Hace unas semanas se
nos iba una de las figuras artísticas más importantes que le quedaban a
Valladolid: Ana Jiménez López. Sirva este post como homenaje a la que fuera
gran artista y, por lo que he leído y escuchado, mejor persona y profesora.
Según
la profesora Ara Gil, existe un rasgo imprescindible para comprender la obra de
Ana Jiménez. Se trata de “la dimensión
transitiva de su creación, la capacidad para transmitir sus conocimientos y sus
experiencias, desde su plaza de profesora de término en la Escuela de Artes y
Oficios de Valladolid. Ha tenido, tanto para sí misma como para los demás, la
exigencia de un perfecto dominio técnico, compensado siempre con el estímulo de
la capacidad creativa y de la libertad de expresión. Precisamente, en la
investigación de las formas y de los nuevos materiales con sus alumnos, han
tenido lugar algunos cambios importantes en su propia forma de hacer”.
También apunta que “la obra de Ana Jiménez es el resultado de una capacidad innata para captar
los rasgos esenciales de la realidad que percibe, de una gran intuición para
descubrir y plasmar la fuerza vital de la naturaleza, de fantasía para crear
formas nuevas, y a la vez de experimentación que la llevan bruscamente a
terrenos insospechados. Hay en su obra un continuo renovarse y a la vez una
continua recurrencia a trabajos anteriores. Las etapas de su creación artística
que se perfilan con la perspectiva de tiempo no son capítulos cerrados. Ana
Jiménez no renuncia a ninguna de sus criaturas, y ocasionalmente de un viejo
trabajo recibe la motivación para una obra nueva, o simplemente lo remodela
para que se acomode al paso del tiempo. Ana Jiménez llegó a comentar que “para mí, el arte es vida, es lo que te rodea
trasladado a la materia”.
La vida artística vallisoletana de los últimos
cincuenta años ha estado marcada por la presencia de esta escultora, quien no
sólo ha contribuido con su obra a dar testimonio de su época sino que a través
de su actividad como profesora de la Escuela de Artes y Oficios ha ejercido una
labor de formación en varias generaciones de alumnos y ha dejado una estela de
influencia en muchos artistas jóvenes. Con vueltas atrás y recurrencias, la
obra de Ana Jiménez es fruto de una personalidad muy independiente que fue capaz
de asumir las novedades estéticas sin someterse a las imposiciones de la moda.
Su estilo no dejó evolucionar y, a medida que transcurría el tiempo su
creatividad se manifiesta de forma más libre. Independientemente del tamaño,
las esculturas de Ana Jiménez han nacido con vocación de monumento. Se pueden
disfrutar en pequeño formato, pero alcanzan su plenitud al integrarse en un
espacio vivido. Su impecable técnica, la delicadeza y originalidad de sus
temas, la serenidad que trasciende de su mundo imaginativo han sido apreciado y
valorados como atestiguan los numerosos encargos que se le han propuesto y los
premios que desde muy joven y a lo largo de los años viene recibiendo.
Ana Jiménez nació el día 15 de noviembre de 1926 en La
Coruña, ciudad en la que vivieron transitoriamente sus padres hasta 1935. Su
madre era zamorana y su padre procedía de Ávila de una familia de tradición
militar cuya carrera él mismo profesó. En 1935 se trasladaron a Valladolid
donde residían los abuelos paternos, cuyo papel fue muy importante en la
educación de Ana. Eran personas cultivadas, muy amigos de la familia Bonet
Correa, y ella compartió juegos infantiles con Antonio, quien después llegaría
a ser una de las personalidades más destacadas de la Historia del Arte español.
En estos años había comenzado los estudios de Bachillerato en el Instituto
Núñez de Arce emplazado entonces en el edificio actual del Instituto Zorrilla.
|
Ana Jiménez en la Acrópolis |
FORMACIÓN
Primero su abuelo y luego su profesor de dibujo,
disciplina en la cual se inició en el mundillo artístico, don Eugenio Ramos,
descubrieron que tenía grandes cualidades artísticas. Para consolidar esta capacidad
con una enseñanza disciplinada ingresó en el año 1950 en la Escuela de Artes y
Oficios de Valladolid, donde tuvo ocasión de conocer también la técnica del
modelado. El barro fue su gran descubrimiento. Era un material que se trabajaba
con docilidad y que consiguió dominar en poco tiempo. La mayor parte de sus
esculturas, aunque realizadas en distintos materiales, fueron concebidas desde
el modelado. El dibujo continuó siendo el soporte inmediato de su inspiración.
