martes, 10 de septiembre de 2019

EL CAMARÍN DE LA IGLESIA DE SANTA MARÍA LA MAYOR DE PORTILLO: Un interesante conjunto de pinturas murales barrocas


Después de mucho tiempo sin viajar por la provincia hoy nos trasladaremos al sur de la capital, concretamente a la bella localidad de Portillo, conocida fundamentalmente por su magno Castillo -donado el siglo pasado a la Universidad de Valladolid por el ilustre médico e investigador Pío del Río Hortega, discípulo predilecto de Santiago Ramón y Cajal- y por sus riquísimos mantecados, conocidos popularmente como “zapatillas”.
No tan conocida es su iglesia, y menos el camarín barroco del que hablaremos a continuación. La iglesia de Santa María la Mayor, la única que actualmente sigue abierta el culto en la población, fue construida a mediados del siglo XVII, reedificada parcialmente a finales del siglo XVII, y con una serie de añadidos de comienzos del XVIII. El camarín resulta ser un cuerpo que sobresale de la planta de la iglesia y que se abre a espaldas del retablo mayor. Este retablo es de progenie salomónica, fechable en el tercer cuarto del siglo XVII, está presidido por una Virgen con el Niño (150 cm) gótica con una cronología cercana al año 1300. Además de las columnas destacan las potentes ménsulas, tarjetas vegetales y machones del ático, entre los cuales se localiza una bella pintura dedicada a la Asunción de la Virgen. Justo debajo de la Virgen gótica encontramos un tabernáculo renacentista con relieve de la Resurrección en la puerta, de San Pedro y San Pablo en los laterales, y la inscripción: “MATHEOS CJºS DE ROZAS I DOÑA BERNARDINA VELAZQUEZ ESTE RETABLO HICIERON Y DORARON A SU COSTA”.

El camarín se construyó en el primer tercio del siglo XVIII y resulta ser una pequeña habitación cuadrangular cubierta con cúpula sobre pechinas. Tanto los lunetos como la propia cúpula asientan sobre una serie de pequeñas ménsulas. Al exterior el camarín presenta unos volúmenes muy definidos y sin ornamentación ninguna, llamando la atención que en la parte baja se abre un pasadizo con bóveda de medio cañón que permite el tránsito viario. Un poco por encima se abren en las caras Este y Sur sendas ventanas por las que entra la luz que ilumina la estancia. Los materiales utilizados en la ejecución de estos paramentos es piedra mampostería para los lugares más importantes (ventana, arco y esquinas), piedras irregulares para rellenar el resto del muro, y en la parte superior el alero está construido en ladrillo, estando este cubierto finalmente por las tejas.

Regresando al interior, al camarín se accede por una escalera que parte desde una pila de agua en la que el sacerdote se lavaría las manos. Esta pila de agua está rematada por una venera con la charnela hacia afuera y que por encima va decorada con unas pinturas murales, similares a las del camarín, en la que entre labores vegetales surge un letrero que dice así: “Da, Domine, Virtvtem, Manibus, Meis, Adastergendum, Omnem, Maculam, Vt Sine pollutione, mentis & Corpois, Valeam, tibi servire”. Tras observar esta pila y subir los escalones pertinentes accedemos definitivamente a aquel pequeño espacio que nos llama poderosamente la atención por cuanto se encuentra completamente forrado de pinturas murales, de arriba abajo, de izquierda a derecha, todo, de hecho, es tal el “horror vacui” que no existe un solo centímetro del camarín que se encuentre sin pintar: tenemos pinturas murales figurativas, pero también ornamentales efigiando decoraciones vegetales y simulacros de mármoles. Predominan los tonos rojos, azules, ocres, amarillos y oscuros.

