miércoles, 14 de diciembre de 2016

EL MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO DE VALLADOLID. Reapertura y renovación


Inaugurado en el año 1965, el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid ha cumplido un importante papel en la difusión del patrimonio de la Diócesis y de la propia Catedral, pero ahora evoluciona y se hace más cercano al visitante. Así con la reapertura de sus instalaciones permanentes en la antigua Colegiata es el tiempo de una nueva visita.
En las últimas décadas el museo había sufrido una especie de abandono que lo llevó a ser una reliquia de sí mismo. Daba pena ver lo poco cuidada que se encontraba la exposición de piezas, así como los diferentes tipos de cartelas que se iban improvisando y que no tenían nada que ver unas con otras. Por fortuna todo esto ha cambiado tras la magna exposición “Corpus Christi” celebrada en las instalaciones del museo durante buena parte de la primavera y del verano de este año. Tras el éxito de la muestra, que contó con más de 23.000 visitantes, el museo abre de nuevo sus puertas al público vallisoletano y forastero para que descubra el importante patrimonio que contiene una vez remodelada la nueva exposición y montaje de piezas en los espacios de la antigua Colegiata. La oportunidad de contemplar piezas de gran calidad y otras inéditas será una nueva ocasión para acercarse al Museo y Catedral. Es sabido que mientras no se tome una decisión definitiva sobre el proyecto futuro de Museo Diocesano y Catedralicio éste debe proseguir su andadura y contar con nuevos contenidos y presentación más actual que incentive la visita turística en nuestra ciudad como en la pasada exposición.

En las salas se expone un rico patrimonio con obras que comprenden los siglos XIII al XX, principalmente de estilo gótico, renacentista y barroco. La variedad de objetos expuestos es total puesto que encontraremos obras de pintura, escultura, orfebrería, textil, marfiles, objetos de música, muebles, documentos... Se pueden contemplar tanto obras nacionales como otras procedentes de escuelas tan ilustres como la flamenca o la italiana. Así, en el museo se podrán observar piezas de algunos de los más destacados artífices de la escuela castellana. En el apartado escultórico hay obras de Simón de Colonia, Gil de Siloé, Juan Picardo, el Maestro de San Pablo de la Moraleja, Juan de Juni, Gregorio Fernández, Francisco Rincón, Juan de Anchieta, Francisco Alonso de los Ríos, Francisco Díez de Tudanca, Francisco de la Maza, Isidro Villoldo, Pedro y Juan de Ávila, Francisco y Pedro de Sierra o Alejo de Vahía. En cuanto a pintura destacan nombres como los de Diego Valentín Díaz, Francisco Martínez, el Maestro de Osma, el Maestro de Portillo, el Maestro de Gamonal y Felipe Gil de Mena. Tampoco podemos olvidar en platería la magnífica custodia de Juan de Arfe. En definitiva, una constelación de cracks.
La gran novedad consiste en que la nueva distribución de piezas ha propiciado que se aumente el número de obras artísticas expuestas en un 40 %, es decir, una barbaridad. Las primicias comienzan desde el principio del museo. Así, en el que podríamos denominar el “atrio”, que anteriormente no se utilizó para exponer obras, podemos contemplar el Carro del Corpus Christi; un naturalista San Juan Bautista que, obra del escultor barroco vallisoletano Juan de Ávila, procede del Oratorio de San Felipe Neri; una deliciosa pintura de la Crucifixión del pintor renacentista Michel Coxcie (el Rafael de los Países Bajos); la maqueta de la catedral diseñada a finales del siglo XVIII por el policromador Manuel Alonso Abril, una curiosa efigie hispanoflamenca de San Miguel matando al demonio y la impresionante Silla abacial de San Pedro (atr. Martín Sánchez, h. 1480) que presidía la sillería de la antigua colegiata.

MARTÍN SÁNCHEZ. Silla abacial de San Pedro
Entrando ya en las estancias del museo llegamos al pasillo que lleva a las capillas de la antigua colegiata. En él se han dispuesto una serie de obras que anteriormente no se hallaban expuestas y que por suerte han sido rescatadas para el goce del visitante. Así, nos reciben los retratos del pintor Diego Valentín Díaz y su mujer Doña María de la Calzada realizados por el pintor Felipe Gil de Mena. La pieza más destacada de este ámbito es el Bargueño-escritorio italiano del siglo XVI realizado en madera con aplicaciones de metal dorado y carey, el cual da cabida a un sinfín de pinturitas, en alguna de las cuales se adivinan paisajes reales, de hecho, se reconoce alguno de Roma. Completan este ámbito una pintura de la Anunciación de la escuela vallisoletana del primer tercio del siglo XVII, como así parece indicarlo su marco de piedras y gallones; y dos pequeños lienzos de Floreros, obra de Diego Valentín Díaz y que son de gran valor, ya no por su calidad plástica sino porque se trata de las pocas pinturas de este tipo conservadas en la ciudad.

