Con
motivo de la Navidad me gustaría recomendaros un plan muy interesante. Se trata
de una visita a Madrid para ver la serie de magníficas exposiciones que
actualmente alberga. Son legión, por lo que tan solo hablaremos de tres de
ellas que además están próximas a acabar, sin embargo no podéis perderos otras
como la del pintor gótico Bartolomé
Bermejo en el Museo del Prado, la del pintor neoclásico-romántico Rafael Tegeo en el Museo del
Romanticismo, la de Banksy en la
Feria de Madrid, la titulada "París
pese a todo" en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia o la de la genial pintora Art-Déco Tamara de Lempicka en el Palavio
Gaviria. La que no pienso recomendaros es la de Leonardo da Vinci, toda
exposición sin dirección seria y científica no merece la pena.
FARAÓN. Rey de Egipto
CAIXA
FORUM. Del 17 de octubre de 2018 al 20 de enero de 2019. Lunes a Domingo, de 10
a 20 h.
Faraón. Rey de Egipto explora el simbolismo y el ideario de la
monarquía egipcia, al tiempo que se ocultan detrás de los objetos y de las
imágenes que ha dejado como herencia esta antigua civilización.
A
través de las estatuas y los monumentos, los faraones construían con esmero sus
identidades, y proyectaban una imagen idealizada de sí mismos, bien como
guerreros poderosos, proyectores de Egipto contra sus enemigos, bien como
adoradores fervientes de los dioses, intermediarios entre ellos y el resto de
la humanidad. Tras estas representaciones de la realiza, sin embargo, la
realidad era mucho más compleja.
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Cabeza del faraón Mentuhotep II. Arenisca. Dinastía XI. Hacia 2055-2004 a.C. |
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Paleta de Narmer. Limolita. Dinastía I. Hacia 3100-2890 a.C. |
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Capitel de Hathor. Granito rojo. Dinastía XXII (reinado de Osorkon II). Hacia 874-850 a.C. |
Los
gobernantes de esta tierra no fueron siempre hombres: la famosa reina
Hatshepsut, por ejemplo, rigió los destinos de Egipto como faraón entre c. 1472
y 1458 a.C., aunque en los monumentos oficiales apareciera representada casi
siempre como un hombre. Tampoco eran siempre egipcios, los faraones: en épocas
de inestabilidad política y guerra civil, Egipto fue conquistado por potencias
extranjeras, y gobernado por monarcas que rivalizaban entre sí, como los
kushitas de Nubia (el norte del actual Sudán), que una vez dueños del país
formaron la Dinastía XXV (c. 716.-656 a.C.).
Al
margen de su origen, o de que fueran hombres o mujeres, los monarcas se
definían mediante la adopción de símbolos reales; así, por ejemplo, inscribían
sus nombres en cartuchos, o llevaban en la frente el ureo, una figura de cobra
erguida. Si bien algunos faraones fueron objetos de veneración –como Tutmosis
III, que dio su máxima extensión al imperio egipcio, o Amenhotep I, que tras su
muerte fue adorado como un Dios–, otros se vieron condenados al olvido. Fue el
caso de Akhenaton, causante de un profundo trastorno religioso al introducir el
culto al disco solar Atón como único dios nacional.
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Babuino en cuclillas. Cuarcita roja. Dinastía XVIII (reinado de Amenhotep III). Hacia 1390-1352 a.C. |
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Relieve del faraón Osorkon II procedente del portal de su Fiesta Sed. Granito rojo. Dinastía XXII. Hacia 874-850 a.C. |
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Relieve con la representación de una princesa del faraón Akhenaton. Arenisca. Dinastía XVIII (reinado de Amenhotep IV/Akhenaton). Hacia 1352-1336 a.C. |
Los
objetos expuestos reflejan la diversidad consustancial a la monarquía egipcia.
Junto a estatuas monumentales, bellos relieves en piedra de antiguos templos
relucientes joyas de oro, la exposición presenta objetos menos habituales: las
incrustaciones de colores que se usaron para decorar el palacio de un faraón,
por ejemplo, nos da un atisbo de cómo se vivía en la corte real; las misivas
grabadas en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla dan fe de la
intensa actividad diplomática entre Egipto y Babilonia durante la Dinastía
XVIII (c. 1550-1295 a.C.); el arco de madera de uno de los comandantes
militares del faraón nos habla de lo importante que era contar con un ejército
fuerte para mantener la seguridad de las fronteras del país; un papiro que deja
constancia de un juicio por robar en un templo, y las imágenes de gobernantes
persas, griegos y romanos que actuaron como faraones, nos recuerdan, cada uno a
su manera, los múltiples retos que entrañaba gobernar una de las mayores
civilizaciones que ha conocido el mundo.
