Hoy
trataremos sobre el paso del Descendimiento de Medina de Rioseco, conocido
cariñosamente como “La Escalera”. Para no repetir nada, puesto que es idéntico al
paso del Descendimiento de Valladolid, no entraré a describir el paso ni
analizar las diferentes imágenes que lo componen, en este caso nos dedicaremos
a hablar sobre las vicisitudes del paso riosecano que es lo que nos incumbe
ahora. Así que, os recomiendo que antes echéis un vistazo a este post para
comprender mejor el ejemplar riosecano: http://t.co/x6RSneXv También os recomiendo el post sobre “El Longinos”, puesto
que ambos pasos son los “pasos grandes” de la Semana Santa de Medina de
Rioseco: http://t.co/RBIIByy8HJ
El 26 de
marzo de 1663 Francisco Díez de Tudanca accede a los ruegos de don Francisco
Vázquez Céspedes, Antonio de Aguilar Carrera y Francisco Santos “vecinos de la ciudad de Rioseco”, los
cuales “le han pedido y rogado con mucha
instancia y movidos de santo celo les haga para la Cofradía de la Soledad de
Nuestra Señora” un paso del Descendimiento de la Cruz “a imitación del que tiene la Cofradía de la Santa Vera Cruz de esta
dicha ciudad de Valladolid que hizo Gregorio Fernández”. Asimismo se
obligaba a realizar “cuatro figuras de
cuatro sayones para el Sepulcro de Cristo, una urna y tablero con dos ángeles
que llevan el sepulcro a imitación de los que están en el paso del Entierro de
Cristo” de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de
Valladolid. Es decir, una vez más Tudanca debía de ejecutar copias de
esculturas vallisoletanas afamadas, en este caso de pasos procesionales.
Salieron como fiadores de Tudanca en la presente escritura de obligación su
suegro Francisco Ezquerra y los doradores y estofadores Pedro Mondragón y Lucas
de Ávila.
Este paso,
que copia puntualmente el original de Fernández, nos volverá a mostrar dos
hitos importantes: por un lado el trabajo como copista del escultor, y, por
otro, como los pasos vallisoletanos seguían siendo muy cotizados y demandados. Que
un artista como Tudanca, en su plena madurez como artista , cargado de
encargos, se avenga a llevar a cabo un trabajo semejante puede revelar, además
de profunda admiración por Fernández, cierto conformismo o la conciencia de sus
propias limitaciones. El corto período de tiempo que se le impuso, así como la
escasa cantidad que cobraría, pudo influir en la calidad del resultado final,
que nos muestra unas tallas sumamente bastas.
Según apunta
Pérez de Castro: “Las delicadas
expresiones del paso de la Vera Cruz vallisoletana se tornan en el conjunto
riosecano mucho más toscas, especialmente en algunas figuras como San Juan o la
Magdalena. Fernández se había convertido en un modelo a imitar y como tal
existía una conciencia de que era insuperable. Lo más acertado del grupo
riosecano pudiera ser el Cristo y José de Arimatea”. Asimismo afirma que “toda la teatralidad y los elogios que se han
vertido sobre el conjunto vallisoletano se pueden reutilizar para la copia
riosecana: composición diagonal y dinámica, propiamente barroca, creación de
dos focos de atención en una misma escena (grupo del Descendimiento y grupo de
la Virgen, ambos enlazados), adaptación del conjunto a múltiples puntos de
vista. Todo parece inestable, de un realismo dramático: Cristo está suspendido
en el aire, Nicodemo y Arimatea se sostienen a la escalera, la figura de la
parte trasera gira en un gran escorzo, completamente abierto. Es, desde luego,
una de las mejores composiciones del barroco castellano. La escultura está
hecha por y para verla en la calle, en las procesiones, que es donde cobra su
auténtico valor”.
El paso del
Descendimiento tendría siete figuras “Cristo
y su madre, Abad y Matías, la Magdalena, San Juan y un mozo que desclava los
clavos”, además de “la cruz,
escaleras, un calvario al pie de la cruz, todas las insignias, tornillos y
hierros que han de asegurar las figuras a su tablero de forma que vayan firmes”.
Cabe hacer varias aclaraciones: por Abad y Matías “Arimatea” se refería a José
de Arimatea y a Nicodemo; por otra parte, la escultura de la Virgen desapareció
del conjunto en el siglo XVIII desconociendo el motivo que llevó a quitarla del
conjunto así como el paradero de la
misma, el caso es que la actual fue hecha en 1985 por el escultor y restaurador
vallisoletano Mariano Nieto. Tudanca también entregaría “los demás herrajes y clavazón necesaria y sus ruedas por bajo para que
entre y salga el paso en las iglesias que le tocare andar todo muy seguro”.
Como ya
hemos referido, y la escritura vuelve a recordar, el “paso, cruz, figuras, calvario y tablero y demás insignias ha de ser a
imitación del paso del Descendimiento de la cruz que tiene la Cofradía de la
Vera Cruz de esta dicha ciudad de Valladolid que hizo Gregorio Fernández y de
la misma perfección y tamaño y figuras”. Todas las esculturas, que
llevarían ojos de cristal, se ahuecarían para que fueran más ligeras y de esa
manera no pesaran “cada una de una arroba
arriba de fuerte que todo el paso no pase todo su peso de veinte y cuatro”.
