Hoy
vamos a tratar sobre uno de mis pintores favoritos, tal es así que desde hace
tiempo estoy elaborando el catálogo de obras que se relacionan con él. Se trata
del pintor renacentista Antonio Vázquez, uno de los artífices más importantes de
la primera mitad del siglo XVI. Su interés reside tanto en la calidad de su
obra como en la fecundidad de la misma. Tras su fallecimiento, su figura
permaneció en la oscuridad hasta que a finales del siglo XIX fue redescubierto
gracias al Conde de la Viñaza en
sus conocidas Adiciones al Diccionario de Ceán Bermúdez (1894). En ellas
daba la noticia sobre una escritura notarial, fechada en Valladolid el 25 de
enero de 1554, que amparaba carta de imposición de censo otorgada por este artista
y Miguel de Barreda, asimismo pintor, y con licencia de su mujer Águeda Ponce,
a favor de la señora Catalina de Arteaga.
Desde entonces han aparecido
muchas referencias documentales. El primero en estudiar al pintor, como de
costumbre, fue José Martí y Monsó, tras el cual llegarían numerosas adiciones
tanto a su biografía como a su obra. El primer intento de sistematizar el
catálogo del artista corrió a cargo de José Carlos Brasas Egido. La gran
cantidad de nuevos artículos que han aparecido desde entonces hace necesaria
una nueva recopilación que confirme unas atribuciones y deseche otras que no
tienen muchos visos de realidad; asimismo, también se hace necesario un
deslinde entre las obras autógrafas y las elaboradas por el taller. Esperemos
que alguien se anime a realizar esta importante tarea para la historiografía
artística de Valladolid.
Triptico de la Anunciación. Colección Badrinas (Barcelona) |
A pesar de que la mayoría de
sus obras documentadas han desaparecido, las pinturas que nos han llegado
ofrecen un estilo lo suficientemente “característico” como para realizar
atribuciones con cierta facilidad, lo que ha contribuido a que el pintor
merezca, según Angulo Iñiguez, el epíteto de fecundo, en razón a la cantidad de
obras que se le van atribuyendo, puesto que su catálogo aún hoy, en 2015, sigue
abierto.
Tomando como base la obra
documentada, Angulo Iñiguez formó el catálogo “inicial” de las pinturas del
maestro. Le atribuía el retablo del Cristo
(1538) de la iglesia parroquial de Simancas (Valladolid), que ya Agapito y
Revilla sospechó le pertenecería; el de la Asunción, en las
Huelgas de Valladolid; uno en la iglesia de Santa María de Tordehumos
(Valladolid); un tríptico de la Anunciación de la
colección Badrinas (Barcelona); y varias tablas repartidas entre el Museo de
Valladolid y el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, a saber: Santa Úrsula, dos
Asunciones,
dos Piedades,
la Purificación,
la Crucifixión,
la Estigmatización
de San Francisco, el Bautismo de Cristo
y la Misa de San
Gregorio.
Retablo de la Resurrección o de los Alderete. Iglesia parroquial del Salvador. Simancas (Valladolid) |
Con la existencia de estas
obras y las noticias documentales que se poseen no cabe duda que Antonio
Vázquez es, además de un buen pintor (a pesar de que Martí y Monsó lo titulaba
de “atrasado y
arcaico”), miembro muy importante en el gremio de pintores vallisoletanos
de la primera mitad del siglo XVI. Él y otros maestros, citados asimismo por
Angulo, prueban que, pese a la fuerte absorción de que eran objeto, por parte
de Palencia, la escuela de Valladolid era una realidad evidente en el siglo
XVI.
En los últimos años ha
habido nuevos, y casi continuos, hallazgos de nuevas obras atribuidas a Antonio
Vázquez. Esta proliferación no sólo confirma su ya probada fecundidad creadora,
“lo que pone de
manifiesto una producción extraordinariamente extensa, como pocas por su
amplitud en la historia de la pintura del Renacimiento español”, sino que
poseería un importante taller, floreciente y activo, en el cual le ayudarían su
cuñado Gregorio de Ribera y su hijo Jerónimo Vázquez, “todos ellos
perfectamente identificados con las fórmulas y estilos fijados por el prolífico
maestro”. Esa estandarización estilística, unida al arcaísmo deliberado de
su pintura y escasa evolución de la misma, se erige como escollo casi
insalvable a la hora de intentar fijar una cronología sistemática de su
producción.
