Si
hay una fuente popular en Valladolid, y en la que desean hacerse fotos tanto
los pucelanos como los visitantes, esa es la de "los Colosos",
situada en la Plaza de la Rinconada, en las traseras del precioso Ayuntamiento
historicista. Pues bien, la ejecución de los dos "colosos" se debe a
uno de los mejores artistas con los que ha contado Valladolid en las últimas
décadas, y que por desgracia nos dejó hace unos pocos años. Se trataba de Pedro
Monje Lara, un jienense de Lopera (1945), aunque vallisoletano de adopción, ya
que aquí vivió gran parte de su vida, concretamente desde que en 1978 se
trasladara a la capital del Pisuerga para trabajar en la empresa automovilística
Fasa Renault. Fue por entonces cuando este polifacético artista polifacético
(escultor, pintor, ceramista, grabador...) abrió su primer taller en la calle
Mota, nº 3. Su formación se llevó a cabo en Cataluña, donde consiguió
importantes éxitos antes de su matrimonio con una vallisoletana.
A
manera de homenaje a este excelente escultor (no en vano se alzó con un premio
tan importante como la Medalla Lorenzo el Magnífico, en la II Bienal de
Florencia de Arte Contemporáneo) la Diputación de Valladolid ha decidido en
este mes de septiembre organizar una magna exposición que contiene alguna de las
piezas más significativas que a lo largo de unos 40 años elaboró Pedro Monje,
tempranamente desaparecido en 2012. Como señala Montserrat Acebes, esta
exposición muestra un recorrido por las diferentes facetas y etapas de su obra.
Al mismo tiempo pretende dejar constancia del afecto que el artista sintió por
esta ciudad, con la que ha mantenido una constante relación a lo largo de su
trayectoria profesional. Son tantos los acontecimientos culturales que
relacionan a Pedro Monje con esta Institución, que es imposible enumerarlos. Por
encima de todos ellos sobresale, por la excepcional resonancia que obtuvo y por
el impulso que supuesto en su carrera artística, la exposición "Tierra y
Fuego" llevada a cabo en 1992. La exposición, que se desarrolla entre el 2
de septiembre y el 2 de octubre de este año se puede admirar en la Sala de
Exposiciones de la Diputación de Valladolid, en el Palacio de Pimentel.
A
continuación, se analizará brevemente su obra, tanto escultórica, pictórica
como cerámica, siguiendo puntualmente las palabras que Montserrat Acebes ha
plasmado en el catálogo de la muestra. Se trata de una de las mejores
conocedoras de la obra del artista ya que ha sido la autora de la única
monografía existente sobre Monje, la cual se puede adquirir en la exposición,:
Pedro
Monje, aunque de procedencia andaluza (Lopera, Jaén 1945 – Valladolid 2012), en
todo momento supo sintetizar y armonizar los valores e impresiones de aquellos
otros lugares en los que ha transcurrido parte de su vida, en particular de
Valladolid, donde fijó su residencia. De ahí que su huella esté presente en
diversos espacios públicos de nuestro entorno. Es inevitable señalar La Fuente de
los Colosos, en la plaza de la Rinconada, lugar de referencia para los
vallisoletanos y los visitantes que se acercan a nuestra ciudad. También
podemos ver su estela en los numerosos murales realizados por encargo del
Ministerio de Educación y Ciencia para diferentes centros de enseñanza, a los
que se suman Poesía
del Sol y del Agua en el Parque Fuente del Sol y otros muchos realizados a
lo largo de Castilla y León como La puerta del Cielo
para el proyecto europeo Artecampos en Mayorga (Valladolid) o el elaborado para
el Centro de Investigación de las Aves Lagunas de Villafáfila (Zamora).
En
el plano artístico destaca por su versatilidad: pintor, escultor, ceramista y
grabador. Su afán de investigar con nuevos materiales, técnicas y estilos ha
hecho posible una obra en constante evolución que se debate, a lo largo de su
trayectoria, entre la figuración y la abstracción. La fuerza del color y el
carácter táctil son notas que definen la expresión del artista. Concretamente,
el carácter táctil se impone, tanto en la pintura y en el grabado, como en el
acabado de los bronces de ricas y diversas texturas, y por supuesto en las
piezas de cerámica que, en este caso, va implícita en su propia naturaleza. En
lo relativo a la temática, hay una corriente humanística que da coherencia a
los diferentes géneros. En ella trata de expresar los sentimientos inherentes
al ser humano como son: la ternura, la pasión o el deseo de libertad.
Sentimientos que irradian en torno a la familia. Entre los motivos, cobra
protagonismo la figura femenina que se manifiesta en toda su dimensión:
elegante y sofisticada en las damas con sombrero; llena de ternura en las
maternidades; también proyecta su faceta intelectual en La lectora o la
mitológica en Diosa Luna. A veces, la presencia inmersa en el paisaje, pasando
a ser, éste, escenario de vivencias, a la par que adquiere un carácter
intimista con cierto matiz idílico. El género animalístico gira en torno al
caballo que lo aborda desde el plano mitológico y como símbolo de fuerza y
belleza, en el que subyace un claro referente a su Andalucía natal.
