Ayer día 5 de julio se inauguró una de las
exposiciones del año en Valladolid, y seguramente en España. En ella se analiza
la figura de Alonso Berruguete, una de las denominadas “Águilas del
Renacimiento Español” (los otros fueron Pedro Machuca, Bartolomé Ordóñez y
Diego Siloé), así como uno de los tres grandes genios de la escultura
vallisoletana (Berruguete, Juni y Gregorio Fernández).
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Momento de la inauguración, el comisario Manuel Arias en el centro |
La exposición no es una de esas muestras al uso en el
que se sigue un recorrido cronológico tanto por la vida como por la obra del
artista. No. En este caso, la exposición, comisariada por el mayor experto en
Berruguete, y uno de los grandes sabios del renacimiento y de la escultura que
tenemos la suerte de tener en Valladolid, Manuel Arias, ha decidido incidir en
el aprendizaje de Berruguete en Italia, del cual, por otra parte, no tenemos
apenas datos. El palentino llegó a Roma en 1506, año en el cual tuvo lugar uno
de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la histórica, desde el
punto de vista artístico, y asimismo fue la obra que más impacto a Berruguete,
cuyos efectos los dejaría sentir numerosas veces tras su regreso a España. Esta
obra no es otra que el monumental grupo del Laocoonte (245 cm), el cual fue
descubierto el 14 de enero de 1506 en una viña cercana a la Basílica de Santa María
Maggiore. La escultura fue realizada en el siglo I a. C. por los maestros
helenísticos Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas. El grupo representa la
muerte del sacerdote troyano Laocoonte, castigado por los dioses a morir
estrangulado por serpientes marinas junto a sus dos hijos. Hasta el año 1506 el
grupo escultórico se creía perdido y tan solo era conocido por descripciones
antiguas. Se sabe que en su tiempo formó parte de la Domus Aurea de Nerón y que
posteriormente estuvo en el palacio del emperador Tito.
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MARCO DENTE. El Laocoonte tal y como fue encontrado en la excavación |
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La escultura original del Laocoonte, conservada en los Museos Vaticanos |
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Laocoonte realizado por el escultor renacentista Baccio Bandinelli, quien le talló hasta el brazo perdido en el original. Se conserva en el Galería Uffizi de Florencia |
Pero Berruguete no solamente puso sus ojos en el
Laocoonte, sino en otras muchas esculturas y motivos de la antigüedad conservados
en la Ciudad Eterna: mascarones, ménades, putti, grutescos, esculturas griegas y romanas
clásicas, elementos renacentistas extraídos de Rafael, Miguel Ángel, Bramante
(a los cuales conoció), etc… A mí, la influencia directa que más me ha
impresionado ha sido la tomada de una escultura del Dios Pan con flauta travesera para diseñar su famoso Ecce Homo.
La exposición está compuesta de cinco áreas temáticas
(“La luz de la Antigüedad en Roma”, “Sarcófagos y lecciones”, “Bajo la
influencia del Laocoonte”, “Tomando el agua de la fuente”, y “A la sombra de
una gran venera”) en las cuales se aborda el aprendizaje y las fuentes de
inspiración de ese Berruguete profano que de regreso a España tuvo que adaptar
estos motivos a los encargos religiosos que le llegaban. Como bien dice la nota
de prensa: “Cuando regresó a España, le
acompañaba un aura de vanguardismo, de europeo avanzado. En su maleta italiana
“traía” ménades, grutescos, escenas de tragedias griegas o mitos romanos y, en
particular, un mármol espléndido de cuyo hallazgo y fama fulgurante había sido
espectador, el Laocoonte. La exposición revela cómo reinventó y entrelazó ese
universo clásico con nuevas interpretaciones y significados, y cómo erigió
sobre ese inconsciente antiguo
una obra independiente, desmedida, llena de emoción y vehemencia; una obra que
le convertirá en el primer “moderno” de la escultura española”.
Dicho todo esto, quizás la pieza estrella de la
exposición sea la gigantesca venera que remataba el retablo mayor del
Monasterio de San Benito el Real, y que a su vez servía de asiento a las
potentes esculturas del Calvario: Cristo Crucificado, la Virgen y San Juan.
Asimismo me gustaría señalar la delicadeza y belleza que guardan un magnífico
Cristo atado a la columna de Diego Siloé, el retablo de Santa Ana que
Berruguete talló para la capilla de Juan Pablo Oliveiro del Monasterio de San
Benito el Real de Valladolid, o los espectaculares relieves que se han traído
del retablo de la Epifanía que Berruguete talló para la capilla de don Diego de
la Haya en la iglesia de Santiago. De los dos relieves de este retablo es especialmente impactante el San José del Nacimiento de Cristo ya que viene a ser la trasposición del Laocoonte: es una copia directa del famoso grupo profano puesto al servicio de un asunto religioso. Además, y quizás sea algo descabellado, en la Virgen de este mismo relieve podemos observar ya elementos que anticipan el movimiento romanista. Cuan interesante sería ver este retablo
completamente restaurado, sería sin lugar a dudas una de las piezas señeras del
renacimiento vallisoletano.
