En
la ciudad existían dos cofradías bajo la advocación de San José: una estaba
radicada en la iglesia de Santiago y la componían maestros de obras; la otra
tenía por sede la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, y
agrupaba a los carpinteros, ebanistas y otros artista relacionados con el
oficio de la madera. Hoy hablaremos sobre la capilla que estos últimos poseían
en el templo de la Virgen de las Angustias. Sobre su actividad no se tienen
muchas noticias, pues no olvidemos que desde la pragmática promulgada en 1552
por Carlos V estaban prohibidas las Cofradías de Gremios, aunque esta de las
Angustias debía mantener una cierta importancia, probablemente al amparo de la
Penitencial, a la que aportaba diversas e importantes sumas.
La
Capilla de San José, que se encuentra situada en el lado del Evangelio, la
conforman un retablo y dos pinturas laterales. Antiguamente se encontraba
cerrada por una reja. El retablo lo costeó, incluidas las imágenes, el
entallador Antonio López, miembro de la cofradía, a cambio de que le
permitieran tener entierro en la misma. Y, efectivamente, allí se encuentra
sepultado junto a su mujer, una lápida así nos lo indica: “Antonio López,
maestro entallador, y Doña Ysavel de Balcarcer y de Cancedo y San Martín, su
muxer, vezinos desta ciudad, fundaron en esta yglesia de Nuestra Señora de las
Angustias, una capellanía para parientes suyos de zinco misas rezadas cada
semana con responso, que se an de decir en esta yglesia a las doze de los días
de fiesta de guardar, los domingos y demás fiestas en el altar mayor los
viernes, en el del Santo Christo, los savados en el de Nuestra Señora de los
Cuchillos los lunes y juebes en la capilla de San Joseph Y el responso acavada
la misa sobre su sepultura. Y se a de dar limosna por cada misa seis reales.
Paso la escritura ante Manuel Alvares de Uría, escrivano de el numero y rentas
desta ciudad en 19 de março año de 1689”. Ya figura en cabildo de 1677 que
había hecho el retablo, pero en rigor las cuentas de lo gastado corresponden al
año 1682. En toda esta obra se gastó la considerable suma de 18.915 reales.
Estas son algunas de esas cuentas:
- Retablo. El retablo de la capilla de San José de madera y dorado seis mil reales.
- San José. La hechura de San José de bulto que está en dicho retablo quinientos reales.
- San Antonio y Santa Teresa. Dos hechuras de bulto de San Antonio y Santa Teresa que están en dicho retablo setecientos reales.
- Pinturas. Pintar dicha capilla y dos pinturas de San José a los lados dos mil reales.
- Reja. La reja de dicha capilla a toda costa cien ducados.
- Cajones. Dos cajones que están al lado del altar en que se guarda la ropa ciento y cincuenta reales.
- Lámpara. La lámpara que está en la capilla de San José doscientos reales.
Aunque en ciertas ocasiones se ha pensado que el propio Antonio López pudo realizar el retablo, o bien dar su traza, no se pueden aceptar esas tesis; puesto que un entallador era un mero auxiliar del ensamblador, verdaderos artífices de los retablos, en lo concerniente a la decoración de los mismos. Pienso que el autor de este retablo fue el ensamblador Juan Guerrero, artífice poco conocido por el momento, pero del cual vamos teniendo con el tiempo más obras documentadas; las cuales nos lo van revelando como una de las personalidades más importantes de la retablística y del ensamblaje del tercer cuarto del siglo XVII. La razón principal para su atribución es su total semejante con el retablo frontero, el de la capilla de la Encarnación, obra ésta documentada del referido Guerrero. Todo en ellos es coincidente: soportes, distribución, decoración… Es curioso que son similares hasta en la concepción del banco con la inclusión de cuatro pequeñas pinturas.
El
retablo consta de banco, cuerpo principal y el ático cerrado en semicírculo. Se
emplean pilastras, grandes subientes, de frutos de gruesa talla hay en
pilastras y entrepaños. Las dos hornacinas se orlan con marco de tarjetillas,
formando codillo. En el banco hay pinturas del Niño de la Guarda, Niño Jesús
de la Pasión, Inmaculada y San Antón. En la hornacina principal la
imagen de San José (107 cms., sin
peana, copia el San José de la Sagrada
Familia de la Cofradía de Niños Huérfanos de la iglesia de San Lorenzo),
copia de original de Gregorio Fernández, con policromía de picado de lustre.