Son especialmente destacables sus rostros, en los que además del parecido
físico consigue plasmar las particularidades expresivas de la persona retratada
con espontaneidad y frescura. El interesante repertorio de bocetos para sus
obras escultóricas es donde aparece la faceta más viva y directa de su
inspiración.
Los años de aprendizaje en la Escuela fueron
extraordinariamente receptivos. Se dedicó a copiar todos los modelos
disponibles y a la vez recibía los primeros estímulos para su propio concepto
escultórico. El ambiente en que se formó era el de las corrientes escultóricas
de la postguerra. La expresión artística se debatía entre las inquietudes
investigadoras de la vanguardia y la de aquellos que preferían explorar nuevas
formas dentro de la constante clasicista procedente de la tradición
mediterránea. Sus profesores en la Escuela, Antonio Vaquero, Ángel Trapote Mateo y José Luis Medina pertenecían a esta última. Del primero aprendió la capacidad para captar las
formas esenciales, la pureza de volúmenes, la síntesis. Ana Jiménez llegó a
confesar que en aquellos años ella se sentía muy atraída por la forma de hacer
del escultor Cristino Mallo (hermano de la pintura Maruja Mallo), maestro en la
técnica del modelado que dentro de la tradición figurativa representaba la
renovación formal, y del que admiraba la emoción que era capaz de transmitir a
sus obras. Antonio Vaquero la animó para abandonar las copias e iniciarse en la
búsqueda de formas propias.
REALISMO IDEALIZADO. RETRATOS
A partir de este momento abre estudio propio, primero
en la calle María de Molina y después en la plaza de San Miguel. En estos
primeros años como maestra independiente sus temas preferidos fueron el retrato
y las figuras infantiles, dentro de una forma de hacer que puede definirse como
de realismo idealizado.
Las primeras esculturas de Ana Jiménez son a la vez
consecuencia de este ambiente y de la sensibilidad particular de la autora. La
solidez de su figuración se basa en la presencia real del modelo, pero su
estilo personal es el resultado de su original capacidad sintética y de su
pensamiento simbólico. Las obras de este momento acreditan un impecable dominio
técnico. En estos años su actividad el modelo concreto pierde su condición
individual, adquiere una significación intemporal, encarna una idea. Aunque su
inspiración se apoya casi siempre en la naturaleza, ella declaró que lo
imprescindible es la inspiración, no el modelo. Sus temas presentaban el lado
amable de la vida y la ternura de las relaciones humanas. Sentía predilección
por la infancia, protagonista de la mayor parte de las obras de este período y,
en una conversación, declaraba que su mayor deseo sería poblar los jardines de
esculturas. En esta época realizó muchos dibujos infantiles de gran ternura y
concisión.
En este grupo de obras existe ya uno de los rasgos más
significativos y constantes en el estilo peculiar de la autora: la primacía del
modelo femenino para la expresión de estas ideas generales. El tipo de mujer
que aparece ya configurado en estos primeros años se caracteriza por la solidez
y la serenidad. El punto de gravedad de las figuras es muy bajo y la masa mucho
más importante en la mitad inferior del cuerpo. En consecuencia estas mujeres,
niñas o adolescentes, tienen un fuerte anclaje en la tierra aspecto que cada
vez cobrará más importancia en la obra de la escultura. Los rostros en cambio
tienen expresión de ternura y delicadeza en su suave estilización.
