Hoy se da el pistoletazo de salida a la Semana Santa 2015 en nuestra ciudad, asique he creído oportuno empezar con la serie de especiales sobre nuestros pasos procesionales de este año. No comenzamos por uno cualquiera. Se trata de uno de los pasos históricos de nuestra Semana Santa: el del Santo Sepulcro, también conocido como “el de los Durmientes”. En la actualidad procesiona en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, celebrada el Viernes Santo, y en el Encuentro celebrado entre Cristo Resucitado y la Virgen de la Alegría en la Plaza Mayor de Valladolid en la mañana del Domingo de Resurrección. El paso cambia de un día a otro ya que el Viernes Santo procesiona completo, mientras que el Domingo de Resurrección lo hace sin la escultura del Yacente.
Con anterioridad a este paso, realizado por Alonso
de Rozas, se cita otro grupo homónimo en la Semana Santa de 1618. Piensa Martín
González que el primitivo conjunto pudo ser realizado por Gregorio Fernández,
aunque extraña bastante que siendo hecho por el gran maestro no existan
noticias acerca de él. En todo caso, no hay dudas de que existió un paso
anterior análogo al tallado por Rozas, así nos lo indica que el 26 de marzo de
1663 el escultor Francisco Díez de Tudanca se comprometa a realizar para la
Cofradía de la Soledad de Nuestra Señora de Rioseco “cuatro figuras de
cuatro sayones para el Sepulcro de Cristo, una urna y tablero con dos ángeles
que llevan el sepulcro a imitación de los que están en el paso del Entierro de
Cristo” de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de
Valladolid.
Vistas
algunas fotos antiguas en las que se observa lo que quedaba de aquel paso
riosecano podemos pensar que el primitivo Sepulcro vallisoletano estaba compuesto
por figuras más o menos de “imaginería ligera”, cuando no de papelón.
En
sesión de cabildo del 25 de octubre de 1674, la Cofradía Penitencial de Nuestra
Señora de las Angustias trata con Alonso de Rozas la posibilidad, esgrimida por
el escultor, de excusarse “del oficio de
alcalde de ella porque si llegase el caso de nombrarle en él no podría servir
con la puntualidad y vigilancia que debiera por la razón de la ocupación de su
oficio de escultor y la falta que haría no sólo en la dicha cofradía sino a la
de su casa por tener muchos hijos y hallarse con pocas conveniencias para los
sustentar y que menos lo podría hacer no asistiendo a su oficio a trabajar no
teniendo otra hacienda de que se poder sustentar más que de su trabajo”.
Rozas, que ya había ejercido otros oficios menores dentro de la cofradía debido
a que estos no le restaban tiempo para trabajar, se comprometió, a cambio de
que le excusaran del oficio de alcalde, a dar “de limosna” dos ángeles “en
la forma que están los que llevan en el paso del Santo Sepulcro en la procesión
del Viernes Santo”, y cuatro hechuras de “judíos durmiendo que van en dicho paso de talla y en la misma
conformidad y postra que tienen en diferenciándolos sólo en ser de madera”.
Ambas
partes acordaron asimismo que debido a que la obra era “muy costosa y que importaba mucho dinero y que era desacomodarle y
echarle de su casa y que haría todo lo que pudiese” se le darían “de ayuda de costa dos mil y quinientos
reales”. Finalmente el cabildo acordó darle 900 reales para ayuda de hacer
los dos ángeles y los cuatro Durmientes “en blanco”. Rozas se comprometió a
tener las seis figuras acabadas para el día de Navidad de 1675, en caso de no
tenerlas a tiempo pagaría 400 ducados (4.400 reales). El policromado de las
esculturas, que correría por cuenta de la cofradía, se efectuaría “desde el día de Navidad hasta el día de la
procesión de la Semana Santa del año setenta y seis”. Una vez ajustadas
ambas partes se dio “por excusado al
dicho Alonso de Rozas del oficio de alcalde de esta santa cofradía y de llevar
el guion en ella”, siendo asimismo “recibido
por diputado con los mismos honores y preeminencias de que gozan los demás
diputados”.