Retablo de San José. Iglesia de la Asunción. Tordehumos (Valladolid) |
La pervivencia de arcaísmos
que acusa su pintura, aparte de constituir uno de sus indudables atractivos por
el candor ingenuista de sus obras, debió de ser uno de los factores que más
contribuyeron al éxito de Vázquez entre la clientela de su tiempo. Ello
explicaría la favorable acogida de su pintura y abundancia de encargos, en un
medio artístico fuertemente impregnado todavía por la estética tardo-gótica
flamenquizante.
Buen índice del prestigio e
influencia que debió de gozar el pintor en el rico panorama artístico del
Valladolid de mediados del siglo XVI lo constituye el destacado papel que jugó
en el célebre pleito que se suscitó en torno al retablo mayor de la iglesia de Santa
María la Antigua de Valladolid. Como ya advirtiera Martí y Monsó, Vázquez urdió
la intriga induciendo a Francisco Giralte a pleitear con Juni por la
adjudicación de dicha obra. Tal como podemos leer en la documentación, y como
el representante de Juni expuso en tan enojoso asunto se trataba de proteger
los intereses de “cierto
pintor” (Antonio Vázquez), pues, junto con su cuñado –Gregorio de Ribera–
había pretendido que Juni les aceptase como colaboradores para la pintura del
retablo. Como éste no accediera, Vázquez como venganza indujo a Giralte a
promover el litigio.
San Juan Evangelista en la isla de Patmos. Convento de San Pablo (Valladolid) |
Las maniobras y presiones de
Vázquez hacen pensar que en su influencia en el escenario artístico de la
ciudad debía de ser muy considerable ejerciendo un cierto monopolio sobre los
encargos de importancia. Ese protagonismo en el ambiente pictórico local
explicaría también la extensa producción salida de su taller, tan vasta como
estereotipada, si bien supo mantener en ella siempre una línea de cierta
calidad.
Si en razón al carácter poco
innovador de su arte –apegado a formulismos y no exento a veces de cierta
torpeza–, su personalidad artística puede ser considerada como secundaria a escala
nacional, no cabe duda de que su significación en la pintura vallisoletana de
su tiempo –huérfana de figuras de más alto relieve– fue de la mayor relevancia,
dando también la justa medida de lo que la clientela de su tiempo –reacia a
admitir novedades– demandaba. Ese protagonismo de Antonio Vázquez en la pintura
vallisoletana del Renacimiento se confirma y acrecienta cada vez más a medida
que vamos descubriendo nuevas obras. La mayoría de los retablos y tablas
sueltas realizadas por el pintor, pertenecientes en origen a monasterios
vallisoletanos desamortizados, hacen que en la actualidad muchas de estas obras
se encuentren en museos y en colecciones privadas.
BIOGRAFÍA
Lo primero que llama la
atención en la biografía de Antonio Vázquez es la prodigiosa longevidad del
pintor, lo que le permitió desarrollar plenamente su arte y realizar una
producción muy abundante.
Antonio Vázquez debió nacer
hacia el año 1481, ya que en 1525, al prestar declaración en un pleito,
confesaba tener cuarenta años. Dicho pleito fue al que dio lugar el tríptico
pintado por Alonso Berruguete para la iglesia parroquial de Nuestra Señora de
San Lorenzo, de Valladolid. Vázquez expuso en el litigio que el comitente, el
Merino Mayor Don Alonso Niño le encomendó la realización del tríptico a él y a
un compañero suyo que vivía en León. Vázquez escribió a su compañero leonés
para que acudiera a Valladolid y así pudieran concertar la obra, pero dos días
antes de que llegara el pintor de León se hizo el contrato con Berruguete. A
pesar de eso, la declaración de Vázquez en el pleito es favorable a Berruguete.
La obra ha desaparecido.
Hacia 1530 figura en el
memorial de pintores que, encabezado por Alonso Berruguete, se dirigen al
Emperador desde Medina del Campo (Valladolid) sobre la fabricación y venta del
albayalde.
