Después
de mucho tiempo sin viajar por la provincia hoy nos trasladaremos al sur de la
capital, concretamente a la bella localidad de Portillo, conocida
fundamentalmente por su magno Castillo -donado el siglo pasado a la Universidad
de Valladolid por el ilustre médico e investigador Pío del Río Hortega,
discípulo predilecto de Santiago Ramón y Cajal- y por sus riquísimos
mantecados, conocidos popularmente como “zapatillas”.
No
tan conocida es su iglesia, y menos el camarín barroco del que hablaremos a
continuación. La iglesia de Santa María la Mayor, la única que actualmente
sigue abierta el culto en la población, fue construida a mediados del siglo
XVII, reedificada parcialmente a finales del siglo XVII, y con una serie de
añadidos de comienzos del XVIII. El camarín resulta ser un cuerpo que sobresale
de la planta de la iglesia y que se abre a espaldas del retablo mayor. Este
retablo es de progenie salomónica, fechable en el tercer cuarto del siglo XVII,
está presidido por una Virgen con el Niño (150 cm) gótica con una
cronología cercana al año 1300. Además de las columnas destacan las potentes
ménsulas, tarjetas vegetales y machones del ático, entre los cuales se localiza
una bella pintura dedicada a la Asunción de la Virgen. Justo debajo de
la Virgen gótica encontramos un tabernáculo renacentista con relieve de la Resurrección
en la puerta, de San Pedro y San Pablo en los laterales, y la inscripción:
“MATHEOS CJºS DE ROZAS I DOÑA BERNARDINA VELAZQUEZ ESTE RETABLO HICIERON Y
DORARON A SU COSTA”.
El
camarín se construyó en el primer tercio del siglo XVIII y resulta ser una
pequeña habitación cuadrangular cubierta con cúpula sobre pechinas. Tanto los
lunetos como la propia cúpula asientan sobre una serie de pequeñas ménsulas. Al
exterior el camarín presenta unos volúmenes muy definidos y sin ornamentación
ninguna, llamando la atención que en la parte baja se abre un pasadizo con
bóveda de medio cañón que permite el tránsito viario. Un poco por encima se
abren en las caras Este y Sur sendas ventanas por las que entra la luz que
ilumina la estancia. Los materiales utilizados en la ejecución de estos
paramentos es piedra mampostería para los lugares más importantes (ventana,
arco y esquinas), piedras irregulares para rellenar el resto del muro, y en la
parte superior el alero está construido en ladrillo, estando este cubierto
finalmente por las tejas.
Regresando
al interior, al camarín se accede por una escalera que parte desde una pila de
agua en la que el sacerdote se lavaría las manos. Esta pila de agua está
rematada por una venera con la charnela hacia afuera y que por encima va
decorada con unas pinturas murales, similares a las del camarín, en la que
entre labores vegetales surge un letrero que dice así: “Da, Domine, Virtvtem,
Manibus, Meis, Adastergendum, Omnem, Maculam, Vt Sine pollutione, mentis
& Corpois, Valeam, tibi servire”. Tras observar esta pila y subir los
escalones pertinentes accedemos definitivamente a aquel pequeño espacio que nos
llama poderosamente la atención por cuanto se encuentra completamente forrado
de pinturas murales, de arriba abajo, de izquierda a derecha, todo, de hecho,
es tal el “horror vacui” que no existe un solo centímetro del camarín que se
encuentre sin pintar: tenemos pinturas murales figurativas, pero también
ornamentales efigiando decoraciones vegetales y simulacros de mármoles.
Predominan los tonos rojos, azules, ocres, amarillos y oscuros.
Las
pinturas configuran un ciclo dedicado a la vida de la Virgen, como no podía ser
de otra manera dado que tanto el retablo al que se accede por el camarín como
la iglesia están dedicados a María. Estos episodios marianos se desarrollan en
tres de los cuatro lunetos (Encarnación, Anunciación y la Huida
a Egipto), en la bóveda (Asunción) y en la parte inferior de una de
las paredes, concretamente debajo del luneto de la Anunciación (la Coronación
de la Virgen). Las pechinas que sustentan la cúpula acogen a los cuatro
Evangelistas. Finalmente, también en tres de las cuatro paredes situadas
debajo de los lunetos encontramos pinturas figurativas: ya hemos visto que en
una aparecía la Coronación de la Virgen, pues bien, las otras dos están
decoradas con ángeles entre arquitecturas y elementos vegetales. Como habréis
visto hay una pared completa, tanto en la parte inferior como en la superior
que configura un luneto, que no exhibe pintura figurativa alguna, sino que se
encuentra completamente decorada con motivos vegetales. A continuación, vamos a
detallar algo más las pinturas murales que componen el camarín realizando un
recorrido por las paredes comenzando por la Norte y siguiendo el orden de las
agujas del reloj (Este, Sur, Oeste). Lo primero que hay que señalar es que las
diferentes escenas o personajes independientes se hayan perfectamente
delimitados por marcos de flores a la manera de los conocidos como “Quadri
riportati”, si bien la Asunción ya cabría clasificarla dentro de la tipología
de pintura de “Quadratura”.
