Hoy
vamos a tratar el que es para mí el retablo más espectacular que conserva la
ciudad de Medina del Campo. Es mi favorito por muchos motivos, entre ellos su
belleza, lo que me ha llevado a ir a visitarle en bastantes ocasiones, la última
a finales del año pasado con motivo de una salida de prácticas de una
asignatura de la carrera de Historia del Arte, momento en el que hice las fotos
y comprobé gustosamente que había sido restaurado.
El
7 de noviembre de 1567 el destacado escultor medinense Leonardo de Carrión se
concierta con la familia de Alonso Nieto, que había sido regidor de la urbe y
que poseía el patronato de la capilla mayor (de hecho, sus escudos figuran en
las columnas laterales del retablo), para fabricar el retablo mayor de la
iglesia de San Miguel. Ambas partes se convinieron en que el retablo debía de
estar concluido en el transcurso de cinco años.
Señala
el Catálogo Monumental de Valladolid que la traza del retablo se haya “directamente relacionada con la utilizada en
el retablo mayor de la Colegiata, en el que también intervino Carrión. El
retablo sigue fielmente la pauta marcada por el diseño de aquel conjunto con
las modificaciones propias de la evolución estilística y con el uso de recursos
como las columnas sustentadas por atlantes sobre las que se delimita la
estructura. Esto es especialmente visible en el modo de resolver su
coronamiento, porque también Leonardo de Carrión tendría mucho que ver en el
remate de aquel retablo, con las representaciones alegóricas del Nuevo y Viejo Testamento, indicadas
en el contrato, así como en la organización del pabellón central, con los
ángeles que sostienen el dosel”.
El
retablo, que posee amplias dimensiones (16 x 7,5 m.), está dividido en banco, dos
cuerpos, tres calles, dos entrecalles y ático. Las entrecalles, situadas en los
extremos, tan solo tiene tres pisos, y en cada uno de ellos exhiben una
hornacina con arco de medio punto, dentro de ellas no hay nada, ni pinturas ni
esculturas. Cierran las entrecalles, y por lo tanto flanquean el retablo dos
potentes columnas de orden gigante que apean sobre dos enormes mensulones
sostenidos por poderosos atlantes. Sobre ambas columnas, se sitúan sendos
trozos de entablamento en esviaje, y a su vez sobre ellos las representaciones
de la Iglesia (Nuevo Testamento) y la
Sinagoga (Viejo Testamento).
El
retablo presenta una iconografía pasionista, a excepción de la hornacina
principal, presidida por el santo patrón de la iglesia, San Miguel, y de los
dos relieves del banco: Santiago
Matamoros y la Imposición de la casulla
a San Ildefonso. En el neto que separa a ambos relieves se encontraba el tabernáculo
elaborado por Carrión, el cual fue retirado en el siglo XVIII, momento en el
que se decidió incrementar la decoración de los dos primeros pisos de la calle
central, especialmente la de la hornacina de San Miguel Arcángel. También
pertenece al siglo XVIII el repolicromado que sufrió tanto el retablo como los
relieves, dado que presentan policromías de tonos planos y no figuran los tan característicos
estofados propios de la segunda mitad del siglo XVI. La escena de Santiago
Matamoros presenta al santo sobre su característico caballo blanco, en la
mano derecha blande una espada mientras su caballo arroja al suelo a los moros
infieles. Al fondo se observan otros personajes y arboledas, aunque todo con
una talla muy plata. Por su parte, la Imposición de la casulla
de San Ildefonso, que alude al nombre del donante, representa de una manera
bastante usual el episodio. A los lados se sitúan la Virgen y un Ángel sosteniendo
la casulla que pronto impondrán a San Ildefonso, el cual se halla arrodillado
entre ambos. El fondo arquitectónico lo completa una mesa de altar con un
cáliz, un ángel y una mujer con un cirio en la mano.
Ya
en el primer cuerpo, de izquierda a derecha, tenemos, Pentecostés, con
la Virgen en el centro del pasaje rodeada de los Apóstoles y con la paloma del
Espíritu Santo en la parte superior del encasamiento junto a un fondo
arquitectónico. Los discípulos exhiben actitudes arrobadas por el misterioso
acontecimiento, si bien muy mitigadas por el hieratismo típico del romanismo; San
Miguel Arcángel (190 cms.), patrón del templo; y Cristo Injuriado, que no es más que el momento en el que Cristo
coronado de espinas recibe los golpes y las burlas de los sayones que le
rodean, al fondo hay una puerta delante de la cual hay dos personajes hablando
entre ellos, un tercer personaje figura detrás de una ventana.
En
el segundo cuerpo tenemos los relieves de Cristo Despojado, la Quinta Angustia y la Flagelación. El relieve de Cristo Despojado nos
muestra el momento en el que se arranca la túnica a Cristo. Es una escena un
tanto desconcertante al estar localizada dentro de una especie de palacio,
puesto que podría ser tomada como el momento en el que se prepara a Cristo para
marchar con la cruz a cuestas hacia el Calvario, de hecho, al fondo aparecen
unos personajes sujetando dos cruces. El relieve de la Quinta Angustia,
que está directamente inspirado en un grabado realizado a partir de una
composición de Miguel Ángel Buonarroti, cuenta con numerosos personajes
(hasta un total de 8). Jesús está apoyado sobre el regazo de su Madre. La Flagelación presenta
la característica columna medieval y renacentista: fina y alargada, sin embargo,
no es tan usual la manera en que se haya agarrado Cristo a ella puesto que aparece
desplomado sobre ella a causa de los dolores infringidos por los sayones.
Ya
en el ático tenemos otras tres escenas: el Descendimiento y
el Entierro,
en torno a un Calvario
de bulto que ocupa dos cuerpos, estando el superior ocupado por el Crucifijo y
por dos ángeles que retiran las telas de un dosel. Los tres relieves siguen
unos patrones muy repetidos a lo largo del siglo XVI. El conjunto lo completa
una serie de relieves distribuidos por toda la arquitectura con elementos
típicamente renacentistas: putti, virtudes, etc…
Las
esculturas, de clara estirpe romanista, presentan las típicas características
de este momento: personajes con anatomías hercúleas con músculos muy hinchados
y marcados, rostros estereotipados y sin apenas expresión, etc… Los modelos de
que se vale el autor, Leonardo de Carrión, son muy repetidos en toda esta
iconografía; de ahí que Carrión Aznar los tache de “talla industrial”.
Para Azcárate, la calidad de la labra es deficiente y pone como ejemplo la
tabla de Santiago Matamoros.
BIBLIOGRAFÍA
- ARIAS MARTÍNEZ, Manuel, HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio y SÁNCHEZ DEL BARRIO, Antonio: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIX. Medina del Campo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.
- MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
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