miércoles, 3 de junio de 2015

EXPOSICIÓN: VENANCIO BLANCO. Desayunando con el dibujo. V Centenario de Santa Teresa de Jesús



En la Sala de Exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid, junto a la Casa de Zorrilla y el Museo Nacional de Escultura, se celebra durante unos pocos días (demasiados pocos para la FIGURA a la que dedican la muestra) una exhibición que muestra parte de la obra más reciente de Venancio Blanco. ¿Qué quién es Venancio Blanco? Sin lugar a dudas el escultor decano de Castilla y León, el último vivo de los míticos escultores que ha producido esta tierra durante el siglo XX, que no fueron pocos. En definitiva, toda una “Institución” de las artes castellanoleonesas. Vaya aquí un pequeño homenaje a este escultor que tanto admiro.
Esta exposición que inició su itinerancia en el Auditorio de San Francisco de Ávila, organizada por el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua en colaboración con la Fundación Venancio Blanco dentro de la conmemoración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, acoge medio centenar de dibujos realizados en servilletas de bar, de 12 x 8,5 cms., en las que el escultor Venancio Blanco recoge a diario sus inquietudes y aquello que le llama la atención, mientras disfruta de una taza de café con leche en uno de los bares cercanos a su taller; un soporte sencillo, efímero para recoger la frescura, la libertad y el buen dibujo.

Flores (2012)
Santa Teresa (2013)
Santa Teresa (2013)
Santa Teresa (2014)
Santa Teresa (2003)
Santa Teresa (2014)
Santa Teresa y San Juan de la Cruz (2014)
San Juan de la Cruz (2002)
San Juan de la Cruz (2014)
Santa Teresa (2014)
La exposición “Desayuno con dibujo”, también acoge cinco esculturas religiosas, un temática recurrente que marca la singularidad de su trayecto en el que hay que señalar el monumento a Santa Teresa en Alba de Tormes, y un museo en el alrededor madrileño dedicado a sus esculturas sacras. El año 2013 recibió el encargo de las Carmelitas de Alba de Tormes para realizar otra escultura de Santa Teresa, y ello le llevó a producir numerosos dibujos en los que “sueña” distintas situaciones de Teresa en su camino fundacional y en su labor como escritora.

Árbol (2004)
Maternidad (2014)
Maternidad (2014)
Homenaje a Häendel. Acuática (1996)
Toro (2014)
Retrato de Juan Belmonte (1971)
Suerte de varas (2014)
Suerte de varas "Burladero" (2007)
Reposo (1980)
Maternidad de la silla "Escuela " (1970)
Escultura (2013)

VENANCIO BLANCO. BIOGRAFÍA
Venancio Blanco nace en Matilla de los Caños (Salamanca) el 13 de marzo de 1923. Su infancia tuvo lugar entre dehesas y toros bravos por ser hijo de José Blanco, mayoral de las ganaderías de Argimiro Pérez Tabernero, y por si fuera poco en lugar cercano al de otros toros famosos “los Toros de Guisando”. De aquí, sin duda, nació su amor por el mundo de los toros, el cual podemos verlo plasmado en sus dibujos y esculturas de toros y toreros.
A los ocho años se traslada con su familia al vecino pueblo de Robliza de Cojos, descubriendo por primera vez los “santos” del retablo de su iglesia”; santos que, como Venancio confiesa, primero fueron sólo eso, santos, y luego “esculturas” cuando supo repensarlos. Desde estos primeros años manifiesta una clara inclinación por los trabajos artesanales. En 1937, en plena Guerra Civil, el Ayuntamiento de Robliza el concede una pensión para ampliar estudios que le permite matricularse en la Escuela elemental del Trabajo de Salamanca. Se traslada a dicha ciudad, residiendo en casa de unos tíos, con la intención de estudiar dibujo lineal, forja, ajuste mecánico, hojalatería y ebanistería. Decidido a orienta su vida hacia el mundo de la madera, Venancio comienza a asistir por las noches a la Escuela de Artes y Oficios, en la que terminará por matricularse. Allí se produce un gran descubrimiento: el dibujo artístico y la escultura, asignatura de la que era profesor Soriano Montagut. Este descubrimiento del arte y muy especialmente de la escultura, supondrá un verdadero giro para su vida.

