martes, 7 de enero de 2014

LA ESCULTORA ANA JIMENÉZ (1926-2013)


Hace unas semanas se nos iba una de las figuras artísticas más importantes que le quedaban a Valladolid: Ana Jiménez López. Sirva este post como homenaje a la que fuera gran artista y, por lo que he leído y escuchado, mejor persona y profesora.
Según la profesora Ara Gil, existe un rasgo imprescindible para comprender la obra de Ana Jiménez. Se trata de “la dimensión transitiva de su creación, la capacidad para transmitir sus conocimientos y sus experiencias, desde su plaza de profesora de término en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid. Ha tenido, tanto para sí misma como para los demás, la exigencia de un perfecto dominio técnico, compensado siempre con el estímulo de la capacidad creativa y de la libertad de expresión. Precisamente, en la investigación de las formas y de los nuevos materiales con sus alumnos, han tenido lugar algunos cambios importantes en su propia forma de hacer”.

También apunta que “la obra de Ana Jiménez es el resultado de una capacidad innata para captar los rasgos esenciales de la realidad que percibe, de una gran intuición para descubrir y plasmar la fuerza vital de la naturaleza, de fantasía para crear formas nuevas, y a la vez de experimentación que la llevan bruscamente a terrenos insospechados. Hay en su obra un continuo renovarse y a la vez una continua recurrencia a trabajos anteriores. Las etapas de su creación artística que se perfilan con la perspectiva de tiempo no son capítulos cerrados. Ana Jiménez no renuncia a ninguna de sus criaturas, y ocasionalmente de un viejo trabajo recibe la motivación para una obra nueva, o simplemente lo remodela para que se acomode al paso del tiempo. Ana Jiménez llegó a comentar que “para mí, el arte es vida, es lo que te rodea trasladado a la materia”.
La vida artística vallisoletana de los últimos cincuenta años ha estado marcada por la presencia de esta escultora, quien no sólo ha contribuido con su obra a dar testimonio de su época sino que a través de su actividad como profesora de la Escuela de Artes y Oficios ha ejercido una labor de formación en varias generaciones de alumnos y ha dejado una estela de influencia en muchos artistas jóvenes. Con vueltas atrás y recurrencias, la obra de Ana Jiménez es fruto de una personalidad muy independiente que fue capaz de asumir las novedades estéticas sin someterse a las imposiciones de la moda. Su estilo no dejó evolucionar y, a medida que transcurría el tiempo su creatividad se manifiesta de forma más libre. Independientemente del tamaño, las esculturas de Ana Jiménez han nacido con vocación de monumento. Se pueden disfrutar en pequeño formato, pero alcanzan su plenitud al integrarse en un espacio vivido. Su impecable técnica, la delicadeza y originalidad de sus temas, la serenidad que trasciende de su mundo imaginativo han sido apreciado y valorados como atestiguan los numerosos encargos que se le han propuesto y los premios que desde muy joven y a lo largo de los años viene recibiendo.

Ana Jiménez nació el día 15 de noviembre de 1926 en La Coruña, ciudad en la que vivieron transitoriamente sus padres hasta 1935. Su madre era zamorana y su padre procedía de Ávila de una familia de tradición militar cuya carrera él mismo profesó. En 1935 se trasladaron a Valladolid donde residían los abuelos paternos, cuyo papel fue muy importante en la educación de Ana. Eran personas cultivadas, muy amigos de la familia Bonet Correa, y ella compartió juegos infantiles con Antonio, quien después llegaría a ser una de las personalidades más destacadas de la Historia del Arte español. En estos años había comenzado los estudios de Bachillerato en el Instituto Núñez de Arce emplazado entonces en el edificio actual del Instituto Zorrilla.

