El
paso de La entrada triunfal de Jesús en
Jerusalén, también conocido como “La Borriquilla” es quizás el más emotivo
de cuantos desfilan por nuestra Semana Santa. Como se repite cada vez que se
habla de él es el único paso de papelón superviviente de cuantos desfilaron por
nuestras calles, fundamentalmente, en los siglos XV y XVI. A pesar de que
siempre se ha denominado a estos pasos como de “papelón”, en realidad se
trataba en la mayor parte de los casos de un armazón de madera cubierto con
tela encolada y posteriormente policromada al que se añaden cabezas, manos y
pies en madera policromada.
Dichos
pasos tenían sus pros y sus contras. Como ventajas tenemos en que su peso
liviano permitía sacar a la calle composiciones con numerosas figuras, siendo
algunas escenas de gran altura. Tal es así, que Pinheiro da Veiga quedó
bastante impresionado con el tamaño de los Pasos de la Vera Cruz al afirmar,
con evidente exageración, que “están
armados sobre unas mesas o tabernáculos, algunos tan grandes como casas”.
La referencia a la Oración del Huerto “con
el Ángel en un árbol, mucho de ver y mucha soldadesca, y desorejamiento de
Malco” parece requerir una composición de numerosos personajes y diferentes
focos de atención. A pesar de ello, señalaba su carácter liviano dado que “las figuras son de paño de lino y cartón”.
El punto débil de estos pasos era la duración, que era mínima, puesto que se
trataba de materiales muy débiles, de ahí que muchos pasos tuvieran continuas
reparaciones y la mayoría de ellos ni siquiera hayan subsistido.
A
pesar de que es general la creencia de que este tipo de figuras poseían un
marcado carácter procesional, la mayoría se realizaban fundamentalmente para
ser imágenes de altar. Lo que pudo ser distintivo de las que se utilizaron con
carácter procesional, o al menos mucho más frecuente, fue el adorno de
determinadas figuras en las salidas a la calle con vestidos de tela natural que
ocultaban los trajes de tela encolada. La riqueza de los mismos fue alabada por
el mismo Pinheiro da Veiga: “y si va
algún vestido gorra o capa al exterior, es todo de brocado o tela, de suerte
que parece muy bien”.
La
pérdida de los numerosos conjuntos realizados con este tipo de figuras, tanto
para la Vera Cruz como para el resto de las cofradías vallisoletanas,
contribuye a acrecentar el valor que para la historia de la escultura
procesional castellana tiene el paso de La
Entrada de Jesús en Jerusalén, única obra conservada de estas
características y por tanto el paso más antiguo de varias figuras que ha
llegado a nuestros días. Probablemente en su conservación influyó que no se
sintiera la necesidad de sustituirlo por otro con esculturas de madera, al
tratarse de una escena que salía en solitario en la procesión del Domingo de
Ramos que desde la sede de la cofradía llegaba hasta la iglesia del convento de
San Francisco, donde se celebraba el oficio de la bendición de los Ramos, para
volver a la iglesia penitencial tras recorrer diversas partes del monasterio.
El
Domingo de Ramos contaba con un precedente europeo, ya prácticamente
desconocido, del que sin embargo han quedado abundantes testimonios
escultóricos. Se trata de los Cristos
montados en un asno, también conocidos como "Palmesel", y dispuestos sobre un carro para ser utilizados
procesionalmente en el Domingo de Ramos en numerosas ciudades alemanas,
especialmente de la zona sur, pero también en otros países como Austria, Suiza,
e incluso Holanda y Bélgica. La mayor parte de las esculturas conservadas se
remontan a los siglos XV y XVI e incluso existe un documento pictórico de la
procesión en Schwäbisch Gmund fechado hacia el año 1700. En relación al paso de
Valladolid, resulta significativa la presencia en solitario de la figura de
Cristo frente a la tendencia española de enriquecer las escenas con más
personajes.
Otenshall (Munich, Alemania) |
Friedrichshafen (Alemania) |
Markgröningen (Alemania) |
Veringendorf (Alemania) |
Museo de la Obra Notre-Dame (Estrasburgo, Francia) |
La
narración de la Entrada de Jesús en Jerusalén, preludio de su Pasión, aparece
reflejada en todos los Evangelistas: San Mateo (21, 1-11), San Marcos (11,
1-10), San Lucas (19, 29-44) y San Juan (12, 12-19). Los relatos de los tres
primeros difieren en muy pocos aspectos, pues todos citan el envío por parte de
Jesús a dos discípulos a recoger la cabalgadura en la que había de montar antes
de entrar en la ciudad. San Juan elude los aspectos anecdóticos y se concentra
en indicar cómo la escena había sido anunciada por los profetas y, a través de
la interpolación del recuerdo de la resurrección de Lázaro, anticipa la
resurrección de Jesús. Sin embargo, el único que precisa que se trataba de una
borriquilla y un asnillo es San Mateo, quien inspira la escenificación de este
paso procesional.
Cuando
Pinheiro da Veiga describe en 1605 las procesiones de la Semana Santa
vallisoletana y alude a los pasos de la Cofradía de la Vera Cruz, no hace
referencia a “La Borriquilla”, quizá por no salir en las procesiones específicas
de la Pasión. En cambio, sí lo describe Canesi, en el siglo XVIII, quien
comenta que el paso se trasladaba el Domingo de Ramos al Convento de San
Francisco, para llevar a cabo la procesión desde aquí. Esto indica la relación
de la cofradía con la Orden Franciscana, la cual fue la impulsora de las
procesiones de Semana Santa en Castilla (“…
en el Domingo de Ramos, lleva esta cofradía el passo muy vistoso del Triunfo de
Christo en la entrada en Jerusalén…”).
