sábado, 4 de febrero de 2017

LA OBRA DEL PINTOR MADRILEÑO JUAN GARCÍA DE MIRANDA (1677-1749) EN LA IGLESIA DE SAN LORENZO DE VALLADOLID


En el espacio que conforma la actual capilla mayor de ese adefesio que es la actual iglesia de San Lorenzo (lo cual no hace sino que echemos aún más de menos la primitiva, la cual conocemos bien por las numerosas fotografías que se conservan, y en cuyo interior se custodiaban un sinfín de obras de arte que actualmente ¿han desaparecido?. Por fortuna, algunas de las que se han conservado son cuatro lienzos que pintó para ella el excelente pintor cortesano Juan García de Miranda (1677-1749), quien a pesar de no ser una de las figuras más señeras de la escuela barroca madrileña sí que es un más que aceptable artífice.
En 1723 García de Miranda pintó para la iglesia de San Lorenzo, no sabemos si por orden de la parroquia o por mandato de algún comitente que quiso donarlas al templo, cuatro bellos lienzos que efigian otros tantos momentos de la vida de la Virgen. Se trata de la Inmaculada Concepción, la Anunciación, el Nacimiento de Cristo y la Asunción. Ya desde antiguo se tiene constancia de estas importantes pinturas por cuanto son citadas en sus respectivos libros por Antonio Ponz en 1783, por Ceán Bermúdez en 1800 y por Isidoro Bosarte en 1804.

Gracias a este último sabemos que los cuatro enormes lienzos, que se encuentran firmados y fechados por el propio pintor "Jn D. Miranda. F. Aº 1723", se hallaban colocadas en la sacristía. El mismo Bosarte dudaba que hubiesen sido pintados en Madrid “porque son de figura irregular, acomodados a la vuelta de los arcos, a no ser que se le enviasen medidas muy exactas del sitio que habían de ocupar”. Sin embargo, y como señala Urrea, "no tenía razón Bosarte ya que una anotación de los libros de la parroquia despeja cualquier duda".
Las pinturas debieron de llegar a Valladolid en 1725, año en el que el polifacético ensamblador y tallista Juan Correas se encarga de montar las pinturas para su colocación en la sacristía, labor que realizó los días 24 y 25 de agosto, y por la que percibió 150 reales. Las pinturas permanecerían en ese recoleto espacio algo más de un siglo, hasta el año 1826, momento en el que una profunda reforma llevada a cabo en la decoración del templo las trasladó a las paredes superiores del presbiterio, debajo inmediatamente de la cúpula del templo, flanqueando el nuevo retablo mayor neoclásico que vino a sustituir al barroco realizado en el tercer cuarto del siglo XVII. Allí se mantendrían hasta el absurdo derribo del templo en la década de 1970, pasando posteriormente a refugiarse en el cercano Monasterio de San Joaquín y Santa Ana hasta que se acabó de reconstruir la nueva iglesia de San Lorenzo.

La primitiva iglesia de San Lorenzo
Localización de los cuadros en la parte superior de las paredes del presbiterio tras la remodelación de 1826
Las pinturas en la por entonces recién inaugurada nueva iglesia de San Lorenzo
Las pinturas están realizadas con una técnica fluida que recuerda a los modos y maneras desarrolladas por Juan Carreño de Miranda, si bien le diferencian la "mayor delicadeza y dulzura en cuanto a las expresiones de sus figuras"; y el color, que se hace más luminoso conforme a un estilo más avanzado, propio ya del siglo XVIII. Señala Urrea que el estilo presente en estas cuatro pinturas "se aparta del que ofrecen las obras publicadas hasta el presente y servirán, sin duda, para identificar o atribuirle otras con plena garantía".
Comentando brevemente las cuatro pinturas, comenzaremos por la Inmaculada Concepción, que posee una clara influencia de Antonio Palomino, la cual le vendría a través de su maestro, Juan Delgado, que era buen amigo del pintor cordobés. La Virgen ha sido concebida de una manera muy airosa, ocupando el centro compositivo. Se halla situada sobre una peana conformada por una cabeza alada de ángel y una media luna con las puntas hacia arriba. Tanto en esa base como desperdigados por el resto del lienzo se hayan otros muchos ángeles en las más diversas actitudes y sosteniendo algunos elementos como una palma o una corona de flores. Las telas se pliegan con gran soltura.

