En
la iglesia parroquial del pequeño pueblo de Rodilana, localidad muy cercana a
Medina del Campo, se halla una de las bóvedas de yesería más espectaculares de
cuantas se conservan hoy día en nuestra querida provincia. Me gustaría señalar
que la gran mayoría de los textos han sido obtenidos del magnífico libro de
Teresa Gómez Espinosa que trata sobre los Corral de Villalpando. También apuntaros que si os gusta el tema de las yeserías, ya tratamos en una anterior entrega las de la iglesia de Santiago de Alcazarén y la de San Martín de Valladolid capital.
La
iglesia no es la primitiva puesto que, de esta, de raigambre mudéjar, tan solo
se conservan los dos cuerpos inferiores de la torre, y una portada de ladrillo,
descubierta hace tan solo unos pocos años. La cabecera del templo, un gran
ábside poligonal con largo tramo presbiteral flanqueado por dos estancias
cuadradas, fue levanta en la década de 1550. Con posterioridad se procedió a
construir el cuerpo de la iglesia; éste consta de tres naves, más ancha y alta
la central que las laterales, separadas por grandes arcos diafragma de medio
punto sobre pilares. La bóveda que nos ocupa se halla sobre el tramo central de
la cabecera. Esta se cubre con una cúpula ovalada sobre trompas en los ángulos
posteriores, con una riquísima decoración de yeso en parte policromado dorado,
cuya labor atribuyó Pérez Villanueva a los hermanos Villalpando (Juan, Jerónimo
y Ruy), fechándose su elaboración hacia 1563 por las afinidades que presenta
con una de sus obras postreras, la decoración de la Casa Blanca de Medina del
Campo.
La
bóveda, encamonada, se compone de dos cascarones –bóveda de horno– unidos por
un tramo central rectangular; esta planta tan peculiar es la que denomina
Fernando Checa de “circo o hipódromo”. Por el lado del arco triunfal que da
acceso al presbiterio la bóveda arranca a partir de dos trompas, mientras que
en el lado opuesto se adapta al perfil poligonal del ábside. La decoración de
yesos policromados abarca toda la superficie de la cúpula, así como las trompas
y el intradós del arco toral. La ornamentación se dispone en tres cuerpos
sucesivos que, a su vez, se subdividen en registros. En el primer cuerpo
aparecen las figuras de los Evangelistas, los Padres de la Iglesia y los
ángeles, incluyéndose una imagen de la Virgen Dolorosa en el nicho central, de
mayores proporciones que el resto, y que h quedado oculta tras el ático del
retablo que se colocó posteriormente.
A
partir de este nicho central y hacia la derecha, las imágenes se suceden como
sigue: San Juan Bautista, San Hilario,
San Jerónimo, un ángel sedente sobre el arco que cierra uno de los dos
vanos del presbiterio, San Agustín, San
Ambrosio, un ángel con signos de la Pasión situado encima de la trompa que
sostiene la Fe, tres ángeles portadores
de otros tantos símbolos pasionarios –pueden apreciarse claramente una
columna y una escalera–, pero de tamaño mayor que el anterior y que situado
encima de la Sinagoga, y a continuación Santiago
peregrino, San Lucas, un ángel turiferario –sobre el otro vano–, San Mateo, San Marcos y San Juan Evangelista.
Todas estas figuras constituyen bajorrelieves inscritos en hornacinas rematadas
en veneras que se separan a través de columnas pareadas de fuste estriado,
salvo en su tercio inferior, dispuestas sobre mensulones profusamente decorados
con bustos alados, angelotes y máscaras, lo mismo que el entablamento que corre
entre ellos y bajo el cual se disponen guirnaldas con floreros.
El
segundo cuerpo se separa del primero por medio de un entablamento similar al
descrito anteriormente, aunque más sencillo, y en el que las máscaras de
felinos se han sustituido por bucráneos. Ocupando el registro central, sobre la
Virgen, la imagen en relieve de Cristo Triunfante, mientras que en el resto de
los registros se suceden las grisallas que componen quince escenas de la vida
de Cristo y dos del Paraíso terrenal: la
Virgen, la Ascensión, la Bajada a los Infiernos, el Santo Entierro, el
Descendimiento, la Crucifixión, el Cirineo, Ecce Homo, la Coronación de
Espinas, la Flagelación, la Oración en el huerto, el Nacimiento, la
Anunciación, el Pecado, la Creación de Eva y San Juan Bautista, todos ellos
en un formato cuadrangular y separados por estípites antropomorfos; en la zona
inferior de cada composición aparecen un par de “putti”, sedentes sobre el
entablamento, sosteniendo un haz de frutos. Un nuevo entablamento da paso al
tercer y último cuerpo, el de menor altura, en el que van alternándose bustos de la Vida y de la Muerte, en un
ritmo reiterativo, separados por figuritas humanas, mujeres vestidas y niños
desnudos, en actitudes muy variadas que imprimen cierto movimiento a este
cuerpo, el más estático de todos. De nuevo, aparece una constante de la obra de
los Corral: la Muerte, aquí representada como un busto togado sobre fondo de guirnaldas,
en contraposición a la Vida, un busto masculino tocado con turbante y atavío de
inspiración militar.