Pero no solo se habría de copiar el paso tal cual, también se imitaría la pintura,
el encarnado, el estofado, el dorado y el colorido del paso vallisoletano.
Seguramente todo ello correría a cargo de los referidos Pedro de Mondragón y
Lucas de Ávila.
Ambos pasos
debía de darlos acabados “en lo tocante a
madera en toda perfección y a vista y satisfacción de personas peritas en el
arte que se hayan de nombrar por ambas partes para fin del mes de septiembre
venidero de este presente año de mil y seiscientos y sesenta y tres”. Una
vez finalizados se habría de avisar a los comitentes para “que vengan a ésta ciudad de Valladolid y lo vean con las personas que
se nombraron como va dicho y cotejen el paso con el otro a cuya imitación lo ha
de hacer para lo cual tendrá armados los pasos de ambas partes (…) y si pareciere quitar o enmendar algo como
sea cosa que convenga lo ha de hacer al punto”.
Si los
comitentes daban el visto bueno el paso pasaría a manos del pintor “para que lo adorne y ponga en toda
perfección en lo tocante a pintura tres meses delante de forma que esté acabado
de todo punto para el día de navidad fin de este presente año de mil y
seiscientos y sesenta y tres”.
Por cuenta
de los comitentes quedaría el llevar las esculturas a Medina de Rioseco,
mientras que Tudanca se encargaría de “poner
las figuras en los carros con el cuidado que conviene para que vayan bien y no
se maltraten e ir en persona a la dicha ciudad de Rioseco a asentarlas en su
sitio y habiendo pasado la procesión ha de desarmar el paso y numerar los
tornillos y las figuras con sus señales para que en adelante cualquiera persona
con facilidad pueda armarle y desarmarle”. La Cofradía también se
encargaría de poner en el paso “las
toallas y paños con que descienden los santos a Cristo”.
Por todo el
trabajo desarrollado por Díez de Tudanca en “el dicho paso y demás figuras que van referidas así de escultura como
pintura y todo lo demás necesario hasta quedar en toda perfección” se le
habrían de abonar la escasa cantidad de 6.000 reales. Entre los testigos
firmantes de la escritura figura Bernardo Rincón, aprendiz de Díez de Tudanca y
asimismo hijo del homónimo escultor vallisoletano.
Dos días
después de la contratación de ambos pasos, el 28 de marzo, se firma una nueva
escritura ante el escribano riosecano Manuel de Sandoval. En ella salen como
fiadores de Tudanca el arquitecto “vecino
de la villa de Tordesillas” Francisco Cillero. Pocas novedades o
diferencias encontramos en este nuevo documento: tan sólo se amplía el plazo
para su entrega, que será el día de Navidad de ese mismo año. Asimismo se
le abonaban en ese mismo acto de la firma de la escritura los primeros 1.500
reales de la cantidad total pactada. La última paga se le daría “estando acabado en toda perfección y
asentado dicho paso y figuras para que sirva en la procesión de disciplina de
la Semana Santa del año que viene de seiscientos y sesenta y cuatro”.
El Descendimiento en la Procesión de la Soledad del año 1902 |
El 20 de
julio de 1665 se vuelven a concertar los diputados de la Cofradía de Nuestra
Señora de la Soledad y Quinta Angustia y Francisco Díez de Tudanca. En esta
ocasión la cofradía le prestó 3.300 reales de vellón “porque viniese a esta ciudad
[de Medina de Rioseco] a enmendar el paso
del descendimiento y acabar lo demás que estaba obligado”. Efectivamente
así lo hace y, al año siguiente, tras haber realizado unas mejoras sobre lo
estipulado en “la urna, ángeles y sayones
y guantes que se le tenían ofrecidos acordaron el que se remitiesen y
perdonasen al dicho Francisco Díez de Tudanca los dichos tres mil y trescientos
reales por las razones arriba declaradas” con la condición de que el
escultor “haya de venir desde donde se
hallare a volver a armar los dichos pasos para que estén en la parte y lugar
donde está señalado y aderezarles y componerles si estuvieren maltratados por
su cuenta sin que por ello la dicha cofradía le haya de dar cosa alguna”.
Si Tudanca no lo cumplía, la cofradía podía requerirle judicialmente y volvería
a estar en vigor esa deuda de 3.300 reales. Francisco Díez de Tudanca acepta
estas mejoras y se obliga a no pedir ni cobrar ningún maravedí por razón de
mejoras o arreglos de los pasos.
Estas tres fotos han sido tomadas de: http://blogmorado.blogspot.com.es/ |
Sin duda estamos ante un paso magnífico aún cuando la diferencia con el original es sideral. El encanto de este paso se ve incrementado cuando discurre por las calles de Rioseco con sus soportales, mientras que la gente saliendo a los balcones a tocar las esculturas y sus
sombras, proyectadas en las fachadas, que se mueven fantasmagóricas.
BIBLIOGRAFÍA
- GARCÍA CHICO, Esteban: Documentos para el estudio del arte en Castilla. 2, Escultores, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1941.
- ALONSO PONGA, José Luis (coord.): La semana santa en la tierra de campos vallisoletana, Grupo Página, Valladolid, 2003.
- PÉREZ DE CASTRO, Ramón y GARCÍA MARBÁN, Miguel (coord.): Cultura y arte en Tierra de Campos. I Jornadas Medina de Rioseco en su historia, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 2001.
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