El
escultor Aurelio Carretero puede ser considerado, sin ninguna duda, el “padre”
de la escultura urbana de Valladolid. Ya no solo por haber realizado la primera
escultura de éxito que efigiaba a un personaje local, José Zorrilla, sino
porque fue el escultor más contratado para realizar imágenes que adornaran la
ciudad. De todas maneras hay que señalar que el primero que realizó una
escultura urbana fue Nicolás Fernández de la Oliva, el cual realizó la que
efigia a Miguel de Cervantes
Aurelio
Rodríguez Vicente Carretero, nació en Medina de Rioseco en 1863 siendo su padre
un tallista de cierta importancia y, aunque tuvo intención de ingresar en la
Academia de Caballería, decidió finalmente estudiar escultura. En 1878 era
alumno aventajado de la Academia de la Purísima, ampliando después estudios y
horizontes en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, y posteriormente cinco
años más en la Academia de San Fernando de Madrid, recibiendo enseñanza en
ellas de Sabino Medina y Elías Marín.
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Aurelio Carretero en su estudio |
En
enero de 1884 se presentó al concurso de plazas para la Academia de Bellas
Artes de Roma, sin resultado favorable, y por este motivo en agosto de aquel
año solicitó del Ayuntamiento de Valladolid “protección para continuar sus estudios en el extranjero”,
ofreciendo a la corporación los Últimos
momentos de Colón y otro grupo de
carácter alegórico. Con tal motivo se trasladó a Valladolid y concursó con
su grupo Fraternidad en el certamen
organizado por la Academia vallisoletana. Este último grupo es un boceto en
barro pintado de bronce que representa a una niña adinerada –caracterizada por
el vestido, botines, sombrero y una muñeca– que besa a otra pobre –descalza y
con mandil–, pero de ello no cabe deducir una preocupación social en el
escultor, sino más bien un gusto por plasmar hechos esporádicos.
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Fraternidad |
A
principios de 1885 la prensa recomienda al Ayuntamiento que adquiera una obra
que acababa de efectuar el artista; Numancia,
para “atender al decorado de uno de los
salones” del nuevo edificio municipal que se proyectaba entonces y le
aconseja también que le podría encargar los bustos de los Señores Gardoqui y
Miguel Iscar con el fin de proteger al escultor, a quien se sugiere
perfeccionar estudios en Roma.
En
Roma permaneció durante tres años, aunque desconocemos en qué fechas concretas
residió en Italia. Sabemos, en cambio, que estuvo en Nápoles durante una larga
temporada y que en Génova ejecutó sus obras El
triunfo de Escipión y Colón en la
Agonía, esta última tal vez nueva versión de la realizada unos años antes. Además
de estas también realizaría por estas fechas el Robo de las sabinas. Estos temas eran unos tópicos dentro del arte
del siglo XIX. En la misma línea y ligeramente más moderno (1886) se inscribe
un busto en yeso patinado del comunero ajusticiado en 1521 Juan Bravo, el cual fue presentado al concurso de la Academia de la
Purísima de ese mismo año. El busto fue calificado por los críticos como un “trabajo con brío aunque algo amanerado”,
aconsejándole que “dibujando más será
artista de mucho porvenir”. Es obra de reminiscencias clásicas por el
tratamiento general y dura en el modelado. Desde el punto de vista temático es preciso
remarcar que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX fueron frecuentes las
representaciones de los comuneros, por lo que ellos tenían de referencia
nacionalista e independencia frente a los consejeros extranjeros de Carlos V.
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Juan Bravo |
Se
ignoran los motivos que le impulsaron para marchar al continente americano,
pero lo cierto es que se estableció en Argentina en donde trabajó en un
periódico como caricaturista político de tono mordaz, lo que originó su
persecución y encarcelamiento. Debió de efectuar alguna obra escultórica para
las Repúblicas de Uruguay y Paraguay, aunque no permanecería mucho tiempo en
América.
En
1891 presentará un proyecto para la realización de un monumento a Cristóbal
Colón, también presentó otro Darío Chicote, siendo ambos desestimados.
Cuando
murió Zorrilla en Madrid el 17 de enero de 1893, Carretero sacó, en compañía
del escultor zamorano Barrón, una mascarilla del difunto con el que había
estado en continua convivencia y trato durante los últimos años de la vida de
éste. Dos años más tarde se presentó nuevamente a la Exposición Nacional con
una obra titulada Nació sin halagos,
murió sin caricias.
Carretero
se ofreció al Ayuntamiento de Valladolid para realizar un monumento al poeta
Núñez de Arce, aunque no consta el año en que se realizó tal ofrecimiento.
