lunes, 21 de agosto de 2017

EXPOSICIÓN: EMILIANO BARRAL. El animador de la piedra


El verano es la mejor época del año para hacer turismo y conocer y callejear por las ciudades. Hoy os propongo la visita a Segovia, ciudad bella donde las haya y llena de arte e historia por los cuatro costados. Una vez allí no podéis por menos que acercaros al Museo de Segovia, ubicado en la llamada Casa del Sol, para disfrutar de la magnífica exposición dedicada a uno de los escultores españoles más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX: el sepulvedano Emiliano Barral (1896-1936). La exposición en cuestión, titulada “Emiliano Barral. El animador de la piedra”, se programó para los meses de abril y junio, sin embargo, tenemos la suerte de que ha sido prorrogada hasta septiembre.
No es la primera vez que hablamos de Barral en el blog, ya que tratamos someramente sobre su vida al hablar sobre el Monumento al poeta Núñez de Arce que labró en 1923 para el Campo Grande de Valladolid. También para nuestra ciudad esculpió el Monumento a Leopoldo Cano (1936), el cual fue destruido a los pocos meses por los fascistas y sus simpatizantes. Sin embargo, aún se conserva algún resto de este monumento, titulado “La frontera” en alusión a un poema del ilustre bate vallisoletano, en el patio del Museo Nacional de Escultura. Barral fue un escultor autodidacta que representó el “realismo antiacademicista” de comienzos del siglo XX; asimismo, junto a Francisco Pérez Mateo (1903-1936), se le incluye entre los grandes exponentes de la Nueva Objetividad española.

Autorretrato (h. 1934)
Mi madre en 1922 (1922)
Sacristán de Sepúlveda (Tío Juan) (h. 1918)
A Barral el oficio le venía de familia ya que fue nieto de dos maestros de obras, Miguel y Guillermo; y asimismo su padre, Isidro, fue cantero. Además, sus padres, Isidro Barral e Isabel López, le dieron otros tres hermanos que se dedicaron a la escultura, y con los cuales colaboró en numerosas ocasiones: Pedro –el único que no sufrió el exilio–, Martín –que se estableció en Río de Janeiro– y Alberto (Gelasio) –pasó su vida en la Córdoba argentina–. Ellas, Manuela, Luz y Paz.
A los seis años Emiliano ya ayudaba a los trabajadores del taller de cantería de su padre, donde se hacían mausoleos y panteones. Por entonces también modelaba el barro, una arcilla floja que recogía en La Carchena junto a sus amigos y hacía figuritas. A los trece realizó un busto a su madre, y fue precisamente dentro de este campo, el de los bustos, en el que sobresalió a lo largo de su escasa producción. Muchos han sido los denominados “escultores de los bustos”, como el madrileño-vallisoletano Ángel Díaz, y de hecho ha sido uno de los géneros más populares a lo largo de la escultura del siglo XIX y comienzos del XX; sin embargo, algo tienen los bustos salidos de las manos de Barral que los hace diferentes y especiales, e incluso me atrevería a decir que icónicos y emotivos.

Mercedes de Cáceres (1923)
Fernando Arranz (h. 1920)
Julián María Otero (1919)
La exposición consta de unos 25-30 bustos realizados en diferentes materiales, algunos de los cuales sirvieron para colocar en monumentos, como son los casos del de Daniel Zuloaga y el de Antonio Machado; el resto, la mayoría, fueron encargos privados.
La práctica totalidad de estos retratos los talló/esculpió en el llamado “taller de Arranz”, que posteriormente fue el suyo. “El taller que el ceramista Fernando Arranz tenía en la antigua nave de San Gregorio acogía una docena de personas. En la nave, junto a un piano alquilado, unos pocos muebles viejos, a la par que montones de barro amasado y bloque de granito rosa, en un fogón de encina puesto sobre una mesa destartalada, hervía todas las tardes, de tres a cuatro, un buen puchero de café (…) y sin que nada alterara el trabajo del ceramista, allí se oía música, se solicitaban poemas, se leía la Revista de Occidente y se discutía sobre arte. Cuando la tertulia se animaba, exclamaba ingenuamente Emiliano Barral: esto es un taller del Renacimiento” (Cardenal de Iracheta, 1949). Esta galería de retratos representa en su mayoría a aquellos miembros de la tertulia de San Gregorio y que después se prolongaba en el café La Unión, integrada por intelectuales y artistas del monumento: Antonio Machado, Blas Zambrano, Julián María Otero, Ignacio Carral, Eugenio de la Torre, Mariano Grau, o el propio Arranz. Además, hay otros tantos retratos femeninos relacionados con los personajes de la tertulia, como Mercedes de Cáceres, Cecilia Herrero o Gumersinda Olalla. Asimismo, también hay retratos de personas de su familia, como su madre, e incluso de ilustres personajes de la historia de España, caso del busto de Pablo Iglesias Posse, fundador del Partido Socialista Obrero Español y al cual realizó un suntuoso mausoleo, así como numerosas reproducciones de su cabeza.