El
2 de febrero de 1678 se anotan ciertos pagos a Alonso de Rozas: así, por
ejemplo, 1.025 reales “por cuenta de lo
que ha de haber de la ayuda de costa de los judíos que se obligó a hacer para
el paso del Santo Sepulcro y ángeles que ha de hacer para dicho paso”. Asimismo
se le abonan a Diego de Abendaño 1.060 reales, de un total de 1.150 reales, por
“la pintura de los judíos del Santo
Sepulcro”. Los 90 reales que faltaban por pagar al dorador figuran en las
cuentas del año 1680, ahí se especifica que eran por la deuda anterior y “haber pintado y retocado los cuatro
durmientes”.
No
sabemos el motivo por el cual Rozas no había terminado de esculpir las figuras
del paso, el caso es que en el cabildo general de la cofradía celebrado el 27
de julio de 1679 se acuerda “ejecución contra
el dicho Alonso de Rozas” por no haber entregado las esculturas de los dos
Ángeles y los cuatro Durmientes. Unos
días después, el 8 de agosto, el escultor realiza una cédula por la cual
declara tener contraída obligación con la Cofradía de Nuestra Señora de las
Angustias “de hacer diferentes hechuras
para el paso del Santo Sepulcro y entre otras cosas dos ángeles con el ropaje
de angeo”, sin embargo después “de
haberse tratado y efectuado el ajuste de dichas hechuras por parte de la dicha
cofradía” se acordó que los dos ángeles fueran “todos de talla”, y en razón de ello Rozas se ajustó “con algunos de los diputados de la dicha
cofradía” en hacer “dos hechuras de
ángeles todos de talla del permoraure y perfección que están los del Carmen
Calzado de esta ciudad arreglando la postura y aire de las dichas dos hechuras
de ángeles que he de hacer al efecto de reabrir el Santo Sepulcro que es al que
se aplica”. Por razón de este “aumento
la dicha cofradía me ha de dar y pagar cien ducados de vellón por cuenta de los
cuales confesó tener recibidos ciento y veinte y cinco reales”. Rozas se
comprometió a entregar ambas esculturas para fin de noviembre de ese mismo año,
y no teniéndolas para entonces “se han de
bajar de la dicha cantidad doscientos reales de vellón”.
Nuevamente
Rozas no cumplió con los plazos pactados, debido a la cual “algunos de los diputados de dicha cofradía”
presentaron la dicha cédula “ante un
señor alcalde del crimen de esta corte y ante mí el presente escribano y
pidieron que la reconociese y habiéndolo hecho se pidió se le apremiase a que
cumpliese con el tenor de dicha cédula y pidió auto en que se lo mandó
notificar que dentro de un mes que acabase los dichos dos ángeles como estaba
obligado con apercibimiento de apremio y que en el ínterin y hasta que lo
cumpliese no saliese de esta ciudad”.
El
21 de mayo de 1680 Rozas da su poder a Luis Vicente Canedo y Manuel Gallardo,
procuradores del número de esta ciudad, y a Lucas de Cantabrana y Juan Santín, procuradores
de esta Real Audiencia, para que le defiendan en el referido pleito que le
había puesto la cofradía “y algunos
diputados de ella sobre las hechuras de dos ángeles para la dicha cofradía y
otras cosas en dicho pleito contenidos”. Unos días después, el 8 de junio,
ambas partes alcanzan un acuerdo por el cual Alonso de Rozas, fiado por el
agente de negocios de la Real Audiencia y Chancillería Mateo González de Rozas,
se obliga a “hacer dos hechuras de
ángeles todos de talla para el Santo Sepulcro de dicha cofradía en la forma y
en el precio que refiere dicha cédula”, dándose de plazo hasta finales de
enero de 1681 “y que no lo haciendo para
dicho día pagará de contado a la dicha cofradía doscientos y cincuenta ducados
fiándole para ello el dicho Mateo González de Rozas”.
