La
Capilla del Relicario es un conjunto del tercer cuarto del siglo XVII, que
tiene una gran unidad estética e iconográfica a pesar del variado número de
manos que intervinieron en ella, tanto arquitectónica como escultóricamente.
Dicha capilla, de un tamaño mucho mayor al resto de capillas de la iglesia, se
sitúa a los pies del templo, en el lado de la epístola. Dicha capilla rompe la
rigidez de la planta jesuítica.
El
retablo mayor fue realizado en 1665 por el ensamblador Cristóbal Ruiz de
Andino, aunque siguió las trazas diseñadas por el escultor riosecano Lucas
González. Andino contrató el retablo en Valladolid, lugar donde residía, por un
precio de 6.600 reales. Se trata de una “maquina” tetrástila, de columnas
corintias, “robadas” las de los extremos. Presenta cogollos en el friso y en
las enjutas del arco principal. Al modo gigante, abarcan estas columnas tres
cajas para contener esculturas. El ático ofrece una portada principal,
flanqueada por machones decorados con festones y una cartela voluminosa en el tambanillo.
Toda la parte arquitectónica está decorada con motivos vegetales pintados en
rojo, verde y azul, que suavizan el brillo del dorado. Las hojas carnosas de
abultado relieve cactiforme crean un acentuado claroscuro. El retablo fue
dorado y estofado en 1667 por el estofador vallisoletano Felipe Gutiérrez, el
cual percibió 2.885 reales.
En
el ostentorio de este retablo hay una arqueta de color rojo con reliquias de
diversos Santos, envueltas en papel, cada una con su nombre.
El
retablo está presidido por una imagen de la Inmaculada,
realizada por el escultor Alonso de Rozas en 1666, y policromada por Tomás de
Peñasco. La imagen sigue de cerca el modelo creado por Gregorio Fernández, con
una media luna a sus pies y tres cabezas de angeles. También se debe a Alonso
de Rozas la talla de la puerta del tabernáculo, que representa en su parte
superior al Espíritu Santo en forma de paloma, rodeado de cuatro ángeles y en
la inferior al simbólico Cordero del Apocalipsis sobre el libro de los siete sellos,
inmolado. Un ángel recoge su sangre en un cáliz. Se le pagaron al escultor 650
reales por la imagen de la Concepción y 250 por la puerta del sagrario.
En
el ático se disponen las imágenes de San
Pedro, en el nicho central, y a los lados San Lucas y San Marcos. Las
tres imágenes fueron realizadas en 1678 por el escultor gallego, aunque afincado
en Valladolid, Juan Antonio de la Peña. La imagen de San Pedro, de mayor tamaño
que las laterales, está colocada sobre una peana decorada con hojas de acanto y
dos brazos relicarios. De la policromía de estas tres estatuas se encargó en
1682 el dorador vallisoletano Alonso Gutiérrez.
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San Pedro |
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San Lucas |
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San Marcos |
En
los intercolumnios de cuerpo principal se sitúan otras ocho imágenes: cuatro
esculturas y cuatro relieves. Ambos intercolumnios siguen una disposición de un
relieve en la parte superior y otro en la inferior, mientras que en los dos
pisos intermedios se sitúan otras tantas esculturas.
En
el segundo piso de esculturas se sitúan San
Pablo, a un lado, y Santiago el mayor
al otro. Ambas imágenes están atribuidas a Juan Antonio de la Peña. San Pablo
apoyado en la espada, símbolo de su martirio (al ser ciudadano romano no le
crucificaron como a San Pedro, sino que murió decapitado al filo de la espada).
Santiago el Mayor aparece caracterizado con su esclavina, las dos conchas y el
bordón de peregrino en forma de cruz. Las cinco esculturas relacionadas de una
manera u otra con Juan Antonio de la Peña forman parte de un encargo que se le
realizó, en el citado año de 1678, por el cual debía de esculpir treinta y
siete estatuas para esta capilla de las reliquias a cambio de 15.240 reales. Solo
consta que realizó las referidas y la de Santa
Lucía del retablo colateral de la epístola. Se desconoce el motivo por el
que no cumplió con su compromiso, puesto que siguió trabajando para otros
muchos lugares.
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San Pablo |
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Santiago el Mayor |
El
resto de imágenes del retablo mayor, fechadas en 1695, pertenecen a la gubia
del riosecano Tomás de Sierra. En las hornacinas situadas debajo de las de San
Andrés y Santiago el Mayor, están San
Andrés y San Matías; el primero
aparece recostado de una forma muy naturalista sobre la cruz aspada,
instrumento de su martirio; mientras que el segundo, con un ademán oratorio,
porta en su mano izquierda la palma del martirio. En las hornacinas extremas de
cada intercolumnio se sitúan cuatro deliciosos relieves que nos muestran a
otros tantos santos en escenas de interior. En las superiores aparecen San
Jerónimo y Santo Tomás de Aquino, mientras que en las inferiores Santa María
Egipciana y Santa María Magdalena.
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San Andrés |
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San Matías |
Santo Tomás de Aquino
se encuentra escribiendo en su celda. Sierra capta el momento en el que el
santo ha recibido la inspiración divina, encaminando la mirada hacia arriba,
mientras su rostro se enciende. Merece recalcarse el valor de este relieve por
cuanto representa una escena de interior, algo muy escaso en la escultura
castellana. Haciendo juego con este relieve, en el lado del evangelio aparece San Jerónimo penitente en la cueva, con
un león a sus pies, al que, según la leyenda, había sacado una espina.
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Santo Tomás de Aquino |
María Magdalena
y María Egipciana se hallan en sus
respectivas cuevas entregadas a la penitencia. La primera viste el típico traje
de espadaña con el que se la suele representar. Sus cabellos se deslizan
largamente; medita, empuñando la cruz y la calavera. Santa María Egipciaca
cubre su cuerpo con su propia cabellera. Aparece leyendo, con el rostro compungido.
La mano derecha la lleva al pecho con toda unción. Las rocas y los arbustos se
retuercen suavemente, con la blandura del arte juniano, que influyó intensamente
en Sierra.
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Santa María Magdalena |
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Santa María Egipciaca |
Finalmente,
en las hornacinas abiertas en los basamentos de las columnas corintias del
retablo, están las estatuillas de los dos Santos Juanes. San Juan Evangelista tiene a sus pies el águila, y escucha extático
la revelación divina en la isla de Patmos; pluma en mano, se dispone a ir escribir
en un libro abierto, que sostiene en su mano izquierda. Es una imagen con una
actitud muy elegante. San Juan Bautista
parece predicar; técnicamente está bien esculpido, pero su rostro resulta insípido;
viste con la consabida piel de camello. En la iglesia de San Fructuoso, de
Villada (Palencia), hay una réplica de mayor tamaño, en la que el artista apuró
más el detalle y dio al rostro más profunda emoción. Por
cada una de las ocho imágenes que realizó, Sierra recibió 250 reales excepto el
relieve de San Jerónimo que costó 300. La pintura corrió a cargo de Jerónimo de
los Cobos. Todas ellas son figuras de primer orden.
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San Juan Evangelista |
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San Juan Bautista |
BIBLIOGRAFÍA
- PÉREZ
PICÓN, Conrado: Villagarcía de Campos:
estudio histórico-artístico, Institución Cultural Simancas, Valladolid,
1982.
- MARTÍN
GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro
Galdiano, Madrid, 1959.
- PARRADO
DEL OLMO, Jesús María: Catálogo
Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de
Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
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