A continuación, se insertarán los textos que presiden
cada uno de los capítulos de la exposición, así como diferentes frases que
pronunciaron famosos historiadores sobre Berruguete y la importancia que tuvo
en su época. Mis más sinceras felicitades a cuantos han contribuido a elaborar esta magna exposición, y especialmente a Ana, a la cual conozco personalmente. Ójala este fuera un comienzo para recuperar la memoria de los grandes escultores de la escuela castellana, de la cual Berruguete fue su "fundador".
“Como Prometeo en la fábula fue el que trajo del cielo
a la tierra el fuego, así en la historia del Renacimiento de las artes en
España brilla Berruguete como el primero y más sabio artista que trabajo la luz
de Italia a nuestro terreno”. ISIDORO BOSARTE
“La excelencia de la escultura del sarcófago de Husillos
se puede sumar con lo que dijo Berruguete habiendo estado gran rato como
atónito mirándola: “Ninguna cosa mejor he visto en Italia, dijo con admiración,
y pocas tan buenas”. AMBROSIO DE MORALES
“Los adornos que trajo Berruguete de Italia han tenido
tal felicidad que ha pasado, como en denominación proverbial, a decirse de
ellos: estos adornos son de la escuela de Berruguete, adornos por el gusto de
Berruguete, esto tira al estilo de Berruguete”. ISIDORO BOSARTE
“Berruguete es un pintor nuestro español y asimismo
escultor que vive en Valladolid y es tan gran autor en su arte que en estos
tiempos en España y fuera de ella es tenido por uno de los más estimados
hombres que hoy viven de su oficio y oficios, porque si en la pintura es
excelente en la escultura es perfectísimo”. GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO
1- LA LUZ DE LA ANTIGÜEDAD EN ROMA
Desde el siglo XV, Italia había reanudado lazos
duraderos con su cultura antigua, dotada de un inmenso prestigio. El gusto de
los hombres cultos empezó a alimentarse de restos arqueológicos y tomó vuelo
una nueva vida de los clásicos. Surgió sobre todo en Roma, porque era allí
donde los creadores tenían ante sus ojos esos relieves, capiteles y fragmentos
de estatuas.
Al principio, fue una revolución artística local,
luego un modelo consciente de los más adelantados, y, hacia 1500, alcanzó fama
europea atrayendo a jóvenes artistas extranjeros para quienes el viaje a Italia
cumplió un papel iniciático. Entre ellos, Berruguete será uno de los que más
fortuna obtenga de esa estancia. El contacto personal con la Antigüedad marcó
su obra, así como la de otros artistas españoles: Machica, Siloé, Ordóñez.
En este “pozo de materiales” que era el suelo romano
-seleccionando aquí un gesto, allí una escena-, los artistas crearán un léxico
figurativo que resultará “nuevo” porque reinterpreta uno “clásico”. De manera
que, como pronto comprendió Berruguete, “ser antiguo” será la mejor manera de
“ser moderno”.
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ANÓNIMO MADRILEÑO. El fuego o Prometeo (1675-1700). Museo Nacional del Prado. Madrid |
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GIOVANNI BATTISTA FOGGINI. Laocoonte y sus hijos (h. 1720). Palacio Real. Madrid |
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PIETRO MARTIRE FELINI. Tratado nuevo de las cosas maravillosas de la alma ciudad de Roma (1610). Biblioteca Nacional. Madrid |
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ALONSO BERRUGUETE. Ecce Homo (h. 1525). Museo Nacional de Escultura. Valladolid. ANÓNIMO ROMANO. Joven Pan con flauta travesera (150-175 d.C.). Museo Nacional del Prado. Madrid | |
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ALONSO BERRUGUETE. San Pedro y San Pablo del Retablo de la Epifanía (1537). Iglesia de Santiago. Valladolid |
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FRAY RODRIGO DE HOLANDA. Retrato de Michelangelo Buonarroti (h. 1550). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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DIEGO DE SILOE. Cristo atado a la columna (h. 1530). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
2- BAJO EL INFLUJO DEL LAOCOONTE
En medio de este entusiasmo por la Antigüedad, el
hallazgo fortuito en 1506 del grupo de Laocoonte y sus hijos se vivió
eufóricamente, como una revelación “milagrosa”. El mármol describe un trágico
hecho de la guerra de Troya, dramáticamente narrado por Virgilio en la Eneida. Plinio el
Viejo, por su parte, había elogiado, por encima de cualquier pintura o bronce,
la excelencia y el virtuosismo técnico de una escultura sobre dicho episodio en
el palacio de Tito. El hallazgo confirmaba la información de Plinio, mostraba
el interesante cruce entre fuentes poéticas y obras de arte y exhibía su
deslumbrante calidad.