Ana Jiménez en la Acrópolis
FORMACIÓN
Primero su abuelo y luego su profesor de dibujo, disciplina en la cual se inició en el mundillo artístico, don Eugenio Ramos, descubrieron que tenía grandes cualidades artísticas. Para consolidar esta capacidad con una enseñanza disciplinada ingresó en el año 1950 en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, donde tuvo ocasión de conocer también la técnica del modelado. El barro fue su gran descubrimiento. Era un material que se trabajaba con docilidad y que consiguió dominar en poco tiempo. La mayor parte de sus esculturas, aunque realizadas en distintos materiales, fueron concebidas desde el modelado. El dibujo continuó siendo el soporte inmediato de su inspiración. Son especialmente destacables sus rostros, en los que además del parecido físico consigue plasmar las particularidades expresivas de la persona retratada con espontaneidad y frescura. El interesante repertorio de bocetos para sus obras escultóricas es donde aparece la faceta más viva y directa de su inspiración.

Los años de aprendizaje en la Escuela fueron extraordinariamente receptivos. Se dedicó a copiar todos los modelos disponibles y a la vez recibía los primeros estímulos para su propio concepto escultórico. El ambiente en que se formó era el de las corrientes escultóricas de la postguerra. La expresión artística se debatía entre las inquietudes investigadoras de la vanguardia y la de aquellos que preferían explorar nuevas formas dentro de la constante clasicista procedente de la tradición mediterránea. Sus profesores en la Escuela, Antonio Vaquero, Ángel Trapote Mateo y José Luis Medina pertenecían a esta última. Del primero aprendió la capacidad para captar las formas esenciales, la pureza de volúmenes, la síntesis. Ana Jiménez llegó a confesar que en aquellos años ella se sentía muy atraída por la forma de hacer del escultor Cristino Mallo (hermano de la pintura Maruja Mallo), maestro en la técnica del modelado que dentro de la tradición figurativa representaba la renovación formal, y del que admiraba la emoción que era capaz de transmitir a sus obras. Antonio Vaquero la animó para abandonar las copias e iniciarse en la búsqueda de formas propias.

REALISMO IDEALIZADO. RETRATOS
A partir de este momento abre estudio propio, primero en la calle María de Molina y después en la plaza de San Miguel. En estos primeros años como maestra independiente sus temas preferidos fueron el retrato y las figuras infantiles, dentro de una forma de hacer que puede definirse como de realismo idealizado.
Las primeras esculturas de Ana Jiménez son a la vez consecuencia de este ambiente y de la sensibilidad particular de la autora. La solidez de su figuración se basa en la presencia real del modelo, pero su estilo personal es el resultado de su original capacidad sintética y de su pensamiento simbólico. Las obras de este momento acreditan un impecable dominio técnico. En estos años su actividad el modelo concreto pierde su condición individual, adquiere una significación intemporal, encarna una idea. Aunque su inspiración se apoya casi siempre en la naturaleza, ella declaró que lo imprescindible es la inspiración, no el modelo. Sus temas presentaban el lado amable de la vida y la ternura de las relaciones humanas. Sentía predilección por la infancia, protagonista de la mayor parte de las obras de este período y, en una conversación, declaraba que su mayor deseo sería poblar los jardines de esculturas. En esta época realizó muchos dibujos infantiles de gran ternura y concisión.