Su primera obra, realizada en 1953, fue el Retrato de María Carmen, un busto de
terracota en el que demostraba su capacidad para captar el parecido con gran
frescura de ejecución y en formas muy esenciales. En los años siguientes, a
partir de la técnica del modelado, consolida lo que sería la base de su estilo
de formas plenas y sintéticas que tan bien se acomodaba a su mundo imaginativo
en el que la mujer y los niños eran los protagonistas de un mundo feliz. Son
figuras de cadera redondas y gruesas piernas, fuertemente ancladas en la tierra
y, aunque vestidas, siempre con los pies descalzos. La Muchacha sobre la hierba, realizada en barro en 1955 representa su
imagen ideal de mujer de volúmenes rotundos, en relación con la capacidad
generativa de la naturaleza. A este mismo concepto pertenece la Mujer calcetando (bronce, 1955). La
etapa de formación terminó con la concesión, en 1956, del premio “Martí y
Monsó”, que la Escuela de Artes y Oficios otorgaba por toda la labor académica;
y el “Fernández Araoz” de escultura en 1957. También en esta época se puede
destacar las Niñas del molinillo,
espléndida obra realizada en madera, donde el movimiento, la tensión y el
equilibrio han sido resueltos con gracia singular. La Niña, obra en bronce, mereció ese mismo
año de 1957 una Medalla Nacional de Escultura en la Exposición Nacional de
Bellas Artes de Madrid.
|
Retrato de María Carmen |
|
Muchacha sobre la hierba |
|
Calceteando |
|
Niña |
|
Niñas del molinillo |
Hasta 1963 la actividad de Ana Jiménez fue muy
variada. Se dedicó a restauraciones de obras artísticas, atendió a encargos de
muy diversa índole, algunas para comercios vallisoletanos que desafortunadamente
se han perdido. En ocasiones durante esta época trató de acomodar su estilo al
deseo de los comitentes. Por ejemplo, se conoce un relieve de San Nicolás o el busto de Isabel I de Castilla que los carlistas
ofrecieron como regalo a Carlos Hugo e Irene. En 1962 presentó una Exposición
de Tablas religiosas en la Sala del Palacio de Santa. Eran relieves de madera
policromada con temas suavemente idealizados, para cuya realización hizo
numerosos bocetos en dibujo. Otra obra de esta época fue un relieve que
reproducía el Monumento a los Zapadores
de Alcántara de Benlliure, realizado con un atrevido escorzo frontal.
Con el relieve Maternidad,
realizado en piedra de Sepúlveda, obtuvo el Primero premio de Escultura de
Profesionales de la Caja España de Valladolid en 1964. Es una obra de ejecución
impecable, que demuestra el dominio del modelado y la gran facilidad para
acomodar al fondo plano las formas tridimensionales, sugeridas sólo con ligero
resalto. Forma un entrañable grupo, en un formato que recuerda las estelas
griegas, en la que una joven madre lleva de la mano a su hijo.
|
Maternidad |
En 1964, al poco tiempo de inaugurarse el nuevo
edificio de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, regresaba Ana como profesora
de modelado después de haber obtenido la plaza de oposición. Permaneció en ese
puesto hasta su jubilación en 1992, dedicada a formar técnicamente a sus
alumnos, pero sobre todo a estimular su imaginación y creatividad.
Desde el momento que empezó a hacer obras modeladas
uno de los aspectos que más le interesó fue el retrato. Durante su etapa de
formación en la Escuela era un tema al que se dedicaba constantemente,
sirviéndose de sus compañeros como modelos, sin pretender conservarlos,
simplemente como ejercicio. Siempre ha tenido una gran capacidad para captar el
parecido con muy pocos elementos, pero nunca ha hecho retratos anecdóticos. Sus
cabezas están definidas por su sentido de la síntesis, que les da carácter
intemporal, sugeridor a la vez del hermetismo egipcio y del naturalismo romano.
Todos ellos han sido plasmados en arcilla, y algunos se han conservado en este
material cocido o en yeso. Otros han sido fundidos en bronce. Hay una delicada
idealización en los retratos de muchachas adolescentes de su primera época,
como el referido de María Carmen
(1953) o el de Pili, con el que obtuvo
en 1957 el referido premio “Fernández Araoz”. Los retratos masculinos están,
por el contrario, fuertemente caracterizados. El de su abuelo (Enrique López Urquiza 1956/1959),
terminado cuando ya había fallecido, tiene una serena nobleza. Jalones en la
serie que se inició entonces y que llega hasta el momento actual son los
retratos de Gabriel, Antonio, Fito (Adolfo Sarabia, hijo). Un ejemplo de caracterización realista
es la cabeza en bronce de Germán. La
última obra realizada en este tema es la cabeza titulada Leur (1993) donde se une a su ejecución impresionista la suave
tensión dramática de las esculturas helenísticas.