Porta vara y sierra, auténtico utensilio de carpintero, para que fuera más
evidente el patrocinio. A los lados imágenes de San Antonio (67 cms.) y Santa
Teresa (copia del original de Fernández del Carmen Calzado, 67 cms.). En la
hornacina superior una Inmaculada,
dentro de aureola de rayos, copia también de Fernández; pero de una excelente
calidad, no como las otras dos. Me quedan dudas de si la Inmaculada fue
realizada expresamente para el ático o bien fue colocada allí por la cofradía, habiéndose
alterado, por lo tanto, su lugar de origen. Realizo esta suposición en base a
tres hechos: el que tras de ella halla un marco que más bien parece haber
resguardado un lienzo (siendo por lo tanto igual que el ático del retablo
frontero, que también contiene una pintura); el pequeño tamaño de la imagen en comparación
con el referido marco; y el hecho de que no figure en las referidas cuentas,
cosa que sí que ocurre con las otras tres imágenes. De lo que no cabe duda es
de que hubo dos manos que tallaron las esculturas: una muy diestra, que se ocupó
del San José y, quizás, de la Inmaculada; y otro, bastante más torpe, de las de
San Antonio y Santa Teresa. El retablo recobró su esplendor en el año 2002 tras
la restauración llevada a cabo por los técnicos de la Fundación Gabarrón.
En
las paredes laterales de la capilla hay dos lienzos realizados en 1668 por el
prolífico pintor Diego Díez Ferreras, uno de los pinceles más importantes de la
ciudad, junto con el de Andrés Amaya, en el último tercio del siglo XVII. Es un
pintor un tanto contradictorio puesto que por lo general se nos muestra como un
artista bastante diestro, pero que en ocasiones hace verdaderas chapuzas en
cuanto a las composiciones y los tipos físicos. Ambos lienzos representan
escenas de la vida de San José: uno se refiere al Hogar de Nazaret, donde el santo desempeña su función de carpintero.
El otro representa la Muerte de San José,
en la parte inferior de esta pintura figura un personaje de rodillas vestido de
negro, que al parecer corresponde al retrato del propio Antonio López. Ambos
cuadros tienen las mismas dimensiones (167 x 150 cms.).
El
Hogar de Nazaret representa a la Sagrada
Familia en una escena de interior realizando sus quehaceres diarios. La escena
se desarrolla en el taller de San José, y en ella vemos a San José entregado al
oficio de carpintero, a la Virgen cosiendo, y al Niño Jesús jugando con San
Juan Bautista. Las figuras, situadas sobre un fondo oscuro, poseen un
movimiento ingenuo y sencillo, siendo el dibujo de muy modesta calidad.
La
Muerte de San José se encuentra
firmado y fechado, disimuladamente, en un pequeño papel situado en el suelo de
la estancia, junto al supuesto retrato de Antonio López: “Diego diez de
ferreras, faciebat año 1668”. La pintura nos muestra los últimos momentos de
vida de San José, el cual se encuentra postrado en una cama. Jesús, situado a
un lado de la cama, le agarra con una mano una de las suyas, mientras que con
la otra intenta reposar la cabeza del santo en la almohada, signo de que
acababa de fallecer. La Virgen llora desconsoladamente al pie del lecho, en
actitud convencional, siendo muy desafortunada la expresión de tristeza y
llanto de su rostro. En la parte superior, el cielo, se provoca un rompimiento
de gloria con Dios Padre, el Espíritu Santo y una legión de pequeños
angelillos, uno de los cuales sujeta unas flores, mientras que otro junta las
manos en signo de oración. Al lado de la cama del santo parece que Díez
Ferreras ha querido ensayar un pequeño bodegón, colocando un jarrón con flores,
que recuerda lejanamente los pintados por Diego Valentín Díaz para el Colegio
de Niñas Huérfanas En la parte inferior del cuadro, en el extremo izquierdo
figura el retrato del donante, Antonio López, en actitud orante. Viste traje
negro y golilla. Será la primera vez que comprobemos las buenas actitudes que
poseía Diego Díez Ferreras para el retrato, siendo, posiblemente, uno de los
pocos aspectos en los que destacara.
BIBLIOGRAFÍA
- GARCÍA CHICO, Esteban: Valladolid: Papeletas de Historia y Arte, Gráficas Andrés Martín, Valladolid, 1958.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
- ORDUÑA REBOLLO, Enrique: Cofradías y sociedad urbana: la ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid (1563-2002), Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2003.
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