Después
de este periodo en el que el blog ha estado de “vacaciones”, volvemos con más fuerza que nunca recuperando un texto que
publicó a comienzos de los años 80 mi profesor y tutor de tesis Jesús María
Parrado del Olmo. El texto es un perfecto viaje por la escultura renacentista
vallisoletana. En los últimos años se podría
matizar algo sobre determinados artistas (como así se ha hecho en lo que refiere al romanismo, para lo que se ha usado un libro de Luis Vasallo), pero por lo general sigue siendo un
texto de total actualidad. Tan solo señalar que en algunos casos he introducido
ligeras matizaciones, pero muy mínimas. También me gustaría señalaros que como
la trayectoria de este blog ya va siendo amplia puesto algunas de las obras que
se citan a lo largo del texto ya las hemos tratado, por lo cual si pincháis enellas os llevará directamente a ver su estudio en
profundidad. Nada más, espero que disfrutéis de esta época gloriosa de la
escultura vallisoletana, no muchas escuelas (por no decir ninguna) se pueden
permitir tener en un lapso de pocos años a “gigantes” como Alonso Berruguete,
Juan de Juni, Francisco Giralte, Gaspar Becerra, Juan de Anchieta o Pompeyo
Leoni trabajando en su ciudad.
A- EL PRIMER CUARTO DE
SIGLO
El
desarrollo de la escultura española tiene en gran parte su razón de ser en la
evolución del foco vallisoletano, al menos desde el segundo cuarto de siglo. De
ahí que la importancia estética del taller vallisoletano sea primordial en lo
referente a este arte. Se ha señalado como durante el primer cuarto de siglo no
existe una escultura propia de Valladolid, siendo entonces Burgos, y su
subsidiaria Palencia. Las ciudades que nutren a Valladolid de las necesidades
escultóricas. En otros casos, especialmente en torno a 1500, también se recurre
a las importaciones flamencas. En todos estos casos se advierte la adscripción
a formas góticas, de progenie norteña, sin el menor atisbo de ideales
renacentistas, aunque puedan tener una gran calidad estética en sí, pues se
acude a maestros de primera línea.
En
el primer caso, destacan las obras en torno a la decoración del convento de San Pablo, que eran tasadas en 1501 y
que habían sido ejecutadas por el burgalés Simón de Colonia, o el desaparecido retablo del Colegio de San
Gregorio, contratado por los burgaleses Diego de la Cruz y Gi de Siloé. En
el caso de obras importadas destacan sobre todo las flamencas, en relación con
los contactos existentes con aquella nación. De finales del siglo XV será el retablo del Descendimiento del convento de San Francisco, hoy en el Museo Nacional de Escultura, procedente de
talleres bruselenses en torno a Jan Borman, que es una buena obra en blanco,
esto es, sin policromía, que delata por su dramatismo y el gusto por los
detalles su filiación norteña. Otro retablo que presenta marcas del taller de
Amberes es el de la capilla de San Juan Bautista en la iglesia del Salvador, de escultura y pintura, cuya labor
escultórica en el banco es posible que se realice en el taller burgalés de
Francisco de Colonia. Otro retablo importado tiene una distinta filiación, que
puede advertirnos de una temprana preocupación por los ideales renacentistas en
Valladolid; se trata del retablo en mayólica (es decir, en cerámica vidriada y
policromada) que procedente del taller florentino de los Della Robbia existió en la capilla mayor de la iglesia de Santiago.
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TALLER DE AMBERES. Retablo del Descendimiento (c. 1515-1520). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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TALLER DE AMBERES. Retablo de San Juan Bautista (c. 1500). Iglesia del Salvador. Valladolid |
No
podemos olvidar que desde finales de siglo está trabajando en Burgos Felipe
Bigarny, maestro borgoñón que trae ya formas renacientes que se expansionan
rápidamente a través de toda Castilla. Bigarny anda por Valladolid en estos
años de comienzos de siglo, dejando parte de sus enseñanzas en los modestos
talleres locales. Por otro lado, en 1495 se estaba haciendo el desaparecido retablo de la capilla del Colegio de Santa
Cruz, según trazas de Lorenzo Vázquez de Segovia y ejecutado por el maestro
Pedro de Guadalupe. Este último se considera como el primero renaciente
fabricado en España, tras su desaparición ese honor le corresponde al mayor de
la catedral de Palencia.
