viernes, 25 de mayo de 2012

LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID I


El próximo tema sobre el que vamos a hablar es sobre la fachada de la Universidad de Valladolid, de la cual se tratará en dos entregas: primeramente se hablará sobre ella en general, y sobre su arquitectura en particular, y ya en una segunda entrega de la decoración escultórica de esta gran obra del barroco civil, la cual podemos disfrutar en nuestra ciudad. Merece la pena verla por la noche iluminada, es toda una joya.

La fachada de la Universidad de Valladolid está considerada como una de las más significativas obras del barroco español, sobre todo teniendo en cuenta su carácter civil. Y dentro del marco de la propia ciudad, constituye una pieza excepcional. La fachada no es un hecho aislado, sino consecuencia del espíritu renovador de la universidad. De alguna manera está en relación con el resurgimiento de las artes bajo el gobierno de los Borbones, y hay que tener presente que es universidad amparada por los reyes.
Agapito y Revilla ha señalado que el papel de mecenas de la reforma corresponde a Don Manuel Francisco Navarrete Ladrón de Guevara, arzobispo de Burgos. En 1712 se dirige a la Universidad, ofreciéndose para fundar una Cátedra de Teología dedicada a Scoto. El claustro aceptó su iniciativa, lo mismo que la fundación de otra Cátedra llamada “De la Compañía”. Daba 7.000 ducados para esta finalidad, a lo que agregó otros 1.000 ducados para construir un “general” o salón de cátedra para impartir la enseñanza, dada la escasez de locales de la universidad vallisoletana.



La creación de la cátedra de Scoto suponía disponer de una dotación para el catedrático que la desempeñara, también un local apropiado. Ello quiere decir que se estaba ante una renovación del edificio. Esto se evidencia al examinar el claustro de 8 de marzo de 1715. Se estaba tratando de la ampliación del edificio. Lo más revelador es el cambio de ubicación de la fachada. La gótica del siglo XV, que conocemos por el dibujo de la Historia de Valladolid de Antolinez de Burgos, daba a la calle de la Librería. En este claustro se hace referencia a que “su fachada saliese a la Plazuela de Santa María”. Había graves escollos económicos y de propiedad. Ya se venía tratando desde 1677 del agrandamiento del edifico y de la construcción de una nueva fachada. En esta plaza de Santa María se hallaba el Colegio Médico, que era preciso derribar para la construcción de la nueva fachada. El Cabildo catedralicio, el Ayuntamiento y el Colegio de Santa Cruz aportaron ayuda económica, de suerte que a partir de citado claustro de 1715 se puede decir que empieza la construcción del nuevo edificio, parte fundamental del cual era la fachada a la Plaza de Santa María. Se trataba de que la Universidad asomara a esta plaza, que precisamente miraba hacia la Catedral en cuyo recinto se efectuaba la colocación de grados. En el claustro de 15 de marzo de 1715 se expone que el cabildo de la Catedral estaba dispuesto a donar sus casas que fueran necesarias “para la extensión de la nueva obra que esta Universidad intenta, sacando las puertas principales a la plaza de Santa María”. Nos hallamos ante un hecho urbanístico trascendental. El verdadero rostro de la Universidad lo proporcionaba el Colegio de Santa Cruz, con un edificio monumental exento y la fachada principal visible en una gran plaza, provista de atrio acotado por pilares. Sin duda las dos entidades docentes de grado superior, la Universidad y el Colegio Mayor de Santa Cruz, con rectores propios y edificios distintos, mantienen una lucha que no deja de traducirse en los edificios. La Universidad emprende la renovación, celosa de la prestancia del Colegio de Santa Cruz. La nueva fachada monumental requería una gran plaza, por lo que se decide realizarla en la de Santa María.
Fachada antigua de la Universidad de Valladolid. Dibujo de Diego Pérez (1780)
Reconstrucción virtual del antiguo edificio de la Universidad. José Ignacio Sánchez Rivera

La expectación y novedad que supuso la fachada la podemos ver en el testimonio realizado por el historiador Manuel Canesi, el cual afirmó que “la insigne labor hace cara a la hermosa Plaza de Santa María y puede competir con las célebres de Atenas y Sorbona de París”.

