La Puerta del Campo fue
elemento urbanístico de capital importancia para la historia del Campo Grande.
Situada en la calle de Santiago, en su confluencia con las actuales de
Doctrinos, entonces de la Boariza, y Claudio Moyano, en otros tiempos
Alfareros, recibió su nombre del Campo al que daba acceso; pero, al mismo
tiempo, su presencia caracterizó todo el lugar. Al menos hasta el siglo XVIII,
todo el entorno del Campo Grande fue conocido con el nombre genérico de “Puerta del Campo, afueras de la Puerta del
Campo, etc…".
La puerta se sitúa allí
en el primer tercio del siglo XIV, cuando la segunda muralla de la ciudad
alcanza esa latitud por el lado sur. Las primeras noticias sobre su existencia
proceden de la Crónica de Alfonso XI, que menciona la Puerta y puente
del Campo. A ella llegaban todos los caminos del sur y por ella se salía de la
ciudad, a través de la calle de Santiago, vía de importancia creciente en la
vida urbana y que se dividía entonces en dos tramos con denominación diferente:
“Santiago”, desde la Plaza Mayor hasta el cruce con la calle de Zúñiga, y “del
Campo”, desde la calle Zúñiga hasta la misma Puerta.
No existieron hasta el
siglo XV fuera de ella construcciones dignas de mención, tan sólo huertas y
tierras de labranza. La Puerta era verdadero límite de la ciudad y poseía
además un carácter defensivo. Era junto con la situada en el Puente Mayor, una
de las dos principales de la villa, lo cual se justifica por su inmediata
situación junto al Camino de Madrid. Esta circunstancia determinaría que ya
desde el filo del siglo XVI desempeñara una actividad fundamental como lugar de
recepción de personajes ilustres. Por esta época ya existían diversas
edificaciones fuera de la muralla, incluso una fuente pública. Con el tiempo,
la Puerta perdió su carácter de barrera, de límite de ciudad, para quedar
reducida a la importante función honorífica y decorativa.
Es probable que la
primera puerta, almenada y torreada, se mantuviera hasta mediados del siglo
XVI. Al parecer, en ese momento se hizo una reforma en la zona que debió
alcanzar también a la Puerta. Pudo ser una remodelación puramente urbanística
de lugar, al que se dotaría de una mayor amplitud, o quizás se tratara de una
transformación arquitectónica de la propia puerta, que perdería entonces su
aspecto defensivo medieval. Según informaba un corregidor, en la segunda mitad
del siglo XVI, no existía ya ninguna torre en la cerca.
Localización de la Puerta del Campo según el mapa de Diego Pérez (1787) |
No se vuelve a saber
nada de la Puerta hasta 1565, momento en que, con motivo del paso por
Valladolid de la Reina Isabel de Valois, esposa de Felipe II, camino de Francia
para entrevistarse con su madre Catalina de Médicis, la ciudad hizo grandes
agasajos entre los que destacó el adorno y decoración de la dicha Puerta
del Campoo, lugar en donde debía realizarse la recepción oficial en la ciudad
según era costumbre. En esta ocasión las obras fueron importantes desde el
punto de vista decorativo, alcanzando el más alto interés por la participación
en ella de Juan de Juni. El arco decorativo de la Puerta del Campo, no fue un
arco erigido de nueva planta, sino una fábrica de madera y otros materiales con
la que se la recubrió por sus dos caras, añadiendo además un cuerpo de altura y
dos corredores laterales que enmarcaban su fachada sur, que miraba al Campo
Grande. La arquitectura seguiría, según Martín González “líneas de inspiración escurialenses, con el empleo de pirámides y bolas”.
Todo el conjunto se recubrió por pinturas, dispuestas sobre los vacíos
destinados a ellas o bien sobre las paredes, obra de los pintores Benito
Rabuyate, Mateo Espinosa y Antonio de Ávila. Las pinturas además de representar
a los Reyes y a otros miembros de la familia real, representaban temas
mitológicos, alegóricos e incluso alusivos a la villa. La reina hizo su entrada
en la ciudad el 3 de mayo de dicho año 1565. Son numerosos los relatos que
existen sobre este acontecimiento. Por uno de ellos sabemos que “las 42 ventanas colaterales de un arco que
se levantó en la puerta del Campo estuvieron pobladas de músicos que al pasar
la Reina tañeron todas arpas, vihuelas de arco, dulzainas y otros muchos
instrumentos”.
