viernes, 3 de septiembre de 2021

El Monasterio de la Concepción de Valladolid

 

El pasado sábado a las 20:30 horas el Cardenal Arzobispo de Valladolid don Ricardo Blázquez inauguró en el Monasterio de la Concepción de Valladolid un pequeño museo memorial dedicado a la mística Sor Ángeles Sorazu (1873-1921), abadesa del cenobio, y a la historia y patrimonio del propio monasterio. Para celebrar la apertura de este nuevo museo vallisoletano, del cual he tenido el honor de ser el comisario, he decidido dedicar sendos artículos al monasterio y a la propia exposición. Comenzaremos por el principio, es decir, dando a conocer esta céntrica clausura (situada frente al palacio de Fabio Nelli y a la iglesia de San Miguel y San Julián) tan desconocida incluso para los vallisoletanos dado que normalmente su templo suele permanecer cerrado.

El Monasterio de la Concepción captado por el fotógrafo Antonio Passaporte hacia 1927-1936. Foto: Archivo IPCE

El Monasterio de la Concepción fue fundado en 1521 por don Juan de Figueroa, regidor de Valladolid y oidor de la Real Chancillería, y su esposa doña María Núñez de Toledo en sus casas principales, precisando que “sirvió de iglesia el zaguán de la casa que está frente de la plazuela del palacio del Marqués de la Vega [más conocido como Palacio de Fabio Nelli]”. Su generosidad para con las religiosas los llevó a dotarlas, además, con 3.000 ducados anuales. A cambio se reservaron para sí mismos y sus descendientes la utilización de la capilla mayor para su enterramiento y el derecho a colocar sus armas en la iglesia, en la portada, en la bóveda y en el claustro, como así hicieron. Asimismo, se reservaron la capacidad para nombrar 13 religiosas sin dote, vetar cualquier enterramiento en el templo si no tenía su beneplácito y tener la posibilidad de que las esposas de los patronos pudieran acceder a la clausura conventual con un límite de cuatro veces al año.

Situación del Monaterio en el mapa de Ventura Seco (1738)

Entre los sucesivos patronos del monasterio hubo algunos ilustres, caso de don Juan de Tovar, caballero de la Orden de Santiago y gentilhombre de la Boca de Su Majestad el rey Felipe IV, o su hijo don Fernando de Tovar, que llegó a ser Marqués de Valverde. Asimismo, en el monasterio sobresalió otra personalidad, aunque en esta ocasión no por sus títulos nobiliarios sino por sus facultades intelectuales. Estamos hablando de una de sus abadesas, llamada sor Petronila de Valcázar y que según Canesi gozó en su tiempo de especial renombre como poetisa, debiéndosele, entre otras cosas, las endechas que escribió con motivo del certamen poético promovido por la Cofradía de la Vera Cruz con motivo de la colocación del Cristo Crucificado en el nuevo retablo mayor del templo en 1681.

La iglesia está construida en piedra sillería según los modos del gótico de comienzos del siglo XVI. Al exterior presenta un aspecto muy austero, significándose tan solo los contrafuertes (cuatro en cada lado largo, los últimos en esviaje, cuatro en la cabecera y los dos de los pies), dos grandes ventanales rematados en arco de medio punto en cada uno de los lados largos, un óculo a los pies para iluminar el coro alto, la portada de acceso al templo desde la calle, y una humilde espadaña que se eleva sobre el tejado a dos aguas.

Dibujo de la fachada el monasterio realizado por Ventura Pérez a mediados del siglo XVIII

El aspecto actual de la portada, notablemente degradada por el paso de los siglos, poco tiene que ver con el que poseyó en tiempos y que conocemos gracias al dibujo que realizó Ventura Pérez (1704-1784) a mediados del siglo XVIII. Por entonces la portada se cobijaba bajo un soportal de madera y tejas sostenido por dos columnas. Su fachada presenta un arco de medio punto con molduración gótica por encima del cual corre un alfiz quebrado en la parte central para poder incrustar un nicho que acogía una estatua en piedra de la Virgen con el Niño, tal y como se aprecia en el citado dibujo. Esta Virgen ha desaparecido, como también los dos grandes escudos que la flanqueaban y que fueron picados por un motivo y en un momento que ignoramos. Estos escudos, que presentan entre otros blasones los de los Tovar, Sandoval y Enríquez –faltando los de los Figueroa–, pertenecen a los fundadores, aunque al hallarse coronados es más probable que correspondan a sus herederos, concretamente a los Marqueses de Valverde, que eran Figueroa y Tovar.