AUTORES
La fachada supone una obra de arquitectura, en la cual la escultura tiene un importante papel. La estatuaria ejerce una misión explicativa de lo que encarna el edificio, pero a la vez deja constancia del protagonismo de los auspiciadores de la entidad: los Reyes.
Para la erección de la nueva fachada se decidió realizar un concurso para elegir la traza que debía seguir la misma. Sabemos que realizaron trazas el carmelita descalzo Fray Pedro de la Visitación y los maestros de obras Blas Martínez de Obregón y Pablo Mínguez. Los tres vivían en Valladolid, de modo que no se acudió a Madrid ni a Salamanca, los dos centros próximos más cualificados. No hay que olvidar que en la parte superior de la fachada de la catedral intervino el salmantino Alberto de Churriguera. En 1717 se abonaban 60 reales a Blas Martínez de Obregón “por razón de dos trazas que se le mandó hacer”; y la misma cantidad se entregó a Pablo Mínguez, en 18 de marzo de 1716, “por el trabajo de las primeras trazas para la obra”. Pero ya se trabajaba en las trazas desde 1715. En un claustro de 9 de octubre de 1715 se leyó una petición de Pablo Mínguez, quien decía que “había hecho diferentes plantas y tomado medidas para la nueva obra” y no había recibido pago alguno.
El tercer maestro que interviene, Fray Pedro de la Visitación, es quien recibe la aceptación de la traza y la dirección de la obra. Fue Agapito y Revilla quien descubrió a los maestros de la fachada. Los primeros datos los tomó del Diario de Valladolid, de Ventura Pérez, el cual refería que en el “año de 1715 por el mes de Octubre, se comenzó la obra de la Universidad, la fachada y nuevos generales; ejecutaron la obra de la fachada y nuevos generales Fr. Pedro de S… religioso carmelita descalzo; la escultura y demás adornos de talla los ejecutaron Narciso Tomé y su hermano Diego Tomé, naturales de la ciudad de Toro; quedó la obra muy lucida”.


Deduce Agapito y Revilla que ese Fray Pedro sea el Carmelita Descalzo Fray Pedro de la Visitación, y así se ha comprobado: su firma, como Fray Pedro de la Visitación, está estampada en los libros de cuentas. Fray Pedro de la Visitación tuvo por ayudante al Hermano Antonio. Las cantidades que recibían ambos eran satisfechas al Prior de los Carmelitas Descalzos extramuros de Valladolid, al que pertenecían. Después de terminadas las obras, por parte del convento se siguieron reclamando cantidades adeudadas. Pedro incluso colaboraron otros carmelitas, ya que debió de existir un verdadero equipo. Las cuentas quedaron definitivamente cerradas en 1723, en que se abonaron las últimas cantidades “de lo que se les quedó debiendo a los Padres que ejecutaron la obra”.
Los encargados de la obra escultórica fueron Antonio Tomé y sus hijos Narciso y Diego. La primera noticia acerca de su participación es aportada por el diarista Ventura Pérez. Pero hay abundantes referencias en la documentación. Un avance de las cuentas fue dada a conocer por García Chico. Se consigna a favor de Antonio Tomé y sus hijos, quienes hicieron las estatuas, escudos y capiteles. Se abonan cuatro figuras de reyes a razón de 600 reales cada una; nueve estatuas de “diferentes Ciencias” a razón de 600 reales cada una; 800 reales se pagan por la escultura de la Sabiduría. Pero al mismo tiempo se pagan cuatro capiteles a 250 reales la unidad, y se abona el escudo pontificio con 1.300 reales, y dos escudos reales con 600 reales cada uno. Se añadían 103 reales por el trabajo de un oficial en desbastar el escudo pontificio. La suma se eleva a 12.500 reales. La Universidad quedó tan agradecida por la excelencia de la labor, que les pagaron 1.500 reales “de guantes y agasajo”.