La
pared Norte acoge en su parte inferior la puerta de acceso, sobre la cual se
halla colocado un cuadro-exvoto típico de este tipo de recintos en el que un
devoto da las gracias a la Virgen por su curación. Este género de pinturas
suele ser siempre igual: el enfermo aparece en la cama y a lo lejos en el cielo
y entre nubes figura la devoción a la que se da las gracias, en este caso Santa
María la Mayor de Portillo, y en la parte inferior del cuadro un texto que
contiene la explicación: “Hallándose gravemente enferma Juana Capellán,
vecina del Arrabal [de Portillo] se encomendó a Ntra Sra
la Mayor de Portillo y se recobró Salud. Año de 1850”. Por lo general
se suele tratar de pinturas de escasa calidad, cuyo único valor es el
iconográfico. A la derecha de la puerta encontramos el “Quadro riportato” que
acoge la pintura de la Coronación de la Virgen. Sobre un cúmulo de nubes
se haya Jesucristo vestido con ropajes encarnados colocando la corona sobre la
testa de María, que figura arrodillada frente a él y vestida con ropajes
azulados alusivos a su virginidad. A su derecha el Padre Eterno, un bonachón
anciano con barba y pelo cano, la bendice con la mano derecha mientras que con
la izquierda sujeta un cetro. El Espíritu Santo en su forma habitual de Paloma
lanza un rayo de luz hacia la corona. Tanto Dios Padre como Cristo asientan
sobre unos “tronos” conformados por cabezas aladas de ángeles. Completan la
escena otra serie de ángeles que juguetean entre las nubes. Por encima de esta
escena encontramos una serie de ménsulas, también pintadas, entre las cuales se
desarrollan decoraciones vegetales casi idénticas a las que encuadran la escena
superior que figura en el luneto, que no es otra que la Anunciación.
Como es habitual los protagonistas son María y el Arcángel San Gabriel, pero
también lo es un pequeño angelito situado a la derecha que descorre un ampuloso
telón barroco que ocultaba la escena. María figura leyendo un libro situado
sobre un atril en forma de ménsula y con un mascaron angelical en el frente.
Tanto la Virgen como el atril se elevan sobre un podio de doble escaño. A su
derecha llega raudo a lomos de una nube el Arcángel San Gabriel, con un ramo de
azucenas en la mano derecha (atributo que hace referencia a la concepción
virginal de María) y con la izquierda señalando al Espíritu Santo, que
nuevamente lanza desde un rompimiento de gloria un rayo hacia la Virgen. Esta pintura de la Anunciación está claramente inspirada en la que ejecutara en 1671 el madrileño Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1704) para la catedral de Valladolid.
Anunciación (1671) de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia conservada en la catedral de Valladolid |
La
pared Este es sustancialmente diferente al resto puesto que además de acoger
una bóveda de medio punto, en su parte superior se abre una ventana y toda la
superficie pictórica del muro (tanto en la inferior como en la propia del
luneto) se halla decorada con motivos vegetales ya sean entrelazados, en forma
de rameados, etc. Como anécdota, en los dos juegos florales que se explayan a
ambos lados de la ventana encontramos a dos pequeños angelitos jugueteando.