Estado actual de la fachada

El interior del templo presenta planta rectangular dividida en tres tramos y cabecera con un testero de tres paños cubiertos por bóvedas de crucería estrellada, todas ellas diferentes, cuyas claves irían decoradas por unos desaparecidos pinjantes. Revisten notable interés las ménsulas repartidas por toda la iglesia –presentan escudos, cabezas humanas y otros elementos decorativos como estrellas–, amén del escudo labrado en la parte alta del paño central de la cabecera, tapado en su mayor parte tras el recrecimiento del retablo mayor realizado durante las reformas en el templo entre 1953-1954.

A los pies del templo se eleva el coro alto (el coro bajo ha desaparecido, aunque consta que estuvo separado del resto de la iglesia por una reja), formado por cinco celosías de tracería geométrica y coronación renacentista culminada por la calavera de Adán, milimétricamente situada a la altura de la base del Crucifijo que remata el retablo situado tras ellas. Bajo la celosía central encontramos una inscripción parcialmente perdida en su último renglón: “Esta obra y monesterio de Nuestra Señora ycieron Juan de Fygeroa regydor y do[ña María Núñez de Toledo]”. Justo debajo, y a manera de clave decorativa del arco que sostiene el frente del coro alto volvemos a encontrarnos con el escudo de la pareja. En el coro alto nos encontramos con una de las piezas más valiosas del convento, no solo desde el punto artístico sino espiritual. Se trata de una Inmaculada Concepción denominada “la Priora” por estar dispuesta en la silla prioral de la sillería.

 

Iglesia

Aunque hoy en día el templo se nos muestra desornamentado antiguamente poseyó numerosas lápidas funerarias, pinturas murales, retablos, esculturas y cuadros. Actualmente tan solo encontramos el retablo mayor, los dos retablos colaterales neogóticos, y la preciosa Inmaculada Concepción (Felipe Espinabete, ca. 1760) llegada hace un par de años desde el convento de las Concepcionistas de Olmedo. Según el ilustrado local Rafael Floranes (1743-1801) debajo del altar mayor se encontraba una bóveda en la que se dispuso por entonces la sacristía.

Antiguamente poseyó numerosos retablos, pinturas y esculturas, todo ello vendido (consta la venta al Arzobispado de al menos un cuadro importante, aunque no se especifica cual) por las madres tras la posguerra para poder subsistir. Buena parte de todos estos bienes desaparecieron en el bienio 1953-1954: en el primero de estos años se pintó la iglesia y se “renovó” buena parte del mobiliario litúrgico, y al año siguiente se continuaron con algunas obras con motivo del I Centenario de la definición dogmática de la Inmaculada.

El retablo mayor perteneció a los padres Clérigos Menores, que lo tenían puesto bajo la advocación de San Cayetano. En 1726 las madres concepcionistas se lo adquirieron con ayuda del dinero que les había dejado “una bienhechora que está enterrada en el coro”. El 25 de septiembre de ese mismo año se festejó “la traslación del Santísimo Sacramento y María Santísima de la Concepción al nuevo retablo”. Hoy en día retablo presenta en su cuerpo tres imágenes sin ningún valor artístico (la Inmaculada, San Francisco de Asís y San Buenaventura) de mediados del siglo XX y en el ático un Crucificado barroco de finales del siglo XVII. 

Anteriormente el retablo poseyó buenas esculturas en madera policromada. Gracias a un inventario realizado en el bienio 1837-1838 sabemos que el retablo estaba presidido por una Inmaculada Concepción -quizás se trate de la copia de Gregorio Fernández (1576-1636) que preside el coro y que recibe el cariñoso apelativo de “La Prelada”-, flanqueada en las hornacinas laterales por San José -será el conservado en clausura y que entre medias ocupó el retablo de la epístola más cercano al coro- y un desaparecido San Francisco de Asís. Por su parte, el ático exhibía un Calvario compuesto por Cristo crucificado con San Juan y la Magdalena -desaparecidas todas ellas quizá a excepción del Crucificado-, y entre las columnas del tabernáculo encontraban acomodo dos esculturitas de San Antonio y San Pedro de Alcántara. Cuando Casimiro González García-Valladolid observó el retablo en 1901 ya no encontró a San José, que había sido sustituido por un Santo Domingo de Guzmán, actualmente desaparecido.