El Laocoonte desencadenó súbitamente una literatura de
elogios y, entre los artistas, un sinfín de lecturas y variaciones, acreditando
las muchas sugerencias que los antiguos ofrecían a los modernos. Se convirtió
en un exemplum
doloris que alimentará el imaginario del dolor cristiano; y en un exemplum artis
inspirador para maestros como Miguel Ángel o Tiziano.
Berruguete, que participó en un concurso organizado
por Bramante para modelar la copia de la estatua, quedará impregnado de su
huella para siempre.
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J. TRILLES. Laocoonte y sus hijos (1887). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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MARCO DENTE. Laocoonte (1517-1519). Colección Furió |
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ALONSO BERRUGUETE. Sacrificio de Isaac, procedente del Retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1526-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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ALONSO BERRUGUETE. Anunciación del Retablo de la Epifanía (1537). Iglesia de Santiago. Valladolid |
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ALONSO BERRUGUETE. Natividad del Retablo de la Epifanía (1537). Iglesia de Santiago. Valladolid |
3- SARCÓFAGOS Y LECCIONES
Se ha dicho acertadamente que “el Renacimiento tuvo su
cuna en una tumba”. En efecto, los sarcófagos romanos y sus relieves eran una
escuela visual en la que los antiguos exhibían lo mejor de su dominio plástico.
El relieve es un medio muy singular, que combina las cualidades de la pintura y
de la escultura: dominio del volumen, profundidad espacial, efectos
atmosféricos y composición de las escenas. Posee, además, una alta eficacia
narrativa y dramática.
En los sarcófagos, asociados a la muerte, sobrevive el
gesto antiguo, el pathos,
un recurso retórico destinado a emocionar al espectador, a conmoverle.
Berruguete exploró a fondo las formas de lo patético trasladado la expresividad
del alma a la expresividad del cuerpo. Llevó al límite la exageración gestual,
la mímica del rostro, el movimiento de los cuellos, el vuelo de los vestidos
por un vendaval imaginario. El patetismo de Berruguete devuelve al Renacimiento
su violencia, la agitación de las pasiones, y le aleja de su altura ideal.
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ANÓNIMO ROMANO. Sarcófago de la Orestíada (siglo II), descubierto en Husillos (Palencia). Museo Arqueológico Nacional. Madridd |
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JUAN DE VILLOLDO. Llanto sobre Cristo muerto (h. 1550). Iglesia parroquial. Lantadilla (Palencia) |
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ALONSO BERRUGUETE. Entierro de Cristo (1530-1540). Iglesia parroquial. Fuentes de Nava (Palencia) |
4- TOMAR EL AGUA DE LA FUENTE
Los objetos del mundo antiguo eran tesoros muy
apreciados: dignificaban las casas patricias y evocaban un pasado ideal, pero
también servían de modelo y se imitaban sus gestos y motivos. Los vestigios
esparcidos por el paisaje romano regalaban recursos formales que enlazaban con
un pasado glorioso que reverdecía.
El universo de Berruguete se constituyó “tomando el
agua de la fuente”. Es decir, no a través de estampas o de fuentes indirectas,
sino paseándose entre sarcófagos y columnas, copiando ruinas, imitando
arquitecturas y quién sabe si reptando por los huecos de la Domus Aurea para
dibujar sus monstruos y droleries.
Este método de absorción del inmenso imaginario
clásico se evidencia en esta sala, tanto en las figuras como en las
ornamentaciones de retablos. Berruguete tomaba ideas, observaba los originales,
diseccionaba sus formas y movimientos y estudiaba a fondo gestos y posturas,
para luego rehacer las composiciones, invertirlas y especular con variaciones,
según la doble forma de la copia literal o de la inspiración libre. Amorcillos,
sibilas, sirenas y grutescos eran imitados escrupulosamente o reelaborados a capricho.
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ANÓNIMO ROMANO. Musa pensativa (mediados del siglo II a.C.). Museo Nacional del Prado. Valladolid |
5- A LA SOMBRA DE UNA GRAN VENERA
El encargo a Berruguete del retablo de la iglesia de
San Benito fue una apuesta innovadora de la orden benedictina, que dejó al
artista una libertad infrecuente en estos contratos. Lo más radical era su
coronamiento, una gigantesca concha (asociada al mito marino de Venus) sobre la
que reposaba el Calvario, formando un imponente conjunto, de dificultosa
plasmación conceptual y complejas exigencias constructivas.