|
Pili |
|
Enríque López Urquiza |
|
Germán |
|
Leur |
ECOS DE RENOVACIÓN
El viaje que realizó a París en 1968 le aportó un conjunto
de vivencia muy ricas de las que derivó un cambio en su estilo. Profundizó en
el conocimiento de la personalidad de Picasso, en el que admiraba la libertad
de su sistema representativo, pero también se sintió atraída por las nuevas
corrientes ideológicas que se abrían paso entre la juventud. El realismo
idealizado del período anterior dio paso a un sistema formal más estilizado en
el que superficies planas y oquedades configuraban un juego de volúmenes
limpios y aristados. La primera obra que responde a esta nueva tendencia es la
escultura titulada Al vent del mond
(yeso y chapa de estaño, 1968) en el que cuatro jóvenes levantan sus brazos,
solidarios y expectantes. La escultora decía que sentía algo de la voluntad
verticalista del gótico en los arcos formados por las manos levantadas. Ana
Jiménez había concebido este grupo como proyecto ideal para un monumento de
parque que no llegó a materializarse. Esta vocación de monumento estuvo también
presente en el grupo Familia (1968),
boceto tallado en escayola, hoy perdido. La novedad de estos
proyectos de monumentos que no llegaron a ser, es que abandonaban el lenguaje
retórico convencional, prescindían del basamento y se integraban en el ambiente
urbano en convivencia con los ciudadanos.
|
Al vent del Mond |
|
Al vent del Mond (boceto) |
|
Familia |
En 1969, realizó un Proyecto para un monumento conmemorativo del V Centenario del
matrimonio de los Reyes Católicos. Estaba presidido por la pareja real, en
una composición muy sintética que convertía la representación en una
imagen-símbolo de la unidad hispánica. En la base diseñó unos relieves que
completaban la idea simbólica del conjunto, realizados con una técnica muy
rápida pero con una estructura formal muy sólida. En el frente del monumento
estaba representada la Bula matrimonial, en los costados, la reina entrando en
Granada y la reina entregando las joyas a Colón, y en la cara posterior una
composición simbólica de la unión de los reinos hispánicos, en la que la
superficie de España estaba formada por la repetición de las cabezas reales.
|
Proyecto de Monumento al Matrimonio de los Reyes Católicos |
Por estos años, la escultora tenía su estudio en la
calle del Cardenal Torquemada, en la Rondilla, para cuya iglesia diseñó una
imagen de Santa Teresa en
altorrelieve (1971) que finalmente no fue aceptada. El dominio
de la técnica unido a su capacidad imaginativa proporcionaron a Ana Jiménez
diversos encargos institucionales de carácter conmemorativo. Su figura de Atleta mereció el Premio Trofeo para
Concursos Deportivos de la Diputación de Valladolid y, consecuentemente,
realizó, en relieve, la medalla que habría de entregarse a los atletas. También
fue un encargo la Medalla de Gimnasia
Rítmica para los Juegos Internacionales, en donde el tema elegido fue la
cabeza de una mujer de cabellera flotante de inspiración modernista.
|
Atleta |
|
Atleta. Medalla para Concursos Deportivos de la Diputación de Valladolid |
NEOFIGURACIÓN ORGÁNICA
En la década de los setenta inició otra nueva
orientación estilística inspirada por el organicismo a la que durante algún
tiempo se aplicó en su aspecto más puro. Era un lenguaje que coincidía con su
propio concepto de pleno y vital de la forma. Realiza entonces sus Nudos (piedra artificial, 1973) cuyas
superficies turgentes encierran el potencial dinámico de un organismo vivo. En
1992 volvería a esta pureza formal con La
dualidad del actor, trofeo en bronce encargado por la Diputación para los
premios de Teatro. Es una obra en la que el concepto está expresado de forma
abstracta mediante dos mitades que se acoplan.