El contacto con Antonio Tomé, residente en Toro, se efectúa en 1715. Como la dirección de la obra la llevaban los Carmelitas Descalzos, Antonio Tomé hubo de sostener correspondencia con el Provincial de la Orden, que residía en el convento Extramuros, de Valladolid. En efecto, la traza aprobada a Fray Pedro de la Visitación condicionaba la disposición de la escultura, en cuanto a tamaño y composición de lo concertado, que como hemos visto no son sólo estatuas, sino los escudos y capiteles de la parte central.
Antonio Tomé no perdió la vecindad de Toro, como consta de una carta de primero de junio de 1720, en que acusa el recibo de 75 reales. Pero es evidente que estuvo en Valladolid dirigiendo la obra, ayudado por sus hijos. El 20 de octubre de 1716 firma en Valladolid un recibo de 5.650 reales “por cuenta de las estatuas, escudos y capiteles que estoy executando en dicha obra, y lo firmé, en Valladolid”. Todavía en las cuentas de 1722 y 1723 se mencionan cantidades a favor de “Antonio Tomé, vecino de la ciudad de Toro”, resto de lo que se le debía.


Ahora bien, hay diversa talla esculpida en la fachada, como cuatro capiteles de las pilastras laterales, tarjetas y el adorno de las volutas altas. Toda esta labor corrió a cargo de diferentes “tallistas”: en 1716 sabemos que Juan de Lazbal realizó “dos tarjetas de los nichos primeros”. Y para que se vea la constante intervención de Fray Pedro de la Visitación, se indica que los 120 reales era “la misma cantidad que ajustó el Padre Fray Pedro”. Además de Juan de Lazbal, aparecen como tallistas de la fachada Alonso Carnicero, Francisco de Lazbal, Manuel Gutiérrez y Manuel Barrado.


La fachada lleva balcones y ventanas de hierro. Las cuentas especifican quiénes son sus autores: Francisco Núñez, maestro cerrajero de Simancas, que realizó los dos balcones. No hay que olvidar que toda la obra es de cantería, y que requiere grapas y clavos y otras piezas de hierro, para sujetar las piezas. Este material fue suministrado por el cerrajero de Simancas Juan Andrés.
La fachada goza de un espacio de respeto, el atrio, que se configura como potenciador de la prestancia que se debe al monumento. Las cuentas permiten conocer quiénes son sus autores: los canteros José de la Portilla y Santiago González, a quienes ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos (Cantabria). Esta obra se realizó por los años de 1724. Se trata de pilares de piedra que sostienen figuras de leones con escudos. También se hacía en el mismo año el empedrado del pavimento.

PROCESO DE EJECUCIÓN
El Padre Fray Pedro y el Hermano Antonio comenzaron a asistir la obra el día 13 de agosto de 1715. Los años de 1715 y 1716 fueron los más activos. En este último año ya estaban colocados los balcones. Hasta 1719 no se colocarían las estatuas. Pero habría prisa por utilizar la fachada. Por eso en 25 de mayo de 1717 se tomó el acuerdo de “que la Universidad y todos sus individuos asistan a los balcones el día del Corpus a ver las procesiones”.
En 1715 se procedió a derribar un palacio en Santovenia, acarreándose la piedra para la obra de la fachada. Se sabe que vinieron porteadores con sus carros, procedentes de Hontoria, jurisdicción soriana de San Leonardo. Ellos se encargaron del traslado de la piedra. Otros obreros mientras demolían el Colegio Médico, situado en la plaza de Santa María, en cuyo ámbito se iba a hacer la cátedra de Scoto, situada detrás de la fachada principal nueva. Pero fundamentalmente la piedra procede de las canteras de Campaspero. Téngase presente que nos hallamos ante una obra de cantería, pero del tipo de sillar. Por esa razón no servía la piedra de los páramos próximos, como Villanubla. Campaspero facilitaba una piedra con pocos agujeros, apta para labores escultóricas. Había dos tipos de operarios: los extractores en las canteras, y los transportistas. Luego, en el taller situado en la misma Universidad, se trabajaban las piedras, que ya habían llegado desbastadas.
Para la obra escultórica realizada por los Tomé se empleó piedra escogida en las canteras de Castrojimeno (Segovia). De primero de julio de 1716 es una partida a favor de Santiago González, “por la piedra de Castrojimeno, de las piedras de estatuas, escudos y capiteles”. Los bloques de piedra quedaban descargados en la plaza de Santa María. El citado maestro fue el encargado de transportar desde Castrojimeno los bloques de piedra para las catorce estatuas, según se ven en las cuentas de 6 de diciembre de 1716. Los Tomé instalaron el taller escultórico en el General, que estaba justo detrás de la fachada, destinado a Cátedra de Scoto, recién creada.
El año de 1717 conoció la tarea principal de los maestros tallistas. Es natural, por cuanto se trataba de aplicar decoración de relieve a las partes ya levantadas. Escultura y “talla” corrieron parejas.
Para el atrio o lonja se realiza la extracción de bloques en 1724, trayéndose de las canteras de Campaspero. En las cuenta se hace referencia a los porteadores, pero asimismo a los que labran las piedras. Así Antonio de la Cabada es abonado en 1724 “de los días que he trabajado en sacar las pilastras, capiteles y labra de ellas”. Y lo mismo se dice a propósito de Antonio Bedia. Hay referencias ese mismo año a las “piedras para los leones, y las dos piedras grandes para los leones de las columnas de las esquinas”.