En este grupo de obras existe ya uno de los rasgos más significativos y constantes en el estilo peculiar de la autora: la primacía del modelo femenino para la expresión de estas ideas generales. El tipo de mujer que aparece ya configurado en estos primeros años se caracteriza por la solidez y la serenidad. El punto de gravedad de las figuras es muy bajo y la masa mucho más importante en la mitad inferior del cuerpo. En consecuencia estas mujeres, niñas o adolescentes, tienen un fuerte anclaje en la tierra aspecto que cada vez cobrará más importancia en la obra de la escultura. Los rostros en cambio tienen expresión de ternura y delicadeza en su suave estilización.
Su primera obra, realizada en 1953, fue el Retrato de María Carmen, un busto de terracota en el que demostraba su capacidad para captar el parecido con gran frescura de ejecución y en formas muy esenciales. En los años siguientes, a partir de la técnica del modelado, consolida lo que sería la base de su estilo de formas plenas y sintéticas que tan bien se acomodaba a su mundo imaginativo en el que la mujer y los niños eran los protagonistas de un mundo feliz. Son figuras de cadera redondas y gruesas piernas, fuertemente ancladas en la tierra y, aunque vestidas, siempre con los pies descalzos. La Muchacha sobre la hierba, realizada en barro en 1955 representa su imagen ideal de mujer de volúmenes rotundos, en relación con la capacidad generativa de la naturaleza. A este mismo concepto pertenece la Mujer calcetando (bronce, 1955). La etapa de formación terminó con la concesión, en 1956, del premio “Martí y Monsó”, que la Escuela de Artes y Oficios otorgaba por toda la labor académica; y el “Fernández Araoz” de escultura en 1957. También en esta época se puede destacar las Niñas del molinillo, espléndida obra realizada en madera, donde el movimiento, la tensión y el equilibrio han sido resueltos con gracia singular. La Niña, obra en bronce, mereció ese mismo año de 1957 una Medalla Nacional de Escultura en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

Retrato de María Carmen
Muchacha sobre la hierba
Calceteando
Niña
Niñas del molinillo
Hasta 1963 la actividad de Ana Jiménez fue muy variada. Se dedicó a restauraciones de obras artísticas, atendió a encargos de muy diversa índole, algunas para comercios vallisoletanos que desafortunadamente se han perdido. En ocasiones durante esta época trató de acomodar su estilo al deseo de los comitentes. Por ejemplo, se conoce un relieve de San Nicolás o el busto de Isabel I de Castilla que los carlistas ofrecieron como regalo a Carlos Hugo e Irene. En 1962 presentó una Exposición de Tablas religiosas en la Sala del Palacio de Santa. Eran relieves de madera policromada con temas suavemente idealizados, para cuya realización hizo numerosos bocetos en dibujo. Otra obra de esta época fue un relieve que reproducía el Monumento a los Zapadores de Alcántara de Benlliure, realizado con un atrevido escorzo frontal.
Con el relieve Maternidad, realizado en piedra de Sepúlveda, obtuvo el Primero premio de Escultura de Profesionales de la Caja España de Valladolid en 1964. Es una obra de ejecución impecable, que demuestra el dominio del modelado y la gran facilidad para acomodar al fondo plano las formas tridimensionales, sugeridas sólo con ligero resalto. Forma un entrañable grupo, en un formato que recuerda las estelas griegas, en la que una joven madre lleva de la mano a su hijo.

Maternidad
En 1964, al poco tiempo de inaugurarse el nuevo edificio de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, regresaba Ana como profesora de modelado después de haber obtenido la plaza de oposición. Permaneció en ese puesto hasta su jubilación en 1992, dedicada a formar técnicamente a sus alumnos, pero sobre todo a estimular su imaginación y creatividad.
Desde el momento que empezó a hacer obras modeladas uno de los aspectos que más le interesó fue el retrato. Durante su etapa de formación en la Escuela era un tema al que se dedicaba constantemente, sirviéndose de sus compañeros como modelos, sin pretender conservarlos, simplemente como ejercicio. Siempre ha tenido una gran capacidad para captar el parecido con muy pocos elementos, pero nunca ha hecho retratos anecdóticos. Sus cabezas están definidas por su sentido de la síntesis, que les da carácter intemporal, sugeridor a la vez del hermetismo egipcio y del naturalismo romano. Todos ellos han sido plasmados en arcilla, y algunos se han conservado en este material cocido o en yeso. Otros han sido fundidos en bronce. Hay una delicada idealización en los retratos de muchachas adolescentes de su primera época, como el referido de María Carmen (1953) o el de Pili, con el que obtuvo en 1957 el referido premio “Fernández Araoz”. Los retratos masculinos están, por el contrario, fuertemente caracterizados. El de su abuelo (Enrique López Urquiza 1956/1959), terminado cuando ya había fallecido, tiene una serena nobleza. Jalones en la serie que se inició entonces y que llega hasta el momento actual son los retratos de Gabriel, Antonio, Fito (Adolfo Sarabia, hijo). Un ejemplo de caracterización realista es la cabeza en bronce de Germán. La última obra realizada en este tema es la cabeza titulada Leur (1993) donde se une a su ejecución impresionista la suave tensión dramática de las esculturas helenísticas.