|
Nudos |
|
La dualidad del actor |
Coincidió el comienzo de esta nueva etapa con el
traslado de su estudio a Renedo (1974). En sus siguientes esculturas aplicó la
simplificación orgánica a figuras de animales en las que consigue un alto nivel
de refinamiento. Quizá la obra maestra de este momento sea el Halcón (bronce, 1975) donde la esencia
del pájaro está expresada mediante unas seguras y elegantes trayectorias que
tienen algo del conceptualismo egipcio. A esta línea organicista y simétrica
pertenece también la Foca (piedra
artificial, 1977), encargo destinado a adornar el borde de una piscina privada,
a la que siguieron numerosas versiones de Pájaros
y Palomas (bronce, poliéster, 1980),
algunos de los cuales fueron fundidos y comercializados como múltiples. Con
esta serie se relacionan el Pelícano,
el Pingüino, un Pájaro en terracota, y una colección de otros sesenta pájaros
encargados por José Luis Blanco para la firma comercial Novostil. Pero las
palomas han sido siempre las preferidas de la escultora por la plenitud formal
y la vitalidad expresiva que tan bien se acomodan a su forma de hacer. Ella
decía: “Cuando no tengo que hacer, hago
palomas”. Sus formas plenas son en el reino animal el equivalente expresivo
de la figura femenina. Otros animales también han merecido el interés de Ana
Jiménez como las ranas, o las focas, cuyos volúmenes definidos y turgentes se
acomodan bien al lenguaje plástico de su escultura.
|
Halcón |
|
Paloma y Palomo |
|
Foca |
FIGURACIÓN EXPRESIVA
Un nuevo cambio se produce en la obra de Ana Jiménez a
lo largo del año 1980. Le vuelve a interesar la figura humana pero con
planteamientos diferentes a los de su primera etapa de naturalismo idealista.
Aunque nada de lo anterior se elimina, sus experiencias van dirigidas ahora a
la expresividad del cuerpo y en muchas de sus esculturas prescinde de las
piernas. Hay, en esta nueva fase, sugerencias de la escultura clásica que ha
visto en sus viajes a Grecia y de Henry Moore cuya evolución estilística ha
seguido con atención. Pero también, y como referencia constante, está la huella
de Picasso en sus etapas más clásicas. En la Exposición titulada “Terracotas a
Picasso” que tuvo lugar ese mismo año en la Galería Carmen Durango de
Valladolid presentó una colección de treinta y seis torsos femeninos en barro
envueltos en telas de finos pliegues, blanqueadas con un engobe alcalino, en
las que había ecos fidiacos. El diseño apenas esbozado de las cabezas, algunas
de las cuales están seccionadas por un plano –referencia a las figuras rotas de
la Acrópolis y a las formas fragmentadas de Picasso– completan la configuración
de estas esculturas de pequeño formato. Con este conjunto se relaciona La Sirena, realizada en ese mismo año, y
con él se abre una línea que continuaría algunos años después su monumental Negra Filomena (piedra artificial,
1986), inspirada en un modelo natural, y con la Victoria mutilada (bronce, 1987), en la que su derivación
picassiana le aporta complejos y elaborados juegos de llenos y vacíos.
|
Terracotas a Picasso |
|
Terracotas a Picasso |
|
Negra Filomena |
|
Palomo |
|
Victoria mutilada |
En otro grupo de esculturas de 1980, las formas
corporales adquieren independencia y monumentalidad. Se deforman y quiebran
hasta convertirse en figuras-paisaje que revelan su admiración y su profunda
sintonía con la forma de hacer de Henry Moore. A veces se fragmentan en bloques
redondos que, según manifiesta la escultora, proceden de su evocación de los
berrocales de Ávila cuyas formaciones graníticas contienen un mundo de
sugerencias. Ejemplos de ellos son sus Ávila
(hombre – mujer, cemento, 1980) y la Mujer
reclinada en dos piezas (1980). En otros casos, esas mismas formas las encuentra
en la configuración de una modelo, como en la portuguesa que le inspiró Ainda Mais (piedra de Sepúlveda, 1980) y
en Gemma (bronce, 1981).