PEDRO
DE GUADALUPE (c.1470-c.1531)
Es
el único maestro vallisoletano que alcanza importancia en este momento. Nacido
hacia 1470, pronto alcanza gran predicamento su labor, como lo muestra la
temprana obra del retablo del Cardenal Mendoza en su colegio vallisoletano. En
1504 contrataba el ensamblaje del retablo mayor de la catedral de Palencia,
obra ya plenamente renacentista por su decoración y estructura, en la que debió
de existir una fuerte influencia bigarnista. Siguió trabajando para Palencia en
años siguientes, mezclando lo renaciente con el gótico, como se aprecia en la
sillería de esta catedral. También realizó el primitivo retablo de la colegiata de Valladolid que tras diversos traslados se encuentra actualmente en Amusquillo. Después participaría en el taller de Berruguete,
muriendo en torno a 1530-1531, cuando ya las formas estéticas del Renacimiento
tomaban otra dirección más avanzada de la mano del maestro de Paredes de Nava.
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PEDRO DE GUADALUPE (ensamblaje). Antiguo retablo mayor de la colegiata de Valladolid, hoy en Amusquillo (c. 1520) |
B- LA ETAPA CENTRAL DE LA
CENTURIA
Con
la llegada de Carlos V al poder, Valladolid aumenta su peso en el panorama
español, y con ello se dispone a aportar un campo fecundo al comercio
suntuario, y al artístico en particular, al amparo de la potente clientela
establecida. Aún seguirá habiendo acción de artistas burgaleses o de formación
bigarnista en Valladolid. Entre 1525-1528 se realiza la sillería capitular del Monasterio de San Benito. La Congregación de
San Benito, de Valladolid, a la que pertenecían casi todos los monasterios
benedictinos españoles, decide hacer una magnífica sillería para los Capítulos
Generales que se celebran en el monasterio vallisoletano como casa madre de la
Congregación. Cada abadía había de pagar sus correspondientes sitiales alto y
bajo. El superior va coronado con el escudo policromado de la abadía
correspondiente y en el respaldo hay un relieve representando al patrón o
fundador respectivo. Las sillas bajas tienen en sus respaldos, pasajes de la
vida de Jesucristo desde su Encarnación hasta su Ascensión a los cielos y no
son de tanto mérito como las altas. En el conjunto se ve que han trabajo varias
manos, si bien fundamentalmente, es obra del especialista en talla de sillerías
ANDRÉS DE NÁJERA, autor del presidencial sitial vallisoletano, auxiliado en la
imaginería por diversos maestros, entre los cuales destaca el imaginero GUILLÉN
DE HOLANDA. San Juan de Burgos encargó su silla a otro escultor burgalés de
primer orden, DIEGO DE SILOE (c.1495-1563), a quien se deberá el relieve del
titular, en la silla alta, y el de la decapitación del Bautista, en la parte
baja. El armonioso conjunto, con sus grutescos y labores de fina ejecución a la
italiana, manifiesta el triunfo del Renacimiento en Valladolid. Pero sin duda,
la gran novedad de la escultura vallisoletana y el maestro que la lanza al primer
plano de la creación es Alonso Berruguete.
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ANDRÉS DE NÁJERA Y OTROS. Sillería del Monasterio de San Benito (1525-1528). Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía procedente de http://ceres.mcu.es |
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Panel de la Degollación de San Juan Bautista realizada por Diego de Siloé para representar al convento de San Juan de Burgos |
ALONSO
BERRUGUETE (c.1490-1561)
Nacido
en Paredes de Nava (Palencia) hacia 1488, se forma en Italia en torno a los
grandes maestros, recibiendo de ellos el legado del arte del Cinquecento. El
profesor Azcárate ha fijado estas relaciones, especialmente con Leonardo,
Miguel Ángel y el primer manierismo florentino, al que creemos hay que añadir
un claro contacto con el taller romano de Rafael. Durante su etapa en Roma le
influyó decisivamente el “Laocoonte”, tal es así que el escritor y pintor
vanguardista José Moreno Villa dijo de él que “Alonso Berruguete no es hijo de Pedro Berruguete, sino del Laocoonte”.
