4- Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz
Retablo de San Juan Nepomuceno (anónimo, ca. 1760)
En el segundo tramo, contando por los pies, de la nave del evangelio nos encontramos con un interesante retablo rococó [Fig. 6] que actualmente —antes estuvo entronizada la insignia de la Santa Cruz— está bajo la advocación de la Virgen de la Paz, imagen mariana procedente de la iglesia de San Julián y que tras la desaparición de ésta recaló en la parroquia de San Miguel y San Julián hasta que, en 1887, fue trasladada a esta iglesia penitencial. Se trata de un retablo compuesto por un estrecho banco con los netos y pedestales decorados con rocallas, un cuerpo con tres calles y otras tantas hornacinas, la central de mayor tamaño y las laterales flanqueadas por columnas clásicas con el fuste estriado y una gran rocalla en el centro, y un ático de cierre semicircular que en el centro lleva incrustado un cuerpo que acoge un relieve de San Juan Nepomuceno confesando a la reina Juana de Baviera coronado por un frontón curvo. A lo largo de toda la superficie del retablo nos encontramos con la característica decoración de rocallas. Llama la atención que la caja central del retablo está flanqueada por dos pilastras jónicas y además por dos columnas que sustentan un frontón triangular partido.
El retablo procede de la capilla de San Juan Nepomuceno de la iglesia conventual de San José de los Mercedarios Descalzos. Como no puede ser de otra manera, la imagen titular del retablo sería la de San Juan Nepomuceno, mientras que ignoramos qué pequeñas esculturitas le flanquearían en las hornacinas laterales, actualmente encontramos dos imágenes de la escuela de Olot: San José y San Antonio. Desconocemos a dónde fue a parar la imagen original del santo bohemio. Dado que se trataba de un santo de popularidad tardía, especialmente desarrollada a partir de su canonización en 1721, no debieron de existir muchas efigies suyas en la ciudad. Cabría la posibilidad, dadas sus medidas y su fecha de ejecución, que la imagen que presidió el retablo fuera la conservada en un retablo neoclásico de la iglesia de Santa María Magdalena, templo al que fueron a parar algunos retablos e imágenes del otro convento mercedario de la ciudad, el de Nuestra Señora de la Merced, del que no tenemos noticia de que existiera ninguna imagen del santo bohemio.
La escultura de San Juan Nepomuceno (atribuida a Felipe de Espinabete, ca. 1760), de tamaño menor del natural (145 cm.) y dispuesto sobre una peana jaspeada con la leyenda «S.JVAN.NEPOMVCENO», es copia puntual de una imagen similar conservada en la iglesia de San Miguel y San Julián que fue atribuida por Jesús Urrea a Luis Salvador Carmona (1708-1767), proponiendo una cronología entre 1750 y 1755. En su mano izquierda portaría un crucifijo, actualmente perdido y sustituido por una simple cruz.
5- Monasterio de la Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago
El que antaño fuera un templo barroco tanto por los diversos retablos de tal tendencia que acogía en su interior como por las abigarradas decoraciones de yeserías que aún recubren sus paredes se convirtió durante la última década del siglo XVIII en uno de los mayores exponentes del nuevo gusto académico debido a la construcción de ocho retablos neoclásicos, de los cuales trataremos cuatro: el mayor, los dos colaterales y el de San Antonio de Padua. Todas las imágenes que los presidían desaparecieron de la iglesia —con la excepción del grupo de Santiago Matamoros del retablo mayor— tras el cierre del cenobio y su posterior adquisición por parte del Ayuntamiento de Valladolid, que transformó el templo en una sala municipal de exposiciones.