Se conserva una fotografía del retablo fechable a comienzos del siglo XX en la que podemos ver una Inmaculada flanqueada por San Francisco y Santa Beatriz de Silva, que fue canonizada en 1926. Por su parte, en los extremos del ático se perciben dos imágenes barrocas de Santo Domingo y quizás, San Pedro de Alcántara. Llama la atención que en esa misma fotografía aparecen flanqueando el retablo mayor dos retablos colaterales fingidos, es decir, pintados en la propia pared. Presentaban una traza clásica por lo que serían pintados durante la primera mitad del siglo XVII. Ambos retablos, que quizá se conserven bajo el repinte en despiezado realizado entre 1953-1954, contenían por entonces las esculturas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María (El Arte Cristiano de Olot. Hacia 1887-1910), adquiridas ambas en tiempos de la abadesa Sor Ángeles Sorazu.

Los otros dos retablos que actualmente se pueden admirar son dos sencillos ejemplares neogóticos dedicados a San Antonio de Padua, el del lado del evangelio, y a Santa Beatriz de Silva, el de la epístola. Anteriormente la imagen de la fundadora de las Concepcionistas estuvo colocada en un retablo ecléctico que existió en la iglesia y que hoy en día se encuentra en la clausura y presidido por una Santísima Trinidad. Ambos retablos neogóticos serían labrados a comienzos del siglo XX, mientras que las esculturas parece que se realizarían hacia 1953: el San Antonio en los Talleres de Olot y la Santa Beatriz en algún taller valenciano, quizás en el de los Tena o en el de Inocencio Cuesta.

 

Claustro

El espacio más interesante del convento junto a la iglesia es el claustro, situado junto al muro de la epístola del templo. Se trata de un claustro cuadrado de dos pisos fechable en el segundo cuarto del siglo XVI. El piso bajo presenta arquerías de medio punto sobre columnas toscanas, y el alto pilares que soportan arcos escarzanos, si bien este último ha sido producto de numerosas reformas. El interés del claustro reside en la serie de capillitas con portadas ejecutadas en yeso hacia 1545 por el célebre Jerónimo de Corral, escultor especialista en el yeso que junto a sus hermanos trabajó en obras tan importantes como la Capilla de los Benavente de Medina de Rioseco. La totalidad de ellas se encuentran en el piso bajo, a excepción de una pequeña situada en el piso alto en la crujía que linda con el templo conventual y que presenta una portada decorada con un friso de putti cabalgando so­bre dragones, decorado con guirnaldas y cabezas de ángeles. En su reducido interior, unos pilares sostienen unas vigas decoradas en su cara interior por motivos acasetonados y en la exterior por un friso de bucráneos, telas y seres fantásticos. El mismo motivo de casetones octogonales aparece en las esquinas, a modo de pechinas planas, con cabezas de serafines en cada rincón. En uno de los muros de este espacio tan modificado, que actualmente muestra un cielo raso, aparece el interesante medallón de la Virgen con el Niño.

Mayor interés tiene el claustro bajo, donde localizamos tres capillas y la parte superior de una portada que daría acceso a un espacio ac­tualmente cegado. En el muro del templo se abren dos de ellas. La capilla “de las Sirenas” casi en el centro de la panda, se divide en dos cuerpos, siendo el elemento más destacado el grupo que centra el ático, compuesto por dos sirenas sosteniendo una gran venera enmarcada por el cordón franciscano. En la esquina izquierda de esta misma panda se abre la capilla de la Visitación, que es la única que carece de motivos figurativos, siendo todos ellos decorativos. Los dos elementos más destacados de esta capillita son el frontón trapezoi­dal rematado por un jarrón y flanqueado por dos ángeles haciendo sonar sus trompetas y con una calavera a sus pies, y los azulejos renacentistas del interior que bien pudieron servir de decoración al desaparecido altar.

