En
la iglesia de Santa María la Sagrada de Tordehumos hallamos un tipo de retablo
que no es muy frecuente en la provincia vallisoletana, mucho más dada a los
retablos escultóricos que a los pictóricos. Si bien este retablo pertenece a este
último tipo también contiene su buena porción de escultura. El retablo ha sido
definido por Parrado del Olmo como un “buen
retablo renacentista de gran interés tanto en lo escultórico, como sobre todo
por sus pinturas”
Como
ya hemos dicho, se combina la pintura (12 tablas) con la escultura, esta última
repartida en el banco y en la calle central. El retablo se articula mediante un
banco, tres cuerpos, cinco calles y ático. La tipología nos indica que estamos
ante un retablo plateresco de tipo casillero, llamado así porque el perímetro
se ciñe a una cuadrícula definida precisamente mediante casilleros en los que
se ubican las tablas de pinturas y los relieves o esculturas.
Las
cinco calles se separan mediante columnas abalaustradas de canon corto,
situadas por delante de pilastras con motivo a candelieri. Los frisos se
decoran con cabezas de serafines alados. El ático aún presenta formas
mixtilíneas derivadas del retablo de la Capilla de San Gregorio de la catedral
de Palencia, obra de Juan Ortiz el Viejo I. Los marcos de los paneles de la
predela se decoran con ovas y palmetas en tanto que los encajamientos de la
calle principal se visten de veneras planas con las charnelas hacia fuera.
Según
Martín González el orden de lectura de las escenas del retablo sería de abajo
arriba y de izquierda a derecha. Se ha destacado la calle central, en la que se
desarrollan los episodios más relevantes de la Historia Sagrada: la Anunciación, el Nacimiento de Jesús y la Asunción
de María. El uso de la escultura en la calle central en medio de una obra
mayoritariamente pictórica se debe a su superioridad de la escultura a la hora
de conectar con los fieles.
En
el banco, presenta esculturas y relieves de Santiago
Apóstol, Entierro de Cristo, San Pablo, Muerte de la Virgen, San Juan
Evangelista, Apóstol, Epifanía, San Pedro, Quinta Angustia
y un Apóstol. En la calle central, de
abajo arriba, el Sagrario, la Anunciación, el Nacimiento, la Circuncisión y en el ático, la Asunción,
instalada en un compartimento rematado con un friso coronado con una concha de
refinado filamentos y que aparece circundada por seis apóstoles en bajorrelieve
a cada lado dentro de aletones de borde mixtilíneo. La cúspide del retablo se
completa con dos originales tarjetas, también de formas caprichosas pero
simétricas, a modo de cierre de las calles laterales. La inexistencia de Calvario en el ático y su sustitución
por la Asunción se explica por la
advocación mariana de la parroquia.
La
escultura de este retablo ha sido relacionada con Juan Ortiz el Viejo I,
escultor palentino discípulo de Felipe Bigarny, mientras que la Anunciación ha sido relacionada
claramente con el estilo de Juan de Valmaseda. Se puede decir que es obra
avanzada en torno a 1540, momento en que hay una conjunción frecuente de los
talleres de ambos maestros en diversas obras del obispado palentino. Las formas
más serenas y equilibradas son propias de Ortiz, en la línea de su maestro
Bigarny. En opinión de Parrado del Olmo, las escenas del Santo Entierro y la Quinta Angustia
también son obras suyas debido a ciertos resabios góticos.
Las
esculturas de composición más movida y tipos más expresionistas con barbas de
mechones de pelo mojado son de Juan de Valmaseda, como la escultura de Santiago, la Muerte de la Virgen, y algún apóstol más del banco. El referido
relieve de la Muerte de la Virgen
también ha tenido otras atribuciones, así, Portela Sandoval, se muestra más
reservado y simplemente se le adjudica a un artífice conocedor de Valmaseda e,
incluso, de Alonso Berruguete, considerando que se trata de una hornacina con
mayor movimiento en los personajes, particularmente en los dos arrodillados en
el suelo junto a la cama de brocados de la moribunda, que mantiene las manos
unidas en actitud orante, con el signo distintivo, además, de las barbas
mojadas, que para es determinante a la hora de su atribución al escultor
alavés.