Otro
entablamento sencillo, de simples molduras, constituye la transición entre el
último cuerpo y la cúpula gallonada que cierra el conjunto. La sobriedad del
fondo blanco queda realzada por el dorado de las aristas en esta cúpula de cuyo
centro pende una clave en el más característico estilo de los Corral: un
círculo de cabezas barbadas entre acantos y volutas en el que se inscribe el
pinjante adornado por estípites alados, cabezas de angelotes y máscaras
felinas, todo policromado y abundantemente dorado. Precisamente en este cuerpo
se insertan parcialmente los dos vanos abocinados a los que hemos aludido. Se
adornan con relieves de máscaras femeninas y mascarones felinos de los que
penden motivos florales y frutales, así como finos grutescos que se localizan
en las jambas. El tema principal del programa iconográfico de Rodilana gira en
torno a la figura de Cristo como Redentor del género humano.
La
cúpula arranca de las figuras simbólicas de la Fe. Por un lado, la antigua,
personificada por la matrona que representa la Religión Judaica; por otro la nueva, es decir, la Fe Cristiana; ambas situadas en el plano
más inferior y al parecer cumpliendo el cometido de sustentar el programa
desarrollado en la cubierta.
En
las trompas se sitúan dos figuras alegóricas: la Fe y la Sinagoga o la Religión
Judía, ambas inscritas en óvalos. La Fe
cristiana, además de llevar la inscripción “Fides” sobre su cabeza, se
representa como una mujer joven vestida de blanco, con cuello de gola –un
detalle anecdótico que refleja el gusto por esta moda importada de Francia a
mediados del siglo XVI–, y cabello dorado parcialmente velado por un tocado en
el que destaca un broche, también dorado, sobre la frente. Porta alguno de sus
atributos característicos: un copón con la Sagrada Forma en su mano derecha,
que simboliza la fe en el sacramento del altar, y una vara en la mano
izquierda, que corresponde al larguero de la cruz, hoy parcialmente perdida,
simbolizando la creencia en la Crucifixión. La otra figura representa la Religión Judaica: una mujer madura con
los ojos vendados, vestida de blanco, tocada con turbante y portando en la mano
derecha una vara escuadrada que debe corresponder a la del legislador hebraico,
mientras que con la izquierda sostiene las Tablas de la Ley. En los fondos,
adornando la figura de la Fe unas guirnaldas de frutos, y unos drapeados en la
Sinagoga. En el intradós de los arcos corre una leyenda en cada lado: “OVI
TIMET DEUM FACIET BONA” en la Sinagoga y “OB(….)NONNOBIS SED NOMINE TUOD” en la
Fe.
Cabe
destacar las rosetas del intradós de los arcos de las trompas presentan el
mismo diseño que los que ocupan el mismo lugar en el arco de acceso a la
capilla de la Casa Blanca de Medina del Campo, éstos, al parecer, sin
policromar, aquellos con ciertos detalles resaltados en oro sobre el fondo
blanco. Cabría pensar en el mismo molde para los dos casos, o moldes muy
similares, ya que el relieve es idéntico, con la salvedad de una ligera
diferencia en los pétalos de las pequeñas rosetas que conforman las uniones
angulares de los casetones.
Sin
duda, lo más logrado de esta cúpula son las figuras en relieve que se
distribuyen en el primer cuerpo, personajes vigorosos dispuestos en actitudes
bastante movidas, que se acentúan especialmente en el caso de los Evangelistas
al adoptar éstos las más variadas posturas, así como en los ángeles
pasionarios, constituyendo un rico repertorio que se ve realzado por la prolija
decoración arquitectónica.
En
el primer cuerpo aparecen los Evangelistas
junto a los Padres de la Iglesia,
estos últimos comentaristas de las Sagradas Escrituras y defensores acérrimos
del dogma ortodoxo. La presencia de la Virgen
en el registro central pudiera aludir, en este contexto, a la Iglesia
personificada en la Madre de Dios. San
Juan Bautista, a la derecha de la Virgen, y sosteniendo el cordero,
representa el papel del precursor del Mesías, a la vez que el de enlace entre
Antiguo y Nuevo Testamento. La presencia de Santiago
el Mayor se justifica al ser este apóstol el evangelizador de la península
ibérica. Los ángeles pasionarios
servirían aquí de enlace con las escenas que se desarrollan en el anillo
superior.