Pili
Enríque López Urquiza
Germán
Leur
ECOS DE RENOVACIÓN
El viaje que realizó a París en 1968 le aportó un conjunto de vivencia muy ricas de las que derivó un cambio en su estilo. Profundizó en el conocimiento de la personalidad de Picasso, en el que admiraba la libertad de su sistema representativo, pero también se sintió atraída por las nuevas corrientes ideológicas que se abrían paso entre la juventud. El realismo idealizado del período anterior dio paso a un sistema formal más estilizado en el que superficies planas y oquedades configuraban un juego de volúmenes limpios y aristados. La primera obra que responde a esta nueva tendencia es la escultura titulada Al vent del mond (yeso y chapa de estaño, 1968) en el que cuatro jóvenes levantan sus brazos, solidarios y expectantes. La escultora decía que sentía algo de la voluntad verticalista del gótico en los arcos formados por las manos levantadas. Ana Jiménez había concebido este grupo como proyecto ideal para un monumento de parque que no llegó a materializarse. Esta vocación de monumento estuvo también presente en el grupo Familia (1968), boceto tallado en escayola, hoy perdido. La novedad de estos proyectos de monumentos que no llegaron a ser, es que abandonaban el lenguaje retórico convencional, prescindían del basamento y se integraban en el ambiente urbano en convivencia con los ciudadanos.

Al vent del Mond
Al vent del Mond (boceto)
Familia
En 1969, realizó un Proyecto para un monumento conmemorativo del V Centenario del matrimonio de los Reyes Católicos. Estaba presidido por la pareja real, en una composición muy sintética que convertía la representación en una imagen-símbolo de la unidad hispánica. En la base diseñó unos relieves que completaban la idea simbólica del conjunto, realizados con una técnica muy rápida pero con una estructura formal muy sólida. En el frente del monumento estaba representada la Bula matrimonial, en los costados, la reina entrando en Granada y la reina entregando las joyas a Colón, y en la cara posterior una composición simbólica de la unión de los reinos hispánicos, en la que la superficie de España estaba formada por la repetición de las cabezas reales. 

Proyecto de Monumento al Matrimonio de los Reyes Católicos
Por estos años, la escultora tenía su estudio en la calle del Cardenal Torquemada, en la Rondilla, para cuya iglesia diseñó una imagen de Santa Teresa en altorrelieve (1971) que finalmente no fue aceptada. El dominio de la técnica unido a su capacidad imaginativa proporcionaron a Ana Jiménez diversos encargos institucionales de carácter conmemorativo. Su figura de Atleta mereció el Premio Trofeo para Concursos Deportivos de la Diputación de Valladolid y, consecuentemente, realizó, en relieve, la medalla que habría de entregarse a los atletas. También fue un encargo la Medalla de Gimnasia Rítmica para los Juegos Internacionales, en donde el tema elegido fue la cabeza de una mujer de cabellera flotante de inspiración modernista.

Atleta
Atleta. Medalla para Concursos Deportivos de la Diputación de Valladolid
NEOFIGURACIÓN ORGÁNICA
En la década de los setenta inició otra nueva orientación estilística inspirada por el organicismo a la que durante algún tiempo se aplicó en su aspecto más puro. Era un lenguaje que coincidía con su propio concepto de pleno y vital de la forma. Realiza entonces sus Nudos (piedra artificial, 1973) cuyas superficies turgentes encierran el potencial dinámico de un organismo vivo. En 1992 volvería a esta pureza formal con La dualidad del actor, trofeo en bronce encargado por la Diputación para los premios de Teatro. Es una obra en la que el concepto está expresado de forma abstracta mediante dos mitades que se acoplan.