Quizás pueda ser modelo de aquel monumento que quiso realizar Carretero una
pequeña medalla realizada en 1896 que contiene el busto del poeta.
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Gaspar Núñez de Arce |
En
1899 se convoca concurso público para la realización de un monumento dedicado a
Zorrilla, al cual se destinan 23.666
pesetas para su financiación. Presentados seis proyectos, es elegido por
unanimidad el del riosecano, quien como ya hemos visto había sacado una mascarilla
mortuoria del poeta. Seguramente en la adjudicación del proyecto tendrían mucha
importancia las facilidades concedidas por el escultor, la estrecha amistad que
éste tuvo con el poeta y hasta el “prestigio” que podía esgrimir Carretero por
encontrarse entonces trabajando en Madrid, muy cerca de los afamados Jerónimo
Suñol y Agustín Querol, con quien colaboraba asiduamente, y hasta la tercera
medalla que alcanzó aquel mismo año por su figura Lamentos.
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Maquetea del Monumento a Zorrilla (1900) |
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Monumento a José Zorrilla |
Dicho
monumento remata con una monumental estatua en bronce del poeta, en actitud de
caminar, y cabeza, de gran parecido con el modelo, dotada de media melena y
rostro expresivo. Viste levita y abrigo –criticado en su época como
antiestético–, sostienen en su mano izquierda unos papeles y extiende la otra.
Se dice que para su fundición, en los talleres madrileños del vallisoletano Ignacio
Arias, se emplearon dos cañones del reinado de Carlos III. El monumento se completa
con una imagen alegórica de la Poesía, personificada por una muchacha joven,
vestida con túnica de recuerdos clásicos y dotada con alas de mariposa; en una
de sus manos porta una lira y acerca la otra al oído para mejor escuchar el
recital poético; toda ella está realizada en bronce y es más agradable de
factura y composición que la principal, caracterizada por el realismo. También
el escudo de la ciudad y los letreros que informan de las obras de Zorrilla y
de sus hitos biográficos extremos, amén del año de la erección del monumento,
van en bronce. El pedestal está resuelto en piedra y en origen tuvo un cuerpo
menos, pero dada la desproporción de la base y la escultura se le añadió, según
trazas de Agapito y Revilla, una especie de capitel circular con sencillas
molduras. Esa desproporción entre escultura y arquitectura ya fue señalada por
García Valladolid, para quien constituía el mayor defeco del conjunto, pues por
lo demás decía “que no le falta
inspiración, originalidad, estudio, belleza, genialidad y propiedad en la
expresión del sentimiento y del deseo que representa y ofrece agradable efecto
de conjunto”.
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Lamentos |
En
1900 el Ayuntamiento decide levantar un panteón municipal dedicado a la memoria
de los hijos ilustres vallisoletanos que estarían cobijados por la figura
alegórica de Castilla, según proyecto
de Carretero. Al mismo tiempo que realizaba la escultura alegórica de Castilla,
se suscita la vieja idea de hacer permanente homenaje al Conde Ansúrez mediante la colocación de su estatua en la plaza
Mayor de la ciudad, encomendando también su ejecución al escultor riosecano,
quién modeló la figura del Conde en cuatro meses, inspirándose en las
biografías del fundador de la ciudad y vistiendo al personaje de acuerdo con la
época de Alfonso VI. Como cualquier otra ciudad decimonónica que se preciara,
Valladolid quiso honrar a su repoblador, el conde Pedro Ansúrez, para que
quedara constancia de “lo imperecedero
que es en esta población el agradecimiento a que se hizo acreedor”, al
decir de la literatura municipal de 1864, pero, como fue frecuente, entre los
buenos propósitos y su realización definitiva transcurrieron bastantes años,
pues la inauguración del monumento tuvo lugar en 1903. Entre uno y otro año se
sucedieron los obligados trámites con avances y retrocesos. Parece que en 1877
existía en la plaza Mayor de Valladolid “un
pedestal (…) con destino a una estatua al Conde Ansúrez”. Será en 1900
cuando vuelve a plantearse el tema, año en que Carretero se ofrece para
construir el susodicho monumento, llegando incluso a donar el bronce para la
estatua.
