viernes, 24 de enero de 2014

EL MAESTRO DE OBRAS MODESTO COLOMA: Un paseo por el Valladolid Ecléctico y Modernista


Esta entrada de blog está especialmente dedicada a Alicia Abarquero, la cual me dio la idea de hacer un post sobre este arquitecto, el cual desconocía por completo y ha sido una grata sorpresa. Uno de los arquitectos más importantes y solicitados de comienzos del siglo XX en Valladolid fue el maestro de obras Modesto Coloma. Su trabajo constituye un factor clave para la configuración de la imagen arquitectónica de Valladolid en nuestros días (sobre todo en sus calles más significativas, como Cánovas del Castillo, Miguel Íscar, Gamazo o López Gómez). Suyo es el único modelo de claro Modernismo catalán existente en la ciudad: la casa del Príncipe. Además, será uno de los primeros en introducir la nueva estética modernista en la arquitectura vallisoletana. Aunque aún se conservan un gran número de sus edificaciones, algunos de sus proyectos han desaparecido.
Modesto Coloma Palenzuela nace en Cevico de la Torre (Palencia) el 24 de febrero de 1840, siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Martín. Al menos desde 1875 se tiene constancia de que vive en Valladolid junto a su esposa, Dª Candela Quevedo Quevedo, y sus hijos. Durante el periodo 1859-1862 cursa los estudios de maestro de obras en la Escuela profesional de Bellas Artes de Valladolid.
Conocemos pocos datos biográficos más. Su incorporación aparentemente tardía al ejercicio de la arquitectura (contaba ya con treinta y cinco años cuando se domicilia en Valladolid), hace sospechar que éste pudiera haber desempeñado su trabajo en alguna otra localidad, incluso, fuera de la provincia vallisoletana. No obstante, su encomiable labor a lo largo de medio siglo le convirtió en una importante personalidad dentro de la sociedad vallisoletana.
Jerónimo Arroyo. La "Casa del Príncipe"
El mayor protagonismo dentro de la obra de Coloma lo tuvo la construcción de viviendas, siendo la casa de alquiler la que ocupara un papel predominante, aunque tendrá intervenciones en otras tipologías arquitectónicas en las que también destacará. Con el paso del tiempo la calidad de su trabajo aumentará progresivamente, siendo imprescindible el apoyo que la mediana y alta burguesía vallisoletana le ofreciera a partir de la década de 1880. En un primer momento vemos cómo la influencia del Eclecticismo arquitectónico, que comenzaba a tomar fuerza en la ciudad, es lo que caracteriza la obra de Coloma. Sin embargo en torno a 1905 sus obras ofrecieron una clara tendencia modernista que se reafirmaría mediada la segunda década del siglo pasado. Pese a todo, el sentir ecléctico estará presente en casi todas sus obras de relevancia, incluyendo las modernistas, por lo que hallamos ejemplos hasta mediados de la década de 1920 que abiertamente lo ratifican. Por otro lado tenemos que destacar la realización de una arquitectura de ladrillo visto, sin revoco alguno, en la que destacaría, sobre todo, el establecimiento de un programa ornamental basado en la recreación de diferentes motivos mudéjares. Esté o no relacionada esta arquitectura con la evocación mudéjar, siempre se centrará en el juego que supone la diferente disposición y manipulación del ladrillo en fachada, implantando, en bastantes ocasiones, una serie de nuevos y curiosos diseños.

EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XIX
Hasta principios de la década de 1890 Coloma va a firmar muy pocos contratos en relación con los demás maestros que trabajan en la ciudad, caso de Pablo Luis o Julián Palacios, y de éstos muy pocos se referirán a la ejecución de alguna arquitectura de nueva planta. Además, casi todos sus proyectos se basan en sencillos diseños donde la ornamentación arquitectónica es prácticamente inexistente. Un ejemplo de esto que comentamos puede ser la casa de vecindad que realiza en la calle Caldereros, 25 para D. Francisco Barrera. En cuanto a la “sencillísima decoración” de fachada, la memoria especifica que ésta se componía “de dos secciones de miradores cerrados de cristales en los huecos extremos, balcón corrido en el centro hasta unirse con los miradores y división de cada piso por medio de una imposta”.
En los años 90, Coloma va a realizar notables proyectos en el campo de la arquitectura doméstica vallisoletana. De sus obras muchas veces resulta un sabio Eclecticismo, por otra parte difícil de conseguir debido a la pobreza de materiales con los que normalmente se trabajaba en la ciudad. Entre los ejemplos se pueden reseñar la nueva fachada para la casa de D. Andrés Gerbolés, hoy todavía en pie, situada en la calle de Santa María, 11. Ésta supone un diseño tan humilde como la de D. Francisco Barrera, sin embargo, su programa ornamental, donde destaca la representación de una serie de elementos abalaustrados en el último piso, no deja de ser un modelo basado en un claro lenguaje clasicista.
En esta década de 1890 realiza dos proyectos que sobresalen sobre el resto de su obra. Ambos ofrecerían a Coloma el reconocimiento que con los años se le atribuye en la capital vallisoletana, aumentando sus encargos, de manera considerable, entre la mediana y alta burguesía de la ciudad. El primero es el realizado para Dª Juana Lombraña en 1894. Las calles López Gómez y Mostenses (actual José María Lacort) acogen el alzado de las dos fachadas, destinando la edificación al arrendamiento de establecimientos en su piso bajo y al de viviendas en el principal y segundo. Una solución curva articula sendas fachadas, las cuales quedan enmarcadas por pilastras que abarcan los dos pisos de viviendas. La rica y modélica decoración, modificada posteriormente, hace olvidar la pobreza de los materiales utilizados, caso del ladrillo y el yeso (en resaltos y molduras), formalizando, con este último, una decoración que, con variantes, manejará en multitud de ocasiones. Coloma utilizará en esta ocasión el hierro para el atirantado y sustentación de los diferentes pisos. Éste aparecerá con mayor frecuencia posteriormente.

Para D. Santiago Briñas levanta, en 1895, una casa haciendo esquina entre la calle Alfareros (actual Claudio Moyano) y la de Mendizábal (actual Menéndez Pelayo). Las cuatro alturas del inmueble se alzarían en ladrillo, mientras que la sillería se reservaría al zócalo. El piso bajo, mediante revoco, imitaría hiladas de sillería almohadillada, otorgando una mayor nobleza, importancia y elegancia a la construcción. El primer piso estaría enmarado por pilastras pareadas y cajeadas en cada una de las esquinas de la fachada. Por su parte, el segundo y tercer nivel quedarían ligados, visualmente, por un orden gigante también de pilastras pareadas estriadas. A toda esta lujosa configuración habría que unir las enormes dimensiones que ofrecía la fachada: 23,70 m. de ancho y 16,65 m. de altura. Además, la espectacularidad se incrementaría gracias al enorme mirador en esquina abarcando los tres pisos.


LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XX
Durante los cuatro primeros años del siglo XX su línea estilística no varía demasiado respecto a los años anteriores. Es así como en 1901 va a realizar una casa de nueva planta para D. Ezequiel Martín Calero. La fachada, como la de D. Santiago Briñas y Dª Juana Lombraña, es de una enorme extensión: 28 metros. Ésta, ya desaparecida, sería de ladrillo prensado al descubierto y el repertorio ornamental constaría de “resaltos de jambas, impostas, guardapolvos y otras molduras de yeso y vaciados”, además de cuatro miradores, dos en cada extremo de la fachada.
El mismo año diseña una casa para Dª Leonor Novás en el actual número 25 de la calle Muro. El programa decorativo de la fachada responde fielmente a lo diseñado en su día por Coloma. Algunos de sus elementos poseen bastantes similitudes a los realizados por él mismo en torno a estos años, recreando motivos que ya aparecerían en la casa de Dª Juana Lombraña y que más tarde emergerán, nuevamente, en algunas de sus construcciones.