La
primera mención documental de Berruguete en Valladolid data de 1523, pero
creemos que vendría antes, teniendo en cuenta que, llegado a España hacia 1517,
a partir del año siguiente figura en el séquito de Carlos I con el tratamiento
de “pintor del rey”.
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ALONSO BERRUGUETE. Ecce Homo procedente del retablo de la Mejorada (1523-1526). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
Su
arte es innovador para la Castilla del momento, pues no se basa en el cultivo
de un arte dedicado a la belleza ideal y a la técnica escrupulosa, como Bigarny
había implantado, sino que es un arte basado en el manierismo florentino,
movimiento artístico de fuerte contenido intelectual, revulsivo y opuesto a la
estética tradicional de fuerte contenido intelectual, revulsivo y opuesto a la
estética tradicional de los grandes maestros. El desequilibrio de las
composiciones, el canon alargado de sus figuras, la composición de “serpentinata”,
es decir, buscando el ritmo de la curva y la contra curva, serán usuales en el
maestro, en relación con las notas aprendidas en Italia. Junto a ello, el
movimiento, de raíz miguelangelesca, que Berruguete convierte en un dinamismo
trepidante, fogoso, que, para Azcárate, lo acerca a los símbolos místicos
contemporáneos. Pero en oposición al manierismo italiano, Berruguete no es anti
vitalista en sus actitudes, sino que infunde una fuerte expresividad dramática,
a veces angustiosa, lo que le permitía ser asimilado por la mentalidad
religiosa de la ciudad impregnada de un sentimentalismo aún gótico.
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Reconstrucción hipotética del retablo mayor del monasterio de San Benito el Real de Valladolid realizada por Constantino Candeira y pintada por Mariano Cossío. Fotografía tomada de http://domuspucelae.blogspot.com.es |
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Parte del retablo mayor del monasterio de San Benito el Real (1527-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
Pronto
el artista gana privilegios del Emperador, entre los que destaca su
nombramiento de escribano del crimen en la Real Audiencia y Chancillería (1 de
octubre de 1523), que no podrá atender, motivo por el cual, recusado por la
institución, se ve obligado a renunciar al cargo en 1542. El prestigio de su
obra gana en adeptos, de forma que el abad del Monasterio de San Benito acepta
el retablo mayor de este monasterio,
pese a que los tasadores ponían ciertos reparos en la ejecución del mismo. En
1539 el tratadista Cristóbal de Villalón le dedica un elogio superlativo, y en
1548 Francisco de Holanda le incluye entre las “águilas” del Renacimiento
español. En todos los pleitos de artífices vallisoletanos de mediados de siglo
sale siempre a relucir la primacía de su arte con respecto a los demás. El
artista trabaja para Valladolid y para lugares cercanos, al tiempo que, a
partir de 1539, comienza una frecuente estancia en Toledo, patrocinado por el
Cardenal Tavera, llegando a trabajar para un punto distante, como el retablo mayor de Santiago de Cáceres,
que fue realizado en su taller vallisoletano. En Toledo ejecutará la sillería del coro de la catedral, junto
a Bigarny (1539-1542); la silla
arzobispal, el retablo de Santa
Úrsula y el sepulcro del Cardenal
Tavera, obra que se termina tras su muerte.