En
la calle central, es obra personal suya la Anunciación,
sin dudas la pieza estelar del conjunto. A diferencia de lo que acaecía en las
escenas de la predela, aquí el movimiento y la inexpresividad se desbordan. Los
dos protagonistas destilan elegancia y delicadeza en sus facciones y ropajes y
son de tamaño superior al resto de imágenes del retablo. La Virgen, arrodillada
ante un reclinatorio, hace un giro muy pronunciado con la cabeza, dando un
fuerte tirón con el cuello, para escuchar el mensaje del Arcángel San Gabriel
está posándose sobre el suelo, como acusan sus cabellos fluyentes, el ángulo
que dibujan sus pies y sus ropas arrugadas agitadas por el aire y adheridas al
cuerpo, principalmente a las piernas aún flexionadas. Incluso la manga derecha
de su camisa, que sólo abarba hasta el codo dejando desnudo el antebrazo, ondea
al viento. Ha perdido la vara de azucenas que porta tradicionalmente como
igualmente ha desaparecido de la escena el búcaro de flores símbolo de la
castidad mariana. Del taller de Valmaseda serán la Circuncisión y los Apóstoles
del lado del Evangelio en el grupo de la Asunción.
Las
pinturas representan de izquierda a derecha y de arriba abajo los siguientes
temas: en el primer cuerpo, Oración del
Huerto, Camino del Calvario, Huida a Egipto y Presentación en el Templo. En el segundo, Prendimiento de Jesús, Crucifixión,
Resurrección y Bajada al Limbo. En el tercero, Flagelación,
Llanto sobre Cristo Muerto, Ecce Homo y Visitación. En los edículos laterales del ático, parece haber un busto y una pintura irreconocible. La pintura ha sido estudiada en profundidad
tras la documentación de la misma por García Chico quien dio a conocer cómo en
1544 el palentino Cristóbal de Herrera traspasaba la tercera parte de la obra a
Juan de Villoldo y otra tercera parte a Francisco de Amberes. Esto hizo suponer
a Post que parte de las pinturas fueran de Herrera, situando en su órbita otras
pinturas de estilo similar de las provincias de Valladolid y Zamora. El
profesor Caamaño estudió las pinturas en profundidad y las adscribió a Juan de
Villoldo, a excepción de la Flagelación,
la Visitación y el Ecce Homo que relaciona con el retablo
de la Pasión situado en el lado de la Epístola de la nave de la iglesia. Estas
serán de mano distinta a la de Juan Villoldo, pero influida por su estilo, por
lo que se pueden suponer obra de un discípulo. En su conjunto el resto de las
mismas son de buena calidad, calidad que se ha visto incrementada tras su
reciente restauración. El estilo de Villoldo sigue el manierista de Alonso
Berruguete por sus composiciones dinámicas e inestables y sus tipos humanos
expresivos, si bien su canon es más corto y el dibujo menos flexible que el de
su maestro.
Por
su especial calidad, destacan las de la Oración
del Huerto, en paisaje crepuscular, la cual está inspirada en un grabado de
Martin Schöngauer; la miguelangelesca Camino
del Calvario, con una dramática puesta en escena y las elegantes pinturas
de Resurrección, Bajada al Limbo y Llanto
sobre Cristo Muerto.
La
tabla de la Epifanía nos recuerda a
Alonso Berruguete en el rey Mago genuflexo que adora al Niño, es decir, Melchor,
sobre todo en la manera de configurar su rostro enjuto y en la forma puntiaguda
de la barba. Tanto María como los tres Reyes están ricamente ataviados a la
usanza de la época del retablo, con vestiduras de amplios pliegues y el
detalle, curioso y distinguido a la vez, del sombrero de Nuestra Señora.
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
- PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
Impresionante que bien explicado
ResponderEliminar