Retablo mayor (Pedro García González, 1795)
En 1794 los visitadores del Consejo de las Órdenes, don Alonso Pérez Minayo y don Tomás Getino, solicitaron a la comunidad monástica realizar un nuevo retablo [Fig. 7] que se adaptase «al tabernáculo que se colocó el año anterior», ya que observaron «que el retablo estaba muy viejo y de fea y horrorosa arquitectura; y para que se manifiesta o sobresalga la decencia y hermosura del referido tabernáculo, mandaron que se apeara dicho retablo; que para colocar la historia de Santiago, con San Fernando y San Francisco de Borja, se hiciese nueva fábrica a imitación del tabernáculo». Para su fabricación se contactó con el arquitecto Pedro García González (1768-1832), que lo construyó entre abril y junio de 1795 en madera de Soria, «pues el pensar que sea de verdadero mármol y bronce es sumamente costoso y aun para hacerlo escayola imitando a jaspes no hay más o menos». Se reaprovecharían «en él todo lo que se tuviere por conveniente del retablo viejo, así de madera como de talla o escultura». Por su parte, el pintor y dorador Martín Mayo (1748-1798) se ocupó del «dorado e imitado de jaspes del retablo mayor», de repolicromar sus esculturas con una imitación «a mármol blanco de Carrara bruñendo lo que se acostumbre y las carnes», y de pintar «en el respaldo de la caja de Santiago [...] un campo de batalla y en el arco se demostrará un celaje».
El retablo, que se sustancia en una simple hornacina de medio punto flanqueada por dos columnas compuestas, apea sobre un alto banco que tenía delante de sí un gigantesco tabernáculo que frisaba con el grupo escultórico de Santiago Matamoros (atribuido a Pedro de Ávila, ca. 1732-1734), que a su vez se sitúa sobre otro pedestal a gran altura. Corona el retablo un frontón triangular en cuya parte central se sitúan dos ángeles sosteniendo una cruz, advocación del templo, mientras que a los lados encontramos sendos jarrones. En los extremos del banco se situaban las efigies de San Fernando y San Francisco de Borja, obras ambas también atribuidas a Pedro de Ávila por esas mismas fechas. Este retablo, al igual que los otros de la iglesia, están fabricados en madera y policromados imitando materiales nobles, como es característico del Neoclasicismo: mármoles, jaspes y bronce. Actualmente el retablo tan solo conserva el grupo de Santiago Matamoros, habiendo perdido tras el cierre del cenobio y la conversión del templo en sala de exposiciones municipal el gigantesco tabernáculo y las esculturas de San Fernando y San Francisco de Borja. La primera fue a parar a una colección particular y recientemente se ha subastado en Barcelona, mientras que la segunda recaló en el Museo Nacional de Escultura.
Retablos de la Virgen de la Paz y de San Luis Gonzaga (Pedro García González, 1795)
Los retablos colaterales [Fig. 8-9] se ejecutaron al mismo tiempo que el mayor y también corrieron a cargo del arquitecto Pedro García González y del pintor dorador Martín Mayo. Ambos retablos vienen a repetir la traza del retablo mayor con la diferencia de su menor tamaño, de que el banco no sobresale por los lados y de que el ático se resuelve por medio de un frontón curvo desornamentado. En ellos se dispusieron las mismas imágenes que contuvieron los primitivos colaterales barrocos: Nuestra Señora de la Paz (anónimo madrileño, 1828) en el del evangelio —fue encargada por la comendadora doña Dominica de Sisniega «a uno de los mejores escultores de la Corte» para sustituir a una Virgen de vestir «venerada en nuestra iglesia con rezo particular»— y San Luis Gonzaga (anónimo madrileño, ca. 1732-1734) en el de la epístola. Tras el citado cierre del cenobio ambas imágenes acabaron en el Museo Nacional de Escultura.
Retablo de San Antonio de Padua (anónimo, 1797-1798)
El último retablo que reconstituiremos de la antigua iglesia de las Comendadoras de Santiago es el dedicado a san Antonio de Padua [Fig. 10], que ocupaba la tercera y postrera capilla del lado de la epístola, justo antes de las escaleras de acceso al coro alto. Su construcción se llevó a cabo junto con otros cuatro con el fin de que igualasen con el mayor y los colaterales y también con el objetivo de conseguir la «decencia de la iglesia» pues ya sabemos que los académicos detestaban profundamente las expresiones artísticas barrocas. De hecho, lo dejan claro al afirmar que «los cinco [retablos] que hay son una monstruosidad [...] y causan deformidad y risión en la iglesia». Desconocemos la autoría de estos cinco retablos contratados en 1797 y acabados entre este mismo año y el siguiente. Sea como fuere, el 26 de abril de 1797 don José de la Mata Linares, comisionado del Consejo de las Órdenes señalaba «haber hallado efectivamente en la iglesia las citadas cinco capillas y todas ellas con unos retablos antiguos, oscuros y feos, que no son otra cosa que ridículos maderajes, e invenciones desarregladas que desdicen del edificio y principalmente de la capilla mayor y del coro y que la iglesia adquirirá mejor aspecto y de mayor hermosura haciendo los cinco nuevos altares, de mejor gusto y con arreglo al mayor y a los colaterales, que guarden unidad y orden en sus partes».