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Estatua del funcionario de la corte Senenmut con la princesa Neferure. Granodiorita. Dinastía XVIII (reinado de Hatshepsut). Hacia 1472-1458 a.C. |
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Estatua del funcionario del gobierno Sennefer. Granodiorita. Dinastía XVIII (reinado de Tutmosis III). Hacia 1479-1425 a.C. |
REDESCUBRIENDO EL
MEDITERRÁNEO
FUNDACIÓN
MAPFRE. Del 10 de octubre de 2018 al 13 de enero de 2019. Lunes: 14 a 20 h.
Martes a Sábado: 10 a 20 h. Domingos y festivos: 11 a 19 h.
"Redescubriendo el Mediterráneo". Viajar
es un impulso anclado en el imaginario colectivo de todos los pueblos del
Mediterráneo desde hace miles de años. Se trata no solo de un viaje físico,
también mental, hacia una tierra prometida que llenará al viajero de
experiencias, hacia un paraíso terrenal visto a menudo como la emulación de la
Arcadia. En el paso del siglo XIX al XX se produjo en Europa un
redescubrimiento del mar, y en concreto del Mediterráneo, que no se había dado
hasta el momento, y que trasciende el ámbito estético.
La
exposición realiza un recorrido por esa pintura que, en el cambio de siglo, y
con sus distintas peculiaridades, convirtió el Mediterráneo en motor de renovación
del arte. Un modo de reconciliar la mirada al pasado con un presente cambiante
y lleno de contradicciones, en nombre de un clasicismo que se inscribe por
derecho propio en la modernidad. De una manera u otra, los artistas presentes
en la muestra adoptaron el Mediterráneo, sus aguas y su cultura como uno de los
motivos principales de sus composiciones, marcando un momento decisivo dentro
de la evolución del arte y deleitándose en un instante de armonía, de paz y de
belleza en el curso de las tantas veces atormentada historia del arte moderno.
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JOAQUÍN TORRES GARCÍA. Apolo y dos ninfas (1914) |
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JOSEP CLARÀ. La Diosa (1910-1911) |
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JOAQUÍN SOROLLA. Clotilde y Elena en las rocas (1905) |
Siguiendo
este hilo conductor, la muestra se abre con España, donde el litoral
mediterráneo es, en ocasiones, mero espacio natural que acoge a los artistas
locales en sus salidas a pintar al aire libre. Un lugar para el trabajo pero
también, y sobre todo, para el placer, para el baño y los niños jugando y
corriendo por la playa; es el caso de la pintura de Joaquín Sorolla, Cecilio
Pla o Ignacio Pinazo. Sin embargo, nacer en el Mediterráneo también parecía
proporcionar unas marcadas señas de identidad. Así lo entendió en Cataluña el Noucentisme, con
Joaquín Torres-García y Joaquim Sunyer a la cabeza, creando incluso un ideario
y una imagen nacional basada en paisajes tranquilos y equilibrados, en una vida
sencilla y natural que se quería heredera de la Antigüedad inmutable.
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SALVADOR DALÍ. Bañistas de Es Llaner (1923) |
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PAUL SIGNAC. L´entrée du port de Marseille (1911) |
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PAUL SIGNAC. Saint-Tropez. Les pins parasols aux Canoubiers (1897) |
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PAUL CÉZANNE. Château Noir (1905) |
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VINCENT VAN GOGH. Les roulottes, campement de bohémiens aux environs d´Arles (1888) |
La
visión de este mundo idealizado en los artistas catalanes Joaquim Mir o Hermen
Anglada Camarasa durante sus estancias en Mallorca se aproxima más, en cambio,
a la de los pintores franceses. La isla se convierte en un símbolo de esa
Arcadia que tanto anhelan, pero también en un espacio en el que experimentar
con los colores puros, dejarse seducir por la naturaleza salvaje y exuberante,
buscar la luz clara que desvela los matices más ricos, los contrastes más
sugerentes. Es, y lo podemos apreciar en otra sección de esta muestra, la misma
experiencia de Monet a su llegada a Bordighera, como también la de Signac en
Saint-Tropez o de Derain en L´Estaque, del Braque de antes del cubismo, de
Renoir en Les Collettes o de Pierre Bonnard en Le Cannet. Para los italianos,
con los que continúa el recorrido expositivo, el Mediterráneo parece más bien
una idea, un concepto que preside la manera de pintar. Sea cual sea el tema, el
Mediterráneo como reencuentro con el clasicismo y las propias raíces parece
guiar la mano de artistas como Giorgio de Chirico, Carlo Carrá o Massimo
Campligi.