Inmaculada Concepción
La Anunciación está concebida en dos niveles: el inferior lo ocupan dos enormes figuras de la Virgen y el Arcángel San Gabriel, mientras que el superior lo preside el Dios Padre y el Espíritu Santo en una gloria angélica que se abre sobre la Virgen María. Completan la escena unos ángeles que retiran un aparatoso cortinaje muy barroco; así como un jarrón de azucenas y el cestillo de labor de la Virgen, los cuales vienen a formar un interesante bodegón.

La Anunciación
La Adoración de los pastores, que para Urrea es el lienzo de menor interés de toda la serie, es el que posee el mayor número de personajes. Según el citado historiador del arte, García de Miranda debió de utilizar algún grabado para su composición; y, asimismo, "supo transformar las cabezas de los modelos ofreciendo relación las de los pastores con las que aparecen en su serie de la Vida de San Diego de Alcalá (Museo del Prado. Madrid)".

La Adoración de los Pastores
Finalmente, la Asunción trae al recuerdo las creaciones de Juan Martín Cabezalero o José Ximénez Donoso en lo referente al colorido, y a Palomino "tanto los modelos de sus ángeles como las infamadas telas y la esponjosidad de las nubes. García de Miranda ha concebido un numeroso grupo de ángeles, cada uno vestido con ropas de un color distinto, que lleva en volandas a la Virgen hacia el cielo, en el cual le esperan unos pequeños angelitos sentados en nubes que le echan flores. A la derecha del grupo principal se apresta a llegar a él otro ángel con una corona entre sus manos, la cual esperará ceñir en la frente de María. En la parte inferior derecha observamos el sepulcro de la Virgen con una tela retirada, lo cual nos viene a recordar el episodio previo a la Asunción.

La Asunción
Juan García de Miranda fue un pintor madrileño nacido en 1677, aunque sus orígenes eran asturianos. De joven ingresó en el taller del pintor Juan Delgado (h.1675-1731), si bien su estilo se vincula más al del célebre Antonio Palomino (1655-1726). Según afirma Ceán Bermúdez nació manco de la mano derecha, por lo que pintaba con la izquierda valiéndose del muñón para sujetar la paleta. Debió estudiar muy atentamente las colecciones reales (especialmente la pintura veneciana, la de los flamencos, la de su gran maestro Rubens, y la de Velázquez), a las que hubo de tener pronto acceso, pues antes de 1714 pinta un Retrato de la reina María Luisa Gabriela de Saboya (Embajada de Roma, Depósito del Museo del Prado).
En 1724 el Consejo de Castilla le otorgó junto a Antonio Palomino el monopolio de las tasaciones de pintura que se hiciesen en Madrid, lo que provocó las protestas de otros pintores, encabezados por Jerónimo Ezquerra, que obtuvieron al año siguiente una extensión del privilegio. Tras el incendio del viejo Alcázar en 1734 se convirtió junto a Andrés de la Calleja en restaurador oficial de las pinturas que se pudieron salvar del fuego. Entre las obras que reparó, se cuenta Las Meninas de Diego Velázquez; la figura de la infanta Margarita tenía un orificio en el pómulo y fue él quien lo reparó; asimismo, es muy posible que realizara los añadidos de las Hilanderas, los cuales se hayan admirablemente insertados en la estructura del lienzo. Esta labor le permitió, meses más tarde, el 15 de abril de 1735, conseguir el título de pintor de cámara