Capilla "de las sirenas"
Capilla de la Visitación

La capilla de la Anunciación, situada en la panda del mediodía, es la más importante desde el punto de vista artístico. Su portada lleva colum­nas pseudocorintias con cabezas de carnero en las esquinas, cabezas de ángeles y otros elementos decorativos. En el ático presenta una especie de pequeño retablo flanqueado por dos ángeles con candeleros. La escena principal de ese retablo es la Anunciación y encima en el frontón aparece el Padre Eterno bendiciendo y rodeado de angelotes. Una vez se traspasa el umbral de la capilla y miramos hacia arriba observamos una “bóveda celestial” modelada en yeso. Se trata de un espacio cuadrado cubierto por una cúpula sostenida por pechinas aveneradas en cuyo centro aparecen ángeles desnudos. La cubierta cupulada sigue el modelo de forma estrellada con gran clave central cuyos nervios curvos diseñan una flor de ocho pétalos y terceletes a modo de arquillos de medio punto. Los distintos niveles de su plementería se ornamentan con cartelas de cueros re­cortados, casetones y cabezas de serafines con las alas cruzadas en aspa. Los muros laterales muestran cada uno un par de medallones con los bustos en relieve de un hombre y una mujer, rodeados por un ancho marco de seres fantásticos, dragones y angelillos. Entre ellos se colocaron dos escudos heráldicos que quizás pertenezcan a los Álvarez de Toledo el de la izquierda, y a los Enríquez el de la derecha.

La cuarta y última es la capilla de la Coronación de Espinas, situada en la panda norte del claustro. Tan sólo se conserva la parte superior de la portada y el remate, en el cual se desarrolla un altorrelieve de la Coronación de Espinas flanqueado por dos seres fantásticos alados, una especie de grifos con cabeza de león.




lunes, 26 de julio de 2021

EXPOSICIÓN: "PINTURA. Renovación permanente"

 

Entre las exposiciones que pueden disfrutarse actualmente en las salas del Museo Patio Herreriano destaca sobremanera Pintura: renovación permanente, una muestra colectiva comisariada por el crítico de arte Mariano Navarro que pretende tomar el pulso al gran elenco de tendencias bajo las que se ha fraguado el lenguaje de la pintura en las últimas décadas. Heredera de la exposición Una dimensión ulterior, que tuvo lugar en las mismas salas a mediados de 2019 y que se asomaba a las evoluciones recientes de la escultura en nuestro país, esta muestra subraya el compromiso del Museo Patio Herreriano con el arte realizado en España y con las posibles genealogías que entre artistas de diferentes generaciones pueden aflorar. La exposición, que puede contemplarse desde el 6 de marzo y hasta el 29 de agosto, reúne trabajos de medio centenar de artistas con obras de la Asociación Colección Arte Contemporáneo a las que se suman otras procedentes de colecciones públicas y privadas.

En la segunda planta se distribuyen en las salas 3, 4, 5 y 8. En ellas, nos asomamos a diferentes modos de entender la práctica pictórica de nuestro tiempo. Así, en la Sala 3 observamos una pintura que excede los límites de su soporte tradicional, el lienzo, para expandirse en el espacio, convirtiendo el continente –la sala– en contenido. En la Sala 4 asistimos a una práctica más conceptual en la que las ideas sobre la pintura parecen imponerse sobre la propia materia pictórica. En la Sala 5 nos adentramos en un espacio en el que diferentes artistas expresan lo que habitualmente no vemos sobre su proceso artístico, su trabajo en el taller y, finalmente, en la Sala 8, ya en el ala norte del museo, nos asalta un exuberante conjunto de grandes formatos que abundan en una pintura ambivalente, a medio camino entre la figuración y la abstracción, que en su mayor parte acude al sentido del humor como pretexto.

En la tercera planta podemos visitar las Salas 6 y 7, en las que dos tipos de pintura muy diferentes permiten comprender el carácter heterogéneo de la pintura de hoy en nuestro país. A su derecha, en la Sala 7, un amplio grupo de pintores figurativos despliegan recursos de corte narrativo, apelando en muchos casos a la tradición y a la propia historia de la pintura. En la Sala 6, un tipo de abstracción líquida, fluida y de carácter más bien lírico, permite acercarse a una pintura subjetiva en la que los referentes externos se sustituyen por un retorno desacomplejado a la tradición abstracta.

Sin más preámbulos vamos a ver brevemente en qué consta cada una de las salas que componen la exposición, no sin antes señalar que los textos proceden de las propias salas expositivas.