FELIPE GIL DE MENA. Retratos de Diego Valentín Díaz y Doña María de la Calzada
ANÓNIMO ITALIANO. Bargueño-escritorio
ANÓNIMO VALLISOLETANO. La Anunciación
DIEGO VALENTÍN DÍAZ. Floreros
Pasando ya a la primera gran sala, la capilla de San Llorente, podemos observar a simple vista que es la más espectacular por cuanto en ella se exponen las obras maestras (no todas, porque el Ecce Homo de Gregorio Fernández está en la sala capitular). En ella destacan sobremanera los sepulcros góticos procedentes del Monasterio de Palazuelos, la Magdalena penitente de Pedro de Ávila, el Busto de Ecce Homo y la Cabeza de San Juan Bautista de Juan de Juni que en origen pertenecieron a la Cartuja de Aniago, las diferentes esculturas de Alejo de Vahía, el San Martín partiendo la capa con un pobre de Gregorio Fernández, el Ecce Homo atribuido a Francisco Alonso de los Ríos, los impresionantes Bustos de Ecce Homo y Dolorosa del granadino Pedro de Mena o la bellísima Virgen con el Niño de Juan de Anchieta. Hemos de destacar, por cuánto son piezas que anteriormente no estaban expuestas, el San Lorenzo de Francisco Rincón y el San Felipe Neri de vestir que se restauró con motivo de la exposición Corpus Christi y que por fortuna se ha optado porque forme parte del museo.

JUAN DE JUNI. Busto de Ecce Homo
JUAN DE ANCHIETA. Virgen con el Niño
PEDRO DE MENA. Bustos de Dolorosa y Ecce Homo
FRANCISCO ALONSO DE LOS RÍSOS (atr.). Ecce Homo
PEDRO DE ÁVILA. Magdalena penitente
FRANCISCO RINCÓN. San Lorenzo
En el centro de la sala, lugar que actualmente ocupa el magnífico San Gabriel de Gregorio Fernández que fue descubierto en un trastero de la parroquia de Tudela de Duero por el catedrático Carlos Brasas, se irán colocando diferentes piezas que irán conformando lo que se va a llamar “La pieza del mes”, la cual será una magnífica oportunidad para conocer en profundidad las joyas que custodia la institución museística, y, por qué no, la catedral.

GREGORIO FERNÁNDEZ. Arcángel San Gabriel
En el lado derecho se abre una pequeña estancia, la sala capitular, en la que no hay apenas novedades, aunque tampoco las necesita dado que presenta la sillería del coro de legos del Monasterio de San Benito realizada por Felipe Espinabete, y el Ecce Homo de Gregorio Fernández, posiblemente uno de los mejores estudios anatómicos de la historia de la escultura. Son también piezas que interesan destacar la pequeña Virgen de la Antigua gótica, un Crucificado que se atribuye a Gregorio Fernández, el Apostolado del pintor Cristóbal García Salmerón, el lienzo de la Asunción del “vallisoletano” Diego Díez Ferreras, y un magnífico Crucifijo de marfil de escuela renacentista italiana.

FELIPE ESPINABETE. Sillería del coro de legos del Monasterio de San Benito
GREGORIO FERNÁNDEZ. Ecce Homo
ANÓNIMO. Virgen de la Antigua o de Rocamador
ANÓNIMO ITALIANO. Crucifijo
CRISTÓBAL GARCÍA SALMERÓN. Apostolado
DIEGO DÍEZ FERRERAS. La Asunción
Continuando nuestro recorrido llegamos a la capilla de Santo Tomás, que se encuentra presidida por parte del montaje de la exposición Corpus Christi: se trata de los dos Ángeles heraldos del taller de Gregorio Fernández flanqueando la Custodia procesional realizada por Juan de Arfe, y delante de ellos un trozo de la Colgadura rica de la catedral, la cual por desgracia fue vendida en su inmensa mayoría a comienzos del siglo XX por un precio irrisorio. Otros tiempos. Ha sido una gran idea mantener esta escenografía puesto que de esta forma se realzan unas piezas a otras. En esta misma sala hay que destacar los magníficos Retablo de San Miguel del Maestro de Osma y Retablo de Santa Ana del Maestro de Gamonal. Ambas obras fueron realizadas por anónimos maestros hispanoflamencos, procediendo el primero de ellos de la localidad de Curiel de Duero y el segundo de la capilla de los Tovar de la iglesia de Santa María la Antigua.

MAESTRO DE OSMA. Retablo de San Miguel
MAESTRO DE GAMONAL. Retablo de Santa Ana
Antes de pasar al “Ángulo del claustro” hemos de dirigir nuestra atención a dos obras interesantísimas, el Llanto sobre Cristo muerto de Francisco de la Maza y Cristo entre los ladrones del Maestro de San Pablo de la Moraleja. Precisamente a este último maestro pertenece una de las joyas del museo, y la cual preside este “Ángulo del claustro”: el Llanto sobre Cristo muerto que aparece enmarcado por una de las antiguas puertas que conectaban con el claustro de la colegiata. Se trata de una representación patética a la vez que curiosa por las vestimentas que portan todos los personajes. El personaje más interesante es el situado atrás del todo, el más alto del conjunto. Se piensa que es San Pablo, y que coloca los dedos en una posición que significaría “silencio”. En esta misma sala podemos destacar un Órgano, una interesante Virgen de la Expectación del escultor riosecano Francisco de Sierra, hijo del gran Tomás de Sierra, así como una serie de tablas hispanoflamencas y un retablo de la escuela de Alonso Berruguete que procederá de un pueblo del sur de la provincia.