Pablo Iglesias (h. 1923)
Busto de Daniel Zuloaga (1924)
En la personalidad de Barral hay rasgos que determinan su forma de hacer y por tanto su obra. Uno es la talla directa de la piedra, la sobriedad, las aristas marcadas y el trabajo del volumen a partir de planos. El otro, la sinceridad y el vigor expresivo. Un trabajo de la piedra espontáneo y directo, que procede de su formación como cantero, una técnica con la que consigue dotar a la piedra de ásperas texturas, pero también de primorosos pulidos, una técnica que nos dice de un escultor no sometido a la rigidez y servidumbre de la saca de puntos –técnica que permitía al artista abandonar la obra en manos de segundos–, sino que abarca toda la ejecución de la misma. Una forma de hacer, por tanto, mucho más lenta en el proceso.
La talla directa era reivindicada por los escultores realistas. Suponía la superación de artificios académicos muy enraizados y la vuelta a la pureza de la escultura, donde el artista da lo mejor de sí mismo, fundiéndose con la piedra, extrayendo de ella no solo las formas por él pensadas, sino todas las que materia le sugiere, piedras duras, generalmente, granitos y basaltos, aunque también bloques de yeso y cemento. Una estatua concebida en barro se convierte indistintamente en mármol o en bronce, una escultura “sentida” en piedra desde su nacimiento. Su ilusión es avanzar con los cinceles y el mazo de hierro hacia el trozo informe de caliza, de cuarzo y aún de granito, e ir humanizando y espiritualizando su cuerpo duro.

El arquitecto del Acueducto (1923)
Antonio Machado (1920)
El empleo de la talla directa no le supuso, sin embargo, desdeñar el modelado: Barral modelaba sin palillos, con las uñas y las yemas de los dedos, otorgando a la obra formas soberbias, recias y vibrantes. Sin embargo, para él, modelar el barro no agudiza la emoción. El barro, como la madera, es susceptible de rectificación. El hierro se subsana. La piedra es, sin embargo, inflexible. Y a ella hay que entregarse absolutamente, dice Barral.
Finalizamos esta breve reseña con el poema que le dedicó su amigo Antonio Machado, quien en los últimos días parece estar de moda por motivos ajenos a su obra #YoEstoyConMachado:
… y tu cincel me esculpía
en una piedra rosada,
que lleva una aurora fría
eternamente encantada
Antonio Machado
Al escultor Emiliano Barral, 1922.

1 comentario:

  1. Del gran Barral tenemos en Valladolid el monumento a Núñez de Arce en el Campo Grande, más un torso en el jardín del Museo Nacional de Escultura. Pudimos haber tenido un conjunto muy trabajado dedicado a Leopoldo Cano en la Plaza de la Libertad, pero los insurrectos de julio de 1936 se lo cargaron (el torso citado procede de esa obra perdida)

    https://elpaseantevallisoletano.blogspot.com.es/search/label/Emiliano%20Barral

    https://elpaseantevallisoletano.blogspot.com.es/2016/10/la-lira-de-nunez-de-arce-tallada-por.html

    Se agradece la sensibilidad que tienes sobre el arte y sobre la difusión del patrimonio a través de tu blog. Un saludo.

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