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ALONSO BERRUGUETE Y FELIPE BIGARNY. Sillería del coro (1539-1542). Catedral. Toledo |
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ALONSO BERRUGUETE. Grupo de la Transfiguración que corona la silla arzobispal (1548). Catedral. Toledo |
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ALONSO BERRUGUETE. Sepulcro del cardenal Tavera (1554-1561). Hospital Tavera. Toledo. Fotografía tomada de https://www.tomasbartolome.com |
Berruguete
trae a Valladolid otro rasgo importante para el desarrollo escultórico, como es
la organización racional del taller, en el que agrupa a oficiales de técnica
reconocida, que se prestan a llevar a la madera, el alabastro o el mármol, sus
creaciones “mentales”, en dibujo, cera o escayola. Este desarrollo lleva
implícito una división entre creación intelectual de la obra y ejecución
práctica, que origina fallos técnicos en sus obras (“chapucerías”, según los
críticos), motivados por la falta de armonía entre sus ideales estéticos y la
marcha cansina y retardada de sus colaboradores de taller, que no terminan de
comprender las pesquisas estéticas del maestro. Con todo, Berruguete no es una
mera gloria regional, sino un gran genio de la mejor escultura española.
JUAN
DE JUNI (1506-1577)
Nacido
en Joigny (Francia), Juan de Juni llega a Valladolid en torno a 1540. Sus
etapas y estilos han sido estudiados ampliamente por el profesor Martín
González. De origen francés, probablemente borgoñón, Juni trae al patetismo y
la abundancia de paños del gran maestro borgoñón Claus Sluter, así como
técnicas e iconografías allí usadas, como el barro cocido y los Entierros de
Cristo. Después pasó a Italia, en donde le influyen maestros del siglo XV, como
Della Quercia, Donatello y la escuela de barros cocidos del Norte (Guido
Mazzoni y Nicolo dell´Arca, entre otros), de los que capta el amplio sentido de
las masas, las composiciones perpectivistas de los relieves, y en el caso de la
última escuela, revitalizan su gusto por la técnica del barro y las
iconografías de los Entierros de Cristo, así como el gusto por las actitudes
patéticas y el fuerte expresionismo de los rostros. Al mismo tiempo recibe
fuertes influjos de maestros del siglo XVI como Rustici o Miguel Ángel, de
quien sigue más fielmente el canon humano que Berruguete, siendo también
fundamentales, en su obra futura, las sugerencias aportadas por la escultura
antigua del Laocoonte. También el manierismo le sugiere un retorcimiento y
alambicamiento de los cuerpos, una angustia espacial, que serán notas
predominantes en su estilo. Todos estos rasgos se alían en su obra para crear
escenas y figuras en las que la expresión dramática, el movimiento y la fuerza
interior, protagonizan sus composiciones, lo que le acerca a la mentalidad
implantada por Berruguete y permitirán su pronta asimilación por los patronos
castellanos. Pero al mismo tiempo se aleja de éste por su mayor realismo, su
mayor concreción volumétrica y por su técnica más escrupulosa, que convierten a
su obra en objetos menos abstractos, menos intelectualizados, y, por lo tanto,
más fácilmente asimilables, lo que explicará que a partir de mediados de siglo
su escultura tenga más seguidores que la de Berruguete.
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JUAN DE JUNI. El Entierro de Cristo (1541-1544). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
Llegado
a España se establece en León, y tras cortas estancias en Villalón, Medina de
Rioseco y Salamanca, al fin, en 1540, consigue el que debía de ser su afán
artístico: venir a Valladolid, en donde los talleres escultóricos trabajaban a
mayor ritmo que en ninguna parte. Se le había encargado el Entierro de Cristo para la capilla de fray Antonio de Guevara, en el
convento de San Francisco, hoy en el Museo Nacional de Escultura. El hondo
sentimiento de la obra, la disposición casi naturalista de personajes, que
anticipan los “pasos” de Semana Santa vallisoletanos, y el lujo de vestiduras,
piedras preciosas y demás adornos creados por la brillante policromía, debieron
de admirar a la ciudad, que no habían conocido nada igual hasta aquel momento.
Sin embargo, no fue fácil su introducción en el ambiente de la ciudad, puesto
que tuvo que soportar el pleito del retablo de la Antigua, pero al final su
categoría y la postura favorable de Berruguete permitirán que se convierta en
el mayor protagonista del taller vallisoletano.