DESCRIPCIÓN DE LA FACHADA
El diseño arquitectónico de la fachada es el resultado de integrar una solución horizontal, propia de edificio civil, con otra vertical, situada en el centro, que ha de potenciar la entrada el complejo más significativo. El diseño tiene aparejado un programa escultórico, inseparable, lo mismo que un balconaje, necesario para las celebraciones. Adyacente se hallaba una torrecilla para el reloj, imprescindible en una organización que requiere la medida constante del tiempo. Asimismo forma parte del conjunto el atrio, que tiene la misión de crear un remanso para garantizar el retroceso necesario para poder gozar de la fachada; aparte de ser una reliquia simbólica del antiguo privilegio de asilo.
El bloque horizontal está formado por zócalo, dos pisos con amplios huecos, que corresponden al antiguo General de Teología de Scoto; una cornisa y la balaustrada. El zócalo es muy elevado, sin duda porque la primera planta se halla en nivel alto. Se rompe la monotonía por medio de placas de resalto y de cajas, con numerosos perfiles, que hacen suave transición.


Las dos plantas aparecen dotadas de amplísimos huecos. Son dos pisos, pero unificados por medio de cuatro pilastras. Es un orden gigante barroco. También las pilastras se muestran aligeradas por medio de cajeado de flexuosa molduración. Esta riqueza de perfiles es un testimonio del barroquismo de la época, frente a la pilastra plana que había imperado en Valladolid en el siglo XVII. Se rematan dichas pilastras por medio de capiteles compuestos, adornados en sus frentes por cabezas de niños. La superficie del macizo se valora con grandes placas de escaso relieve.
La planta baja tiene los huecos cerrados mediante rejas y barrotes sencillos, que haría el cerrajero Francisco Núñez. Los balcones del piso principal son amplios y corridos, a  modo de tribuna. Tienen un gran vuelo, pues han de dar acogida al claustro universitario durante las fiestas. Van sostenidos por doce “cartelas” o palomillas, con extremos en forma de voluta, que prestan notable adorno. Sobre el pasamanos están colocadas bolas de latón. Los balcones constituían el punto central de las miradas, pues desde allí el profesorado asistía a las fiestas. Por ejemplo, en 1724, con motivo de la proclamación de Luis I, los catedráticos llenaron el balconaje.
El entablamento dispone de arquitrabe, friso y cornisa. El arquitrabe es liso. En el friso hay guirnaldas y telas colgantes, separadas por ménsulas de hojarasca, que suben a la cornisa. Son precisamente estas emperifolladas ménsulas uno de los más vistosos elementos de la fachada, pues refuerzan el efecto de vuelo de la parte superior. Sobre la cornisa asoman los caños de piedra, para evacuación de las aguas del tejado.


