En la iglesia parroquial de Piña de Esgueva se localiza un retablo con pinturas del prolífico pintor vallisoletano Antonio Vázquez, artífice que sin ningún género de dudas fue el más importante en su oficio durante la primera mitad del siglo XVI tanto en Valladolid capital como en sus terretorios limítrofes. La importancia de este pintor, y el interés que tengo por este pintor, merecerá en próximas entregas sucesivas entradas explicando su biografía y obra. Volviendo al asunto que nos ocupa, el retablo, situado en la cabecera de la nave del Evangelio se fecha hacia 1590, aunque las pinturas, con una cronología sensiblemente anterior, debieron ser realizadas hacia 1540. Hay que puntualizar que, como la mayor parte de la obra de Antonio Vázquez, las pinturas no están documentadas sino que se le atribuyen, aunque como veremos el estilo de este pintor es tan definido y peculiar que no caben muchas dudas sobre su segura atribución.
La arquitectura, inscrita dentro del clasicismo de
finales del siglo XVI, es muy sencilla, apenas es una simple estructura que
custodia las tablas. El retablo se organiza mediante tres calles (la central
más alta), un estrecho banco, dos cuerpos (el primero dobla en altura al
segundo) y un ático con aletones a los lados Las calles se encuentran separadas mediante
columnas estriadas de capitel dórico en el primer cuerpo y a las que se añaden,
en el superior, pilastras con ménsulas por capitel, colocados sobre banco y
coronados por ático rematado en frontón triangular. En él se integran, dentro
de cajas rectangulares, ocho pinturas al óleo sobre tabla. La limpieza
arquitectónica de su diseño, fomentada especialmente desde el Concilio de
Trento, se acusa en la reducción de ornato, que en este caso se limita a los
pedestales de las columnas, entablamentos, frisos y caja de las pilastras,
decorados a base de motivos vegetales, con bolas y los pináculos de raigambre
clásica en el remate.
Sin ninguna duda las tablas están reaprovechadas de
un retablo anterior. En su banco se disponen, emparejados y de busto, San Juan Bautista acompañado de Santa Lucia, a un lado, y San Juan Evangelista con Santa Apolonia, al otro. En el primer
cuerpo, flanqueando la hornacina central donde se halla colocada una imagen de
la Virgen titular, se encuentran las tablas de San Andrés y el Calvario.
Ocupando el segundo cuerpo están, en el centro la pintura de Santa Margarita y, a sus lados, otras en
que aparecen efigiados los donantes junto con San Bartolomé y Santa
Catalina, coronándose el conjunto con una tabla de San Lucas.
Son precisamente los atributos propios de cada santo
los que permiten su diferenciación. Así, Santa
Lucía aparece con la bandeja en que expone los ojos que aluden a la forma
en que fue torturada mientras sujeta en la otra la palma que señala su estado
martirial; San Juan Bautista, de
ermitaño aunque sin la acostumbrada piel de camello, aparece señalando el libro
sobre el que se dispone el Agnus Dei; San
Juan Evangelista, como joven imberbe, porta el cáliz en recuerdo de la copa
de veneno que fue obligado a beber por el sacerdote del templo de Diana; Santa Apolonia exhibe las tenazas
símbolo de su martirio; San Andrés,
con barba cana, porta la cruz aspada en que fue martirizado y el libro propio
de su condición apostólica; San Bartolomé,
que acompaña al donante, lleva en su mano izquierda el libro mientras con la
derecha blande el cuchillo de su martirio a la vez que sujeta encadenado al
demonio; Santa Margarita está pintada
junto al satánico dragón, del que logró escapar tras habérsela tragado, y,
finalmente, Santa Catalina,
acompañando a la donante, con gran espada y rueda dentada que hablan de los
suplicios que padeció.