Nudos
La dualidad del actor
Coincidió el comienzo de esta nueva etapa con el traslado de su estudio a Renedo (1974). En sus siguientes esculturas aplicó la simplificación orgánica a figuras de animales en las que consigue un alto nivel de refinamiento. Quizá la obra maestra de este momento sea el Halcón (bronce, 1975) donde la esencia del pájaro está expresada mediante unas seguras y elegantes trayectorias que tienen algo del conceptualismo egipcio. A esta línea organicista y simétrica pertenece también la Foca (piedra artificial, 1977), encargo destinado a adornar el borde de una piscina privada, a la que siguieron numerosas versiones de Pájaros y Palomas (bronce, poliéster, 1980), algunos de los cuales fueron fundidos y comercializados como múltiples. Con esta serie se relacionan el Pelícano, el Pingüino, un Pájaro en terracota, y una colección de otros sesenta pájaros encargados por José Luis Blanco para la firma comercial Novostil. Pero las palomas han sido siempre las preferidas de la escultora por la plenitud formal y la vitalidad expresiva que tan bien se acomodan a su forma de hacer. Ella decía: “Cuando no tengo que hacer, hago palomas”. Sus formas plenas son en el reino animal el equivalente expresivo de la figura femenina. Otros animales también han merecido el interés de Ana Jiménez como las ranas, o las focas, cuyos volúmenes definidos y turgentes se acomodan bien al lenguaje plástico de su escultura.

Halcón
Paloma y Palomo
Foca
FIGURACIÓN EXPRESIVA
Un nuevo cambio se produce en la obra de Ana Jiménez a lo largo del año 1980. Le vuelve a interesar la figura humana pero con planteamientos diferentes a los de su primera etapa de naturalismo idealista. Aunque nada de lo anterior se elimina, sus experiencias van dirigidas ahora a la expresividad del cuerpo y en muchas de sus esculturas prescinde de las piernas. Hay, en esta nueva fase, sugerencias de la escultura clásica que ha visto en sus viajes a Grecia y de Henry Moore cuya evolución estilística ha seguido con atención. Pero también, y como referencia constante, está la huella de Picasso en sus etapas más clásicas. En la Exposición titulada “Terracotas a Picasso” que tuvo lugar ese mismo año en la Galería Carmen Durango de Valladolid presentó una colección de treinta y seis torsos femeninos en barro envueltos en telas de finos pliegues, blanqueadas con un engobe alcalino, en las que había ecos fidiacos. El diseño apenas esbozado de las cabezas, algunas de las cuales están seccionadas por un plano –referencia a las figuras rotas de la Acrópolis y a las formas fragmentadas de Picasso– completan la configuración de estas esculturas de pequeño formato. Con este conjunto se relaciona La Sirena, realizada en ese mismo año, y con él se abre una línea que continuaría algunos años después su monumental Negra Filomena (piedra artificial, 1986), inspirada en un modelo natural, y con la Victoria mutilada (bronce, 1987), en la que su derivación picassiana le aporta complejos y elaborados juegos de llenos y vacíos.

Terracotas a Picasso
Terracotas a Picasso
Negra Filomena
Palomo
Victoria mutilada
En otro grupo de esculturas de 1980, las formas corporales adquieren independencia y monumentalidad. Se deforman y quiebran hasta convertirse en figuras-paisaje que revelan su admiración y su profunda sintonía con la forma de hacer de Henry Moore. A veces se fragmentan en bloques redondos que, según manifiesta la escultora, proceden de su evocación de los berrocales de Ávila cuyas formaciones graníticas contienen un mundo de sugerencias. Ejemplos de ellos son sus Ávila (hombre – mujer, cemento, 1980) y la Mujer reclinada en dos piezas (1980). En otros casos, esas mismas formas las encuentra en la configuración de una modelo, como en la portuguesa que le inspiró Ainda Mais (piedra de Sepúlveda, 1980) y en Gemma (bronce, 1981).

