lunes, 17 de diciembre de 2012

EL PINTOR MATEO CEREZO EN VALLADOLID I: El retablo mayor del Convento de Jesús y María


El presente retablo es, quizás, uno de los más importantes, y desconocidos, de Valladolid. La particularidad reside, en cierto modo, en que junto al desaparecido de la iglesia penitencial de la Pasión, es uno de los primeros retablos vallisoletanos que recibieron influencia madrileña en su diseño. La importancia primordial del citado retablo de la Pasión residía en ser el primero, en Valladolid, que utilizaba la columna salomónica.
El retablo de la iglesia del Convento de Jesús y María se engloba dentro de la etapa prechurrigueresca. Este tipo de retablo, desarrollado entre 1650-1690, aproximadamente, será el primero que lleve notas barrocas. En él se utilizará la columna salomónica y el orden gigante, habrá una multiplicación de elementos decorativos respecto a épocas pasadas, esa decoración poco a poco irá adquiriendo mayor bulto. Los marcos son de tarjetillas, los machones del remate se decoran con festones. Consta de un orden tetrástilo. Grandes tarjetas cactiformes sobre las pinturas y hornacina central.
Retablo mayor. Convento de Jesús y María. Valladolid
El retablo fue concertado en Valladolid entre los patronos y el ensamblador Francisco Velázquez el 29 de abril de 1658, teniéndose que realizar sobre una traza del arquitecto retablista madrileño Sebastián de Benavente. El retablo tenía que llevar un grupo escultórico titular, que se encargaría al escultor Juan Rodríguez, y cinco lienzos de pintura con respaldos de tabla para evitar así las arrugas. Por todo ello el ensamblador cobraría 11.500 reales, teniendo por obligación el acabarlo en un plazo de año y medio a partir de la fecha del contrato. En el asiento de obra nada se dice del pintor que habría de realizar los lienzos que afortunadamente están firmados en 1659, aunque no todos.
El estado actual del retablo difiere de la descripción realizada en 1724 por Palomino. Según él constaba de las mismas pinturas que hoy subsisten, pero en el banco y en los pedestales de las columnas existían otras: el Salvador en la puerta del sagrario y a sus lados San Pedro de cuerpo entero, con la historia de su martirio al fondo, y San Pablo, con su conversión a lo lejos. Además, en las columnas, había otras dos de San Antonio de Padua y de San Francisco recibiendo los estigmas. La misma descripción hace Ponz. Tormo en 1927 lo dio por perdido, siendo Pérez Villanueva, en 1935 quien lo exhumó, dando cuenta de los cinco lienzos para los que el contrato de 1658 reservaba espacio, y de la ausencia de las pinturas citadas por Palomino en el banco del retablo, que para él estaban integradas en otros retablos colaterales.
La parte escultórica del retablo, como hemos visto, fue realizada por Juan Rodríguez (h.1616 – h.1674), un escultor que pese a lo avanzado del siglo seguirá utilizando los modelos establecidos por Gregorio Fernández. A pesar de todo será uno de los seguidores del maestro gallego que mejor concilie las pautas establecidas éste y su estilo propio. Las esculturas del retablo son la Virgen con el Niño de la hornacina central, y dos virtudes que se posan en el ático. Los pliegues tan quebrados señalan una creciente barroquización. Como anécdota señalar que en el patio del convento se halla otro grupo escultórico similar, realizado en piedra, que debió de estar colocado en la hornacina central de la fachada del primitivo convento, sito en el actual Paseo de Recoletos.
La Virgen con el Niño. Retablo mayor
Virtud A
Virtud B
La Virgen con el Niño. Patio del convento
Sin lugar a dudas el mayor valor del retablo, y lo que le hace especialmente importante, son las pinturas. El autor de las mismas fue el magnífico pintor burgalés Mateo Cerezo (1637-1666). Cerezo desde muy joven trabajó en Madrid, en el taller de Juan Carreño de Miranda, y se distinguió enseguida como pintor ágil y suelto, de gran facilidad para asimilar el estilo de los grandes maestros. En 1658 el pintor se asienta durante una temporada en Valladolid, ciudad por entonces carente en estos años de pintores de cierta categoría, por lo que no le faltarían encargos. Los óleos del retablo de Jesús y María serían su primer trabajo en la capital del Pisuerga, aunque ya los había contratado en Madrid con los patronos del convento, don Ventura de Onís y su hijo don Antonio de Onís, que ocupaba un cargo en el Real Consejo de Hacienda.
Las razones por las que Mateo Cerezo fue llamado a intervenir en este retablo nos son desconocidas, pero se pueden intuir. El retablo fue planificado en Madrid para ser ejecutado asimismo bajo un modelo arquitectónico madrileño. Lo más probable es que en Madrid Sebastián de Benavente, como tracista del retablo, se encargara de buscar al pintor adecuado y que luego toda la obra se diera a hacer en Valladolid con el concurso del pintor elegido. Sebastián de Benavente debió de recomendar o contratar a Cerezo en calidad de joven destacado en el panorama artístico madrileño y, además, por principiante, más económico.