La
pared Sur es para mi gusto la más rica, pictóricamente hablando. En la parte
inferior se abre en el centro una ventana, cuyo marco está decorado nuevamente
con motivos vegetales, a cuyos lados aparecen pintados sendos ángeles, de
formas gráciles y femeninas. Aparecen dentro de hornacinas simuladas y apoyados
sobre peanas, también en trampantojo, en las que encontramos una serie de
plantas y flores pintadas con gran nivel de detallismo. Los ropajes de ambos
ángeles son muy movidos. La parte superior del muro, el luneto, acoge quizás la
escena más interesante y de mayor calidad del conjunto, así como la que
contiene un mayor trasfondo iconográfico: la Encarnación. La escena está
formada por Dios Padre a la izquierda sobre una serie de nubes entre las cuales
sobresalen algunos angelotes. Extiende su mano derecha hacia la Virgen,
mientras que con la izquierda nuevamente sujeta el cetro. A su lado, y en un
nuevo rompimiento de gloria, aparece el Espíritu Santo lanzando un rayo sobre
la Virgen. En la parte derecha de la escena llega lo más interesante: la Virgen
Niña cosiendo sentada encima de un cojín sobre una silla. A su izquierda surge
un Unicornio, de cuerno extremadamente largo, que simboliza la pureza de María.
Tras ella un alto podía que sirve de base a una gigantesca columna de la que
tan solo se aprecia la basa. Tanto el podio como la basa están rotas, lo que
pudiera aludir a la rotura del velo del templo, siendo quizás este velo el rojo
que recubre la citada arquitectura.
La
pared Oeste acoge la puerta que da acceso a la Virgen gótica del retablo mayor,
a la sazón Santa María la Mayor. La puerta se encuentra decorada en sus bordes
por elementos vegetales y mixtilíneos, mientras que a los lados la flanquean
sendos ángeles regordetes que sujetan con una de sus manos un óvalo dentro del
cual aparece una palmera que alude a una de las letanías marianas. Como hemos
visto, en las cuatro paredes la separación del cuerpo bajo del luneto se
produce por medio de una serie de ménsulas entre las cuales aparecen
decoraciones vegetales, pues bien en esta ocasión encontramos una pequeña
diferencia y es que entre las ménsulas situadas sobre la puerta del camarín
figura una cabeza alada de serafín que tiene como fondo una venera. Ya en el
luneto observamos que la escena desarrollada en él es la Huida a Egipto.
No se trata de la típica escena que ilustra este episodio en el cual
encontramos a la Virgen con el Niño sobre el burro y San José abriendo camino.
En esta ocasión vemos a la Sagrada Familia a pie llegar a una barca para cruzar
un río. Un personaje sobre la barca, su propietario, y sujeto a una cuerda
parece disponerse a ayudarles, mientras que también serviría de ayuda a la
Sagrada Familia el Ángel que completa la escena junto al burro en el extremo
derecho.
Una
vez vistos los muros damos paso a las pechinas, las cuales acogen a los cuatro
Evangelistas sobre nubes y en actitud de escribir las Sagradas Escrituras.
A cada uno le acompaña su “viviente”: a San Juan el Águila, a San Mateo el
Ángel, a San Marcos el León y a San Lucas el Toro. Remata el conjunto en una
vistosa, barroca y movida escena de la Anunciación en la bóveda en la
que el artista ha querido jugar con la perspectiva “sotto in su”, aunque tan
solo parece lograrlo en la balaustrada que recorre el perímetro. Esta
balaustrada se encuentra interrumpida en los cuatro puntos cardinales por
parejas de ángeles que sujetan inscripciones alojadas dentro de construcciones
vegetales con elementos arquitectónicos. Así, en ellos podemos leer las
siguientes leyendas: “Atque semper virgo”, “Felix caeli porta”, “Dei mater alma”.
La cuarta por desgracia se halla borrada debido a la pérdida de la capa
pictórica. En el centro de la bóveda se encuentra la Virgen ascendiendo a los cielos
gracias a la ayuda de unos ángeles adultos, al mismo tiempo le rodean otros más
infantiles que portan diferentes objetos que aluden a una serie de letanías:
corona, cetro, lirio, palma, estrella, etc.
El
conjunto pictórico mural que acabamos de ver, y del cual desconocemos el autor
-quizás habría que pensar en Pedro de Acuña, especialista en pintura mural,
aunque la pintura de este periodo está tan poco estudiada que bien pudiera
haberla ejecutada un maestro actualmente desconocido- constituye uno de los
escasos ejemplares barrocos conservados en la provincia. Aunque muchos han
desaparecido, podríamos aludir a otros ejemplares muy interesantes como los que
acogen el camarín de la Virgen de la Soterraña en la iglesia de San Miguel de
Olmedo, o la bóveda de la sacristía de la iglesia del Salvador de Valladolid.
Camarín de la Virgen de la Soterraña en la iglesia de San Miguel de Olmedo |
Cúpula de la sacristía de la iglesia del Salvador de Valladolid |
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo X. Antiguo partido judicial de Olmedo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1977.
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1967.
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