Ávila (hombre)
Ávila (mujer)
Aínda Maïs
Gemma
A partir de entonces es cuando comienza a interesarse también por la figura masculina, a la que interpreta en el mismo sentido de figura-paisaje y, en algunos casos, formando pareja con una mujer. El grupo Castilla y León (1982) son dos figuras erguidas que anticipan la idea de pareja a la que más tarde volvería con Torsos (bronce, 1985).

Castilla y León
Torsos
A esta fase estilística pertenece una serie de obras que surgieron como proyectos para monumentos públicos y que no llegaron a verse realizados. Afloraba en ellos la idea de comunidad castellano-leonesa en el momento previo a la declaración de su autonomía. En el proyecto que presentó al concurso para la realización del monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava (1981), la figura principal, Castilla, era una mujer recostada evocadora del paisaje, sobre un basamento en el que se sucedían relieves alusivos a las Coplas a la muerte de su padre. Se han conservado los dibujos preparatorios de estos relieves y de Castilla hizo después dos versiones en bronce (Castilla I y Castilla II, 1982). Las esculturas de Juana la Loca (yeso y chapa de estaño, 1981), que compuso para una exposición de trabajos en torno a doña Juana I en Tordesillas, y de Mariana Pineda (Marianita, cemento, 1981), fueron diseñadas en pequeño tamaño pero su rotunda simplicidad las hace monumentales. En 1983 establece definitivamente su casa-estudio en la calle de Traductores.

Castilla I
Castilla II
Doña Juana
Marianita
FASE EXPERIMENTAL. NUEVOS MATERIALES
Una nueva etapa se abrió en 1986 cuando tuvo que hacerse cargo de los “Cursos Experimentales de Volumen” en la Escuela de Artes y Oficios. Con este motivo inició su propia exploración en materiales, técnicas y lenguajes formales nuevos. Este campo le atrajo enseguida por las inmensas posibilidades de dar curso de forma fresca, directa y distinta a una creatividad enriquecida por la experiencia. Una de sus primeras obras en esta nueva orientación fue el Módulo para el congreso Hispano-Americano de terminología de la edificación. El volumen se hermanaba con el espacio: en el interior de la forma compacta pero transparente, de un ladrillo realizado en metacrilato, se elevan los contornos de cinco columnas de alambre correspondientes a los cinco siglos del Descubrimiento.
Ese mismo año el Ministerio de Educación y Ciencia le encargaba un relieve para el grupo escolar de enseñanza Primaria de Mayorga de Campos, que resolvió con un móvil llamado Bandada formado por tres mallas de tela metálica, con aplicaciones en formas de palomas, que al ser movidos por el viento producen la sensación de vuelo.

Boceto para "Bandada"
A pesar de que los nuevos materiales carecían de nobleza, fue capaz de conseguir obras de gran contenido poético como Las manos del alba, realizado en tela metálica policromada bajo la sugerencia de unos versos de Neruda. Frente al volumen pleno que había prevalecido en sus etapas anteriores se abre paso ahora el interés por el volumen virtual generado por superficies y líneas en el espacio. Realiza en chapa recortada las siluetas de un desfile de Adolfo Domínguez y en alambre otras creaciones en las que lleva hasta el límite su capacidad de sintetizar las formas, como en Migración (alambre y plástico, 1991-1992),  Agrupados (alambre, 1993) y Paso a dos (1993). A ese mismo deseo experimental de dibujo en el espacio pertenecen sus diseños de joyas (aderezos denominados Safo, Zasca, Stela, Eva y Maya).

Las maanos de Alba
Agrupados
Eva. Gargantilla (oro y zafiro blanco)
Eva. Pendientes (oro y zafiro blanco)
Maya. Gargantilla (oro)
Safo. Gargantilla (oro y plata)
Zasca. Gargantilla y pendiente (oro)
En láminas de plástico ha realizado obras de fina sensibilidad, donde las formas surgen con autonomía, incluso independientes del propio material, sostenidas por sombras coloreadas como en Grupo o en el Friso de los mutantes. En algunas de estas obras el sentimiento poético y un sentido juguetón del humor ha dado formas entrañables y preciosistas. El Caballito rojo enlaza con el sentimiento ingenuo y el espíritu libre con el que Paul Klee interpretaba la realidad.