Pasados los festejos el
arco no se desmontó inmediatamente, El 16 de mayo se formó una comisión “para que hagan vender los lienzos y despojos
del arco de la Puerta del Campo”, pero el 2 de julio todavía se daba orden
de “que se vendan los lienzos que están
en la Puerta del Campo en el arco de ella, y la clavazón y madera de dicho arco”.
Más de veinte años
después, en 1589, volvemos a tener noticias de la puerta por motivo muy
similar. Esta vez se esperaba en la ciudad a Felipe II, y entre agasajos y
mejoras que se dispusieron se acordó “que
la puerta del Campo se aderece atento a que el remate y el tejado de ella está
muy feo y se haga un remate como mejor pareciere a Diego de Praves, maestro
mayor de las obras de esta villa”. En 1592, ante el viaje del propio Felipe
II, que sería el último que hiciera a Valladolid, se mandó aderezar de nuevo la
Puerta del Campo y “quitar los letreros
que tiene y poner otros y pintarlos”. En este momento ya aparece la Puerta
con la dedicación que tendrá en adelante y que será característica del Arco de
Santiago, la de servir de elemento decorativo, arco triunfal y gran cartel que
se decora una y otra vez con pinturas y leyendas alusivas a las glorias el
monarca reinante.
Para la historia de la
Puerta del Campo fue muy importante el primer tercio del siglo XVII. Algunos
historiadores locales afirman que la Puerta desapareció cuando dejó de tener
vigencia la segunda cerca de la ciudad, siendo sustituida por el Arco de
Santiago, erigido en su mismo lugar, en 1626, por Francisco de Praves. En mayo
de 1628 se formó una comisión “para
aderezar y reparar el arco y torrecilla del de la Puerta del Campo”.
Las reparaciones debieron ser de poca entidad pues en septiembre estaban
acabadas, por fin el 20 de noviembre se encomienda a Francisco de Praves
–regidor de la ciudad desde aquél mismo año– “que tantee lo que podía costar el hacer dos imágenes y ponerlas para
que estén con toda decencia y ornato en el Arco de la Puerta del Campo, la una
al Campo, la otra a la calle del, y que han de ser la una de la Resurrección de
Nuestro Señor y la otra de Nuestra Señora de la Concepción”. No hay
constancia de que estas imágenes llegaran a hacerse, pero la noticia tiene
interés por cuanto es la única vez en que se documenta el nombre de Francisco
de Praves unido al Arco. Indica, además, que ya en esta fecha el Arco debía
tener la disposición que luego mantendrá, con su lugar reservado para colocar
imágenes en sus dos fachadas.
Escultura de San Miguel de la Puerta de Santiago. Iglesia de Santiago |
En 1655 se decidió
adornar el arco mediante dos lienzos con los retratos de Nuestra Señora de San
Lorenzo y el Arcángel San Miguel, los cuales estarían acabados el 3 de abril de
1656. Desde este momento, las imágenes de la Virgen de San Lorenzo y del
Arcángel San Miguel serían las permanentes guardas y ornatos del Arco –ahora en
lienzo, más tarde en bulto– hasta su derribo. Es muy posible que las pinturas
ocuparan la misma disposición que luego tuvieron las esculturas, sobre el ático
del edificio, la Virgen en la fachada norte y el Arcángel en la sur, mirando
hacia el Campo.
Durante las décadas
siguientes se fueron colocando a lo largo de arco diferentes retratos de los monarcas
que fueron reinando. Por ejemplo en 1690 se pintaron los retratos de Carlos II
y su esposa Mariana de Neoburgo, los cuales fueron sustituidos en 1707 por los
retratos ecuestres de Felipe V y María Luisa de Saboya.
Virgen de San Lorenzo. Un retrato suyo presidió una de las caras de la Puerta del Campo |
De la apariencia que el
Arco tuvo durante el siglo XVIII poseemos dos testimonios gráficos debidos al
pintor y grabador Diego Pérez Martínez, fechable hacia 1759 el primero y
después de 1788 el segundo. La apariencia del Arco en uno y en otro dibujo no
difiere en las líneas fundamentales de su arquitectura, pero sí en su decoración.