En
el año 1686 consta que los ángeles fueron policromados, al igual que el retablo
del Cristo, por el dorador Antonio Barreda y Lombera, el cual percibió por todo
ello 3.500 reales.
En
un nuevo cabildo de la cofradía, celebrado el 24 de abril de 1696, se hace
referencia a que durante “el Viernes
Santo de este año estando los pasos en el convento e iglesia de San Pablo a
causa del gran concurso que asiste a la procesión del entierro de Cristo y
sermón de la Soledad, se había hundido el paso del Sepulcro y hecho pedazos los
dos ángeles que le acompañan”. A causa de ello, en el referido cabildo se
tanteó la posibilidad de volverlos a componer, para dicho trabajo se ofreció
José de Rozas, el cual se comprometió a hacer “nuevos dichos ángeles en la misma conformidad que están los que tenía
el paso” con la condición de que la
cofradía “le reservase del Guion”. Asimismo, “reconociendo la junta que la urna del sepulcro es muy pesada y antigua
le propuso al dicho señor Joseph de Rozas” construyera “una urna de talla calada en perspectiva y
con sus vidrios cristalinos para el sepulcro”.
El
acuerdo final consistió en que Rozas debía de esculpir dos ángeles y darles
estofados, así como realizar una nueva talla y también dorarla; a cambio de
ello se “le reservaría de todos los
oficios quedándole con los honores de diputado de esta cofradía”. Para “más alivio del dicho señor Joseph de Rozas
por toda la junta se acordó y determinó se le diesen a dicho señor los dos
Ángeles quebrados y la urna vieja para que se pudiese valer de ello para ayuda
de la nueva fábrica en atención de que procuraría esmerarse en uno y otro para
su mayor lucimiento”. Rozas debía de tener todo acabado para comienzos de
la Cuaresma de 1697.
El
20 de abril de 1728 el dorador y estofador vallisoletano Manuel de Toro se
encargó de “dorar y estofar los dos
ángeles del natural del paso de los durmientes y echarlos puntas de oro en
todos los faldones y bocamangas encarnarlos a pulimento”. También realizó
un “remiendo general a los cuatro sayones
de dicho paso y componer todos los atributos, escudo y armas de dichos
durmientes”. Por todo ello percibió 500 reales, de los cuales perdonó 130
reales “por el afecto que tengo a Nuestra
Señora”.
Gracias
a un informe redactado el 6 de mayo de 1803 por los pintores Diego Pérez
Martínez y Leonardo de Araujo para la Real Academia de Bellas Artes de la
Purísima Concepción sabemos que durante el tiempo que el paso no estaba armado
para salir en procesión en la Semana Santa los diferentes elementos que lo
componían se encontraban repartidos entre el coro y el altar mayor. Como hacía
ya muchos años “qe no se harma
este Paso” las figuras del coro estaban “con poco aseo”, en cambio las del altar mayor “están bien tratadas”. Allí se hallaban “Jesucristo difunto dentro del Sepulcro, Quatro Soldados Romanos
Guardando qe representan dormido y dos Ángeles de Pie (estos están a
los lados del Altar mayor”.
El
paso, como ocurrió con el resto de pasos de las Cofradías Penitenciales, fue
depositado al Museo de Bellas Artes de Valladolid en 1842.
El paso en su iglesia originaria durante la celebración de la Coronación Canónica de la Virgen de las Angustias (octubre de 2009) |
RECONSTRUCCIÓN
El
presente paso fue seguramente el que menos costó reconstruir a Agapito y
Revilla. Para él “estaban bien definidos
los cuatro soldados, custodios, que caracterizaban el paso”, las últimas
pistas se las proporcionó el Catálogo del Museo de 1843, en el que aparece se
hablaba de “El Sepulcro de Nuestro Señor
con dos ángeles y los cuatro durmientes, figuras del tamaño natural: por
Hernández”, repetido, del mismo modo, también en el Inventario de 1851.