Retrato de María Luisa Gabriela de Saboya
Murió en 1749, siendo enterrado en el antiguo monasterio de San Martín. Entre sus discípulos se encontraron su hermano menor, Nicolás, especializado en la pintura de paisaje; su hijo Juan, muerto con veintiún años, y que según Ceán apuntaba dotes de buen pintor; y su sobrino Pedro Rodríguez de Miranda.
Su pintura es una prolongación en pleno siglo XVIII de la tradición seiscentista con absoluta dignidad. El grueso de su producción es de carácter religioso, siendo especialmente importante las series de lienzos que realizó para diversos conventos e iglesias. Entre ellas podemos citar la de La vida de San Diego de Alcalá (1725-1732), pintada para el Convento de San Diego de Alcalá de Alcalá de Henares (Madrid), actualmente dispersa entre varios depósitos del Museo del Prado, y a la que pertenece la Curación y acción de gracias del príncipe don Carlos, de interés por lo infrecuente de su iconografía; la de La vida de Santa Teresa (h. 1735), de la que ignoramos el destino, y de la que se conocen cuatro lienzos, en la actualidad dispersos tras pasar por el Museo de la Trinidad. El más interesante de ellos, la Educación de santa Teresa, recrea el estrado femenino en un hogar burgués, tratado a la manera de la pintura holandesa de interiores, evidencia el conocimiento de la obra de Velázquez adquirido en la restauración de las pinturas del Alcázar. Muy importante debió de ser el encargo de diecisiete pinturas sobre lienzo y tres sobre tabla para la iglesia nueva de Guadalupe (Cáceres), con un complejo programa iconográfico de fuerte sabor contrarreformista en torno a la Trinidad, de la que únicamente se ha conservado la pintura dedicada a la Coronación de la Virgen. Por último, podemos citar la serie que es objeto de interés en esta entrada: La vida de la Virgen (1723) de la iglesia de San Lorenzo de Valladolid.

La educación de Santa Teresa (1735)
El milagro de doña María de Peñuela
La Natividad de la Virgen
San Diego de Alcalá resucitando a dos niños
Santa Teresa y su hermano Rodrigo intentando construir ermitas
Asimismo, realizó numerosas obras de altar y de devoción particular. En este sentido, Ceán Bermúdez indica que “muchas obras que pintó para particulares, en especial Concepciones, que se conservan en Madrid con estimación”. Prototipo de ellas pudiera ser la Inmaculada Concepción de la Diputación de Zamora, procedente del convento de la Encarnación, muy semejante a las Inmaculadas de Palomino, a quien se le ha atribuido en ocasiones.


BIBLIOGRAFÍA
  • JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa: “Juan García de Miranda, pintor de Cámara del rey Felipe V, en Guadalupe”, Revista de estudios extremeños, Vol. 32, Nº 3, 1976, p. 5.
  • TRUJILLO GARCÍA, Carlos: "Juan García de Miranda. Dos series de sus lienzos en el Museo del Prado”, Boletín del Museo del Prado, Vol. 2, Nº 4, 1981, pp. 11-26.
  • URREA, Jesús: “Cuatro pinturas de Juan García de Miranda”, B.S.A.A., Tomo LVII, 1991, pp. 493-496.
  • JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa: "Un programa iconológico perdido, recuperado. Pinturas de la iglesia nueva de Guadalupe, de Juan García de Miranda”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, Nº 5, 1992, pp. 263-314.
  • JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa: “Juan García de Miranda. Pinturas religiosas en conjuntos madrileños I”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, Nº 7, 1994, pp. 129-164.
  • JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa: “Juan García de Miranda. Pinturas religiosas en conjuntos madrileños II”, Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del arte, Nº 8, 1995, pp. 191-210.
  • JIMÉNEZ PRIEGO, María Teresa: “Conjuntos pictóricos de Juan García de Miranda en el convento de San Diego de Alcalá de Henares (1725-1732), Archivo Iberoamericano, Año 58, Nº 229, 1998, pp. 83-126.
  • PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso: Pintura barroca en España 1600-1750, Cátedra, Madrid, 2010.

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