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JUAN DE JUNI. Retablo de Santa María la Antigua (1545-1562). Catedral. Valladolid |
Con
el retablo mayor de la iglesia de Santa María de la Antigua comienza su periodo central, en el que se dulcifican
más las formas, y sus retablos, de corte manierista, alcanzan el mayor grado de
decoración, atractiva por su lujo para la elegante sociedad de su tiempo. De
este momento son sus retablos de la Antigua (hoy en la Catedral), de la catedral de Burgo de Osma y el de la capilla de los Benavente en Santa María de
Medina de Rioseco. Como se ve, desde su taller comienza también a haber una
expansión de obras hacia puntos limítrofes, que será continuada en momentos
posteriores. Las exigencias de los maestros u otras causas le fuerzan aún a
contratar algunas obras con otros maestros: el retablo de Burgo de Osma, con el
burgalés Juan Picardo. Y el retablo de la capilla de doña Francisca de Villafañe en el Monasterio de San Benito, con
Inocencio Berruguete, quizá por una concesión al taller de seguidores de
Berruguete.
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JUAN DE JUNI. Retablo de la capilla de los Benavente (1557-1559). Iglesia de Santa María. Medina de Rioseco (Valladolid) |
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JUAN DE JUNI E ¿INOCENCIO BERRUGUETE?. Retablo de San Juan Bautista (1551-1570). Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotomontaje tomado de http://ceres.mcu.es |
En
la década de los sesenta y hasta su fallecimiento, su arte se hace más reposado
y sus composiciones buscan más los ritmos elegantes que las distorsiones de los
periodos anteriores. Hay en su obra de este momento una concesión a los nuevos
gustos del manierismo romanista, implantados por estas fechas en Valladolid, de
la mano de Gaspar Becerra. Su hijo, Isaac de Juni, colabora activamente en sus
encargos, y llega a terminar aquellos dejados inacabados a la muerte del
maestro. Destacan en esta última etapa, el retablo de la capilla de los Alderete en la iglesia de San Antolín de Tordesillas;
el retablo de San Francisco del convento de Santa Isabel de Valladolid; el Santo Entierro de la catedral de Segovia, su obra maestra de este periodo; el retablo de los Ávila Monroy en Arévalo,
entre otras obras abundantes. La muerte le sorprende iniciando el retablo mayor de Santa María en Medina de
Rioseco.
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JUAN DE JUNI. Retablo de San Francisco (c. 1560). Convento de Santa Isabel. Valladolid |
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JUAN DE JUNI. Retablo del Santo Sepulcro (1565-1571). Catedral. Segovia |
OTROS
MAESTROS DE ESTE PERIODO
Junto
a los dos grandes creadores se desarrollan también otros talleres secundarios,
en los que trabajan maestros de segunda importancia. Estos artistas debían de
colaborar también en los de los grandes maestros cuando las necesidades de
terminación rápida de sus obras así lo requerían.
Berruguete
tuvo un taller muy grande, en el que participan artistas palentinos, que luego
expansionan su estilo por esta diócesis, tales como JUAN DE CAMBRAY o FRANCISCO
GIRALTE (¿1510?-1576). Este tuvo un papel primordial en el pleito de Juni por
el retablo de la Antigua, y de él conservamos una obra excelente: el retablo de la capilla del doctor Corral en la iglesia de la Magdalena, en el que la influencia de su maestro ya acepta
algunos rasgos de su rival, Juni, en la técnica del relieve. También participa
de su estilo el entallador GASPAR DE TORDESILLAS, muy activo en Valladolid y su
comarca, ejecutando retablos para
Simancas, San Martín de Valvení y Tordesillas, y en la misma ciudad
colabora con Juni en el retablo de San
Antonio en el Monasterio de San Benito el Real. Este maestro consta estar
trabajando en 1536 en la localidad guipuzcoana de Oñate, sirviendo de
introductor de las formas de Berruguete en el norte. Junto a Tordesillas está
trabajando su yerno, FRANCISCO VELASCO, quien colabora en sus encargos, y que,
junto con otros maestros vallisoletanos, aparece contratando el retablo de San Francisco de Talavera de la
Reina.