El 18 de octubre de 1536,
Juan Gutiérrez Alderete contrata con Gaspar de Tordesillas y Antonio Vázquez la
fábrica del retablo de doña Isabel Hernández
Alderete en la iglesia del Salvador de Simancas. Como ya se ha dicho, esta
es una de las pocas obras documentadas de Vázquez y la que ha servido para
atribuirle el resto de su producción conocida. Durante este mismo año realiza
algunas pequeñas intervenciones para la iglesia parroquial de Nuestra Señora la
Antigua. Así, por ejemplo, policroma y dora la imagen de Nuestra Señora la Antigua (actualmente conservada en el Museo
Diocesano y Catedralicio) para el día del Corpus Christi, por lo cual cobra 8
ducados.
Retablo del Santo Cristo. Monasterio de Santa María. Santa María la Real de Nieva (Segovia) |
El 13 de abril de 1537 se
encargaba de la obra de pintura y dorado del retablo de la capilla de San Lucas propiedad del bachiller
Francisco Hernández Vallejo, relator de la contaduría mayor de S.M., en la
iglesia de Nuestra Señora de San Lorenzo, de Valladolid, que no se ha
conservado. En este año seguirá realizando pequeños trabajos para la iglesia de
la Antigua, así, dora y pinta las andas que portarían a Nuestra Señora de la
Antigua el día del Corpus.
El 20 de marzo de 1538
cobraba ocho ducados porque “doró de oro
y carmesí la madera de una cama que aquí se hizo para su alteza” el rey
Felipe II. En este mismo año dora y policroma dora una escultura de San Sebastián que poseía la iglesia de
la Antigua. Dos años después, en 1540, recibe 1.000 reales de la dicha iglesia “por una imagen de una
santa que está en el altar de santa Ana”. No sabemos si se refiere a la
propia Santa Ana u otra, y tampoco conocemos si era una pintura realizada por
él o bien era otro trabajo de policromado de una escultura.
De 1541 data la carta de
pago otorgada por la pintura y dorado del retablo
del Cristo para el monasterio de Santa María de Nieva, que concertó con el
licenciado Jerónimo de Virués. Al año siguiente le veremos otra vez trabajando
para la iglesia de la Antigua, así, dora un cirio pascual.
En ese mismo año de 1542
pintó unos escudos de armas para el
Ayuntamiento de la ciudad. En 1543 el mismo Ayuntamiento abona ciertas
cantidades a Gaspar de Tordesillas y a los pintores Antonio Vázquez y Melchor
de Barreda en razón de los arcos
conmemorativos que se habrían de erigir para el recibimiento de doña María
de Portugal, primera mujer del príncipe don Felipe, con la cual acabada de
contraer matrimonio en Portugal.
Retablo de la Asunción. Monasterio de las Huelgas Reales. Valladolid |
En 1544 cobraba Antonio
Vázquez cuatro ducados por pintar dos
facistoles de la iglesia de La Antigua, de Valladolid. Al año siguiente,
junto con el pintor Diego de Arroyo y a las órdenes de Gaspar de Tordesillas
colaboró en la decoración del túmulo
funerario de la princesa doña María Manuela de Portugal, esposa del futuro
Felipe II. Parece lógico suponer que Antonio Vázquez trabajaba en colaboración
con el entallador Gaspar de Tordesillas, pues vemos unidos sus nombres en más
de una ocasión, encargándose el primero del policromado de los retablos del
segundo.
Tenemos noticia de las malas
artes esgrimidas por Antonio Vázquez contra Juan de Juni, pues fue él quien
desencadenara el famoso pleito del retablo de La Antigua
(1545-1551), el cual enfrentó al propio Juni con Francisco Giralte. Por los
interrogatorios del escultor francés y de otros testigos parece ser que Antonio
Vázquez fue uno de los instigadores del mismo, pues junto con su cuñado
Gregorio de Ribera pretendieron que Juni les aceptase como colaboradores para
la pintura del retablo. Como éste no accedió, Vázquez, desdeñado, indujo a modo
de venganza a Giralte a promover dicho litigio. En las declaraciones de Alonso
de la Carrera se dice que Giralte fue inducido por Salcedo, Vázquez y su cuñado
(Gregorio de Ribera). Declaraciones semejantes son las de Llorente de Herrera y
Pedro de Santisteban.