Friso de los mutantes
El caballito rojo
Sus últimas obras acusan la agresión del mundo actual, las injusticias sociales, la polución acústica, la impotencia para poner remedio. La denuncia se expresa en diversos lenguajes; en unos casos se reviste de ironía como en Deliberando en torno al ruido; en otras adopta formas más sombrías como en El ruido, encarnado en un personaje deforme o en El color de la pobreza, glosa a un dolorido texto de María Zambrano.

Deliberando entorno al ruido
El color de la pobreza
El ruido
La preparación de la Exposición antológica de la obra de Ana Jiménez, organizada y patrocinada por la Junta de Castilla y León en colaboración con la Diputación de Valladolid durante los años 1993 y 1994 y que recorrió las diferentes capitales de la Comunidad Autonómica, fue motivo de intensa actividad para la escultora y de reflexión sobre sus posibles líneas de trabajo. Reaparece la forma compacta y las figuras-paisaje en composiciones simbólicas como Las Berroqueñas (poliéster, 1993) y Mingorría (poliuretano, 1993) en las que se evoca el medio físico abulense, pero también en esculturas que estuvieron inspiradas por una modelo real como ocurre con Zalgía (bronce, 1993), apunte rápido tomado a una muchacha árabe embarazada en los baños de Alhucemas. También hizo en ese momento los tres Pájaros Faik (I, chapa policromada; II malla metálica y plástico; III, bronce, 1993) en homenaje a su amigo el polifacético artista Faik Hussein.

Las Berroqueñas
Mingorría
Zalgía

Pájaros Faik I

Pájaro Faik II
Pájaro Fail III
Durante los años 1994 y 1996 Ana Jiménez tuvo la oportunidad de materializar su deseo de ver sus obras en la calle. El primero fue el Monumento al Cardenal Cisneros(bronce y piedra, 1995) para el paseo del Espolón de la Villa de Roa (Burgos) por encargo de La Sociedad “Amigos de la Historia de Roa”. La solución que Ana Jiménez dio a este monumento es de gran lucidez. Integró en el mismo conjunto figura y pedestal de modo que el busto de Cisneros en bronce emerge, pensativo y enérgico, de la parte superior de un gran bloque de caliza que actúa a modo de tribuna y de cuya parte inferior se escapa el pie descalzo, también en bronce, del austero cardenal franciscano.

Monumento al Cardenal Cisneros
En 1996 el Ayuntamiento de Valladolid le encargó una estatua para adornar la plaza principal del barrio de la Rondilla, junto al parque Ribera de Castilla. Con ella volvía a uno de sus temas preferidos, la infancia, y comenzaba a cumplir su deseo de “poblar los jardines de esculturas”. La idea partió de un antiguo boceto. En la nueva versión fundida en bronce, una niña –Candía– se columpia. Se puede sentir el peso del rotundo cuerpo infantil y a la vez el impulso que la mantiene en movimiento. Las sogas que sostienen el columpio están sujetas a argollas ancladas en dos pilares en los que hay grabados esquemáticos a modo de grafitti. Entre motivos simbólicos –como pájaros en bandadas espirales, escaleras, flores…–, se lee el nombre de Candía y la frase “Subiendo, bajando caracol del tiempo” tomada de unos versos de Santiago Montes. Sobre cada uno de los pilares hay una paloma.

Candía
Un nuevo encargo del Ayuntamiento en ese mismo año dio como resultado las figuras de los tres niños (Bimbis) en torno al globo terráqueo giratorio de la Fuente del Mundo en la Plaza de España de Valladolid. En estos niños y en Candía se ha mantenido el espíritu y la forma de hacer de sus primeras esculturas.