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FRANCISCO GIRALTE. Retablo de la capilla del doctor Corral (c. 1547). Iglesia de la Magdalena. Valladolid |
Un
caso aparte presenta INOCENCIO BERRUGUETE (c.1520-c.1575), sobrino de Alonso,
quien debió de formarse en el taller de su tío, con quien consta colabora en la
obra de la sillería de la catedral de Toledo. Muchas de sus obras se han
perdido, como el sepulcro de don Pedro
González de León y de su mujer, o el retablo
del convento de la Trinidad Calzada. En 1551 estaba colaborando con Juni en
el referido retablo de doña Francisca de
Villafañe, y las esculturas e él debidas, Santa Elena y San Jerónimo,
muestran una total copia cansina del estilo de éste. Otras obras, como el
retablo mayor de Simancas, de 1562, en colaboración con JUAN DE ANCHIETA
(c.1462-1523) y JUAN BAUTISTA BELTRÁN, ya está cercano al manierismo romanista
de Becerra. Este último maestro debía de haberse formado en el taller de Juni,
a juzgar por los contactos existentes entre ambos. También se forma con él Juan
de Anchieta, que expansiona su estilo por el País Vasco. Este maestro colabora
en el gran retablo de Santa Clara, de
Briviesca.
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PEDRO LÓPEZ DE GÁMIZ Y JUAN DE ANCHIETA. Retablo mayor (1551-1569). Convento de Santa Clara. Briviesca (Burgos). Fotografía tomada de http://diegovilla1940.blogspot.com.es |
C- EL ÚLTIMO TERCIO DE
SIGLO. EL GRAN TALLER
Si
el estilo de Berruguete y de Juni presenta una recia personalidad individual y
sus formas expresivas y movidas indican un periodo de fuerte originalidad, en
este último momento la situación varía. El estilo se va a hacer académico e
impersonal, convirtiéndose en un foco de manierismo romanista, que copia las composiciones
ampulosas y los tipos gigantes de Miguel Ángel, pero quitándolos expresividad.
Las iconografías pierden individualidad y se convierten en fríos prototipos de
belleza académica, mientras que los artistas del momento se copian unos a
otros, hasta el punto de plantearnos serias dudas las atribuciones de obras que
no están documentadas, por la proximidad de estilo entre unos y otros maestros.
El gran taller del periodo será el de Esteban Jordán, pero las colaboraciones
entre maestros son tan abundantes, que se puede afirmar que Valladolid se ha
convertido en un único y gran taller del que participan todos sus escultores.
Ya Juni tenía rasgos de su estilo, como las amplias masas y el sentido concreto
de la realidad, que preconizaban esta evolución posterior. Pero el maestro que
trae esta nueva forma de concepción de la escultura es Gaspar Becerra.
GASPAR
BECERRA (1520-1568)
Tras
formarse en Italia, en donde colabora nada menos que con el discípulo de Miguel
Ángel, Vasari, en la decoración del romano Palacio de la Cancillería, con
escenas del Papa Paulo III, Becerra aparece en 1557 en España, eligiendo
Valladolid para asentarse, tanto por motivos familiares (su mujer era de
Tordesillas) como por ser la ciudad del Pisuerga el centro artístico más pujante
de España. Aunque hasta su muerte se consideró vecino de Valladolid, aquí
residió realmente pocos años, pues en 1562 trabaja en El Pardo y en Madrid al
servicio de Felipe II, pero fueron suficientes para que su estilo escultórico,
del cual la única obra conservada es el magnífico retablo mayor de la
catedral de Astorga (1558-1562), se convirtiera en la nueva directriz del
taller vallisoletano. El titanismo de sus figuras, idealizadas, de muy buena
técnica, excesivamente correctas, pero algo frías, va a ser la característica
de su obra, que introduce en Castilla el reposado manierismo romano, y que los
demás maestros del momento repetirán de continuo. La corrección de Becerra era
más fácil de imitar que la genialidad y la inspiración de Berruguete y Juni. Esta
nueva estética era la más adecuada para la sociedad de la segunda mitad del
siglo XVI, conformada en el espíritu del Concilio de Trento.