Padre Eterno. Iglesia parroquial de Santa María. Peñaflor de Hornija (Valladolid) |
Por estos mismos años,
concretamente en 1548, Francisco Giralte, Antonio Vázquez y Francisco Martínez
fueron elegidos tasadores del Monumento de Semana Santa que Juni hizo para la
misma iglesia de La Antigua. Que estaba relacionado con Giralte nos lo confirma
la noticia de que en 1549 el pintor Juan de Villoldo, amigo de dicho escultor
cede la sexta parte de la “obra del retablo de
San Ginés, de Villabrágima” que le habían concertado Vázquez, vecino de
Valladolid y Herrera, vecino de Palencia a Martín Alonso, pintor vecino de
Medina de Rioseco. Dicho retablo fue realizado hacia 1544-1549. La obra
escultórica del mismo se atribuye a Juan Ortiz el Viejo I y Francisco Giralte.
Gracias al testamento de su
cuñado, el pintor Gregorio de Ribera, fechado el 23 de octubre de 1550, y en el
que figuran como testamentarios Francisca Silva, mujer de Ribera, y Jerónimo
Vázquez (hijo de Antonio y asimismo pintor), sabemos algunos pormenores más de
su vida y obra. Como la mujer de Ribera se llamaba Francisca de Silva habrá que
creer que una hermana de aquél estaba casada con Vázquez. Años más tardes
contraería nuevas nupcias con Francisca Marlián o Marliana, hija de padres
milaneses. Asimismo, en dicho testamento se declaraba que Antonio Vázquez tenía
varias obras contratadas y no concluidas, como el retablo de Peñaflor de Hornija (Valladolid), en donde todavía se
conserva de su mano una tabla del Padre Eterno. También se menciona que el
retablo de la ermita de Santa Marina, de Cigales, contratado por Ribera, habría
de ser pintado a medias con Antonio Vázquez, lo que parece indicar que se
repartían los encargos.
San Francisco estigmtizado. Museo de Valladolid. Valladolid |
El 10 de septiembre de 1551
aparece como fiador en el contrato que suscriben Inocencio Berruguete y el
pintor Miguel Barreda para hacer el retablo
de la iglesia de la Santísima Trinidad de Trinitarios Descalzos, de
Valladolid. Asimismo, en calidad de fiador, surge su nombre en la escritura
formalizada el 20 de abril de 1559 entre el mayordomo de doña Ana de Taxis, de
un lado, y los pintores Jerónimo Vázquez (hijo de Antonio) y Gaspar de
Palencia, del otro, acerca del retablo
mayor de la iglesia de San Antonio Abad (vulgo San Antón), de Valladolid.
En 1559 se comprometía a
pintar y dorar un retablo e imagen de la
Virgen existentes en la iglesia del antiguo Hospital de San Cosme y San
Damián de Valladolid.
Se le menciona en el censo
de población de Valladolid de 1561 viviendo en la calle de la Corredera, junto
con su hijo Jerónimo Vázquez. Además de Jerónimo, Antonio también tuvo otra
hija, Ángela, la cual vivía como su padre en la Corredera de San Pablo y era
asimismo parroquiana de San Benito el Viejo. Estuvo casada con Simón López.
También se la menciona el 14 de diciembre de 1613 en el libro de difuntos de
dicha iglesia parroquial. Por un documento fechado en 1558 sabemos que también
poseía unas casas en la calle de Renedo. Todavía vivía nuestro pintor en 1563,
año en que, figurando como testigo, declaraba tener “ochenta años, uno más
o menos”, lo que concuerda con su anterior declaración de cuarenta años en
1525.
ESTILO
Antonio Vázquez fue un
pintor fecundo y prolífico como pocos en la escuela vallisoletana, lo que
indica que debió de contar con una nutrida clientela. Su estilo hubo de calar
profundamente en el gusto de sus contemporáneos, gozando del favor popular y de
un evidente éxito en el panorama pictórico local. Su obra nos muestra a un
pintor de indudable calidad, que no merece los calificativos de “atrasado y arcaico”
que le dedicaron despectivamente José Martí y Monsó y Juan Agapito y Revilla.
No existe pintor
vallisoletano alguno con tan copiosa producción, lo que indica que durante
mucho tiempo acaparó la mayoría de los encargos de pintura en la ciudad. En
este sentido puede afirmarse que fue sin duda el pintor más activo en
Valladolid en el segundo cuarto del siglo XVI. Pese a su dilatada existencia,
no se distingue en el estilo de Antonio Vázquez evolución alguna, repitiéndose
con monótona insistencia idéntica tipología en figuras y paisajes. Según
palabras de Caamaño Martínez, Vázquez “resulta un tanto
arcaico, aunque con buen oficio; más artesano que artista. Al lado de Alonso
Berruguete, Gaspar de Tordesillas o Francisco Giralte, con los que mantiene
estrechas relaciones, resulta evidentemente un retardatario”.