Sagrada Cena
Al descubrimiento de la práctica artística verificada por Venancio se unirá, colaborando de forma decisiva a dar solidez a la decisión ya casi tomada del joven salmantino, el premio obtenido en 1941 en la 1ª Exposición de Educación y Descanso. Había presentado dos retratos que obtuvieron cuarto y noveno premio, lo que le permitiría viajar a Italia; a una Italia en guerra, hecho que hará que parte de su familia se oponga. Para un joven de apenas 18 años un mes por tierras italianas, visitando Roma, Orvieto, Perugia, Asís, Florencia, Pisa y Milán, supuso traer en la retina de imágenes y una idea de un punto pretenciosa pero perfectamente explicable tas la estancia en “la Gloria”: “el arte había dejado de tener secretos, ahora faltaba el trabajo”. Esto va a suponer un importante avance en su obra, más por lo que el hecho le aporta de seguridad en sí mismo y de reconocimiento a sus muchos y grandes esfuerzos, que por lo que entonces puede investigar de los grandes maestros del pasado. Observaría principalmente a Donatello, Ghiberti y Miguel Ángel. Y también se interesaría por maestros contemporáneos como Marino Marini, Giacomo Manzù y Arturo Marini, aunque luego no recordará sus nombres.
Venancio regresa a Salamanca para continuar sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios, trabajando en ocasiones como ayudante de Soriano Montagut o Damián Villar. En 1942 realiza las pruebas de acceso y, tras ser aceptado, ingresa al año siguiente en la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando. Una Beca de la Diputación de Salamanca le va a permitir costearse su estancia en Madrid. Realiza brillantemente su carrera. Aprovecha el tiempo y trabaja, consigue los premios: Molina Higuera, Aníbal Álvarez y Carmen del Río. 

Monumento al torero Juan Belmonte. Sevilla
Al terminar sus estudios en San Fernando en 1948, Venancio permanece en Madrid y va saliendo adelante como puede. Picó a la puerta de Talleres de Arte –los “Talleres del Cura”, como eran conocidos en Madrid–, empresa creada por el sacerdote asturiano Félix Granda Buylla y que se dedicaba desde principios de siglo al arte sacro, con la intención de entrar en su sección de talla, pero no fue contratado, por lo que se vio obligado a realizar trabajos para algunas tiendas de Serrano, fundamentalmente para Hipola, y para una fábrica de porcelana que a la postre habría de llevarse sus ahorros. En esta coyuntura entra ya en escena una persona clave en la trayectoria de Venancio: su hermano Juan. Vendrá ahora reclamado por el hermano mayor para ayudar en el trabajo a Venancio, pues la demanda de piezas decorativas era importante, pero habrá de ser poco más tarde un colaborador incansable y extraordinario dominador del oficio y sus técnicas cuya huella puebla las principales esculturas del artista. Pocas son las obras que Venancio ha realizado hasta este momento, y las que pueden contarse, están dentro de los módulos académicos, algunos retratos, y algunas obras de carácter religioso, nada más. Las esculturas religiosas de Venancio en sus primeros tiempos, surgen conforme a la posibilidad de entender la religiosidad en la España de la postguerra. Para cualquier artista que iniciara en aquellos tiempos escultura religiosa, existía casi una imposibilidad de hacer algo de acuerdo con el siglo XX.