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GASPAR BECERRA. Retablo mayor (1558-1562). Catedral. Astorga (León) |
La
marcha de Anchieta a Briviesca en 1566, aunque volviera ocasionalmente a
Valladolid, y la afirmación del romanismo becerresco de Esteban Jordán a partir
de la década de 1570 limitaron la influencia del vasco sobre los escultores de
la villa del Pisuerga. Quien estaba llamado a convertirse en el heredero
natural de Juan de Juni y a regentar la escultura vallisoletana durante el
último tercio del siglo XVI quedó reducido a una nota aislada, diluido entre
los oficiales del francés o postergado en obras secundarias de ámbito natural.
ESTEBAN
JORDÁN (c-1530-1598)
También
avecindado en Valladolid. Esteban Jordán es el gran contratante de obras en
este periodo, si bien estuvo desplazado en la década de los 60 cuando Anchieta
residía en la ciudad. Fuese por sus ocupaciones en el arzobispado toledano o
por la dificultad para competir con Anchieta, lo cierto es que Jordán sólo comienza
a contratar obra en abundancia en la villa del Pisuerga a partir de 1571, con
el vasco lejos de ella. Debió relacionarse al principio con Berruguete, pues
estaba casado en primeras nupcias con una sobrina suya, si bien el estilo de
sus primeros trabajos es manifiestamente juniano. A estas influencias primeras
se superpone el manierismo de Becerra, que va a ser su auténtica guía estética.
Esta
orientación manierista se aprecia ya en el retablo mayor de
Santa Eulalia de Paredes de Nava, en el que colabora con su cuñado
Inocencio Berruguete, pero sobre todo en sus obras del decenio 1570-1580, como
el retablo del
Calvario en el convento de la Magdalena de Medina del Campo; el retablo mayor de la
iglesia de la Magdalena de Valladolid, una de sus obras más
representativas; la estatua
yacente de don Pedro Lagasca en la misma iglesia y el trascoro de la
catedral de León, donde el gusto por la monumentalidad y una ejecución
correcta pero fría y un tanto desvitalizada son evidentes. Mayor equilibrio
tiene el “Cristo de Burgos”
que, procedente de la desaparecida iglesia de San Antón, es venerado en el
Santuario Nacional de Valladolid.
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ESTEBAN JORDÁN. Retablo del Calvario (1571). Convento de Santa María Magdalena. Medina del Campo (Valladolid) |
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ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor (1571). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid |
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ESTEBAN JORDÁN. Retablo del Cristo de "Burgos" (c. 1572-1574). Santuario Nacional. Valladolid |
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ESTEBAN JORDÁN. Escultura funeraria de Pedro Lagasca (1571). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid |
Otras
obras para Valladolid y su provincia, entre las que sobresalen el bulto orante del
sepulcro del Arzobispo de Santiago don Alonso de Velázquez en Tudela de Duero;
el retablo mayor
del convento de Sancti Spiritus de Valladolid; la continuación del retablo de Santa
María de Medina de Rioseco, trazado por Becerra e iniciado por Juni; y el retablo mayor de la
iglesia de Santa María de Alaejos, quizá su mejor obra, culminan con el
desaparecido retablo
mayor del monasterio de Montserrat, encargo real que le moverá a titularse
con orgullo “escultor del rey”. El número de sus obras fue tan inmenso que le
convirtieron en un hombre acaudalado.
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ESTEBAN JORDÁN. Sepulcro de don Alonso de Velázquez, arzobispo de Santiago. Iglesia de la Asunción. Tudela de Duero (Valladolid) |
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ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor. Convento de Sancti Spiritus. Valladolid |
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ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor (1589-1600). Iglesia de Santa María. Alaejos (Valladolid). Terminadoa su muerte por Cristóbal Velázquez y Francisco Rincón |
OTROS
ESCULTORES
En
torno a Jordán se mueve un grupo de escultores de características eclécticas,
que suelen colaborar entre sí. Destacan el juniano FRANCISCO DE LA MAZA
(c.1540-1585), el de mayor calidad del grupo, autor del bello retablo de la Piedad
de la iglesia del Salvador de Simancas, y del gran retablo de Villabáñez.