Se remata la fachada con balaustrada, uno de los elementos que acentúan el sentido civil del edificio. Son balaustres con formas bulbosas, de suaves curvas. El pasamanos aparece sujeto por medio de grapas de hierro. También la balaustrada aparece dividida en cuatro tramos, correspondientes a los de la parte inferior. En la vertical de las columnas se sitúan los netos, para apoyo de las estatuas.
A eje de la fachada se ordena un conjunto a manera de retablo, potenciado por el fuerte resalto. Sobre cuatro basamentos se yerguen columnas de orden gigante. Son adosadas, de sección ultrasemicircular. A la planitud de las pilastras cajeadas, se opone la robustez de las columnas. La portada es adintelada. En los ángulos se disponen codillos. Hay división en dos plantas, por medio de imposta. En cada planta se sitúan hornacinas para alojamiento de las estatuas. Hay una hornacina externa y otra interna, con cascarón en forma de concha. La ornamentación se concentra en esta parte medial. El trépano ha permitido horadar la piedra, aumentando el claroscuro.


En el entablamento se disponen los soportes para las estatuas. Tienen forma de cono, decorándose por medio de cartelas. El escudo pontificio se introduce en la balaustrada, que en esta zona es sólo decoración, pues no se perforan los balaustres. El barroquismo se va acentuando.
Sobre la balaustrada se levanta una gran peineta. Es el mayor atrevimiento de la fachada, pues se sitúa desafiadoramente en el aire. Con delicadeza bien ponderada, esta portada superior, va lentamente estrechándose, hasta rematar en la cruz de hierro. A los lados hay grandes aletones cubiertos de hojarasca, con figuras de niño en su interior. Es una decoración de gran relieve, que resalta especialmente en su centro. La voluta geométrica ha quedado oculta por la ornamentación vegetal. Este frontispicio lleva en su centro la estatua de la Sabiduría. Debajo hay una tarjeta. A los lados se disponen dobles columnas. En el ático hay un ático perforado. Curvas y contra curvas, florones sobre pedestales, un gran soporte en forma de botella, una bola y finalmente la cruz. Todo resulta aéreo y elegante, es un barroco con carácter rococó.


La fachada queda precedida por un desahogado atrio. En 1724 se inició el empedrado, tarea finalizada en 1726. Este atrio se acotó mediante columnas, rematadas con figuras de leones. Las cuentas de 1724 registran puntualmente el trabajo, que estuvo cuidado de los canteros José de la Portilla y Santiago González, a quienes ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos (Cantabria). La piedra para el atrio se extrajo de las canteras de Campaspero. Cada elemento consta de basa, fuste y capitel, con un remate, formado por león tenante del escudo de la Universidad.
Cuentan el atrio con dieciocho pilares. Los de las esquinas son dobles; se coronan con una pareja de leones que sostienen el escudo real. Los leones miran de lado, cambiando alternativamente. Tienen la boca entreabierta; la profunda hendidura prueba que han tenido una lengua embutida, sostenida con plomo, como señalan las cuentas. El atrio se conserva en buen estado, salvo el pavimento, ya que la piedra de Campaspero es frágil para estos menesteres y fue sustituida con losas de granito.
En un extremo de la fachada se halla la campana de la Universidad. Estuvo colocada en la torre del reloj, en otro emplazamiento. Reloj y torre estaban asociados, puesto que las campanadas señalaban las horas principales de la vida universitaria. Está fechada en 1579.
El atrio tiene forma rectangular y está adaptado al ámbito de la fachada. Por eso los pilares de los extremos están adheridos a la fachada. Son columnas monolíticas, con basa y capitel. Sobre ellas hay una pieza escultórica, formada por un león que sostiene el escudo de la Universidad. Los pilares de los ángulos exteriores son dobles, y llevan asimismo dos leones, sosteniendo el escudo real. Acotan y protegen el espacio. Muestran la identidad de la institución y el poder que la protege, por eso los leones miran hacia afuera.

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LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID II


BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZÁLEZ, J.J.: "La fachada principal de la Universidad " en Historia de la Universidad de Valladolid. Edificios y patrimonio artístico, Valladolid, 1990
  • ANDRÉS GONZÁLEZ, Patricia:"Pintiana Sapientia": iconografía de la fachada del edificio histórico de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2006

1 comentario:

  1. Extraordinaria y clara descripción. Muy ilustrativa y pedagógica la conjunción de imágenes y textos. No había encontrado una descripción escrita y fotografiada tan real, tan técnica y tan correcta.

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