Monumento a San Francisco de Asís. Salamanca
Desde los últimos cuarenta y primeros cincuenta le había ido llegando algunos encargos escultóricos, casi siempre de carácter religioso, que había resuelto con destreza, pero que sólo tímidamente iban dando muestras de un intento de renovación. En cualquier caso, está claro que desde sus inicios Venancio no se decanta por la senda servil del “neo”, fundamentalmente neo-barroco, tan del gusto del público y escultores entonces.
1953 marca un punto de inflexión. Once años de trabajo sólo habían acrecentado las ansias de escultura de Venancio, y esas ansias se desbordan en otoño, al participar de la nueva escultura italiana expuesta en el Retiro. Desde entonces Manzù y Marino Marini se convertirán en referentes básicos para su obra.
La primera exposición individual de Venancio Blanco llega en 1955 y tiene por marco la Sala Municipal de Arte de Córdoba, tierra especialmente querida para el salmantino por las raíces cordobesas de su esposa y la amistad con el pintor Povedano. Tenía entonces su estudio en el nº 27 de la calle María de Molina. Desde este año el toro se convierte en vehículo de su investigación escultórica.

Monumento a Santa Teresa de Jesús. Alba de Tormes
En febrero de 1957 contrae matrimonio en la parroquia de San Lorenzo del Escorial con María Pilar Quintana Iglesias y, gracias a una bolsa de viaje concedida por el Ministerio de Educación Nacional, emprende una nueva visita a Italia. El viaje resulta un verdadero aprendizaje; una lección constante de escultura antigua y moderna que se dejará ver en la muestra del Ateneo de Madrid de 1959. En opinión de Ortega Coca, le sirvió para acercarse a los estilos arcaicos y muy especialmente el arte etrusco, “que rimaba perfectamente con los gustos de Venancio durante aquellos años”. En el fondo estamos ante una búsqueda de la renovación por la vía del carácter elemental y sintético del arte “primitivo” que permanece como alternativa válida desde que lo descubrieran las vanguardias históricas. En 1958 viaja a París, importante en tanto que supondrá la posibilidad de contacto con la más estricta vanguardia. Subraya el artista dos nombres: Rodin y Maillol.

Monumento "Al Vaquero Charro". Salamanca
En 1959 vuelve a Italia gracias a una beca de la Fundación March y residiendo, durante la duración de la misma, en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Este viaje le sirve a Venancio para sentar muchos conceptos y afirmar vagos recuerdos de sus viajes anteriores, como el realizado a Italia en 1941 en el que se enfrentó por primera vez con el Renacimiento, o el segundo que tuvo lugar en 1957. Ahora en 1959, en su visita a Italia va a estudiar algo que le interesa profundamente: el proceso de fundición. Por estas fechas, Venancio se ha convencido de su compenetración con la materia más adecuada a su idea y esta materia será el bronce. El cemento le ha valido, en este interludio de unos meses, para probarse a sí mismo como escultor. Es además un material de bajo costo, que sirve bien a las ideas sobre la ruda figuración primitiva que entonces quiere conseguir. En Italia, frecuente los talleres de Giovanni y Angeli, de la Vía San Michelle de Trastévere de Roma, fundición internacionalmente famosa. A partir de su regreso a España, y hasta el momento actual, Venancio elige, salvo raras excepciones, el bronce como única materia.
El año 1959 será un crucial para Venancio. Él dice que es el de su primera y verdadera exposición, realizada en el Ateneo de Madrid. Será una exposición individual, en ella muestra veintiocho obras en cemento y dos vaciadas en bronce. En esta muestra conseguirá el Premio de la crítica por la mejor exposición de la temporada 1958-1959. Y un año después consigue la Segunda Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes y el Primer Premio de Escultura al Aire Libre, de la Fundación Rodríguez Acosta de Granada.

