viernes, 12 de febrero de 2021

EXPOSICIÓN: "Chema Madoz. La naturaleza de las cosas… y su eco en la colección"

 

Desde el 16 de enero de 2021 el Museo Patio Herreriano acoge una exposición que reúne la obra de uno de los mejores fotógrafos españoles de las últimas décadas, así como mi fotógrafo favorito desde que hace años viera una exposición suya en Madrid, concretamente en el cuartel del Conde Duque. Estamos hablando del madrileño Chema Madoz (1958), al que, por su imaginación, por su fantasía y por sus refinados juegos visuales, me gusta comparar con el genial pintor surrealista belga René Magritte (1898-1967). La exposición, que se podrá admirar en las salas 2 y 3 de la citada institución museística hasta el 2 de mayo, ahonda precisamente en la comparación de la obra del fotógrafo madrileña con otros artistas, pero no precisamente con el creador de Ceci n´est pas une pipe, sino con tres gigantes de las artes plásticas del siglo XX: el escultor Ángel Ferrant (1890-1961), Joan Brossa (1919-1998) y Perejaume (1957).

A continuación, os dejo con el texto introductorio de la muestra que ha escrito la comisaria Oliva Martín Rubio, así como otros textos que figuran en la exposición y que se refieren a las analogías de la portentosa obra de Madoz con los tres citados artistas. Os invito encarecidamente a ir a visitarla y ya que aprovechéis a pasaros por la Capilla del Museo en la que se ha dispuesto una espectacular instalación de la pintora valenciana Soledad Sevilla (1944) realizada a base de gigantescas mallas.

Ajeno a las clasificaciones habituales, Chema Madoz subvierte las reglas de la naturaleza, dejando vagar su imaginación. Despliega su fantasía y funde los reinos animal, vegetal y mineral, dando lugar a un reino propio en el que transforma hojas, ramas, nubes, maderas, plantas, flores, piedras… ofreciendo las combinaciones más inesperadas. Unas veces lo hace cambiando la función de los elementos de la naturaleza, otras haciendo asociaciones insólitas o jugando con la semejanza.

Chema Madoz se complace en trastocar la realidad, porque a pesar de su apariencia sólida e inalterable, una mínima variación puede hacernos conscientes de la fragilidad de aquello que nos rodea. A lo largo de los años, esas variaciones introducidas en los objetos –un campo fértil e inagotable para el artista- nos han hecho ver otras realidades, han expandido nuestro conocimiento e incluso nos han hecho esbozar una sonrisa al identificar o intuir sus mecanismos, porque, como él mismo señala, “toda manipulación está a la vista del espectador”. De ahí que sus imágenes nos resulten extrañas en un primer momento, pero familiares y fácilmente identificables en cuanto detenemos nuestra mirada en ellas y reconocemos sus juegos, sus guiños, sus combinaciones, sus alteraciones.

Pero a lo largo de su carrera, Chema Madoz no solo ha trabajado con el objeto. Una mirada atenta nos hace descubrir la gran importancia que cobra la naturaleza en su trabajo y la cantidad de obras que le ha inspirado. Ahora bien, el artista opera con los elementos de la naturaleza de la misma manera en que lo hace con los objetos, buscando asociaciones, parentescos y encuentros fortuitos, realizando pequeños desplazamientos, combinaciones, yuxtaposiciones, metamorfoseándolos.

Chema Madoz trabaja con los elementos de la naturaleza, al igual que lo hace con los objetos, de todas las maneras posibles y a veces la sorpresa proviene simplemente del cambio de función de los objetos (un dedal convertido en una maceta). Como un mago que realiza milagros, Chema Madoz abre nuestra mente a un conocimiento más hondo de las cosas y de la realidad que nos circunda, haciéndola más compleja, expandiéndola y profundizando en ella.

La exposición de Chema Madoz que ahora acoge el Museo Patio Herreriano es una buena oportunidad para conocer el trabajo del artista madrileño y de situarlo en una suerte de genealogía. Se establece un diálogo con artistas de la colección del Museo, con los que comparte una sensibilidad semántica y estética. Así, a las fotografías de Madoz se suman las imágenes de los objetos deconstruidos y recompuestos de Ángel Ferrant o el material escultórico de Joan Brossa y Perejaume. Cobran especial significación en este contexto las fotografías de Ángel Ferrant que documentan los objetos que mostró en las galerías Syra de Barcelona a principios de los años treinta y que más tarde, no contento con su resultado, destruyó. Estas fotografías delatan un interés por el comportamiento en una esfera próxima a la de Chema Madoz. No es menos conocida la relación del fotógrafo con Joan Brossa, a través de la tensión entre los objetos y las ideas que también cultiva, con similar aliento poético, Perejaume.

