una
nave dividida por contrafuertes interiores con pilastras adosadas y se cubre
con bóveda de cañón con lunetos y yeserías muy sencillas. En el crucero tiene
cúpula ciega, decorada con yeserías y soportada por pechinas. La puerta, en
arco de medio punto, se abre a los pies y la fachada se remata lateralmente con
dos sencillos campanarios.
El gremio seguirá recibiendo limosnas y
donativos, llegando incluso a recibir en el año 1698 las imágenes de sus
titulares: el Obispo de Valladolid encarga a Juan de Ávila la imagen
procesional de Santa María de la Cabeza, y en ese mismo momento Ávila se
encontraba tallando la imagen de San Isidro, por orden de D. Luis de la
Vega. Las dos esculturas se siguen conservando en su lugar original, en la
hornacina principal de un retablo rococó dentro de la ermita de San Isidro. A
García Chico le parecen “esculturas esbeltas, bien plantadas, llenas de
sentido humano y movidas con cierta gracia” y que “acusan la influencia
de un aprendizaje en contacto directo con las obras de Gregorio Fernández”.
SAN ISIDRO
San Isidro fue un santo español que
nació en Castilla hacia 1070, y que murió en 1130. Fue beatificado en 1618 y
canonizado en 1622 junto a otros santos españoles: San Ignacio de Loyola, San
Francisco Javier y Santa Teresa de Jesús. Su fiesta se estableció el 15 de
mayo, en primavera, en la estación de la siembra. Pues bien, San Isidro era
agricultor que vivía en las cercanías de Madrid, solía interrumpir su trabajo
para rezar, en una ocasión fue sorprendido por su patrón, mientras tanto un ángel
terminó de arar por él.
La escultura vallisoletana fue encargada
por Don Luis de Vega en el año 1698. Posteriormente fue regalada a la Cofradía,
hecho que le valió ser nombrado cofrade de la Cofradía San Isidro. La talla,
que mide 1´25 m., sigue de cerca el tipo creado por Gregorio Fernández, de la
que puede tener por modelo la escultura de la iglesia de Santa María de Dueñas
(Palencia). La influencia de Fernández todavía se deja ver en esta obra tan
alejada en el tiempo, sobretodo en el elegante ademán y en los
convencionalismos del rostro del santo, incluso los cabellos caídos sobre la
frente propios de Fernández. Viste a la usanza de los labriegos de la época:
chaqueta corta con cuello de encaje pequeño; calzas ajustadas al muslo con
botas altas que llegan hasta la entrepierna.
SANTA MARÍA DE LA CABEZA
Fue la mujer de San Isidro, igualmente fue santificada,
lo hizo con el nombre de Santa María de la Cabeza, debido a que se guardó su
cabeza relicario, la cual llevaban los campesinos en procesión para conseguir
que lloviera. La talla fue encargada y costeada en 1698 por el obispo de
Valladolid, don Diego de la Cueva, posteriormente, al igual que ocurrió con la
talla de San Isidro fue regalada a la cofradía.
La escultura de la santa también tiene posee una
altura de 1,25 m., lo que le iguala con la talla de su marido. Santa María
presenta las mismas características que la imagen de San Isidro: el modelado es
blando y los pliegues suaves, aunque accidentalmente se percibe alguna
quebradura. Lleva las vestiduras típicas de una campesina española: corpiño
ceñido al pecho mediante cordones, lleva faldón, y encima un mandil. Sobre el
hombro derecho porta un manto rojo con motivos dorados. Los brazos se cubren
mediante las mangas de una blusa blanca. La cabeza se cubre con un vestido
blanco que le cae por los hombros. Leve inclinación de la cabeza hacia la derecha,
lleva un velo, lo que hace que el pelo esté semirecogido, el pelo cae por los
laterales, llegando hasta el cuello.
El retablo mayor en el que se ubican las dos
referidas esculturas es un interesante modelo de retablo rococó, tipología muy
escasa en la ciudad de Valladolid. El retablo se estructura en una calle
principal, separada de las laterales mediante estípites con frontones, el
conjunto está coronado por un ático rematado con dos angelotes. En la
hornacina central aparecen San Isidro y Santa María de la Cabeza,
mientras que en las hornacinas laterales se encuentran San Emeterio de
Barcelona y San Laurencio, ambos visten a la manera de San Isidro. En
el ático hay una pintura que representa a San Rafael con Tobías.
Aparte del
retablo mayor encontramos otras obras de arte en la ermita: En lo referente a
escultura la obra más sobresaliente es un pequeño grupo de la Traslación de
San Pedro Regalado, obra de alguno de los hijos de Tomás de Sierra
(Francisco, José o Pedro), y por lo tanto fechable hacia 1750. Conserva también
un Crucifijo de no demasiada calidad, que seguramente sea de principios del
siglo XVII. Las otras dos esculturas que conserva la ermita son las dos
pequeñas imágenes procesionales de San Isidro y Santa María de la Cabeza, las
dos modernas, siendo esta última obra del escultor vallisoletano Miguel Ángel
Tapia.
En cuanto a la pintura toca, además del cuadro de
San Rafael con Tobías del retablo mayor, conserva gran cantidad de pintura,
ubicada en las pechinas de la bóveda y en diferentes tramos del techo
de la nave. Las pinturas se fecharan en el último decenio del siglo XVII.
En las pechinas se representa a Noé, Adán, San Emeterio y San Laurencio.
En la parte superior de la bóveda aparece efigiado San Isidro. Ya en las
pinturas ubicadas en el techo a lo largo de la nave central se representan
temas como los ángeles arando mientras rezaba San Isidro, San Andrés con la
cruz aspada, y una Virgen.
Ya en otras dependencias de la Ermita
tienen acomodo diferentes cuadros de irregular factura. A modo de curiosidad
señalar que en una de las dichas dependencias se encuentra la antigua cruz que
componía el paso de "La Cruz Desnuda".
BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla II, Escultores. Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
GARCÍA VEGA, Blanca: “Estampas de imágenes vallisoletanas”, Boletín del Seminario de Arte y Arquitectura, t. LI, Valladolid, 1987, pp. 393-410.
GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, CASIMIRO: Valladolid, recuerdos y grandezas, Tomo II, Imprenta y librería Nacional y extranjera de Hijos de Rodríguez, Valladolid, 1893-1894.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: La escultura barroca castellana, Fund. Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
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MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de Valladolid. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid I, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1985.
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