|
Ávila (hombre) |
|
Ávila (mujer) |
|
Aínda Maïs |
|
Gemma |
A partir de entonces es cuando comienza a interesarse
también por la figura masculina, a la que interpreta en el mismo sentido de
figura-paisaje y, en algunos casos, formando pareja con una mujer. El grupo Castilla y León (1982) son dos figuras
erguidas que anticipan la idea de pareja a la que más tarde volvería con Torsos (bronce, 1985).
|
Castilla y León |
|
Torsos |
A esta fase estilística pertenece una serie de obras
que surgieron como proyectos para monumentos públicos y que no llegaron a verse
realizados. Afloraba en ellos la idea de comunidad castellano-leonesa en el
momento previo a la declaración de su autonomía. En el proyecto que presentó al
concurso para la realización del monumento
a Jorge Manrique en Paredes de Nava (1981), la figura principal, Castilla,
era una mujer recostada evocadora del paisaje, sobre un basamento en el que se
sucedían relieves alusivos a las Coplas a
la muerte de su padre. Se han conservado los dibujos preparatorios de estos
relieves y de Castilla hizo después dos versiones en bronce (Castilla I y Castilla II, 1982). Las esculturas de Juana la Loca (yeso y chapa de estaño, 1981), que compuso para una
exposición de trabajos en torno a doña Juana I en Tordesillas, y de Mariana
Pineda (Marianita, cemento, 1981),
fueron diseñadas en pequeño tamaño pero su rotunda simplicidad las hace
monumentales. En 1983 establece definitivamente su casa-estudio en
la calle de Traductores.
|
Castilla I |
|
Castilla II |
|
Doña Juana |
|
Marianita |
FASE EXPERIMENTAL. NUEVOS MATERIALES
Una nueva etapa se abrió en 1986 cuando tuvo que
hacerse cargo de los “Cursos Experimentales de Volumen” en la Escuela de Artes
y Oficios. Con este motivo inició su propia exploración en materiales, técnicas
y lenguajes formales nuevos. Este campo le atrajo enseguida por las inmensas
posibilidades de dar curso de forma fresca, directa y distinta a una
creatividad enriquecida por la experiencia. Una de sus primeras obras en esta
nueva orientación fue el Módulo para el
congreso Hispano-Americano de terminología de la edificación. El volumen se
hermanaba con el espacio: en el interior de la forma compacta pero
transparente, de un ladrillo realizado en metacrilato, se elevan los contornos
de cinco columnas de alambre correspondientes a los cinco siglos del Descubrimiento.
Ese mismo año el Ministerio de Educación y Ciencia le
encargaba un relieve para el grupo escolar de enseñanza Primaria de Mayorga de
Campos, que resolvió con un móvil llamado Bandada
formado por tres mallas de tela metálica, con aplicaciones en formas de
palomas, que al ser movidos por el viento producen la sensación de vuelo.
|
Boceto para "Bandada" |
A pesar de que los nuevos materiales carecían de
nobleza, fue capaz de conseguir obras de gran contenido poético como Las manos del alba, realizado en tela
metálica policromada bajo la sugerencia de unos versos de Neruda. Frente al
volumen pleno que había prevalecido en sus etapas anteriores se abre paso ahora
el interés por el volumen virtual generado por superficies y líneas en el
espacio. Realiza en chapa recortada las siluetas de un desfile de Adolfo
Domínguez y en alambre otras creaciones en las que lleva hasta el límite su
capacidad de sintetizar las formas, como en Migración
(alambre y plástico, 1991-1992), Agrupados
(alambre, 1993) y Paso a dos (1993).
A ese mismo deseo experimental de dibujo en el espacio pertenecen sus diseños
de joyas (aderezos denominados Safo, Zasca, Stela, Eva y Maya).
|
Las maanos de Alba |
|
Agrupados |
|
Eva. Gargantilla (oro y zafiro blanco) |
|
Eva. Pendientes (oro y zafiro blanco) |
|
Maya. Gargantilla (oro) |
|
Safo. Gargantilla (oro y plata) |
|
Zasca. Gargantilla y pendiente (oro) |
En láminas de plástico ha realizado obras de fina
sensibilidad, donde las formas surgen con autonomía, incluso independientes del
propio material, sostenidas por sombras coloreadas como en Grupo o en el Friso de los
mutantes. En algunas de estas obras el sentimiento poético y un sentido
juguetón del humor ha dado formas entrañables y preciosistas. El Caballito rojo enlaza con el sentimiento
ingenuo y el espíritu libre con el que Paul Klee interpretaba la realidad.