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CHARLES CAMOIN. Port de Marseille (1904) |
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OTHON FRIESZ. Femme à la chaise longue (1907) |
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JOSEP DE TOGORES. Couple à la page (1922) |
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MASSIMO CAMPIGLI. Le spose dei marinai (1934) |
Tanto
la obra de Matisse como la de Picasso, con quienes se cierra la exposición,
aglutinan aspectos de los pintores anteriormente citados, como si con ellos el
Mediterráneo llegara a su culminación. Por un lado, la placidez que transmiten
las composiciones de Matisse, con su gusto por la pintura y por la vida. Por
otro, la ambivalencia de las obras de Picasso: narrativas algunas, también
clásicas y primitivas a un tiempo, en ellas se muestra toda la agresividad y la
melancolía del artista, en permanente desafío creativo y vital. Mientras
Matisse celebra la naturaleza, Picasso parece no encontrar reposo y alterna
estilos, buscando, sin hallarlo, el deleite de la pintura. Y en esta dialéctica
que habita en el seno del clasicismo, de un lenguaje al que los artistas
vuelven una y otra vez mientras se abren a la modernidad.
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JULIO GONZÁLEZ. Montserrat criant nº 2 (1936-1940) |
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PABLO PICASSO. Tête de femme (1957 y 1962) |
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PABLO PICASSO. La Baie de Cannes (19 de abril al 9 de junio de 1958) |
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HENRI MATISSE. Nature morte aux grenades (noviembre de 1947) |
DOROTHEA TANNING. Detrás
de la puerta, invisible, otra puerta
MUSEO
NACIONAL REINA SOFIA. Del 3 de octubre de 2018 al 7 de enero de 2019. Lunes a
Sábado y festivos, de 10 a 21 h.
Dorothea
Tanning. Detrás de la puerta, invisible, otra puerta,
la primera gran retrospectiva de la surrealsta americana Dorothea Tanning (1910-2012),
incluye más de ciento cincuenta obras realizadas por la artista entre 1931 y
1997. La exposición presenta sus sesenta años de carrera e ilustra el lugar
central que Tanning ocupó en la vanguardia internacional. Como surrealista
prominente animó al espectador a mirar más allá de lo obvio, escribiendo:
"Pretendía llevar al observador hasta un espacio donde todo se oculta,
se revela, se transforma súbita y simultáneamente; donde se puede contemplar
una imagen nunca vista hasta ahora". Sin embargo, Tanning también
trazó direcciones nuevas y distintas al surrealismo, retratando invariablemente
a la mujer como una fuerza activa, creadora.
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Birthday (1942) |
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Maternity (1946-1947) |
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The Philosophers (1952) |
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Musical Chairs (1951) |
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Eine Kleine Nachtmusik (1943) |
La
exposición, organizada en ocho secciones temáticas, se abre con un delicado Self-Portrait
(Autorretrato, 1936) realizado a lápiz, y concluye con un autorretrato final,
Woman Artist, Nude, Standing (Mujer artista, desnuda, de pie, 1985-1987). Sin
embargo, el arte de Tanning trasciende lo biográfico, dialogando con una amplia
gama de fuentes literarias, que van desde las novelas de Anna Radcliffe y
Horace Walpole hasta los poemas de Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud, así
como los debates de su círculo surrealista en Estados Unidos y Francia. A
partir de estos objetos de interés, Tanning destila el simbolismo del motivo de
la puerta y de su poder para dividir o destruir el espacio público y el
privado.
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Lumiére du foyer (1952) |
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Diseño de escenario para The Witch, ballet de John Cranko (h. 1950) |
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Emma (1970) |
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Chambre 202, Hôtel du Pavot (1970-1973) |
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