Finalmente todo se confirmó con la lectura del Inventario de la Academia del
año 1803.
Hubo
cierta problemática para su reconstruir por cuanto en el Catálogo elaborado por
Martí y Monsó no se habla de los pasos, incluyendo las esculturas de los cuatro
durmientes entre los sayones y figuras que no se detallaron. Por otro lado el
Sepulcro y los dos ángeles “habían sido
cedidos, en depósito, [en el año 1871]
a la parroquia de San Esteban, de Valladolid, y en la capilla de la Soledad,
segunda del lado del Evangelio, a contar desde el crucero, se tuvieron hasta
que con motivo de la formación moderna de los pasos, el párroco don Pedro
Álvarez, no tuvo inconveniente en que volvieran al Museo, para agruparlos con
los durmientes”. Una vez terminado su trabajo, Agapito y Revilla
sentenciaba que era el paso “más flojo de
composición de todos y el menos vistoso hasta por la exagerada simetría que
requiere la colocación de las figuras”.
Su
recuperación para la Semana Santa tuvo lugar a partir de la restauración
promovida por el Arzobispo Gandásegui de las procesiones por Gandásegui. En un
principio encomendó su acompañamiento a los sacerdotes, aunque desde el año
1945 es alumbrado por la Rama de Hombres de la Asociación Josefina, erigida por
los PP. Carmelitas del Monasterio de San Benito el Real.
Desde
este último año el paso no siempre contó con las mismas figuras que se había
creado “ex profeso” para él. Así, al recibirlo la recientemente creada Cofradía
del Santo Sepulcro en 1946, los ángeles estaban colocados a los lados del
sepulcro. Poco después se pusieron junto a la parte anterior y posterior de la
hornacina, posición que se ha mantenido hasta hoy, si bien ha cambiado su
postura: los ángeles no miran al sepulcro sino hacia el espectador. No
obstante, por 1953, los ángeles tallados por José de Rozas se guardaron en el
Museo Nacional de Escultura, ocupando su lugar los Arcángeles San Miguel y San
Rafael de la iglesia de San Miguel, ambas imágenes obras realizadas por
Gregorio Fernández para el primitivo retablo mayor de la desaparecida iglesia
de San Miguel. Años después el paso volvió a recuperar su disposición original,
añadiéndose un lujoso basamento al sepulcro. Hoy en día el paso se conserva
armado en el almacén de pasos del Museo Nacional de Escultura.
San Gabriel |
San Rafael |
Curiosa fotografía sin ningún tipo de ángel. Tomada del Flickr de Luis rg. |
PASO
La escena está inspirada en los pasajes evangélicos posteriores al
entierro, cierra el ciclo pasional de Cristo a la espera de iniciar con la
Resurrección el de su Glorificación. Los guardias, enviados por Pilatos a
instancias de los desconfiados fariseos (Mt. 28:65), han caído presas del sueño
y una pareja de ángeles -los dos hombres con vestidos resplandecientes (Lc.
24:10) situados uno a la cabecera y otro a los pies del sepulcro (Jn. 20:11-18)-
han acudido a velar el cadáver en los instantes previos a la Resurrección y más
tarde comunicar la buena nueva a las santas mujeres que al despuntar el día
acudirán al sepulcro.
Se trata de un conjunto muy alejado del movido concepto barroco del paso
procesional, su originalidad radica tanto en la simétrica y ordenada
distribución de sus figuras como en la serena calma que las inunda, superada ya
la frenética espiral de emociones que han supuesto los episodios previos de la
Pasión. La composición se articula en torno a la monumental urna calada que
permite contemplar el cuerpo muerto de Cristo depositado en su interior; en
torno a ésta dormitan sentados en el suelo cuatro soldados ataviados a la
usanza clásica (los "durmientes"), representados con una
monumentalidad que parece directamente extraída de la estatuaria grecorromana,
mientras que dos ángeles en pie dispuestos en los frentes de la urna velan el
cadáver.