Parece evidente que Venancio inicia la década de 1960 con extraordinaria fortuna. Las exposiciones, los premios y los viajes se suceden sin interrupción y también las ventas. Un gran coleccionista de su obra iba a ser el célebre actor Anthony Quinn, con sensibilidad escultórica y afición a los toros, el que le compre en 1961 y de una sola vez quince esculturas, enterado del hacer del escultor mientras rodaba una película en España. Posteriormente el actor aumentó su colección con nuevas obras de Venancio. Pero, ha sido una de sus verdaderas desilusiones, el no haber aceptado Venancio la venta del gran Nazareno (1963) que el actor quería adquirir. Parece que Venancio no quiere, en absoluto, desprenderse de esta pieza obra clave, sin duda, en el conjunto general de su obra.
En 1962 se le concede la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes por su obra Torero, escultura que “contrapone salientes y huecos con perfecta maestría, al tiempo que aprovecha el efecto irregular de la rebabas y los poros del metal fundido para dar cumplida realidad a su escultura innovadora”. Al año siguiente, en 1963, Venancio realiza una de sus mejores obras, El Nazareno, en dos versiones, una exclusivamente de hierro y la otra, más cuidada, en hierro y bronce (190 cms.). La obra se realizó con destino propio, para San Lorenzo de El Escorial, pero la incomprensión de las autoridades eclesiásticas, desestima la pieza como inapropiada para el culto.

Toro
Torero
En 1964, año en que se publica una obra que recupera la figura del escultor Alberto Sánchez trazando su discurrir creativo desde la renovación neocubista a las formas orgánicas, Venancio participa de una exposición colectiva en las salas de la Dirección General de Bellas Artes de Madrid. En esta muestra se encuentra el germen de un grupo que aglutinará a escultores y amigos que comparten una forma de entender la escultura. Todos los participantes –César Montaña, Valverde, García Donaire, Mustieles, Carrilero y Venancio– profesores de modelado en la Escuela de Artes y Oficios –Venancio accederá por oposición en 1969 comenzando a impartir clases en la Escuela de Artes y Oficios de Moratalaz– forman un equipo de trabajo e investigación bajo el nombre de “Seis escultores” que intentaba introducir elementos de renovación en la plástica española y, muy especialmente, en la enseñanza de la escultura sin abandonar su apuesta por la figuración. Fruto de la amistad de Venancio con Jesús Valverde será el traslado del estudio de nuestro escultor desde la calle María de Molina de Madrid a la calle Cañas en 1974.
También en 1964 consigue con esta escultura la Medalla de Oro en la IV Bienal Internacional de Arte Sacro de Salzburgo, la más alta condecoración en el más acreditado concurso de arte religioso en Europa; y el gran premio de la Bienal Internacional del Deporte en las Bellas Artes, tras haber hecho de deportes como el baloncesto o el ciclismo –su obra Ciclistas será colocada en el Velódromo de Anoeta– tema escultórico. En el mismo año es condecorado con la Encomienda de la Orden del Mérito Civil y un año más tarde gana la Medalla de Oro en la X Exposición de las Artes en Europa, que tuvo lugar en Bruselas. Este mismo año obtiene nuevos trofeos, organiza exposiciones dentro y fuera de España y recorre Grecia y Turquía. La visita griega resuelve una crisis que en ese momento estaba atravesando el artista.

Picador
Don Quijote
En 1967 llega un hito importante a la carrera de Venancio: el encargo de una serie de esculturas para la iglesia de Pedro Abad (Córdoba), lugar en el que nació la fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón. Daniel Sánchez Puch fue el arquitecto que proyecta la iglesia e intenta dotar a ésta de obras de calidad, para lo cual cuenta con nuestro Venancio. En el templo irían, al menos, tres piezas escultóricas: Cristo, Virgen con el Niño y un sagrario.  En este año de 1967 recibe el encargo por parte de Luis Bollaín de realizar un Monumento al torero Juan Belmonte, al cual Venancio no llegó a conocer. Lo realiza según documentos fotográficos, y relatos orales. Desde esta fecha hasta su realización definitiva en 1972, transcurren más de cinco años e infinidad de bocetos, que en general van simplificando al personaje. El resultado final tiene mucho de símbolo y de expresión. Este monumento es uno de los cuatro más importantes que se han encargado al escultor. Los otros tres son: Monumento a San Francisco en el Campo de San Francisco de Salamanca; el Monumento a Santa Teresa, junto al convento carmelitano de Alba de Tormes; y el Vaquero Charro en Salamanca.
En 1969 Venancio da fin al encargo de Pedro Abad, al mismo tiempo que, participa en la X Exposición Bienal del Museo de Middelheim en Amberes, donde su obra interesa hasta el extremo de ser adquirida su escultura Cante por este importante museo belga. Este mismo año de 1969, Venancio participó en la Exposición “Cuatro españoles en Oslo” en Kunstneforbundet (Noruega). En años sucesivos Venancio continúa su febril actividad artística, que es interrumpida temporalmente en 1972 por sufrir una hepatitis. Este año su obra La perreta es adquirida por el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid.