En 1903 levanta una nueva casa en la calle de la Merced, 6. El piso principal se realiza en ladrillo ordinario revestido imitando la piedra sillar y continuando las formas del piso bajo, de sillería, aunque con hiladas más próximas unas de otras, ofreciendo una mayor nobleza a la edificación. El resto se levanta en ladrillo prensado al descubierto, como muchas de las viviendas que proyectara. La decoración sigue la misma línea de obras anteriores: impostas, guardapolvos soportados por ménsulas, miradores, etc., ofreciendo en algunos detalles una clara similitud con la casa de López Gómez-Mostenses.

Unos meses antes presentaba los planos del actual número 3 de la calle Duque de la Victoria. El encargo consistía en construir de nueva planta en un solar que el propietario, Miguel de Pardo y Pardo, acababa de adquirir, destinado el piso bajo a comercio y los cuatro restantes a vivienda. Sin embargo, el edificio inmediatamente anterior a este solar también pertenecía a la misma persona, por lo que en la solicitud de obras se pretendía conseguir la licencia para revocar la fachada de este último, modificándola decoración existente y haciéndola exactamente igual a la que surgiese del levantamiento de nueva planta en el solar que acababa de adquirir. De este modo se pretendía agregar una construcción a otra constituyendo una sola edificación. Dentro ya de la fantasía ecléctica, los planos muestran una concepción y adaptación general de estilo renacentista. Éste se centra en la utilización de palmetas neohelénicas a modo de acróteras clásicas. Destacaban los balcones de hierro que se materializan siguiendo formas muy abigarradas y de gran delicadeza, recreando la decoración de putti.


PRIMER PERÍODO MODERNISTA
El año de 1905 será clave para la producción arquitectónica de Coloma. Tras la celebración en Madrid del VI Congreso Internacional de Arquitectos (1904) la estética modernista se difunde por casi toda España. Valladolid conocería las nuevas formas a través de Madrid. Así pues, a partir de 1905 Valladolid poseerá ejemplos inmersos en el “nuevo estilo”. En este sentido se pueden incluir una serie de interesantes edificaciones diseñadas por Coloma pertenecientes a los inicios del Modernismo vallisoletano. En abril de 1905 presenta un proyecto de nueva planta para D. Mario Herrero Somoza en la calle de los Arces (actual San Antonio de Padua). La memoria de éste señala cómo la edificación se acomodaría “al gusto moderno”: Las líneas curvas ofrecen esa nueva imagen en la construcción, desarrollando un tipo de arcos muy acordes con la estética islámica. Así, los conopiales y de herradura, entre otros, servirán de modelo para la realización de motivos propiamente modernistas en diversas edificaciones de la ciudad.

A lo largo de su viva continuará diseñando planos con una marcada aproximación a la nueva estética, ya sea en torno al sentir del Art Nouveau, de la Sezession o simplemente como un peculiar recordatorio de formas gloriosas del pasado arquitectónico español.
Su obra más espectacular en estos comienzos modernistas es la casa que responde al número 12 (posteriormente unido al número 14) de la calle Lencería (actual número 4), con fachada también al 7 de la Plaza de Fuente Dorada, propiedad de D. Francisco Agapito Martín. El 31 de julio de 1905 se solicita la licencia para construir una planta baja destinada a comercio y tres pisos más a habitaciones, poseyendo el último de ellos “azoteas en las primeras crujías exteriores”. Ese proyecto no se llevó a cabo, así como tampoco se llegó a realizar una nueva modificación. Lo que sí se convirtió en realidad fue una nueva solicitud presentada por Coloma el 9 de enero de 1906 en la que varía la decoración de la fachada a la calle Lencería. Su construcción es considerada por Domínguez Burrieza como el primer programa decorativo de relevancia en la arquitectura modernista vallisoletana. La decoración que presenta superpuesta en el ladrillo llama la atención sobre algunas formas del Art Nouveau y de la Sezession demasiado sofisticadas con respecto a sus anteriores obras. Estamos hablando de un Modernismo más internacionalizado, aunque siempre tomando en consideración su contenido ecléctico, acorde con la arquitectura que se desarrollaba por entonces en casi todo el país.