Bimbis en torno al globo terráqueo

Al igual que en la escultura pública, en los encargos que recibe en esos años Ana Jiménez mantiene una forma de hacer que se podría definir como esencialmente plástica y figurativa en la que integra su tendencia a la idealización, cierto clasicismo, así como los planos cortantes que a veces definen sus formas. La serie de obras por encargo continúa con el Relieve en bronce conmemorativo del Cuarto centenario del Quijote, patrocinado por la Diputación de Valladolid e instalado en la Casa de Cervantes. Más recientes son el Trofeo para los Premios de la Comunidad de Castilla y León al Cooperativismo (2006), cuyo tema denominado Asamblea es un relieve en forma de friso clásico con ecos de la procesión de las Panateas, y La familia de Bruselas (2006), encargo particular en el que reinterpreta, en términos nuevos, el tema de la familia que no llegó a realizarse en 1968.
Al margen, y paralelamente a esta línea de trabajo más conservadora, Ana Jiménez ha mantenido abierta su faceta experiemntal en la que ha actuado con una gran libertad de concepto, sin condicionamientos de material ni de tema. En el año 1997 se creaba la Fundación Ana Jiménez, con sede en la nave de un antiguo edificio industrial situado enfrente de su casa. En la exposición colectiva que se celebró con motivo de la inauguración, Ana participó con las Negras de Mali, las Puertas del desierto, Cuando yo era una Menina azul y El pájaro que canta, obras de realización muy atrevía, en materiales no convencionales como alambre, papel y tubo, en las que la silueta y el color son los constitutivos de la forma.

Negras de Mali
Cuando yo era una Menina azul
En esta dirección han ido sus creaciones más recientes dadas a conocer al público vallisoletano en las exposiciones celebradas en la Fundación Segundo y Santiago Montes (2004) para la que realizó las Visitantes, figuras de pequeño tamaño, apenas siluetas coloreadas pero llenas de vida y de actualidad, y en la Galería Lorenzo Colomo (29 de noviembre de 2005) con relieves policromados como Penélope y Ulises. En la misma Galería (noviembre-diciembre de 2007) una nueva exposición aportaba su testimonio de preocupación y denuncia social con relieves y esculturas sobre los Malos Tratos. La violencia y acritud del tema se presenta en lenguaje de comic con brillantes colores y perfiles cortantes.

Visitantes
Visitantes
Visitantes
Sus últimos años fueron de gran actividad pero también de reconocimiento a su trabajo. El año 2004 fue muy importante en su carrera artística porque recibió el Premio de las Artes otorgado por la Junta de Castilla y León a artistas de especial valía. En relación con este premio está su participación, junto con los demás artistas premiados, en la gran Exposición celebrada en Oporto, durante los meses de mayo y junio de 2007. Con esta ocasión recibió también el encargo de la Junta, de realizar en gran formato la referida obra Deliberando en torno al ruido para el nuevo edificio de las Cortes, donde actualmente se encuentra instalada. En diciembre de 2007 se le concedía el Premio a la Trayectoria Artística de la Diputación de Valladolid que le fue encargado solemnemente el día 25 de enero de 2008.

BIBLIOGRAFÍA
  • ARA GIL, Julia [textos]: Ana Jiménez: exposición itinerante en Castilla y León, Dirección General de Patrimonio y Cooperación Cultura, Valladolid, 1993.
  • ARA GIL, Julia: “Ana Jiménez”. En DELFÍN VAL, José: Personajes vallisoletanos, III, Valladolid 2008, pp. 13-27.
  • LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998.

3 comentarios:

  1. Mi querida amiga ANA también fue alumna de Ángel Trapote Mateo, escultor y Director-Fundador de la actual Escuela de Arte vallisoletana.Es de ley reconocer a todas las personas que estuvieron vinculadas a esta genial artista.
    Jesús Trapote (Escultor)

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  2. Gracias mi querida tía, genial como artista, dulce como persona.Aún hoy se te echa de menos.

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