Calvario
En 1972 es seleccionado –junto con Chillida, Oteiza y Pablo Serrano entre los escultores– para formar parte del elenco de artistas españoles que estén representados en las nuevas salas dedicadas al arte contemporáneo que se abren en los Museos Vaticanos.
Entre todas las exposiciones realizadas en estos años es sin duda la celebrada en 1974 en la Sala Santa Catalina de Madrid una de las más importantes de su carrera, fundamentalmente por su producción de carácter religioso. El artista reconoce haber dudado cuando se le propuso preparar una exposición de temática religiosa, pero finalmente se decidió creyendo que quizá fuese posible realizar algunos planteamientos renovadores y que desde luego valía la pena plantearse el tema desde un compromiso con los nuevos lenguajes plásticos. Con esta muestra Venancio va a consagrarse como uno de los más destacados artistas contemporáneos que lleven el tema religioso a la escultura y muchas de las obras presentadas en pequeño formato funcionarán como bocetos para la erección de grandes proporciones, caso de la imagen de Santa Teresa para Alba de Tormes; el San Francisco instalado en Salamanca o, andando el tiempo, varias piezas de la Capilla del Monte del Pilar.
El día 3 de febrero de 1975, Venancio es elegido académico de Bellas Artes de San Fernando, para ocupar la vacante del escultor José Planes; dos años después, el 6 de noviembre de 1977, lee su discurso de ingreso en la Academia, con el título de El taller. La contestación corrió a cargo de José Camón Aznar.

Boceto para el Monumento a Saavedra Fajardo
Bajo la coordinación de la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos del Ministerio de Cultura tiene lugar en mayo de 1980 y en el marco del Palacio de Velázquez del Parque del Retiro una exposición antológica. Al año siguiente, en 1981, se le ofrece la posibilidad de ocupar el puesto de director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma, cargo que acepta. Su objetivo prioritario era el de transmitir su concepto de taller, así como la importancia del oficio y la técnica. Tras su elección como académico de número en Bellas Artes ya había manifestado sus ideas renovadoras respecto al mundo de la Academia: “Sería muy interesante que la Academia, sin dejar de ser lo que ya es, ampliase su función. La concibo como el más idóneo organismo para cuidar lo que ya tenemos, esa extraordinaria riqueza de nuestro patrimonio artístico, pero, a mi entender, la Academia debería estimular la investigación y, para ello, nada mejor que el ingreso de gente joven”. La burocracia terminará por ser más fuerte que el artista, por más que éste dé probado testimonio de su tenacidad y es imposible llevar a la práctica muchas de las iniciativas, en parte ensayadas con éxito y por tanto estimuladas en un curso de verano impartido en la localidad burgalesa de Peñaranda de Duero. Esta lucha estéril por hacer de la Academia un centro dinámico hace que se reconcentre en su labor creadora –en el taller de Roma surgen los primeros pasos de dos obras importantes: el monumento al Vaquero Charro y el Yacente– y ofrezca una cercanía de trato que se verá recompensada con el cariño de los pensionados.