En un golpe de efecto casi extravagante, el escultor piensa
como un arquitecto y hace un edificio dentro de otro. Concibe el retablo, un
mueble de madera ornamental, mediante soluciones estructurales propias de
edificios de piedra o ladrillo, como las medias cúpulas de la Domus Aurea o de
las basílicas romanas.
Es un capriccio visual
y constructivo muy del gusto manierista, que se hace aún más audaz cuando la
venera, lejos de acoger la escena del Calvario, se mantiene deshabitada y el
grupo escultórico queda suspendido, e inestable, sobre el borde exterior semicircular.
Su ornamentación está cargada de referencias
anticuarias, provenientes una vez más de la admirada Domus Aurea de Nerón.
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ALONSO BERRUGUETE. Venera del Retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1526-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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GEORGES CHEDANNE. Reconstrucción de la sala del Laocoonte en la Domus Aurea de Nerón. Musée des Beaux-Arts. Rouen |
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GUIOT DE BEAUGRANT. Traza del retablo mayor de Santiago de Bilbao (1533). Colección BBVA |
6- UN ARTISTA “TOTAL”
Aunque Berruguete se formó en Italia como pintor, por
exigencias de la clientela hispana, se dedicó preferentemente a la talla, arte
en el que alcanzará una singular e insólita posición. A pesar de su fama como
escultor, fue un maestro como arquitecto de retablos y nunca abandonó
totalmente la pintura. Pero, por encima de todo, fue un creador integral, siguiendo
la estela de sus maestros italianos y de las nuevas teorías sobre el arte.
Aquí, un mismo tema, la Circuncisión, es tratado como
escultura, en el relieve del retablo de San Benito, o como pintura, en la tabla
del colegio salmantino.
Todas las artes -arquitectura, decoración, pintura,
relieve- tienen su matriz intelectual en el dibujo, práctica que adquirirá una
consideración superior, en tanto que expresión intuitiva de la mente del
artista, de su pensamiento más libre. Esta fue una de las lecciones italianas:
que el arte no es un mero oficio artesanal sino la plasmación de un disegno interno,
en el que la primacía del “proyecto” introduce un cambio radical en la idea de
creación.
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ALONSO BERRUGUETE. Circuncisión (h. 1530). Galería Uffizi. Florencia |
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ALONSO BERRUGUETE. Circuncisión del Retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1526-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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ALONSO BERRUGUETE. Circuncisión (1529-1531). Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca. Salamanca |
7- CÓDIGOS RELEÍDOS Y PROLONGADOS
El “archivo” grecorromano de Berruguete es inmenso.
Aunque sus doce años en Italia sean un enigma -y resulte difícil poner nombres
y fechas a su aprendizaje-, basta contemplar sus obras, a gran tamaño o a
minúscula escala, para admirarse del acervo de formas, figuras y escenas que
acopió, en una enciclopedia riquísima, fruto de una curiosidad obsesiva y de
una prodigiosa capacidad de observación.
Se convirtió en un artista muy respetado. Se decía ya
en 1553 que quienes querían ser artistas se acercaban a su casa vallisoletana
“para oír plática y tomar doctrina de él”. Es cierto que tuvo un abultado
número de seguidores de reconocida pericia en la talla en madera y dominio del
oficio, pero ninguno alcanzó su nervio ni su originalidad.
Además, el clima de crecientes tensiones religiosas
imponía unos gustos más empeñados en la difusión del mensaje contrarreformista
que en la libertad inventiva Para esas fechas, la Roma que Berruguete conoció
apenas existía: el ambiente se había vuelto hostil a las aficiones paganas,
antihumanista y severo.
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ALONSO BERRUGUETE Y TALLER. Lápida de Juan Pablo Oliveiro (1540). Ayuntamiento. Valladolid |
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ALONSO BERRUGUETE Y TALLER. Retablo de Santa Ana (1540). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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ALONSO BERRUGUETE. San Marcos Evangelista (1526-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid |
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ALONSO
BERRUGUETE. Mascarones del Retablo mayor del Monasterio de San Benito
el Real (1526-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
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A modo de apéndice os recomiendo el libro monográfico “Alonso
Berruguete. Prometeo de la escultura”, realizado por Manuel Arias, comisario de
la exposición, el cual contiene de forma pormenorizada la vida y obra del
genial artista paredeño.
Asimismo os dejo aquí unos links acerca de las obras
de Berruguete, o relacionadas con él, sobre las que hemos tratado en el blog.
Nada más, espero que os acerquéis a ver la exposición.
La lápida de Juan Pablo Oliveiro apareció en las excavaciones realizadas en el Monasterio de San Benito el Real en 1994 y en realidad pertenece a las colecciones del Museo de Valladolid, aunque está depositada en dependencias municipales, pues se quedó decorando la entrada a la Sala de Exposiciones de San Benito (aunque luego alguien decidió retirarla de allí)
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