jueves, 28 de agosto de 2014

LAS PINTURAS DEL RETABLO DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE PIÑA DE ESGUEVA, OBRA DE ANTONIO VÁZQUEZ


En la iglesia parroquial de Piña de Esgueva se localiza un retablo con pinturas del prolífico pintor vallisoletano Antonio Vázquez, artífice que sin ningún género de dudas fue el más importante en su oficio durante la primera mitad del siglo XVI tanto en Valladolid capital como en sus terretorios limítrofes. La importancia de este pintor, y el interés que tengo por este pintor, merecerá en próximas entregas sucesivas entradas explicando su biografía y obra. Volviendo al asunto que nos ocupa, el retablo, situado en la cabecera de la nave del Evangelio se fecha hacia 1590, aunque las pinturas, con una cronología sensiblemente anterior, debieron ser realizadas hacia 1540. Hay que puntualizar que, como la mayor parte de la obra de Antonio Vázquez, las pinturas no están documentadas sino que se le atribuyen, aunque como veremos el estilo de este pintor es tan definido y peculiar que no caben muchas dudas sobre su segura atribución.

La arquitectura, inscrita dentro del clasicismo de finales del siglo XVI, es muy sencilla, apenas es una simple estructura que custodia las tablas. El retablo se organiza mediante tres calles (la central más alta), un estrecho banco, dos cuerpos (el primero dobla en altura al segundo) y un ático con aletones a los lados  Las calles se encuentran separadas mediante columnas estriadas de capitel dórico en el primer cuerpo y a las que se añaden, en el superior, pilastras con ménsulas por capitel, colocados sobre banco y coronados por ático rematado en frontón triangular. En él se integran, dentro de cajas rectangulares, ocho pinturas al óleo sobre tabla. La limpieza arquitectónica de su diseño, fomentada especialmente desde el Concilio de Trento, se acusa en la reducción de ornato, que en este caso se limita a los pedestales de las columnas, entablamentos, frisos y caja de las pilastras, decorados a base de motivos vegetales, con bolas y los pináculos de raigambre clásica en el remate.

Sin ninguna duda las tablas están reaprovechadas de un retablo anterior. En su banco se disponen, emparejados y de busto, San Juan Bautista acompañado de Santa Lucia, a un lado, y San Juan Evangelista con Santa Apolonia, al otro. En el primer cuerpo, flanqueando la hornacina central donde se halla colocada una imagen de la Virgen titular, se encuentran las tablas de San Andrés y el Calvario. Ocupando el segundo cuerpo están, en el centro la pintura de Santa Margarita y, a sus lados, otras en que aparecen efigiados los donantes junto con San Bartolomé y Santa Catalina, coronándose el conjunto con una tabla de San Lucas.
Son precisamente los atributos propios de cada santo los que permiten su diferenciación. Así, Santa Lucía aparece con la bandeja en que expone los ojos que aluden a la forma en que fue torturada mientras sujeta en la otra la palma que señala su estado martirial; San Juan Bautista, de ermitaño aunque sin la acostumbrada piel de camello, aparece señalando el libro sobre el que se dispone el Agnus Dei; San Juan Evangelista, como joven imberbe, porta el cáliz en recuerdo de la copa de veneno que fue obligado a beber por el sacerdote del templo de Diana; Santa Apolonia exhibe las tenazas símbolo de su martirio; San Andrés, con barba cana, porta la cruz aspada en que fue martirizado y el libro propio de su condición apostólica; San Bartolomé, que acompaña al donante, lleva en su mano izquierda el libro mientras con la derecha blande el cuchillo de su martirio a la vez que sujeta encadenado al demonio; Santa Margarita está pintada junto al satánico dragón, del que logró escapar tras habérsela tragado, y, finalmente, Santa Catalina, acompañando a la donante, con gran espada y rueda dentada que hablan de los suplicios que padeció.