|
Friso de los mutantes |
|
El caballito rojo |
Sus últimas obras acusan la
agresión del mundo actual, las injusticias sociales, la polución acústica, la
impotencia para poner remedio. La denuncia se expresa en diversos lenguajes; en
unos casos se reviste de ironía como en Deliberando
en torno al ruido; en otras adopta formas más sombrías como en El ruido, encarnado en un personaje
deforme o en El color de la pobreza,
glosa a un dolorido texto de María Zambrano.
|
Deliberando entorno al ruido |
|
El color de la pobreza |
|
El ruido |
La preparación de la Exposición antológica de la obra
de Ana Jiménez, organizada y patrocinada por la Junta de Castilla y León en
colaboración con la Diputación de Valladolid durante los años 1993 y 1994 y que
recorrió las diferentes capitales de la Comunidad Autonómica, fue motivo de
intensa actividad para la escultora y de reflexión sobre sus posibles líneas de
trabajo. Reaparece la forma compacta y las figuras-paisaje en composiciones
simbólicas como Las Berroqueñas
(poliéster, 1993) y Mingorría
(poliuretano, 1993) en las que se evoca el medio físico abulense, pero también
en esculturas que estuvieron inspiradas por una modelo real como ocurre con Zalgía (bronce, 1993), apunte rápido
tomado a una muchacha árabe embarazada en los baños de Alhucemas. También
hizo en ese momento los tres Pájaros Faik
(I, chapa policromada; II malla metálica y plástico; III, bronce, 1993) en
homenaje a su amigo el polifacético artista Faik Hussein.
|
Las Berroqueñas |
|
Mingorría |
|
Zalgía |
|
Pájaros Faik I |
|
Pájaro Faik II |
|
Pájaro Fail III |
Durante los años 1994 y 1996 Ana Jiménez tuvo la
oportunidad de materializar su deseo de ver sus obras en la calle. El primero
fue el Monumento al Cardenal Cisneros(bronce y piedra, 1995) para el paseo del Espolón de la Villa de Roa (Burgos)
por encargo de La Sociedad “Amigos de la Historia de Roa”. La solución que Ana
Jiménez dio a este monumento es de gran lucidez. Integró en el mismo conjunto
figura y pedestal de modo que el busto de Cisneros en bronce emerge, pensativo
y enérgico, de la parte superior de un gran bloque de caliza que actúa a modo
de tribuna y de cuya parte inferior se escapa el pie descalzo, también en
bronce, del austero cardenal franciscano.
|
Monumento al Cardenal Cisneros |
En 1996 el Ayuntamiento de Valladolid le encargó una
estatua para adornar la plaza principal del barrio de la Rondilla, junto al
parque Ribera de Castilla. Con ella volvía a uno de sus temas preferidos, la
infancia, y comenzaba a cumplir su deseo de “poblar los jardines de esculturas”. La idea partió de un antiguo boceto.
En la nueva versión fundida en bronce, una niña –Candía– se columpia. Se puede sentir el peso del rotundo cuerpo
infantil y a la vez el impulso que la mantiene en movimiento. Las sogas que
sostienen el columpio están sujetas a argollas ancladas en dos pilares en los
que hay grabados esquemáticos a modo de grafitti. Entre motivos simbólicos
–como pájaros en bandadas espirales, escaleras, flores…–, se lee el nombre de
Candía y la frase “Subiendo, bajando caracol del tiempo” tomada de unos versos
de Santiago Montes. Sobre cada uno de los pilares hay una paloma.
|
Candía |
Un nuevo encargo del Ayuntamiento en ese mismo año dio
como resultado las figuras de los tres niños (Bimbis) en torno al globo terráqueo giratorio de la Fuente del
Mundo en la Plaza de España de Valladolid. En estos niños y en Candía se ha
mantenido el espíritu y la forma de hacer de sus primeras esculturas.