Las pinturas configuran un ciclo dedicado a la vida de la Virgen, como no podía ser de otra manera dado que tanto el retablo al que se accede por el camarín como la iglesia están dedicados a María. Estos episodios marianos se desarrollan en tres de los cuatro lunetos (Encarnación, Anunciación y la Huida a Egipto), en la bóveda (Asunción) y en la parte inferior de una de las paredes, concretamente debajo del luneto de la Anunciación (la Coronación de la Virgen). Las pechinas que sustentan la cúpula acogen a los cuatro Evangelistas. Finalmente, también en tres de las cuatro paredes situadas debajo de los lunetos encontramos pinturas figurativas: ya hemos visto que en una aparecía la Coronación de la Virgen, pues bien, las otras dos están decoradas con ángeles entre arquitecturas y elementos vegetales. Como habréis visto hay una pared completa, tanto en la parte inferior como en la superior que configura un luneto, que no exhibe pintura figurativa alguna, sino que se encuentra completamente decorada con motivos vegetales. A continuación, vamos a detallar algo más las pinturas murales que componen el camarín realizando un recorrido por las paredes comenzando por la Norte y siguiendo el orden de las agujas del reloj (Este, Sur, Oeste). Lo primero que hay que señalar es que las diferentes escenas o personajes independientes se hayan perfectamente delimitados por marcos de flores a la manera de los conocidos como “Quadri riportati”, si bien la Asunción ya cabría clasificarla dentro de la tipología de pintura de “Quadratura”.

La pared Norte acoge en su parte inferior la puerta de acceso, sobre la cual se halla colocado un cuadro-exvoto típico de este tipo de recintos en el que un devoto da las gracias a la Virgen por su curación. Este género de pinturas suele ser siempre igual: el enfermo aparece en la cama y a lo lejos en el cielo y entre nubes figura la devoción a la que se da las gracias, en este caso Santa María la Mayor de Portillo, y en la parte inferior del cuadro un texto que contiene la explicación: “Hallándose gravemente enferma Juana Capellán, vecina del Arrabal [de Portillo] se encomendó a Ntra Sra la Mayor de Portillo y  se recobró Salud. Año de 1850”. Por lo general se suele tratar de pinturas de escasa calidad, cuyo único valor es el iconográfico. A la derecha de la puerta encontramos el “Quadro riportato” que acoge la pintura de la Coronación de la Virgen. Sobre un cúmulo de nubes se haya Jesucristo vestido con ropajes encarnados colocando la corona sobre la testa de María, que figura arrodillada frente a él y vestida con ropajes azulados alusivos a su virginidad. A su derecha el Padre Eterno, un bonachón anciano con barba y pelo cano, la bendice con la mano derecha mientras que con la izquierda sujeta un cetro. El Espíritu Santo en su forma habitual de Paloma lanza un rayo de luz hacia la corona. Tanto Dios Padre como Cristo asientan sobre unos “tronos” conformados por cabezas aladas de ángeles. Completan la escena otra serie de ángeles que juguetean entre las nubes. Por encima de esta escena encontramos una serie de ménsulas, también pintadas, entre las cuales se desarrollan decoraciones vegetales casi idénticas a las que encuadran la escena superior que figura en el luneto, que no es otra que la Anunciación. Como es habitual los protagonistas son María y el Arcángel San Gabriel, pero también lo es un pequeño angelito situado a la derecha que descorre un ampuloso telón barroco que ocultaba la escena. María figura leyendo un libro situado sobre un atril en forma de ménsula y con un mascaron angelical en el frente. Tanto la Virgen como el atril se elevan sobre un podio de doble escaño. A su derecha llega raudo a lomos de una nube el Arcángel San Gabriel, con un ramo de azucenas en la mano derecha (atributo que hace referencia a la concepción virginal de María) y con la izquierda señalando al Espíritu Santo, que nuevamente lanza desde un rompimiento de gloria un rayo hacia la Virgen. Esta pintura de la Anunciación está claramente inspirada en la que ejecutara en 1671 el madrileño Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia (1649-1704) para la catedral de Valladolid.

Anunciación (1671) de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia conservada en la catedral de Valladolid
La pared Este es sustancialmente diferente al resto puesto que además de acoger una bóveda de medio punto, en su parte superior se abre una ventana y toda la superficie pictórica del muro (tanto en la inferior como en la propia del luneto) se halla decorada con motivos vegetales ya sean entrelazados, en forma de rameados, etc. Como anécdota, en los dos juegos florales que se explayan a ambos lados de la ventana encontramos a dos pequeños angelitos jugueteando.