El retablo, que presenta una gran planitud, se compone de un banco en cuya parte central se abre un sagrario decorado en su puerta con un relieve del pelícano picándose el pecho para dar de comer a sus crías, un cuerpo consistente en una hornacina rectangular, que da cabida a San Antonio de Padua (anónimo madrileño, ca. 1750), flanqueada por pilastras jónicas y rematada por un frontón triangular. Este retablo, cuyo grado de desornamentación es aún mayor que en los tres retablos precedentes, estaba dedicado a las Ánimas del Purgatorio y tenía concedidas indulgencias. Tras el cierre del templo la escultura también fue a parar al Museo Nacional de Escultura.
Este texto fue publicado en un artículo en el nº 11 de la revista Read & Made (2023).
SI DESEAS UTILIZAR LAS RECONSTRUCCIONES MÁNDAME UN E-MAIL
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
Archivo General Diocesano de Valladolid
Archivo Histórico Provincial de Valladolid
BALADRÓN ALONSO, Javier: “A propósito del retablo de Nuestra Señora del Rosario de la primitiva iglesia de San Miguel de Valladolid”, Arte y Patrimonio, Nº 4, 2019, pp. 10-29.
BALADRÓN ALONSO, Javier: “Una escultura reencontrada: el San Fernando del retablo mayor del monasterio de las comendadoras de Santiago de Valladolid”, BSAA Arte, Nº 87, 2021, pp. 177-198.
COLÓN DE LARREÁTEGUI, José: Informe sobre los gremios de Valladolid, Valladolid, 1781.
FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Las Comendadoras de Santa Cruz: de monasterio a colegio”, Conocer Valladolid. XI Curso de patrimonio cultural 2017/2018, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, Valladolid, 2019, pp. 65-116.
FLORANES, Rafael: Inscripciones de Valladolid, Biblioteca Nacional, Manuscrito 11.246.
GONZÁLEZ GARCÍA-VALLADOLID, Casimiro: Valladolid, sus recuerdos y sus grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política. Tomo III, Imprenta de Juan Rodríguez Hernando, Valladolid, 1902.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA, Jesús: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XIV. Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid (1ª parte), Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985.
PÉREZ, Ventura: Diario de Valladolid (1885), Grupo Pinciano, Valladolid, 1983.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: “Nº 9 San Juan Nepomuceno”, Luis Salvador Carmona (1708-1767), Diputación de Valladolid, Valladolid, 2009, p. 42.
URREA, Jesús y SOLÉ ELVIRA, Gloria: Cuadernos de Restauración, Nº 3: Retablo mayor de San Miguel de Valladolid, Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, Valladolid, 2007.
URREA, Jesús: Estudios de arte y sociedad en Valladolid (siglos XVI-XIX), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2020.
URREA, Jesús y VALDIVIESO, Enrique: Rescatar el pasado. Retablos vallisoletanos perdidos, alterados o desplazados, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2022.
PIES DE FOTOS
Fig. 1 Retablo de San Juan Nepomuceno. Anónimo. Hacia 1760. Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz, Valladolid.
Fig. 2 Retablo mayor. Pedro García González. 1795. Monasterio de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago, Valladolid.
Fig. 3 Retablo colateral de Nuestra Señora de la Paz. 1795. Monasterio de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago, Valladolid.
Fig. 4 Retablo colateral de San Luis Gonzaga. 1795. Monasterio de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago, Valladolid.
Fig. 5 Retablo de San Antonio de Padua. Anónimo. 1797-1798. Monasterio de Santa Cruz de las Comendadoras de Santiago, Valladolid.