Según
palabras de Martín González “es de los pocos
pasos que responden a un ideal de simetría, a lo que predisponía desde luego la
urna; nada tiene de barroco este paso”. Asimismo sentencia que “pese a la tosquedad de la talla, el paso
constituye una obra, verdaderamente original”. Tanto los soldados, que
duermen profundamente (de ahí que se llame al paso “de los Durmientes”), como
los ángeles se disponen de manera simétrica: los soldados, afrontados, en los
lados y los ángeles en los extremos.
Agapito
y Revilla llegó a pensar que el paso ejecutado por Alonso de Rozas pudo haber
sido hecho por “discípulos u oficiales de
Fernández, más no de éste. Pudo, también, ser dibujado o proyectado por él;
pero, si así sucedió, la labor de talla fue solamente de los oficiales”.
Quizás no vaya muy desencaminado y el primitivo conjunto, anterior al de Rozas,
fuera hecho por oficiales del gran maestro gallego.
YACENTE
Aparece
dentro de una solemne urna calada, a través de la cual puede verse. Su cuerpo desnudo inerte, muestra la tortura sufrida, consiguiendo mayor
realismo al utilizar postizos, como el corcho en las llagas y ojos de cristal.
El naturalismo también se hace visible en ese gesto de boca y ojos
entreabiertos. La página web del Museo Nacional de Escultura atribuye su ejecución
a José de Rozas en 1696.
El
yacente sigue el modelo popularizado por Gregorio Fernández, aunque según el
parecer de Agapito y Revilla no pasa de ser “obra mediana, muy mediana de mérito y muchísimo inferior a los Cristos
yacentes del maestro, y aún a algunas de las copias”. La talla es de relativa
calidad, pues tratándose como se trata de una imagen que nunca iba a ser sacada
de su nicho, no tiene la envergadura ni el cuidado anatómico de las otras talla
de “bulto redondo”.
No
hay que confundir el presente Cristo que va colocado en la urna con otro Cristo Yacente, también propiedad de la
cofradía, que por separado portaban cuatro sacerdotes, con sus sobrepellices y
velos negros que cubrían sus rostros, en el transcurso de la procesión de Regla
correspondiente. La gran diferencia entre ambos Cristos es la mayor planitud
que posee el del paso de “los Durmientes”.
LOS
DURMIENTES
Los “durmientes” son las únicas esculturas que se conservan del paso
realizado por Alonso de Rozas. Representan a cuatro soldados romanos dormidos
mientras custodian el cadáver de Cristo en el sepulcro. No cabe duda de que su
colocación sería en las esquinas del sepulcro de la urna. Van vestidos a la
manera clásica adoptando una pose relajada. Aparecen dormitando sentados y
apoyados sobre sí mismos. Se les representa con
una armadura formada por casco, coraza y calzones. Botas hasta la pantorrilla
adornadas por relieves de rostros humanos. Cabeza inclinada sujetada por la
mano derecha. Lanzas sujetas al cuerpo.
Durmiente "A" |
Durmiente "B" |
El tema de los guardianes surge para justificar que el cadáver de Cristo no
podía haber sido retirado por sus discípulos como insinuaban los judíos. Lo
habitual es que, aunque se les represente dormitando, alguno se mantenga
despierto para ver al Resucitado, si bien en este caso todos ellos duermen
tranquilamente, dando sobrenombre al paso. Únicamente Mateo hace referencia al
hecho (Mateo, 28:11-15) que para desacreditar a los judíos, dice que habiendo
informado los soldados a los "príncipes
de los sacerdotes" sobre la desaparición de Cristo, estos les instaron
a que dijeran que habían sido los discípulos los que habían retirado el cuerpo
aprovechando que ellos dormían.