Amén de los santos protectores, la inclusión de los
restantes temas iconográficos estará justificada por devociones personales de
los donantes, quizás de tipo familiar o conmemorativa, exceptuando la presencia
de los Santos Juanes, relacionados sin duda con el hecho de haber pertenecido
la villa a la Orden de San Juan. Sin haber datos definitivos, es más que probable que
los donantes representados en este retablo sean los señores de Piña de Esgueva,
D. Antonio de la Cuadra y su esposa Dª María de Espinosa y Urueña.
La escultura de la Virgen del retablo se dispone
sobre peana formada por dos hercúleos putti que, al igual que ella, se engloban
estilísticamente dentro de lo que se ha denominado manierismo romanista,
caracterizado por la monumentalidad de las figuras, de anatomía recia o
potente, derivada de los tipos miguelangelescos, destacando en este ejemplar el
correcto tratamiento de los plegados de su vestido que buscan conseguir
contrastes lumínicos, y cierta belleza idealizada en el modelo femenino que
recuerda tipos utilizados por artistas del ámbito juniano en la segunda mitad
del siglo XVI.
Sorprende la colocación que no responde a lógica
alguna. Caamaño relaciona estas tablas con otras obras de Vázquez. Así, por
ejemplo, la Crucifixión es muy
semejante a la conservada en el Museo de Valladolid. Los santos, aislados y de
pie, se destacan ante fondos de brocados que dejan ver el paisaje a los lados y
se relacionan con los representados en el retablo de Valdenebro de los Valles.
El citado profesor las relaciona con el estilo de Pedro Berruguete en el
retablo mayor de la Catedral de Ávila. Los mismos contactos con las pinturas de
Valdenebro se observan en las parejas de santos, de medio cuerpo, de la
predela. No faltan los paños de fondos de brocados y los nimbos imitando labor
metálica.
Probablemente, en origen, las tablas de los donantes
se colocaron en el primer cuerpo junto a las de San Lucas y Santa Margarita
al tener todas ellas el mismo tamaño. En el segundo cuerpo estaría dispuesta la
de San Andrés, puesto que sus medidas
son superiores a las anteriores, junto con otras que deben de haberse perdido,
situándose el Calvario en el remate,
como es habitual. La presencia de una cruz aspada en la clave central de la bóveda
de la capilla en que se encuentra colocado permite sospechar que la tabla
dedicada a San Andrés fuese la principal del conjunto y a él estaría dedicado
el retablo primitivo.
El estilo de las pinturas corresponde con la
producción de Antonio Vázquez. Su obra muestra características propias de
finales del gótico aunque incorporad elementos de comienzos del Renacimiento,
siendo definido su estilo entre el realismo de Pedro Berruguete y el idealismo
de Juan de Borgoña, si bien mantiene en su pintura una serie de arcaísmos que
le hacen fácilmente reconocible, como la aparición de tiras de fondo de brocado
en oro sobre las que se recortan los personajes, así como cierto carácter
ingenuo en sus figuras, de rostros dulces aunque generalmente estereotipados
incluso cuando incorpora retratos de personajes concretos, como en este caso,
en los que no hay intención clara de caracterización. De carácter reposado y
colocadas de tres cuartos, todas presentan un canon monumental, efecto
potenciado además por sus amplias vestiduras, de pliegues generalmente suaves y
redondeados y tonos planos, a veces con una fina cenefa dorada bordeando las
telas.
Otro rasgo identificativo del pintor es la aparición
de finas láminas doradas en barbas y cabellos y cabezas de grandes orejas que
deja siempre visibles al disponer el cabello peinado hacia atrás. Por detrás de
los personajes, en el plano medio de la composición, sitúa frondosos árboles,
cerrando la línea del horizonte con montañas y amplios paisajes de influencia
flamenca.
BIBLIOGRAFÍA
- BRASAS EGIDO, José Carlos: El pintor Antonio Vázquez, Instituto Culturas Simancas, Valladolid, 1985.
- CAAMAÑO MARTÍNEZ, Jesús María: “Antonio Vázquez (nuevos comentarios y obras), B.S.A.A., tomo XXXVI, 1970, pp. 193-204.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús (coord.): Patrimonio restaurado de la provincia de Valladolid. Retablos (vol. 1), Diputación de Valladolid, Valladolid, 2008.
- URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XX. Antiguo partido judicial de Valoria la Buena, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.
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