Alfonso X "el Sabio"
Con escasos medios, y convencido de la extraordinaria importancia del dibujo, Venancio no duda en crear talleres informales de esta disciplina abiertos a todos los pensionados de la Academia, incluidos restauradores, museólogos, bibliotecarios e investigadores y favoreciendo con ello un clima de camaradería que recuerdan con agrado cuantos disfrutaban de la estancia en el Trastévere. Antes de volver a España, realiza tres exposiciones: en el Palacio Real de Caserta en Nápoles, en la Academia de Bellas Artes de Roma y en el Colegio Español de Bolonia. Deja la dirección y regresa a Madrid en 1985 y al año siguiente, junto con el guitarrista Andrés Segovia, es elegido miembro de la Pontificia Insigne Academia Artística dei Virtuosi al Panteón.
El fallecimiento en 1988 de Juan Blanco, hermano y colaborador experto e infatigable, rompe la dinámica de trabajo que presidiera el taller. A partir de entonces Venancio se enfrenta a la creación en soledad y deja de fundir sus esculturas, debiendo conformarse con la asistencia a la función para estar presente en el momento en que se cortan los yesos, para ver a pie de obra la ejecución de los moldes o asistir al parto de las piezas.
Yacente
 
En 1992, año en el que artista estuvo presente en la exposición de artistas de Castilla y León instalada en el pabellón de esta comunidad en la Exposición Universal de Sevilla, la Fundación Cultural Mapfre Vida realizó en Madrid una exposición antológica, publicándose un importante catálogo. Será además esta exposición el primero paso de lo que va a ser un gran proyecto que ocupará a Venancio en los próximos años. El interés de Mapfre por el Cristo Yacente desembocará en planteamientos más ambiciosos que terminan por concretarse en el encargo al artista de una colección de piezas para la Capilla del Monte del Pilar, capilla privada del palacete de la familia Oriol que Mapfre acaba de adquirir con la intención de convertirlo en centro de estudios.
A lo largo de este tiempo será objeto de numerosas exposiciones individuales y colectivas. La participación con varias obras –Nazareno, Anunciación, Cristo Yacente y El Manzano de San Juan de la Cruz– en el proyecto “Las Edades del Hombre” para Salamanca de 1993 contribuyó de manera decisiva a acercar aún más, si cabe, la obra de este artista al gran público.


Reposo
En el año 2000 Venancio recibe la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y la Medalla de Oro en “Artesantader”. En el marco del Jubileo del Año Santo, es invitado por la Santa Sede a representar a los artistas españoles. En este mismo año la Diputación de Salamanca presenta una exposición de dibujos del artista de extraordinario interés, complemento a la publicación de un libro sobre el tema. Unas y otras muestras ponen ante el público a un escultor sincero que apostó por quedarse en la figuración –jugando con la figura hasta hacerla desaparecer en unas ocasiones, tratando de hacer figura de conceptos abstractos en otras– cuando se abrían nuevos caminos nuevos.
A pesar de los premios recibidos, especial importancia tendrá para el escultor el Premio Castilla y León de las Artes otorgado en el 2002, año en que también recibe el Premio de “El punto de las Artes” y el de “Español del Año” en Salamanca.
Venancio Blanco con su "Piedad"
A modo de apéndice señalaremos las temáticas que aborda en su obra:
  • El motivo religioso y el taurino representan los dos grandes protagonistas en su obra. Han sido su vida desde la infancia, y el artista nos revela profundas confluencias entre ambos, desde una síntesis original de tradición y contemporaneidad.
  • La naturaleza ha supuesto también para Venancio una fuente de conocimiento y una lección constante de belleza, que ha traducido en su personal lenguaje plástico, con riqueza de temas y matices.
  • El interés por la figura humana y el desnudo, para expresar a través de la forma una realidad vital, un sentimiento, ha estado siempre presente en su creación. Maternidades, deportistas, personajes… cobran vida en sus bronces y dibujos.
  • La música y el flamenco llenan el espacio en su taller. Abstracción o figuración, es la idea convertida en materia, para transmitir la esencia desde la libertad y la sensibilidad.
  • Y en todo el dibujo, “que nos enseña a mirar, para aprender a ver, y a querer”.

BIBLIOGRAFÍA
  • DÍAZ QUIRÓS, Gerardo (coord.): Hacerse preguntas, Dibujar respuestas. Venancio Blanco. Escultura religiosa, Fundación Las Edades del Hombre, León, 2005.
  • ORTEGA COCA, María Teresa: Venancio Blanco, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1989.

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