SEGUNDO PERÍODO MODERNISTA
Entre los años 1913 y 1918 Coloma diseñará sus edificios modernistas más espectaculares. Para D. Eusebio Alcalde proyecta una casa de nueva planta sobre el solar resultante de los antiguos números 9 y 11 de la calle Lencería c/v a la de Alarcón. La nueva construcción quedaría configurada tras la adhesión de los números 3, 5 y 7 de la misma calle Lencería. Ambas edificaciones se unirían física y estilísticamente. En el primero de los casos un gran mirador en rotonda abarcando los tres pisos de la construcción, a excepción del bajo, desempeña la función unificadora. Por otra parte, la decoración sigue, en líneas generales, la geometría decorativa de la Sezession, línea estilística en la que se basarán algunas de sus más importantes obras de estos años. En este caso, toma especial relevancia una serie de elementos verticales que, localizados en la parte superior de la fachada, se vinculan, claramente, a la corriente europea.

La inspiración secesionista la volvemos a ver en el número 2 de la calle José María Lacort c/v al 7 del Campillo de San Andrés. La construcción, basada en la arquitectura de ladrillo al descubierto tan utilizada por Coloma, servirá como arrendamiento de habitaciones. Su decoración, centrada en las guarniciones de yeso existentes en los huecos, continúa una evidente geométrica de formas inspiradas en la Sezession. Así, extraños motivos vegetales con una clara tendencia a la verticalidad dialogan con una serie de líneas dispuestas en horizontal.


Una nueva prueba la tenemos en la casa que diseña ese mismo año para D. Mariano Tranque. Éste encarga la realización de un edificio destinado a habitaciones de vecindad que ocuparía los números 6, 8, 10 y 12 (actual 6) de la calle Platerías con accesorio a la de Cantarranas. La ornamentación sigue la línea de la geometrización formal. Su simetría es absoluta, no sólo en cuanto a composición de fachada sino también en la disposición de su decoración. En este caso destaca la utilización del motivo de la lira en los herrajes de balcones y miradores. Éstos siguen formas abombadas salvo el balcón corrido del principal y último piso, cada uno de ellos abarcando dos huecos, siendo, además, los niveles de la edificación que albergan una mayor riqueza ornamental. El remate de la casa, con una disposición cóncava, está formado por una serie continuada de guirlandas además de bustos, que rematan las filas laterales de miradores.

En 1915 vuelve a hacer uso de motivos propios de la Sezession, esta vez compartiendo fachada con el retorno de las formas ondulantes localizadas en el piso principal, a lo que hay que unir los diseños en espiral presentes en los herrajes panzudos de los balcones. Estamos hablando del edificio que proyectó en el solar perteneciente a los números 4, 6, 8, 10, 12 y 14 (actual 2) de la Calle Cánovas del Castillo c/v a la de la Sierpe. Coloma elabora una diferente decoración en cada uno de los pisos. Además de las ya mencionadas formas ondulantes de la planta principal (independizándola del resto por medio de una imposta) hay que añadir las molduras que presenta el siguiente nivel, donde motivos secesionistas concurren en unos marcos ornamentales de similar diseño realizados en otros edificios de este maestro de obras. Las guarniciones de yeso que aparecen en la planta superior manifiestan, en última instancia, una reelaboración, con fines estrictamente decorativos, de una estructura inspirada en la simulación de un simple juego de alternancia entre arco y entablamento muy utilizada en la construcción decimonónica y que en Valladolid se afianza gracias al propio Coloma o a Antonio Ortiz de Urbina. Por último hay que hacer mención de la importancia otorgada a la zona central de la fachada, destacándose a través de la unión física de sus vanos. No obstante, la que da a la calle Sierpe exhibe un diseño distinto de la anterior. Lo único que mantiene sin variaciones es la decoración del segundo piso y el balcón corrido que une los dos vanos centrales de cada uno de los tres niveles destinados a vivienda.