En el primero el Arco aparece profusamente decorado con placas recortadas y
abundantes bajorrelieves o yeserías de estilo barroco. Sobre la clave del Arco
figura una especie de mascarón, adornado con guirnaldas que se conservará
aunque ligeramente transformado. El ático, flanqueado con balaustres, grandes
aletones y pirámides, y rematado con un frontón decorado con un estuco, alberga
una escultura, quizá la de San Miguel, aunque no puede apreciarse. El en
segundo dibujo se aprecia que la decoración del arco era mucho más severa,
persistiendo algunos adornos de placas rehundidas en el primer cuerpo de las
pilastras. La guirnalda que adorna su clave y enjutas es la misma que se
mantendrá hasta que el Arco sea derribado. Es indudable que entre ambas fechas
el Arco fue objeto de una reforma que adecuó su aspecto a las nuevas corrientes
neoclásicas, sin que se sepa el año en que se llevo a cabo, aunque bien pudo
ser en 1774, año en que el maestro de obras de la ciudad, Francisco Pellón,
reconoció el Arco por mandato del corregidor. Durante el resto del siglo XVIII
se sucedieron los reparos, ya en el siglo XIX la tónica de las obras varía,
puesto que se hacen menos frecuentes pero más completas.
En 1858, con motivo de
la visita de Isabel II y la real familia a Valladolid, se estuco el Arco, que
se decoró además con escudos e inscripciones alusivos a los hijos gloriosos de
Valladolid y a los monarcas españoles que habían llevado el nombre de Alfonso.
En 1861 Isabel II realizaría una nueva visita, siendo esta quizá la última
ocasión en que el Arco fue decorado para festejar un acontecimiento semejante.
Su situación a la salida de la calle Santiago, cuyo tráfico había aumentado
considerablemente, sobre todo a partir de la inauguración del ferrocarril, y el
hecho de que el Arco se ciñese a las paredes colindantes cubriendo toda la
anchura de la calle y reduciendo el paso a tan sólo su luz, iban a ser la causa
de su desaparición. Además, se estudiaba en esos años una nueva alineación de
las calles de esta zona –Alfareros concretamente– y dentro de ella se
consideraba la posibilidad de la demolición del Arco.
En los primeros meses
de 1864 se clama de nuevo por el derribo diciendo que “No hay nada más detestable y de peor aspecto que este celebérrimo
monumento”. En junio se aprobó su demolición y las condiciones de ésta.
El problema de las
imágenes instaladlas en la capilla del Arco se solucionó con una comunicación
del Municipio al Arzobispo para que se hiciera cargo de ellas. El Arzobispo
encargó de ello al párroco de Santiago. De la imagen de la Virgen, que debía
ser pequeña, nada conocemos. García-Valladolid dice que la conservó un
particular. En cuanto a la del Arcángel San Miguel, el mismo cronista refiere
que se instaló en la iglesia de Santiago, en la capilla del Baptisterio. En el año 2013 cambio de ubicación, encontrándose en la actualidad en el coro, aunque se ve desde la nave de la iglesia. lugar
en el que se encuentra en la actualidad. Finalmente, el 29 de agosto de 1864,
comenzó el derribo del Arco y el 14 de septiembre era sólo historia.
El testimonio quizás
más veraz, o acaso el más explicito acerca de la última apariencia del Arco de
Santiago es el que proporciona Antonio Villar y Miguel en 1888: “… El Arco de Santiago era esbelto en sus
proporciones y elegantes en su decoración: los materiales, ladrillos
ordinarios, revestido de yeso y revocado con fajas de colores, molduras y
mascarones por ambos lados: los qe formaban la clave del Arco por una y otra
fachada simulaban sostener unas guirnaldas de hojas, flores y frutos, bastante
bien modeladas en yeso, que iban a parar a otros mascarones que había en los
extremos debajo de unas ménsulas desde donde pendían hasta muy cerca de la
imposta o cornisa, que coronado los pilastrones de ambos lados servía de punto de
arranque del arco. Tendría éste unos 7 metros de luz entre muros por 15 de
elevación y la bóveda se hallaba decorada figurando casetones cuadrangulares.
Encima del Arco y su cornisamento, figurando un segundo cuerpo había una
especie de capilla con su correspondiente balcón a la calle y en ella se
veneraba una imagen de la Virgen que representaba la Patrona de la ciudad y que
cuando el derribo fue trasladada a la parroquia de Santiago igualmente que la
del Arcángel San Miguel, patrón entonces de la ciudad hasta que fue reemplazado
por San Pedro Regalado en el siglo anterior…”.
BIBLIOGRAFÍA
- FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Desarrollo urbano y proceso histórico del Campo Grande de Valladolid”, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1981
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