El tema central del retablo es una magnífica Asunción (2,30 x 1,64, en él, la Virgen asciende en medio de una nube luminosa impulsada por pequeños ángeles, acogidos al aparatoso manto azul que se despliega esplendoroso. Destaca especialmente en el cuadro la mística expresión en el rostro de la Virgen y el cuidado movimiento de sus manos, características en los cuadros de Cerezo. El óleo aparece firmado y fechado: “Matheo Zereço f/1659”. La Asunción posee el recuerdo de la pintura madrileña de la primera mitad de siglo. La tipología deriva de una composición de Rubens grabada por Schelte à Bolswer que en las mismas fechas, un poco antes quizá, también copiaba Carreño en su Asunción, del Museo de Poznan (Polonia).
La Asunción
En las enjutas laterales de este gran cuadro figura San Buenaventura (1,70 x 1,20 m.), en el que sobresale el buen estudio que realiza Cerezo de la cabeza del Santo anciano, de rasgos dignos y nobles, destacando la espesa barba, que cubre la parte inferior del rostro, mientras que sus ojos se elevan firmemente hacia lo alto para recibir la inspiración divina. En una mano sostiene la pluma y la otra permanece abierta y expectante. El resto de la figura del santo aparece oculta por el hábito, que cae en pliegues verticales, y su sencilla composición apenas permite adivinar la anatomía de personaje. De parecidas características es el lienzo en que aparece Santa Isabel de Hungría (1,70 x 1,20). La cara de la Santa denota haber sido extraída del mismo boceto que el de la Anunciación y que figura en otras muchas obras del pintor. En la cara, la boca está entreabierta en mística expresión, mientras que los ojos van hacia lo alto. Una mano aparece suavemente apoyada en el pecho, mientras la otra sostiene, junto al regazo, un ramo de rosas. También es vertical y estático el estudio del cuerpo de la Santa, cubierto por el hábito, que cae hasta los pies.
San Buenaventura
Santa Isabel de Hungría
En el primer cuerpo del retablo se encuentra la Adoración de los pastores (1,66 x 0,95), donde una Virgen niña, casi adolescente, extiende las manos, contemplando al Niño Dios con expresión infantil en su rostro. Detrás, San José levanta los ojos al cielo, con la habitual expresión en el rostro de las demás figuras del retablo. A su izquierda los pastores se arrodillan adorando al Niño. Un suave paisaje invernal cierra el fondo, rompiendo con el claroscuro que reina en el cuadro. Esta obra presenta una marcada influencia perediana y orrentesca; la disposición de los personajes y sus tipos se aproximan a los de las obras de estos artistas y, en general, a los esquemas de la pintura madrileña de la primera mitad del siglo XVII
La Adoración de los Pastores
En el lado opuesto se encuentra la Adoración de los Reyes (166 x 0,95). En él Melchor se arrodilla para ofrecer su presente al Niño, que está sentado en el regazo de la Virgen, mientras San José y los otros reyes contemplan la escena. De fondo, vuelve a aparecer un paisaje invernal similar al de la Adoración de los pastores. La impronta perediana cobra aún más fuerza que en este lienzo, pues sigue literalmente el esquema utilizado por Pereda en el retablo mayor de la parroquial de Pinto. Indiscutiblemente, aunque muy influido por el arte de Pereda, el joven Cerezo comienza ya a poner su toque personal en estas obras.
La Adoración de los Reyes Magos
Desconozco donde se encontrarán en la actualidad las pinturas que citaba Palomino como integrantes del banco del retablo: Efigie del Salvador (0,28 x 0,40 m.), San Pedro (0,19 x 0,55 m.), San Pablo (0,19 x 0,55 m.). Solo sé que hasta no hace muchos años estas pinturas formaban parte de otros retablos de la misma iglesia.
BIBLIOGRAFÍA
  • BUENDÍA MUÑOZ, José Rogelio: Vida y obra del pintor Mateo Cerezo (1637-1666), Diputación Provincial, Burgos, 1986
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fund. Lázaro Galdiano, Madrid, 1959
  • VALDIVIESO, Enrique: La pintura en Valladolid en el siglo XVII, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1971

2 comentarios:

  1. Me encantan los exhaustivos posts que preparas. Me hago idea de la cantidad de tiempo que te puede llevar prepararlos. ¡Muy buen trabajo!

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    1. Muchísimas gracias. La verdad es que soy bastante maniático a la hora de hacer posts o trabajos porque me gusta poner el máximo de información. Un saludo!!

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