Amén de los santos protectores, la inclusión de los restantes temas iconográficos estará justificada por devociones personales de los donantes, quizás de tipo familiar o conmemorativa, exceptuando la presencia de los Santos Juanes, relacionados sin duda con el hecho de haber pertenecido la villa a la Orden de San Juan. Sin haber datos definitivos, es más que probable que los donantes representados en este retablo sean los señores de Piña de Esgueva, D. Antonio de la Cuadra y su esposa Dª María de Espinosa y Urueña.

La escultura de la Virgen del retablo se dispone sobre peana formada por dos hercúleos putti que, al igual que ella, se engloban estilísticamente dentro de lo que se ha denominado manierismo romanista, caracterizado por la monumentalidad de las figuras, de anatomía recia o potente, derivada de los tipos miguelangelescos, destacando en este ejemplar el correcto tratamiento de los plegados de su vestido que buscan conseguir contrastes lumínicos, y cierta belleza idealizada en el modelo femenino que recuerda tipos utilizados por artistas del ámbito juniano en la segunda mitad del siglo XVI.
Sorprende la colocación que no responde a lógica alguna. Caamaño relaciona estas tablas con otras obras de Vázquez. Así, por ejemplo, la Crucifixión es muy semejante a la conservada en el Museo de Valladolid. Los santos, aislados y de pie, se destacan ante fondos de brocados que dejan ver el paisaje a los lados y se relacionan con los representados en el retablo de Valdenebro de los Valles. El citado profesor las relaciona con el estilo de Pedro Berruguete en el retablo mayor de la Catedral de Ávila. Los mismos contactos con las pinturas de Valdenebro se observan en las parejas de santos, de medio cuerpo, de la predela. No faltan los paños de fondos de brocados y los nimbos imitando labor metálica.

Probablemente, en origen, las tablas de los donantes se colocaron en el primer cuerpo junto a las de San Lucas y Santa Margarita al tener todas ellas el mismo tamaño. En el segundo cuerpo estaría dispuesta la de San Andrés, puesto que sus medidas son superiores a las anteriores, junto con otras que deben de haberse perdido, situándose el Calvario en el remate, como es habitual. La presencia de una cruz aspada en la clave central de la bóveda de la capilla en que se encuentra colocado permite sospechar que la tabla dedicada a San Andrés fuese la principal del conjunto y a él estaría dedicado el retablo primitivo.
El estilo de las pinturas corresponde con la producción de Antonio Vázquez. Su obra muestra características propias de finales del gótico aunque incorporad elementos de comienzos del Renacimiento, siendo definido su estilo entre el realismo de Pedro Berruguete y el idealismo de Juan de Borgoña, si bien mantiene en su pintura una serie de arcaísmos que le hacen fácilmente reconocible, como la aparición de tiras de fondo de brocado en oro sobre las que se recortan los personajes, así como cierto carácter ingenuo en sus figuras, de rostros dulces aunque generalmente estereotipados incluso cuando incorpora retratos de personajes concretos, como en este caso, en los que no hay intención clara de caracterización. De carácter reposado y colocadas de tres cuartos, todas presentan un canon monumental, efecto potenciado además por sus amplias vestiduras, de pliegues generalmente suaves y redondeados y tonos planos, a veces con una fina cenefa dorada bordeando las telas.
Otro rasgo identificativo del pintor es la aparición de finas láminas doradas en barbas y cabellos y cabezas de grandes orejas que deja siempre visibles al disponer el cabello peinado hacia atrás. Por detrás de los personajes, en el plano medio de la composición, sitúa frondosos árboles, cerrando la línea del horizonte con montañas y amplios paisajes de influencia flamenca.


BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: El pintor Antonio Vázquez, Instituto Culturas Simancas, Valladolid, 1985.
  • CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María: “Antonio Vázquez (nuevos comentarios y obras), B.S.A.A., tomo XXXVI, 1970, pp. 193-204.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús (coord.): Patrimonio restaurado de la provincia de Valladolid. Retablos (vol. 1), Diputación de Valladolid, Valladolid, 2008.
  • URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XX. Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.

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