La misa de San Gregorio. Museo de Valladolid. Valladolid |
Debió de contar con
colaboradores que seguirían fielmente sus modelados. Caamaño refiere que el
lugar que ocuparía Vázquez en la pintura de su época no sería el de “una primera figura en
su arte, pero testimonia mejor que otros el gusto y religiosidad de su medio
ambiente; o, con más exactitud, del ambiente medio. Alguna de sus tablas, como
la Inmaculada, si bien lejos de exquisiteces, gana el espectador. Diríase que
Vázquez repite unos mismos tipos, no sólo por comodidad y comercialidad –que
también la hay sin duda–, sino por adaptación al gusto de la clientela, que
acabaría por coincidir con el suyo”.
Su estilo prolonga en muchos
aspectos las características de la pintura de fines del estilo gótico, si bien
incorpora ciertos elementos del clasicismo del alto Renacimiento. Mezcla en sus
obras el realismo de Pedro Berruguete y el idealismo de Juan de Borgoña. En
muchos aspectos recuerda el estilo de Juan Correa de Vivar, si bien este último
destaca por su mayor calidad y modernidad. Aceptando la tesis de Post, son
evidentes los contactos entre el estilo de Vázquez y el del Maestro de
Portillo, visibles en una tipología semejante y en una continuidad de elementos
arcaizantes en su pintura, por lo que puede aventurarse una posible formación
con este maestro.
Es sumamente característica
de su estilo la reiteración de los mismos tipos humanos, que nos resultan
inconfundibles y fácilmente identificables. Sus tipos son recios y
monumentales, de modelado áspero y macizo. Muy típicas son las caras gruesas y
redondas, especialmente en las figuras femeninas. Las figuras masculinas
presentan mentón prolongado dibujando un triangulo, acusado por el empleo de
largas barbas.
Bautismo de Cristo. Museo de Valladolid. Valladolid |
Gusta de la posición de tres
cuartos. Muy características del estilo de Vázquez son las grandes orejas de
sus personajes, las cuales destacan debido a su gran tamaño y pronunciado
relieve; el afán por resaltarlas se percibe en la circunstancia de que se
hallan siempre al descubierto, para lo que se echa el cabello hacia atrás, e incluso
se las coloca de frente aun cuando la cabeza no lo esté. Según comenta Martín
González, “de no
conocerse el nombre del pintor habría que haberle denominado atendiendo a esta
peculiaridad”.
La frente se manifiesta
ancha y despejada; el peinado, con raya al medio, abierta ampliamente hacia la
frente, como las figuras del Maestro de Portillo. Las cejas van señaladas con
líneas muy marcadas y divergentes.
También definen
especialmente el estilo del maestro los nimbos y los brillos del cabello y
barbas. En efecto, emanan de las cabezas rayos de santidad, alternativamente
largos y cortos, constituyendo a veces una forma de cruz. El saliente de las
ondas de cabellos y barbas se marca con pinceladitas brillantes, doradas, pero
sin que se haga uso de oro en ellas. Ninguna de estas dos últimas
características son exclusivas de Vázquez; pero mientras que otros pintores las
emplean esporádicamente, la reiterada insistencia de Vázquez las eleva a la
categoría de algo personal.
Calvario. Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
Las miradas de sus figuras
suelen ser dulces y ensimismadas, los labios gruesos, predominando las caras
sonrientes y delicadas. No obstante, a veces encontramos tipos humanos
claramente inexpresivos.
Resabio todavía goticista en
la pintura de Vázquez es la colocación como fondo de la parte central de los
cuadros, de paños de brocado, sobre los que se recortan las figuras; pero
también este procedimiento asoma en los cuadros de firmas tan autorizadas como
Juan de Borgoña y Alejo Fernández. En su obra se mantienen numerosos arcaísmos, como
por ejemplo, la proliferación de nimbos y brocados de oro, la aparición en los
fondos de paisajes de edificios góticos, la frecuente representación de
donantes junto a los santos y personajes sagrados. No obstante, el brocado
suele reducirse a lo imprescindible; a las figuras que habitualmente suelen
llevarlo, por ejemplo, la Magdalena, y a las tiras de fondo que se colocan
detrás de los personajes y recortan las figuras. El carácter primitivo y el sentido ingenuista de sus composiciones
otorga a sus obras un encanto especial, una delicadeza y primor sumamente
característicos del pintor.