|
Bimbis en torno al globo terráqueo |
Al igual que en la escultura pública, en los encargos
que recibe en esos años Ana Jiménez mantiene una forma de hacer que se podría
definir como esencialmente plástica y figurativa en la que integra su tendencia
a la idealización, cierto clasicismo, así como los planos cortantes que a veces
definen sus formas. La serie de obras por encargo continúa con el Relieve
en bronce conmemorativo del Cuarto
centenario del Quijote, patrocinado por la Diputación de Valladolid e
instalado en la Casa de Cervantes. Más recientes son el Trofeo para los Premios
de la Comunidad de Castilla y León al Cooperativismo (2006), cuyo tema
denominado Asamblea es un relieve en
forma de friso clásico con ecos de la procesión de las Panateas, y La familia de Bruselas (2006), encargo
particular en el que reinterpreta, en términos nuevos, el tema de la familia
que no llegó a realizarse en 1968.
Al margen, y paralelamente a esta línea de trabajo más
conservadora, Ana Jiménez ha mantenido abierta su faceta experiemntal en la que
ha actuado con una gran libertad de concepto, sin condicionamientos de material
ni de tema. En el año 1997 se creaba la Fundación Ana Jiménez, con sede en la
nave de un antiguo edificio industrial situado enfrente de su casa. En la
exposición colectiva que se celebró con motivo de la inauguración, Ana
participó con las Negras de Mali, las
Puertas del desierto, Cuando yo era una Menina azul y El pájaro que canta, obras de
realización muy atrevía, en materiales no convencionales como alambre, papel y
tubo, en las que la silueta y el color son los constitutivos de la forma.
|
Negras de Mali |
|
Cuando yo era una Menina azul |
En esta dirección han ido sus creaciones más recientes
dadas a conocer al público vallisoletano en las exposiciones celebradas en la
Fundación Segundo y Santiago Montes (2004) para la que realizó las Visitantes, figuras de pequeño tamaño,
apenas siluetas coloreadas pero llenas de vida y de actualidad, y en la Galería
Lorenzo Colomo (29 de noviembre de 2005) con relieves policromados como Penélope y Ulises. En la misma Galería
(noviembre-diciembre de 2007) una nueva exposición aportaba su testimonio de
preocupación y denuncia social con relieves y esculturas sobre los Malos Tratos. La violencia y acritud del
tema se presenta en lenguaje de comic con brillantes colores y perfiles
cortantes.
|
Visitantes |
|
Visitantes |
|
Visitantes |
Sus últimos años fueron de gran actividad pero también
de reconocimiento a su trabajo. El año 2004 fue muy importante en su carrera
artística porque recibió el Premio de las Artes otorgado por la Junta de
Castilla y León a artistas de especial valía. En relación con este premio está
su participación, junto con los demás artistas premiados, en la gran Exposición
celebrada en Oporto, durante los meses de mayo y junio de 2007. Con esta
ocasión recibió también el encargo de la Junta, de realizar en gran formato la referida
obra Deliberando en torno al ruido
para el nuevo edificio de las Cortes, donde actualmente se encuentra instalada.
En diciembre de 2007 se le concedía el Premio a la Trayectoria Artística de la
Diputación de Valladolid que le fue encargado solemnemente el día 25 de enero
de 2008.
BIBLIOGRAFÍA
- ARA GIL, Julia [textos]: Ana Jiménez: exposición itinerante en Castilla y León, Dirección
General de Patrimonio y Cooperación Cultura, Valladolid, 1993.
- ARA GIL, Julia: “Ana Jiménez”. En DELFÍN VAL, José: Personajes vallisoletanos, III,
Valladolid 2008, pp. 13-27.
- LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia
(2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.
Mi querida amiga ANA también fue alumna de Ángel Trapote Mateo, escultor y Director-Fundador de la actual Escuela de Arte vallisoletana.Es de ley reconocer a todas las personas que estuvieron vinculadas a esta genial artista.
ResponderEliminarJesús Trapote (Escultor)
Gracias Ana por tu retrato
ResponderEliminarGracias mi querida tía, genial como artista, dulce como persona.Aún hoy se te echa de menos.
ResponderEliminar