El único modelo de claro Modernismo catalán (aparte de las pequeñas influencias que posee la Casa del Príncipe de Jerónimo Arroyo) que conserva Valladolid, corresponde al actual número 6 de la calle Cánovas del Castillo (antiguos 22, 24 y 26), levantada en 1916. Se basa en la corriente medievalista de arcos apuntados, arquillos ciego, ventanas trilobuladas, etc. Sin embargo, lo que más llama la atención es la fantasía decorativa en la ejecución de algunos motivos, caso de los dragones y atlantes que soportan los balcones. Los miradores, con vuelo semicircular, destacan tanto por el tipo de huecos que poseen como por su posición centralizada en la fachada. Es posible que la vinculación catalana de este edificio provenga a través de algún viaje a Cataluña o por el conocimiento de cuadernos de dibujos, fotografías o revistas.

En 1918, D. Nicasio García solicita licencia para construir de nueva planta un edificio en la calle Miguel Íscar, 4 duplicado. Coloma es el encargado de realizar los planos, sin embargo, comenzado ya las obras, el arquitecto municipal, Agapito y Revilla, percibe una serie de irregularidades en la construcción. Éste afirma que la decoración que se estaba llevando a cabo en la fachada no era la que había señalado en los planos presentados al Ayuntamiento, por lo que obliga a Coloma a realizar unos nuevos detallando el programa ornamental que quería utilizar. Nuevamente examinados por Agapito, fueron aprobados y la obra continúo su marcha. La fachada, de una innegable verticalidad y elegancia, recuerda, en determinados casos, proyectos que ya existían en la ciudad, como el número 1 de la calle Claudio Moyano c/v a la de Santiago o la Casa del Príncipe. La dos filas de miradores (en éstos es donde más claramente se aprecia el Modernismo de sus diseños), orlados con guirnaldas y coronados por balaustradas, flanquean el cuerpo central de la edificación para el que Coloma elige, como remate del mismo, la simulación de una especie de rocalla que no desentona con los distintos elementos de origen barroco dispuestos en la parte superior de la fachada.

ÚLTIMOS AÑOS DE SU PRODUCCIÓN
Coloma siempre va a tener en consideración, como el resto de maestros de obras y arquitectos de Valladolid, la importancia del mirador. Como ejemplo podríamos destacar dos proyectos, ambos realizados en el año 1920. Uno de ellos, el del número 27 de la Plaza de Fuente Dorada, se basaba en la ubicación de un mirador corrido de cemento armado que abarcaba los tres pisos de que constaba la edificación (actualmente no existe). El otro ejemplo consistía en colocar un enorme mirador (hoy desaparecido) en la casa que formaba ángulo entre las calles Alonso Berruguete y Angustias, además de realizar un revoco general a la vivienda. Referente a esta última casa, hay que llamar la atención sobre las molduras decorativas realizadas en yeso que dejan ver, todavía en nuestros días, una serie de animales fantásticos entresacados de bestiarios renacentistas. No sería la única vez que la decoración de una de sus fachadas siga modelo de tal inspiración.

Como hemos visto, multitud de edificios que vemos normalmente cuando paseamos por la ciudad fueron realizados por este semidesconocido maestro de obras, el cual colaboró a la modernización visual de la ciudad. Sería una pena que los edificios que aún se conservan sucumbieran a la piqueta como últimamente está ocurriendo con algunas casas situadas en la calle de Santiago, lateral del Mercado del Val, por no hablar del interesante, y desaparecido hace un par de años, almacén que se encontraba en la calle Cardenal Cos.

BIBLIOGRAFÍA
  • DOMÍNGUEZ BURRIEZA, Francisco Javier: “Modesto Coloma: Medio siglo de arquitectura civil en Valladolid (1875-1925), “B.S.A.A.”, tomo LXVIII, 2002, pp. 295-320.

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