Se le viene atribuyendo el Cristo de las
Mercedes de la iglesia de Santiago de Valladolid, aunque en ocasiones
se ha relacionado con el círculo de Pompeyo Leoni.
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FRANCISCO DE LA MAZA. Retablo de la Piedad (1571). Iglesia del Salvador. Simancas (Valladolid) |
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¿FRANCISCO DE LA MAZA?. Cristo de las Mercedes. Iglesia de Santiago. Valladolid |
Nacido
en Meruelo (Trasmiera) no se sabe si vino a Valladolid para formarse o llegó
con el oficio ya aprendido. En la villa del Pisuerga se relacionó con Juan de
Juni, Bautista Beltrán, para el que actuó como testigo de su testamento, y con
Anchieta, con el que mantenía una relación de confianza. Escultor muy personal
y con mucho oficio permaneció siempre en un discreto segundo plano tras las
figuras señeras de Juni y Jordán en contratos destinados a las localidades del
entorno vallisoletano. Sus escasas obras documentadas y existentes en madera
como el retablo de
Villabáñez, los de Torrelobatón y Tudela de Duero
junto a Manuel Álvarez, el tablero de la Piedad
de Simancas, la Virgen
con el Niño de Villavieja del Cerro o el retablo de la capilla
de don Suero de Quiñones en el monasterio de Santa María de Nogales, hoy en
la parroquial de la localidad zamorana de Villalverde de Justel, permiten
acercarse a su arte.
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FRANCISCO DE LA MAZA. Retablo mayor (1571-1572). Iglesia de la Asunción. Villabáñez (Valladolid) |
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¿FRANCISCO DE LA MAZA Y ADRIÁN ÁLVAREZ?. Retablo mayor (c. 1577-1580). Iglesia de Santa María. Torrelobatón (Valladolid) |
El
palentino MANUEL ÁLVAREZ (c.1517-c.1587), que deja su tierra para venir a
Valladolid a la expectativa de fecundos encargos. Obra suya fue un retablo para la
Cofradía de Nuestra Señora del Val de Valladolid, hoy desaparecido
salvo la escultura de su titular, conservada en el Santuario Nacional. Hijo de
éste es ADRIÁN ÁLVAREZ (1551-1599), autor del retablo mayor de la
Casa Profesa de los jesuitas de Valladolid, hoy iglesia de San Miguel, con
quien colaboraran otros autores. Dentro del círculo de los Álvarez se sitúan
los retablos
mayores de Tudela de Duero y de Santa
María de Torrelobatón. El primero se ha documentado como obra de Manuel
Álvarez y Francisco de la Maza.
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MANUEL ÁLVAREZ. San Eloy titular del desaparecido retablo de la ermita del Val. Santuario Nacional. Valladolid |
Otros
escultores que trabajan en este momento, como FRANCISCO DE RINCÓN (c.1567-1608)
o PEDRO DE LA CUADRA (c.1572-1629), dejan su obra fundamental en el siglo
siguiente, siendo importantes como enlaces con Gregorio Fernández, cuya gran
personalidad les influirá. La escuela tendrá una prolongación en los primeros
años del siglo siguiente, con el asentamiento de la corte en Valladolid, y la
llegada de Pompeyo Leoni, escultor que trae un gran taller, en torno al cual se
encuentra el innovador Gregorio Fernández.
BIBLIOGRAFÍA
- PARRADO
DEL OLMO, Jesús María: “La escultura, la pintura y las artes menores de
Valladolid en el Renacimiento”. En pp. 182-221. En RIBOT GARCÍA, Luis Antonio
[et al.]: Valladolid,
corazón del mundo hispánico: siglo XVI, Ateneo de Valladolid, Valladolid,
1981.
- VASALLO
TORANZO, Luis: Juan
de Anchieta: aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571),
Universidad de Valladolid, Valladolid, 2012.
Gracias por el artículo doctor. Muy ilustrativo.
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