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Castilla |
El
monumento, destinado a ahondar en la historia local, consta de dos partes bien
definidas: el pedestal y la figura de Ansúrez. El primero, realizado en piedra,
con base cuadrada y los paños en talud, presenta un cuerpo principal cuyas
caras quedan separadas por columnas pareadas y capiteles vegetales de lejana
inspiración románica que sostienen una especie de hornacinas con extradós
lobulados que acogen escudos ladeados; todo ello de clara inspiración
historicista. En los cuatro lados de este basamento existen relieves en bronce
que representan un escudo de Valladolid con hojas de recuerdos goticistas, otro
coronado, y AÑO DE 1903, más la dedicación de la ciudad del monumento a SU
PROTECTOR Y MAGNÁNIMO BIENHECHOR y una figura femenina sentada con ropajes
semitransparentes; de los dos restantes, uno recoge el momento en que Ansúrez
se presenta al Rey con una soga al cuello, apenas perceptible en el relieve, en
el que destaca la movida postura del caballo montado por el conde; en el otro
se imponía que figuraran las obra del templo de Santa María y al fondo la torre
de la Antigua, aunque en la realidad quedó reducido a una escena de obras en la
que, en primer plano, aparece Ansúrez contemplando lo que pueden ser unos
planos y a la derecha un cantero labrando; en el lado opuesto, una escalera que
indica el fondo en el que parece verse un edificio en obras.
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Monumento al Conde Ansúrez |
En
lo alto, sobre este historiado basamento, se encuentra la figura de Ansúrez,
con un tratamiento un poco prosopopéyico; tiene una pierna algo adelantada, al
aire al brazo derecho cuya mano sujeta el pendón de Castilla, y la otra mano al
cinto, y viste ropas inspiradas en mondas medievales. El conjunto es correcto,
su bien parece algo desproporcionado el basamento con respecto a la estatua, al
contrario de lo que sucedió en el monumento a Zorrilla.
Su
labor se vio nuevamente recompensada con una consideración de segunda medalla
en la Exposición de Bellas Artes de aquel año por su obra Poesía que se sospecha fuera el boceto de la escultura del mismo
tema que figura en el pedestal del monumento a poeta Zorrilla. También el boceto del Conde Ansúrez, que había
donado el escultor al Museo de Arte Moderno, mereció en 1904 una tercera
medalla nacional.
También
en 1900 se fecha una de sus obras más extrañas dentro de su catálogo. Se trata
de un pequeño relieve en bronce que representa a la familia Carnicer-Arrontes (Valladolid. Colección particular). En
esta pieza demuestra Carretero sus buenas dotes de retratista.
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Relieve de la familia Carnicer-Arrontes |
En
Medina del Campo se pensó también en Carretero cuando la comisión organizadora
del IV Centenario de Isabel la Católica,
le pidió en 1904 varios bocetos para un monumento conmemorativo a la Reina que
tan vinculada había estado a la ciudad de Medina. Carretero finalmente realizó
el proyecto más sencillo; aun así se simplificó el pedestal, del que se
eliminaron las escaleras y adornos, quedando reducido a un prisma con el escudo
en broce; igual que el busto, de los Reyes Católicos, quitándosele los ornatos
primitivos que lo rodeaban y la espada. A la Reina la caracterizó como una
mujer madura y de carácter fuere, con el rostro rodeado de un generoso velo y
coronada; del cuello pende una cruz con remates trilobulados. El busto es
atinado tal y como se significó en el momento de la inauguración, afirmándose
que su autor estaba dotado de “relevantes
dotes de maestro en la escultura histórica”.
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Busto de Isabel la Católica |
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El busto de Isabel la Católica en su antigua ubicación en la Plaza Mayor de Medina del Campo |
El
de 1906 fue un año importante para el escultor. En él conseguiría la más alta
distinción alcanzada hasta entonces en su carrera y que no pudo superar
después; su inspirada figura El Gorrión
“a pesar de lo pesado de su factura y
líneas” mereció la segunda medalla en la Exposición Nacional. En cambio su
proyecto para ejecutar una serie de bustos de vallisoletanos ilustres que
podían colocarse en los jardines del Campo Grande se desbarató; sólo llegó a
hacer el dedicado al que fue alcalde, Miguel
Iscar y Juárez, el cual fue recibido en octubre de 1907. Carretero se
ofreció a realizar el busto gratuitamente, teniendo este ofrecimiento un fin
puramente publicitario de su propia obra. De todas formas para la función del
busto, y demás gastos, el Ayuntamiento destinó 1.900 pesetas. El alcalde
aparece efigiado con semblante adusto, grandes patillas y bigotes y con el
escudo de la ciudad en el pecho. No fue la primera vez que se pensó en realizar
un busto de Miguel Iscar, puesto que entre los años 1884-1887 se realizaron
gestiones para la realización de uno. Seguramente le fue encomendado al
escultor José González Jiménez, el cual entregó modelado en yeso un busto del
alcalde vallisoletano, aunque nada más se sabe de él.
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Monumento a Miguel Iscar |
En
1908 Medina de Rioseco le encargó un monumento para conmemorar la Batalla de Moclín, con la cual celebrar
brillantemente y recordar para siempre el heroísmo que sus naturales mostraron
durante la invasión francesa con motivo de celebrarse el Centenario de la
batalla librada en las inmediaciones de Rioseco, en el cerro de Moclín.