En
el segundo cuerpo el Juicio Final constituye el tema central: Cristo Triunfante –destacado al
representarse en relieve policromado ante el resto de las escenas compuestas en
grisalla– flanqueado por la Virgen, a
la derecha, y San Juan Evangelista, a
la izquierda, como intercesores. Ambos personajes se disponen arrodillados
sobre un lecho de nubes, dirigiéndose suplicantes hacia Cristo Juez. A la
izquierda de la Virgen, e inscritos en una convencional aureola nimbada,
aparece un grupo de figuras humanas desnudas y, al parecer, semidesnudas –el
mal estado de conservación de la grisalla impide precisar más detalles–, que
deben representar a las ánimas del purgatorio. A su vez, a la izquierda de San
Juan, se perfilan –también en lamentable estado de conservación– las siluetas
de varias figuras humanas desnudas en agitadas posturas, convulsionadas,
algunos de cuyos brazos parecen querer aferrarse a una larga vara dramáticamente,
y revueltas entre una monstruosa figura demoníaca con aspecto de dragón, quizás
aludiendo a la bestia apocalíptica de siete cabezas, que debe representar al
infierno. En relación con esta escena del Juicio Final quizás cabría situar a
los ángeles turiferarios que se disponen sobre las ventanas del primer cuerpo.
En
las grisallas se desarrolla el ciclo de la Vida de Cristo, aunque de manera
parcial: de la Anunciación y la Natividad se pasa directamente a la Pasión, Muerte y Resurrección. Las dos
primeras escenas citadas se justifican como iniciadoras del ciclo que finaliza
con la Muerte y Resurrección. La presencia de las composiciones del Antiguo
Testamento, como son las citadas del Paraíso Terrenal, deben interpretarse como
alusivas a la Redención, Adán es el primer personaje bíblico que prefigura a
Cristo, aquel perdió a la humanidad con su pecado, pero Cristo aparecerá como
un nuevo Adán para salvar al género humano a través del sacrificio de su propia
vida. La creación de Eva, representada aquí en vez de la de Adán, simboliza el
nacimiento de la Iglesia: tal como Eva surge del costado de Adán, surge la
Iglesia del costado de Cristo crucificado. Hay que recordar que, tal como
señala Santiago Sebastián, ya en la Capilla de los Benavente se dio más
importancia a la creación de Eva que a la de Adán.
En
el último nivel la alternancia de la Vida y la Muerte, plasmada esta última a
través de uno de sus atributos más significativos, la calavera, queda
perfectamente encajada en el programa iconográfico descrito. Este tema quizás
deba interpretarse desde el punto de vista cristiano, advirtiendo que el alma
ha de prepararse ante el trágico destino humano. Aunque la representación de la
Muerte suele identificarse con contextos de carácter funerario –que no es este
caso–, no resulta extraña en absoluto esta iconografía en decoraciones de
conjuntos monumentales ajenos a aquellos.
El
zócalo de este ábside estuvo originalmente alicatado, al estilo de lo que aún
se conserva –aunque sea parcialmente– en la Capilla de los Reyes de la Catedral
de Palencia, pero ahora solo pueden apreciarse ligeros vestigios de aquella
decoración ocultos tras el retablo dieciochesco que, por otro lado, esconde el
nicho central del primer cuerpo, ocupado por la Virgen, y parte de la
decoración que lo rodea.
Pérez
Villanueva apuntaba la posibilidad de que en Rodilana interviniesen los dos
hermanos Corral, haciéndose cargo, por tanto, de la labor arquitectónica Juan,
así como la idea de que las grisallas pudiesen atribuirse al propio Jerónimo.
En este sentido, y poniendo de manifiesto sus dudas y el hecho de que cualquier
contestación categórica sería aventurada al carecer de fundamento, argumentaba
que ciertos detalles de la composición y estilo ponen estas pinturas en
relación con Jerónimo del Corral, no obstante, el hecho de que en una obra
fundamental de estos dos autores como es la Capilla de los Benavente esté
documentada la participación de pintores como policromadores de sus yeserías,
al no entrar en esto los Corral “por no ser esto de su
arte”, se opone a dicha hipótesis, pero otras circunstancias parecen
indicar que dicha hipótesis puede resultar verosímil, pues en Rodilana se trata
de grisallas, de diseños mucho más simples que admiten ciertas ligerezas de
ejecución, pues quedarían disimuladas por el propio lugar que ocupan en la
altura de la bóveda, y, en definitiva, entre las pinturas de Rodilana y las de
Rioseco no pueden establecerse comparaciones. Además, cabría la posibilidad de
que los Corral contasen con colaboradores para este tipo de trabajo.
Las
grisallas de Rodilana denotan una fuerte influencia italiana y su manierismo es
patente. Aunque no pueden considerarse una obra de calidad notable, no cabe
duda de que dentro de su sencillez se aprecia cierta corrección formal, no
exenta de defectos, y, desde luego, nos parecen de mayor interés que las de la
iglesia de la Magdalena de Medina del Campo, con las que las relaciona Pérez
Villanueva. A pesar de todo, parece que unas y otras no se deberán al mismo
autor, pues se aprecian notables diferencias, aunque, eso sí, en ambas el
manierismo es muy acentuado.
BIBLIOGRAFÍA
- GÓMEZ ESPINOSA, Teresa [et. al.]: La obra en yeso policromado de los Corral de Villalpando, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Madrid, 1994.
- MARCOS VILLÁN. Miguel Ángel y FRAILE GÓMEZ, Ana María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVIII. Antiguo partido judicial de Medina del Campo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
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