Oliva María Rubio. Comisaria de la exposición


Relación con la obra de Ángel Ferrant

La relación entre Chema Madoz y Ángel Ferrant tiene un amplio recorrido a pesar de trabajar en ámbitos en apariencia distintos. Esta exposición tiene el propósito de situar a Madoz junto a otros artistas con quienes tender puentes con el fin de ensanchar el conocimiento de su obra y situarlo bajo luz renovada en el campo del arte de nuestro tiempo. Ferrant realizó, a finales de 1932, una exposición en las galerías Syra de Barcelona titulada Objetos, un conjunto de piezas en el que empleó el recurso del ensamblaje de formas heterodoxas de carácter industrial. En una de las piezas más célebres, el Hidroavión, adivinamos una percha de madera, la hoja de una sierra y otros elementos coronados por el mango de un punzón. Como se ha repetido en no pocas ocasiones, Ferrant primaba aquí la idea, la concepción, de estos objetos por encima de la ejecución, y esto es algo que bien podríamos adscribir a la obra de Chema Madoz, en constante búsqueda de asociaciones entre objetos, una búsqueda que, por lo general, ya ha sido satisfecha antes de accionar el disparador de la cámara.

Ferrant acabó destruyendo estos objetos, si bien conservó la cuidada documentación fotográfica que aquí vemos en una práctica que le sitúa cerca de otros creadores para quienes la relación entre escultura y fotografía fue primordial, como los italianos Medardo Rosso o, más recientemente, Franco Vimercati. Fue costumbre del artista madrileño examinar los objetos desde perspectivas múltiples, explorar la cualidad dinámica y las diferentes posibilidades expresivas que dicha cualidad ofrecía. El Archivo Ángel Ferrant conserva un número importante de estas imágenes, que van más allá de la mera documentación, pues se tornan en verdaderos estudios fotográficos de ese quehacer experimental con las formas y los objetos.

Los Objetos son prefiguración de esas otras obras realizadas en la década siguiente en la playa coruñesa de Fiobre con materiales esta vez naturales que se han dado en llamar Objetos hallados o Esculturas intactas. Estos objetos “encontrados”, obras cruciales en el trabajo de Ferrant, constituyen, también, un referente importante para Chema Madoz. Al contrario, sin embargo, que los Objetos de principios de los treinta, Ferrant no manipulaba estos elementos naturales, pues sencillamente los yuxtaponía, manteniéndolas, efectivamente, intactas. Cada elemento perdía su esencia al anudarse a otro distinto, pero esa levísima acción abría un campo de ilimitadas opciones semánticas.


Relación con la obra de Perejaume

Uno de los artistas españoles con que con mayor nitidez y solvencia entreteje la tradición conceptual y el acervo poético es Perejaume, un artista que sigue la estela de Brossa, entre otras figuras relevantes del arte catalán, como Tàpies o Miró. En Perejaume la idea del desplazamiento toma un significado literal, pues en su obra no es infrecuente ver al artista “trasladando” obras de arte desde su emplazamiento natural, el museo, al contexto que un día inspiró la obra: la naturaleza. Este juego es análogo al tránsito de ida y vuelta entre la idea y el objeto que caracteriza la obra de Madoz… y de Brossa.

Coure i Mirall, de 1989, sigue con claridad el camino marcado por Brossa en La memoria del temps, una obra que funciona tanto en la mente como en el ojo de quien la mira. En ella, el artista propone un objeto sobredimensionado, un imperdible, algo normalmente pequeño que adquiere aquí un tamaño monumental. En su también aguda inclinación a desvirtuar significados, Perejaume alienta esa tendencia de cierto aire contemporáneo a subliminar lo insignificante y hacer un icono de la experiencia mundana. Madoz, como revelan sus fotografías, no es ajeno a este sentir.


Relación con la obra de Joan Brossa

La relación entre Chema Madoz y Joan Brossa es bien conocida, si bien en el marco de esta exposición cobra nuevo sentido al sumarse al discurso las figuras de Ferrant y Perejaume. En esta pequeña sala introductoria encontramos una de las piezas de Brossa que forman parte de nuestra colección, La memoria del temps, 1986, un trabajo realizando cuando Madoz iniciaba su carrera. Como Madoz, Brossa subraya la distancia entre la gestación de la idea y la materialización plástica de dicha idea. Comparten también ambos artistas una inclinación hacia la divergencia, hacia el desplazamiento del sentido y del significado, y una buena metáfora de esta idea de la divergencia es La memoria del temps, un trabajo en el que una flecha atraviesa un espejo y el reflejo desvirtúa su dirección. En un trabajo muy conocido de Madoz, una cuchara proyecta sobre un fondo neutro la sombra de un tenedor, en línea con el deslizamiento lingüístico al que somete el artista a los objetos. En la pieza de Brossa, el desplazamiento que se opera entre la doble dirección de la flecha trasciende lo metafórico, convirtiéndose en una situación literal.


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