 

PINTURA EXPANDIDA     (Sala 3)

–Pintura expandida. Pintura que escapa del lienzo. Pintura que coloniza el espacio. Pintura que ocupa un lugar –

La pintura expandida excede los límites del tiempo, que ha sido, y todavía es, el soporte tradicional de la pintura. Desde los años noventa, el espacio de exposiciones dejó de ser un contenedor que reunía obras de arte para convertirse en contenido en sí mismo. Todos los artistas que vemos en esta sala, en su mayoría pertenecientes a la generación más joven, parten de la pintura para llevarla a una dimensión más amplia que incluye muchas veces el espacio circundante. Si no avanza hacia los muros, colonizándolos, lo hace hacia un amplio elenco de materiales, que se despliegan en un ilimitado abanico de escalas. La relación de la pintura con la arquitectura siempre ha existido, pero hoy, en su afán de subversión, la encontramos en lugares insólitos, a menudo evocando formas del pasado o proyectándose hacia quien sabe qué futuro. Porque la pintura se entiende hoy como posibilidad, como pura contingencia.

GUILLERMO MORA. Mis pies, tu cabeza (2014)
MIREN DOIZ. Sin título (Serie des-hechos) (2015)
PALOMA GÁMEZ. Monócromo amarillo fluor (2019)
MIREN DOIZ. Sin título (Serie des-hechos) (2013)
MITSUO MIURA. Esta ciudad no es lo suficientemente grande para los dos (1996)


DESMATERIALIZACIÓN DE LA PINTURA      (Sala 4)

-Desmaterialización de la pintura. Palabras que sustituyen a los colores. Pintura que significa, Pintura que es idea. Pintura que se piensa, Pintura que se ve–

La pintura desmaterializada es la pintura que ha sido despojada de la materia, que a su vez ha sido sustituida por las ideas, por el pensamiento y la reflexión en torno a la propia pintura. Pintura que, más que verse, se piensa. Este espacio, la Sala 4, está habitado por artistas para quienes las ideas en torno al arte, y la reflexión en torno a los elementos que componen un cuadro, como el color, la superficie, el límite, la pincelada, la textura o la perspectiva, son tan importantes como lo que tradicionalmente había despertado el interés de los pintores, que, por lo general, no era otra cosa que el tema a representar. Los artistas que ya estaban activos en los años sesenta y setenta, como Nacho Criado, vivieron en primera persona la revolución del arte conceptual. No es algo que se pueda reducir a esa época, pues su huella ha permanecido en creadores de décadas sucesivas, algo que vemos en figuras como Aballí, Maldonado o Agut primero, y Álvarez-Laviada o Ángela de la Cruz después.

MIQUEL MONT. Autorretrato (Cuerpo en extensión II) (2011)
NÉSTOR SANMIGUEL DIEST. El jardinero nocturno 5 y 2 (2019)
NACHO CRIADO. Homenaje a Rothko, 1970 (1994)
ÁNGELA DE LA CRUZ. Loose Fit (Red/Pink) (2000-2019)
JOSÉ MALDONADO. Ventana dorada abierta I y II (2011)


EL TALLER DE PENSAR   (Sala 5)

–El lugar del pensamiento. La pintura y sus procesos. Cómo se construye un cuadro. La génesis de la pintura–

En esta sala vemos una selección de elementos que no siempre hemos de considerar obra finalizada. Se trata de presentar el proceso de trabajo de los artistas, lo que hemos llamado “el taller de pensar”. Muchas de las obras en la exposición traen consigo un largo camino de investigación y de reflexión. Muchas de las imágenes que nos seducen en el resto de las salas de la muestra tuvieron otro signo, otra temperatura en el trayecto recorrido hasta que los artistas las dieron finalmente por buenas. Este espacio constata el perfil analítico del arte de nuestro tiempo, en el que, detrás del gesto más espontáneo en apariencia se oculta siempre una actitud reflexiva. El trabajo en el taller, la especulación en torno al quehacer artístico y sus procesos, ha ocupado siempre un lugar central en el arte, en su fondo y en su forma.