Por lo que respecta al
color, le caracteriza una paleta nítida y de tonos brillantes. Sus colores son
limpios y preferentemente fríos. Hay un marcado predominio de los tonos azulados.
Asunción. Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
Los vestidos se despliegan
con holgura y amplitud, con lo que los personajes adquieren monumentalidad y
grandeza. Las telas se pintan con tonos uniformes, diferenciándose con colores
distintos –en orden a guardar el debido relieve y evitar la confusión– el haz y
el envés. Una estrecha cenefa, bordada con hilo de oro, contornea los vestidos;
pese a lo sencillo de su labor, el maestro procura no repetirse en los temas.
Juan de Borgoña usó mucho de este ornato. En determinadas figuras perdura cierta angulosidad
goticista de plegado; pero, en general, predominan los pliegues suaves y
ondulados, plenamente renacentistas. Un plácido reposo y una admirable quietud dominan a
los personajes, lejos de las estridencias y agitaciones de las esculturas y
pinturas manieristas coetáneas.
Las arquitecturas de los
interiores son renacientes. Asoman las arquitecturas renacientes en las escenas
de interiores, pero Vázquez busca afanosamente el aire libre y acomoda las
figuras mejor en el paisaje. Y viene a ser éste el típico paisaje de receta,
más flamenco que italiano: espacios amplios con fondos rocosos y dilatados
valles, inmensas llanuras pobladas de bosquecillos y edificios góticos. Sin
embargo, las arquitecturas de los interiores suelen ser renacentistas. En los
exteriores hallamos normalmente un paisaje flamenquizante, dispuesto en planos
paralelos, con una línea de montañas en el horizonte, árboles copudos, amplia
vegetación y en medio de éste edificios con flechas y empinadas techumbres, de
progenie nórdica. Son también sumamente característicos los cielos con
abundante nubosidad de cúmulos y nimbos, que contribuyen a ensombrecer el
cuadro, todo en flagrante oposición a la claridad castellana. No escasean
tampoco los paisajes de aspecto crepuscular. Asimismo, en ocasiones coloca en
los fondos tiras verticales de brocados, sobre los que destacan medias figuras
de santos, especialmente en los bancos de los retablos.
San Bernardo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
San Jerónimo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
La luz del cuadro procede de
la izquierda e incide paralelamente al cuadro, de suerte que las sombras llevan
también esta dirección y la pintura reafirma el efecto de placidez y
mansedumbre.
Los retratos de los donantes
que aparecen junto a los santos en sus composiciones son bastante inexpresivos,
limitándose a repetir un mismo tipo, por lo que no hallamos una voluntad
decidida de captar el parecido físico y mucho menos el carácter de los
retratados.
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: El pintor Antonio Vázquez, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
- L. F. P.: “El autor del retablo de los Virués de Santa María de Nieva”, Estudios Segovianos, tomo I, 1949, pp. 113-114.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Pinturas inéditas de Antonio Vázquez”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo XXL, 1959, p. 179.
- CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María: “Antonio Vázquez (nuevos comentarios y obras), B.S.A.A., tomo XXXVI, 1970, pp. 193-204.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: “Tablas inéditas de Antonio Vázquez”, B.S.A.A., tomo XLVII, 1981, pp. 441-443.
- BRASAS EGIDO, José Carlos: “Antonio Vázquez: Nuevas obras y algunas precisiones (A manera de “Addenda”)”, B.S.A.A., tomo LI, 1985, pp. 467-474.
- BRASAS EGIDO, José Carlos: “Antonio Vázquez: reflexiones sobre su pintura a propósito de dos nuevas obras”, Academia: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, núm. 76, 1993, pp. 513-522.
Enhorabuena por tu trabajo, tienes un blog fantástico. Quería añadir que el retablo mayor de Torrescárcela cuenta con cuatro pinturas en el banco que están atribuidas a Antonio Vázquez. Una de ellas es una representación de la misa de San Gregorio, que guarda un inmenso parecido con la tabla del Museo de Valladolid.
ResponderEliminarJ ai une ancienne toile signé ( A vazquez ) avez vous une idée a son signature?
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