Aunque
entra dentro de lo posible que en origen el paso contara con más esculturas, en
la actualidad está formado por la imagen de Cristo montado en la borriquilla,
con un pequeño pollino al lado, y otras seis figuras dispuestas alrededor de
los animales para reforzar los distintos puntos de vista de un grupo que debía
ser contemplado en la calle y por lo tanto debía mostrar esa variedad
direccional en su composición. La posición elevada de Jesús sobre el animal
refuerza su dominio del espacio, y en realidad viene a crear una composición
piramidal para todo el grupo.
La
técnica en que están realizadas las figuras consiste en un cuerpo en forma de
maniquí, cubierto con vestiduras de tela encolada y policromada al óleo, a las
que se procura plegar con la mayor objetividad posible. Las cabezas, manos y
pies son tallados en madera. Algunos de los discípulos visten a la moda del
siglo XVI (botas, calzas y jubón); otros lo hacen con manto y túnica, en cuyo
caso, sus plegados se disponen con una mayor ampulosidad. La policromía actual
de las vestiduras en tonos planos con orlas doradas parece del siglo XVIII. Al
haber desaparecido en un incendio la documentación de la cofradía, no se puede
precisar la historia del mismo.
Al
comparar los personajes que acompañan a Jesús se aprecia una clara diferencia
entre tres de ellos vestidos con túnica y manto, sin duda apóstoles, y otros
tres ataviados con jubón, calzas y altas botas, indumentaria propia del siglo
XVI. Con los últimos se alude en la escena al recibimiento del pueblo en las
calles de Jerusalén, arrojando sus capas al paso de la comitiva.
La
filiación berruguetesca de alguna de estas piezas, señalada hace tiempo, se
concretó en fecha no muy lejana con la propuesta de atribución al entorno de
Francisco Giralte, con una cronología de hacia 1542-1550. Para poder precisar
la autoría y cronología aproximada del mismo, hay que estudiar las cabezas de
los personajes, pues es el único elemento al que se puede asignar una filiación
estilística. Son cabezas de rasgos elegantes, con cabelleras de mechones finos
y revueltos, pegados al cráneo. En algunos casos, caen en forma apelmazada
hacia los hombros. En la interpretación de los rasgos fisionómicos aparece la
tipología de boca entreabierta, nariz fina y cejas en ángulo, de origen
berruguetesco. Algunas de las figuras presentan canon estilizado y
composiciones helicoidales. Uno de los discípulos que tiende el manto en la
parte delantera del grupo ofrece una cabeza de proporción cuadrática con
cabellos en forma de bucles, hace suponer a Parrado del Olmo relación muy
directa con otras obras de Francisco Giralte, discípulo de Berruguete. En
especial se relaciona con las obras que el escultor realizó durante su etapa
palentina, y más en concreto con el retablo
de San Pedro de Cisneros (Palencia) y lo que ejecuta en el retablo de San Ginés de Villabrágima
(Valladolid), ambos anteriores a 1547. Un aspecto más que nos puede determinar
la realización de esta obra por Giralte en la década de los años cuarenta son
las analogías encontradas con el relieve del mismo tema de la Entrada de
Jerusalén de las puertas de paso al
Claustro de la Catedral de Palencia, en especial la tipología de la figura
de Jesús, y la de un discípulo situado en la parte trasera, también con melena
larga. La escultura del paso de un discípulo con barba y calva en la parte
delantera del cráneo, quizá San Pedro, también es utilizada por el escultor en
los retablos del momento.
Puertas de paso al claustro de la Catedral de Palencia |
Sin embargo, en opinión de José Ignacio Hernández Redondo, el aspecto actual del paso es fruto de una importante reforma realizada hacia el año 1600. Frente al modo de resolver las cabezas de los tres personajes con jubón y altas botas y uno de los apóstoles, con el pelo tallado en gruesos bucles y ojos de tendencia oblicua, las figuras de Cristo, San Juan y el apóstol con los brazos abiertos presentan un tipo de rostro diferente, con el pelo mucho más lineal, e incluso un canon un poco mayor que los anteriores. Por tanto se puede admitir una relativa relación estilística con Giralte, muy alejada de la calidad de sus producciones personales, en las cuatro primeras figuras, mientras que las otras tres incluido el Cristo son más tardías.
La
cercanía a los modelos vallisoletanos en fechas próximas al año 1600 se
comprueba al comparar la figura de San
Juan con la talla de la misma advocación que se conserva en el Museo
Diocesano y Catedralicio de Valladolid, atribuida a Francisco del Rincón. Dejando
de lado la calidad, muy superior en la obra de Rincón, la similitud compositiva
de ambas figuras resulta evidente. Por otro lado, son numerosas las noticias
documentales que informan de la frecuente necesidad de realizar reparaciones
parciales y sustituciones en este tipo de esculturas por la fragilidad del
material con que estaban hechas. En conclusión todo parece indicar que las
mencionadas esculturas del paso fueron sustituidas y el resto retocadas,
incluyendo los trabajos de policromía que pueden corresponder al momento de la
renovación del paso a comienzos del siglo XVII.
San Juan (atrib. Francisco del Rincón, h. 1600). Museo Diocesano y Catedralicio. Valladolid |
BIBLIOGRAFÍA
- HERNÁNDEZ REDONDO, José Ignacio: “La escultura procesional de la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid”, Actas del IV Congreso Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, Zamora, 2009, pp. 149-172
- VV.AA.: Las Edades del Hombre: El árbol de la vida (exposición realizada por la Fundación las Edades del Hombre. Santa Iglesia Catedral, Segovia 2003), Fundación de las Edades del Hombre, Salamanca, 2003.
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