La pared Sur es para mi gusto la más rica, pictóricamente hablando. En la parte inferior se abre en el centro una ventana, cuyo marco está decorado nuevamente con motivos vegetales, a cuyos lados aparecen pintados sendos ángeles, de formas gráciles y femeninas. Aparecen dentro de hornacinas simuladas y apoyados sobre peanas, también en trampantojo, en las que encontramos una serie de plantas y flores pintadas con gran nivel de detallismo. Los ropajes de ambos ángeles son muy movidos. La parte superior del muro, el luneto, acoge quizás la escena más interesante y de mayor calidad del conjunto, así como la que contiene un mayor trasfondo iconográfico: la Encarnación. La escena está formada por Dios Padre a la izquierda sobre una serie de nubes entre las cuales sobresalen algunos angelotes. Extiende su mano derecha hacia la Virgen, mientras que con la izquierda nuevamente sujeta el cetro. A su lado, y en un nuevo rompimiento de gloria, aparece el Espíritu Santo lanzando un rayo sobre la Virgen. En la parte derecha de la escena llega lo más interesante: la Virgen Niña cosiendo sentada encima de un cojín sobre una silla. A su izquierda surge un Unicornio, de cuerno extremadamente largo, que simboliza la pureza de María. Tras ella un alto podía que sirve de base a una gigantesca columna de la que tan solo se aprecia la basa. Tanto el podio como la basa están rotas, lo que pudiera aludir a la rotura del velo del templo, siendo quizás este velo el rojo que recubre la citada arquitectura.


La pared Oeste acoge la puerta que da acceso a la Virgen gótica del retablo mayor, a la sazón Santa María la Mayor. La puerta se encuentra decorada en sus bordes por elementos vegetales y mixtilíneos, mientras que a los lados la flanquean sendos ángeles regordetes que sujetan con una de sus manos un óvalo dentro del cual aparece una palmera que alude a una de las letanías marianas. Como hemos visto, en las cuatro paredes la separación del cuerpo bajo del luneto se produce por medio de una serie de ménsulas entre las cuales aparecen decoraciones vegetales, pues bien en esta ocasión encontramos una pequeña diferencia y es que entre las ménsulas situadas sobre la puerta del camarín figura una cabeza alada de serafín que tiene como fondo una venera. Ya en el luneto observamos que la escena desarrollada en él es la Huida a Egipto. No se trata de la típica escena que ilustra este episodio en el cual encontramos a la Virgen con el Niño sobre el burro y San José abriendo camino. En esta ocasión vemos a la Sagrada Familia a pie llegar a una barca para cruzar un río. Un personaje sobre la barca, su propietario, y sujeto a una cuerda parece disponerse a ayudarles, mientras que también serviría de ayuda a la Sagrada Familia el Ángel que completa la escena junto al burro en el extremo derecho.

Una vez vistos los muros damos paso a las pechinas, las cuales acogen a los cuatro Evangelistas sobre nubes y en actitud de escribir las Sagradas Escrituras. A cada uno le acompaña su “viviente”: a San Juan el Águila, a San Mateo el Ángel, a San Marcos el León y a San Lucas el Toro. Remata el conjunto en una vistosa, barroca y movida escena de la Anunciación en la bóveda en la que el artista ha querido jugar con la perspectiva “sotto in su”, aunque tan solo parece lograrlo en la balaustrada que recorre el perímetro. Esta balaustrada se encuentra interrumpida en los cuatro puntos cardinales por parejas de ángeles que sujetan inscripciones alojadas dentro de construcciones vegetales con elementos arquitectónicos. Así, en ellos podemos leer las siguientes leyendas: “Atque semper virgo”, “Felix caeli porta”, “Dei mater alma”. La cuarta por desgracia se halla borrada debido a la pérdida de la capa pictórica. En el centro de la bóveda se encuentra la Virgen ascendiendo a los cielos gracias a la ayuda de unos ángeles adultos, al mismo tiempo le rodean otros más infantiles que portan diferentes objetos que aluden a una serie de letanías: corona, cetro, lirio, palma, estrella, etc.

El conjunto pictórico mural que acabamos de ver, y del cual desconocemos el autor -quizás habría que pensar en Pedro de Acuña, especialista en pintura mural, aunque la pintura de este periodo está tan poco estudiada que bien pudiera haberla ejecutada un maestro actualmente desconocido- constituye uno de los escasos ejemplares barrocos conservados en la provincia. Aunque muchos han desaparecido, podríamos aludir a otros ejemplares muy interesantes como los que acogen el camarín de la Virgen de la Soterraña en la iglesia de San Miguel de Olmedo, o la bóveda de la sacristía de la iglesia del Salvador de Valladolid.

Camarín de la Virgen de la Soterraña en la iglesia de San Miguel de Olmedo
Cúpula de la sacristía de la iglesia del Salvador de Valladolid


BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo X. Antiguo partido judicial de Olmedo, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1977.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1967.

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