La
pintura de Pedro Monje ha ido evolucionando desde el Impresionismo y el
Modernismo hasta las tendencias más vanguardistas, acercándose en particular a
las corrientes matéricas y en algunos momentos se impone lo gestual a una
abstracción geométrica. Su admiración por la poesía constituye una constante
vital. De ahí que el carácter lírico vaya implícito en el juego de elementos
plásticos. Sus lienzos albergan infinidad de símbolos que le conectan con lo
onírico, y, por ello, con un surrealismo también de matiz poético. Con él,
configura un lenguaje propio e intransferible que explica el universo
inasequible de su obra. Ese lenguaje, con su magia, le ha permitido establecer
un diálogo entre sentimiento y razón, entre lo ingenuo y lo profundo, poniendo
el acento en el aspecto particularmente literario, como se observa en muchos de
sus títulos. En lo referente al color se intuye una interrelación con los
espacios vividos, en particular con sus raíces andaluzas que están presentes en
los azules profundos y en los blancos radiantes de sus lienzos. En la primera
etapa, la gama fría se manifiesta en intensos verdes, azules y violetas en cuyo
sustrato permanece el mar y la luz del Mediterráneo. A finales de los ochenta,
su encuentro con Castilla implicó un giro hacia los tonos tierra, dominando los
ocres luminosos.
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Diana con pamela (1981) |
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Caballos alados (1997) |
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Sin título (1996) |
En
cerámica trabaja el gres y las tierras refractarias que somete a altas
temperaturas para conseguir obras de carácter escultural dotadas de una fuerza
totémica. El artista pone su mirada en culturas ancestrales de lugares lejanos,
a la vez que deja constancia de su admiración por los estadios prehistóricos de
la Península Ibérica, a los que suma un entramado de corrientes actuales con el
fin de fusionar tradición y modernidad. Se observa en estas piezas una síntesis
de contrarios, el carácter tosco de la materia les imprime una fuerza que
irradia monumentalidad, pero al mismo tiempo la delicadeza con que trata a esas
tierras refractarias y la variedad de texturas hacen que el artista consiga
toda la sobriedad y elegancia que encierra lo clásico. Otras piezas, muy
personales y de carácter bulboso, toman formas femeninas de esbeltos cuellos y
ricos tocados. También son de destacar, como homenaje a Velázquez, sus
particulares versiones de Las Meninas. Estas piezas se caracterizan por la gran
minuciosidad de detalles y los ricos toques vidriado, notas que las hacen
inconfundibles y ser muy consideradas por los coleccionistas.
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Menina V (2008) |
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Paraíso encontrado (2007) |
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Tótem I (1991) |
En
lo relativo a la escultura en metal se observa un componente clásico en cuanto
a la concepción de volúmenes y proporciones, que apreciamos en las pequeñas
piezas de bronce o en aquellas que han pasado a formar parte de los espacios
públicos, como El
cavador o El
monumento a los emigrantes para el Parque de la Verja de Lopera (Jaén). En
las obras que denomina “paternidades” y “maternidades”, sirva de ejemplo Jugando en el espacio,
sus figuras atléticas contrastan con la sensibilidad y ternura que proyectan
sobre otras infantiles. En ellas advertimos un juego de equilibrios, cuyos
ritmos ondulantes dejan al descubierto un carácter lúdico. En otras esculturas,
como El gran
lector y Los
colosos, el artista logra una concentración de fuerzas y un poderoso
estudio anatómico que evocan a Rodin. También queremos destacar la impronta que
dejan en algunas piezas los referentes a la arqueología ibérica, tan próxima a
los yacimientos andaluces de Jaén. A todo esto se suma la frescura e ingenuidad
de las imágenes, que en ocasiones rompen el canon clásico para enlazar con la
vanguardia y las tendencias de suma actualidad. Esta fusión realizada con
ingenio e inteligencia hace que la obra adquiera personalidad propia.
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Autorretrato (1997) |
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Diosa Luna (2000) |
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Domador (2000) |
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El gran lector (2002) |
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El último viaje (1997) |
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Emigrantes (2007) |
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Jugando en el espacio (1989) |
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Maternidad flotante (1987-1991) |
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Maternidad jugando (2001) |
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Mujer atleta I (1990) |
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Zapatos de niño (2008) |
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Ángel con sexo (1987-2006) |
Desde
este blog no puedo por menos que dar las gracias a la Diputación de Valladolid
por darnos la posibilidad de disfrutar de esta exposición tan interesante, y
que a su vez homenajea a uno de los grandes artistas con los que ha contado la
ciudad en las últimas décadas, artista por el cual he profesado desde hace años
mi total admiración. Por si no podéis pasaros a ver la exposición, la cual os
recomiendo fervientemente, podéis descargaros en PDF el catálogo de la misma
pinchando en este enlace.
BIBLIOGRAFÍA
- ACEBES
DE LA TORRE, Montserrat: Pedro Monje.
Memoria y símbolo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2016.
- ACEBES
DE LA TORRE, Montserrat: Pedro Monje:
poética del símbolo y la materia (escultura, pintura, cerámica y grabado),
Diputación de Jaén, Jaén, 2014.
- LÓPEZ
ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y
cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación
de Valladolid, Valladolid, 1998.
- PLAZA
SANTIAGO, Francisco Javier de la y ORTEGA COCA, María Teresa: “La pintura del
siglo XX, en Valladolid”. En LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y
cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación
de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 933-966.
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