Durmiente "C" |
Durmiente "D" |
LOS
DOS ÁNGELES
Según los pasajes evangélicos posteriores al entierro: una pareja de
ángeles- -los dos hombres con vestidos resplandecientes (Lc. 24:10) situados
uno a la cabecera y otro a los pies del sepulcro (Jn. 20:11-18)- acudieron a
velar el cadáver de Cristo en los instantes previos a la Resurrección y más
tarde comunicar la buena nueva a las santas mujeres que al despuntar el día
acudirán al sepulcro.
Según podemos descifrar de las diferentes escrituras, los dos ángeles que
contrata Alonso de Rozas en un principio, en el año 1674, no debían estar
hechos completamente de madera, por cuanto se habla de ellos como “de hacer diferentes
hechuras para el paso del Santo Sepulcro y entre otras cosas dos ángeles con el
ropaje de angeo”. Esto último parece
indicar que eran obras en las que se combinaban la madera (cabeza, brazos y
piernas) y la tela encolada (vestiduras). Finalmente ambas partes, cofradía y
escultor, decidieron que las “dos
hechuras de ángeles” fueran “todos de
talla”, habiendo de seguir el modelo de los “que están los del Carmen Calzado de esta ciudad arreglando la postura y
aire de las dichas dos hechuras de ángeles que he de hacer al efecto de reabrir
el Santo Sepulcro que es al que se aplica”. Posiblemente los referidos
ángeles del Carmen Calzado sean los que se conservan en el Museo Nacional de
Escultura, los cuales están fabricados de madera y de tela encolada. Una
posibilidad más remota, y a su vez mucho más sugestiva, es que fueran los
ángeles del primitivo paso, es decir, en los que se inspiró Rozas.
Años
después, en la Semana Santa del año 1696, los sayones tallados por Alonso de
Rozas sufren numerosos desperfectos debido a lo cual su hijo José de Rozas se
ajusta con la cofradía para hacer dos nuevos ángeles basándose en los
elaborados por su padre, quedándose asimismo con ellos para hacerlos con mayor perfección.
Este
tipo de ángeles fue muy frecuente en los áticos de los retablos vallisoletanos
desde Gregorio Fernández. Los ángeles aparecen
situados uno a cada extremo de la urna. Están
de pie, con la mano derecha levantada. Los rostros son inexpresivos, ojos y
boca abiertos. De elegante y serena postura,
muestran una rica policromía en sus atuendos a la manera clásica.
Visten chaleco rojo con mangas recogidas y falda hasta la
pantorrilla con flores bordadas en oro. Pliegues quebrados.
URNA
La
página web del Museo Nacional de escultura atribuye su factura al escultor Juan
de Ávila o Juan Dávila hacia el año 1599, no confundir con el escultor barroco
vallisoletano homónimo. Adopta forma arquitectónica
clasicista de arcos de medio punto entre dobles columnas dóricas acanaladas,
rematando con un friso de triglifos y metopas. Los
arcos dejan al descubierto los espacios intermedios, y superior, para que pueda
contemplarse el yacente. Fondo policromado y dorado con
formas vegetales.
Aunque
se contemplaba que José de Rozas hiciera una nueva urna mucho más ligera,
piensa Martín González que la presente urna “por su sencillez arquitectónica y puros motivos ornamentales, no rima
con la nueva época; seguramente, o es la misma arreglada o el artista se limitó
a copiar la anterior”.
BIBLIOGRAFÍA
- AGAPITO Y REVILLA, Juan: Las cofradías, las procesiones y los pasos de Semana Santa en Valladolid. Editorial Maxtor, Valladolid, 2007.
- GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
- ORDUÑA REBOLLO, Enrique: Cofradías y sociedad urbana: la ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid (1563-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2003.
- Parte de las fotografías han sido obtenidas de la web del Museo Nacional de Escultura: http://museoescultura.mcu.es
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