FRANCISCO DE LA MAZA (atr.). Llanto sobre Cristo muerto
MAESTRO DE SAN PABLO DE LA MORALEJA. Cristo entre los dos ladrones
MAESTRO DE SAN PABLO DE LA MORALEJA. Llanto sobre Cristo muerto
ANÓNIMO CASTELLANO. Retablo
FRANCISCO DE SIERRA. Virgen de la Expectación
Volviendo atrás nuestros pasos y siguiendo el recorrido llegamos a la recoleta capilla de San Blas, en la cual presenta novedad una serie de magníficos bustos relicarios realizados en Nápoles y que proceden de diversos conventos desamortizados de la ciudad, otra buena cantidad de este tipo de bustos se conserva en el Museo Nacional de Escultura. En esta misma sala destacan los objetos de platería y de marfil, la ropa litúrgica y una serie de obras de pintura y escultura: un San Antón meditabundo de Juan de Anchieta, un relieve en barro cocido de la Piedad modelado por Juan de Juni, los cuatro Padres de la Iglesia de Alejo de Vahía (formaban parte del mismo retablo al que pertenecían las otras esculturas de Alejo vistas en la capilla de San Llorente), un pequeño retablillo dedicado a San Bernardino de Siena y otro de factura moderna que contiene tres pinturas del Maestro de Portillo procedentes de la parroquia de La Seca. Aunque moderna también tiene cierto interés la Custodia de Granda.

ANÓNIMO NAPOLITANO. Relicarios
MAESTRO DE PORTILLO. San Mateo
ALEJO DE VAHÍA. San Jerónimo
JUAN DE ANCHIETA (atr.). San Antón
ANÓNIMO HISPANOFLAMENCO. Retablo de San Bernardino de Siena
La última sala, la capilla de Santa Inés, centra su interés en los sepulcros góticos de piedra. A ello hemos de sumar el maravilloso Descendimiento de Juan Picardo, el enigmático Ángel sosteniendo a Cristo muerto, la pintura de la Verónica con la Santa Faz tríplex; el Cristo del Perdón de Francisco Díez de Tudanca, o la portentosa Piedad atribuida a Simón de Colonia. Aunque no lo hemos comentado tampoco os podéis perder, puesto que suelen pasar desapercibidos, la serie de Crucifijos medievales colocados sobre las puertas de acceso a las diferentes capillas.

FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA. Cristo del Perdón
SIMÓN DE COLONIA (atr.). Piedad
JUAN PICARDO. El Descendimiento
FELIPE GIL DE MENA. La Verónica con la Santa Faz tríplex
Para finalizar hay que señalar que se está realizando una profunda restauración de la última capilla de la “panda” del museo, que es la que antecedente a la capilla de Santa Bárbara, la cual posee el único vestigio de pinturas murales del siglo XV de la ciudad. ¿Se estará rehabilitando para dar cabida a esa sala de pinturas que desde años aparece en el folleto explicativo del museo? Ojalá, porque entre los fondos no expuestos hay pinturas magníficas, y un soberbio retablo-relicario diseñado por Diego Valentín Díaz que, procedente de “su” Colegio de Niñas Huérfanas (Valentín Díaz fue patrono de la institución), actualmente forma parte de la exposición del Museo del Prado “Metapintura”. Sería, asimismo, muy interesante que las ocho capillas de la catedral fueran visitables conjuntamente con el museo dado que esconde verdaderas maravillas en forma de retablos, esculturas y pinturas. Es más, las probablemente mejores esculturas funerarias en alabastro de la ciudad se encuentran en una de ellas. Ojalá con el paso del tiempo, y con la ayuda de quien haga falta, se vaya dando a descubrir las obras artísticas de ese magnífico, aunque inacabado e incomprendido templo. Este artículo va dedicado a Alejandro Rebollo, una de las “alma mater” de este nuevo museo, cuyo entusiasmo por dar a conocer y valorar nuestro arte es contagioso. ¿A qué esperais para conocer esta "Wunderkammer" (cámara de las maravillas)?

Retablo-relicario del Colegio de Niñas Huérfanas en la Exposición "Metapintura". Fotografía tomada de http://www.efe.com

2 comentarios:

  1. Parece que merece bastante la pena una visita a este fantástico museo de Valladolid, desconocido para mí hasta el momento en el que entré en este interesante blog. Se agradece bastante encontrar un blog sobre arte, abundante en fotografías de gran calidad (sobre todo de obras del tipo de las que no suelen haber fotos en internet, ni buenas ni malas). Un saludo cordial saludo y un feliz año nuevo,

    Carlos Boza.

    ResponderEliminar