MIKI LEAL. El menú de los campeones (2018)
NACHO CRIADO. Homenaje a Rothko (1970)
GUILLERMO MORA. Serie Moldes (2013)


FIGURACIÓN A-REPRESENTATIVA     (Sala 8)

–Realidad ambivalente. Entre figuración y abstracción. Narraciones implícitas. Pintura o realdad–

El espacio de la Sala 8, especialmente propicio para la representación de obras de gran formato por la inusual altura de sus muros, acoge una sección que se ha dado en llamar “figuración a-representativa”. ¿Qué entendemos por este término? Se trata de una pintura que no siente la llamada de la narración, que voluntariamente se instala en una marcada ambigüedad iconográfica y que no tiene la necesidad de “contar” nada. En su ambivalencia, ocupa un lugar en el que las cosas son y no son a un mismo tiempo, una deliberada tierra de nadie que, sin embargo, no deja de ser expresiva. Seducen aquí los estallidos de color y llama la atención el humor como herramienta, presente en muchos de los cuadros que aquí se presentan. Y aunque no haya una narración concreta, si hay un sinfín de citas, ya sea al propio arte o a innumerables estímulos visibles que introducen la ilusión de una historia que siempre deja cabos sueltos.

MIKI LEAL. El duelo (Pensando en John Cheever) (2017)
ALFONSO ALBACETE. Jacob 12 (1999)

ABRAHAM LACALLE. En el camino de la carne. El astronauta (1998
SANTIAGO GIRALDA. Il boschetto (2017)
LUIS GORDILLO. Despectivos en campo verde (1981)


PINTURA FLUIDA. ABSTRACCIÓN       (Sala 6)

–Pintura fluida. Paisaje interior. Materia acuosa. Campo de color–

Esta sala, dedicada a la pintura fluida, tiene como protagonistas a artistas que permanecen ligados a un perseverante ejercicio reflexivo en torno a la abstracción, lo que no significa que su investigación y su infatigable análisis no den constantes frutos, pues sus resultados revelan, como constata el título de esta exposición, una renovación permanente. Esta es una pintura que se despliega en grandes campos de color, en goteos, en gestos más o menos drásticos, en atmósferas oscuras o luminosas. Que sean abstractos no quiere decir que estos cuadros den la espalda a estímulos que se encuentran en la realidad, en lo cotidiano o en cierta fenomenología, pues hay en muchos de ellos alusiones veladas a paisajes y otros motivos externos, aunque por lo general respondan a una llamada interior, subjetiva y poética. En toda abstracción siempre hay algo de reflexión en torno a la propia pintura, su fluir, sus ritmos, más fogosos en los de raíz expresionista, más lentos cuanto más líricos, conectando así con ciertas pinturas de la Sala 4, en el piso inferior, que especulan en torno al recorrido de tazo, el concepto de límite y todo lo que de “pictórico” hallamos en la pintura.

RUBEN GUERRERO. Ejercicio de abstracción (electronic beats) (2018)
JUAN USLÉ. Líneas de vida (2000-2001)
RUBEN GUERRERO. Estratégico y darwiniano (2014)

 

FIGURACIÓN NARRATIVA         (Sala 7)

–Figuras y tramas. Pintura y memoria. Pintura que cuenta historias. Una voluntad narrativa–

En esta sala vemos obras de artistas que hacen gala de un firme compromiso con la figuración. Esto es algo que no ocurre en la Sala 8, al otro lado del claustro, donde este compromiso no es tan firme, toda vez que los artistas ahí presentes se acogen a una mayor ambivalencia y tienden a flirtear con la abstracción. Aquí la pintura acude a motivos clásicos, como el bodegón o el retrato; se dirige a diferentes modelos narrativos, en su mayoría quebrados, no lineales, como evidencia la fuerte presencia del collage; hay, como no podía ser de otra forma, cuadros que hablan de cuadros, pinturas que hablan de pintores o de movimientos artísticos como el minimalismo o el expresionismo (el arte mismo siempre como vigoroso pretexto…). Hay mucho también de crítica de la propia imagen, un escepticismo hacia la capacidad de la imagen de abordar determinadas formas narrativas. Algunas imágenes contribuyeron a la forja de una mirada de género. Sin mayor rémora, otras se ríen de sí mismas, huyendo de toda solemnidad.

NACHO MARTÍN SILVA. Detrás de la política el pueblo (2019)
CARLOS FRANCO. La mujer y los perros (interior-exterior) (1973)
LUIS CRUZ HERNÁNDEZ. La Lección de Anatomía (2013)
GUILLERMO PÉREZ VILLALTA. Personaje matando a un dragón (1977)
ÁNGELES AGRELA. Mujer joven con sombrero rojo de Vermeer (2011)
ÁNGELES AGRELA. Bernini en el sofá (2017)
SANDRA GAMARRA. Minimalismo III (Carl André) y Minimalismo II (D. Judd) (2008)