Lógicamente se recurrió a Carretero, que por entonces recordaría la indicación
que la prensa vallisoletana hizo al Ayuntamiento riosecano, allá por el lejano
año de 1885 a favor del artista pidiendo que su patria chica le encargase
alguna obra. El proyecto fue muy alabado “por
su sencillez clásica, su ejecución irreprochable y el espíritu patriótico que
le anima”.
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Monumento a la Batalla de Moclín |
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Antigua ubicación del monumento a la Batalla de Moclín |
Otro
acontecimiento de la Guerra napoleónica, la Proclama del Alcalde de Móstoles,
proporcionó a Carretero un nuevo encargo: el monumento dedicado a D. Andrés Torrejón, inaugurado en 1898
en ese pueblecito madrileño. También por estas fechas debió de realizarse el
desaparecido busto del General Guillermo
Pintos que estuvo colocado en el madrileño Parque del Oeste y seguramente
también la escultura femenina, tal vez representación alegórica del Alma de una difunta, que existe sobre el
panteón familiar de D. José Rodríguez Guerra en el cementerio vallisoletano.
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Tres vistas del monumento a D. Andrés Torrejón |
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Busto del general Guillermo Pintos |
Las
últimas obras públicas que conocemos de su mano fueron las lápidas dedicadas al
Presidente Electo de la República Argentina D.
Roque Sáenz Peña (1910), ofrecida por el círculo madrileño de Bellas Artes
y la sencilla que se colocó en la casa natal del poeta Emilio Ferrari en Valladolid. La dedicada a este último fue
colocada el 25 de septiembre de 1911 en la fachada del inmueble número 12 de la
calle que actualmente lleva su nombre. La lápida reza así "En esta casa
nació el eminente poeta Ferrari. Esta lápida es homenaje sentido que Valladolid
dedica a uno de sus más preclaros hijos".
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Lápida conmemorativa a Emilio Ferrari |
Asimismo
por estas fechas presentó un proyecto, en colaboración con el arquitecto Luis
Ferrero, en el concurso para levantar en Cádiz un monumento conmemorativo de
las Cortes, Constitución y Sitio de Cádiz, no fue seleccionado en la segunda
fase del proyecto; sería Aniceto Marinas quien triunfaría finalmente. El
colofón de su carrera fue probablemente el monumento que los asturianos
dedicaron en 1912 a Campoamor en
Navia, su pueblo natal, y en cuyo diseño Carretero volvió a emplear el mismo
esquema que había utilizado para el monumento a Núñez de Arce, que nunca llegó
a realizarse.
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Monumento a Ramón de Campoamor |
Cuando
El Norte de Castilla publicó, el 16 de marzo de 1917, la noticia de la
prematura muerte del artista, recordaba entre sus últimas obras un busto de Benito Pérez Galdós y el retrato, que no
pudo terminar, del señor Alonso Romero,
presidente de la Diputación vallisoletana. También entre sus últimas obras
debía de encontrarse una titulada Boceto.
Se trataba de una obra de pequeño tamaño, esas en los que estuvo siempre tan
atinado, en que modeló el rapto de una joven muchacha levantada en brazos por
un hombre, caracterizados los dos con atuendos populares. En sí parece realizar
un esfuerzo físico mientras que ella, a pesar de tirarle del cabello, no
manifiesta en su menudo rostro ninguna tensión. Fue dedicado, tal y como consta
en el mismo, a su amigo Justo G. Garrido, abogado y escritor de Medina de
Rioseco. Recientemente ha sido fundido en bronce por la Diputación Provincial
de Valladolid, propietaria de las dos piezas.
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Boceto |
BIBLIOGRAFÍA
BRASAS EGIDO, José Carlos y URREA, Jesús: Pintura y escultura en
Valladolid en el siglo XX (1900-1936), Ateneo de Valladolid, Valladolid,
1988.
CANO DE GARDOQUI, José Luis y otros: Fondos artísticos de la Diputación
de Valladolid: siglos XIX-XX: pintura y escultura, Diputación Provincial de
Valladolid, Valladolid, 1996.
CANO DE GARDOQUI, José Luis: Escultura pública en la ciudad de
Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2000.
DE LA PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier: Historia del Arte de Castilla y
León. 7, Del Neoclasicismo al Modernismo, Ámbito, Valladolid, 1998.
URREA,
Jesús: Estudios de arte y sociedad en
Valladolid (siglos XVI-XIX), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2020.
URREA, Jesús: La escultura en Valladolid (1850-1936), Caja de
Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1984.
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