martes, 17 de enero de 2017

LOS HERMANOS HERNÁNDEZ: ORFEBRES Y ESMALTISTAS ART DÉCO II: Semblanza biográfica 2/2


Como la inmensa mayoría de los artistas de su generación, la llegada de la Segunda República (14 de abril de 1931), llenaría de esperanza y optimismo a ambos hermanos, tal como pone de manifiesto el envío que hicieron a El Norte de Castilla de un dibujo alegórico para conmemorar el 14 de abril, un año después de la creación del nuevo régimen. En mayo de 1932 se presentarían por segunda vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, logrando esta vez una segunda medalla por el conjunto de las obras presentadas. Se trataba de tres interesantes obras, que llamarían poderosamente la atención: la modernísima y sugestiva Mascarilla en chapa de cobre repujado y esmaltado a fuego; la realista Cabeza de estudio, repujada en cobre dorado -retrato de un viejo repartidor de su taller-, y, sobre todo, la titulada Eva, busto prolongado de mujer, repujado en cobre y dorado, obra del más depurado clasicismo que, por otro lado, hacía evocar de inmediato la tradición española de los bustos relicarios del Renacimiento. Por cierto, en los siguientes links encontrareis las distintas partes de las que se compone esta serie.
Mascarilla (1932)
Busto de Eva (h. 1932)
Con ese notable triunfo, se iniciaba para ambos hermanos una larga serie de premios y honores en el ámbito nacional, que supondrían el merecido reconocimiento oficial y de los círculos artísticos a su callada y entusiasta labor. A partir de entonces y durante varios meses van a trabajar intensamente con vistas a reunir y llevar un grupo importante de obras al próximo Certamen Nacional de Bellas Artes, al mismo tiempo que acariciaban como gran proyecto poder celebrar una exposición en París.
En mayo de 1934, se presentarían nuevamente a la gran exposición bienal, muestra que constituiría el mayor esfuerzo hecho hasta entonces por ambos hermanos para dar a conocer la ya variada y rica producción de su taller. Sería, asimismo, el escenario de uno de sus más importantes triunfos, al obtener por el conjunto de las obras presentadas uno de los más altos galardones que recibirían en toda su carrera: la primera medalla en la sección de Arte Decorativo, distinción que significaría el unánime reconocimiento y su espaldarazo definitivo a escala nacional. Los Hernández remitieron veintidós piezas de muy variados materiales y tipología, que iban desde las creaciones escultóricas en metal y de tamaño del natural a joyas, medallas, copas de plata, cuadros esmaltados, figuras de marfil o azabaches. Especialmente atractiva resultaba la moderna cabeza femenina, repujada y esmaltada a gran fuego, titulada Kiki (en homenaje a la célebre modelo de Montparnasse) y evocadora de las mejores realizaciones del Art Déco. Más tradicional, aunque al mismo tiempo novedoso, era el enfoque de la estilizada y austera escultura de San Francisco, trabajada en cobre repujado y que traía a la memoria el románico rural gallego. Por último, destacando de entre todo lo presentado, figuraba el bellísimo Busto de mujer, repujado en chapa y cobre y con cabello y pañuelo anudado al cuello dorados, espléndido desnudo que suscitó gran admiración, tanto por su indudable modernidad como por su elegante clasicismo.
 
Kiki (h. 1934)
San Francisco (1933)
Busto de mujer con pañuelo (1934)
Nada más conocerse en su ciudad natal la concesión de la primera medalla, el Ayuntamiento de Valladolid, en sesión celebrada el día 30 de julio, nombró a ambos hermanos “Hijos distinguidos” de la misma, sumándose al homenaje que en los días próximos se pensaba celebrar. En efecto, el 2 de julio, la ciudad ofreció en su honor un concurrido banquete en el Hotel Francia. Organizada por iniciativa de sus amigos, los pintores Aurelio García Lesmes y Constancio Núñez, Bernardo de los Cobos, José Fernández Muñoz, Pedro Camino Conde y un grupo de entusiastas ateneístas, más de ochenta comensales se reunieron en torno a los hermanos Hernández para celebrar su triunfo, ostentando la representación oficial el gobernador civil, el alcalde -don Antonio García Quintana- y el presidente de la Diputación.

Banquete homenaje de la ciudad de Valladolid por la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934
En 1933, la máxima autoridad española en esmaltes, el doctor Victoriano Juaristi, después de haber viajado expresamente a Vigo para estudiar de cerca su técnica y su producción, había incluido sus nombres en su conocido libro Esmaltes, con especial mención a los españoles (publicado por la Editorial Labor de Barcelona), dedicándoles un amplio comentario, al tiempo que los consideraba entre los principales artistas nacionales que lo cultivaban.

Excursión por tierras navarras con el experto en esmaltes Victoriano Juaristi. Monte Aralar
Excursión por tierras navarras con el experto en esmaltes Victoriano Juaristi.  Esmalte de San Miguel in Excelsis
En el verano de 1934 fue cuando decidieron hacer realidad uno de sus más acariciados sueños, proyectado ya en los años de su juventud: la reproducción a su tamaño del célebre frontal de Santo Domingo de Silos, conservado en el Museo Provincial de Burgos. Tras obtener la pertinente autorización, se trasladaron a Silos, donde pasarían unos días de descanso en la hospedería del monasterio y tendrían ocasión de convivir con los monjes. Durante todo un mes de residencia en Burgos, los Hernández dibujarían a acuarela los múltiples detalles y adornos del frontal, llevando a cabo la ejecución material de la obra algo después, concretamente acabarían la reproducción nada más terminar la Guerra Civil.

Frontal de Silos (entre 1934-2006)
En el mes de noviembre de ese mismo y fructífero año -1934-, mientras planeaban hacer realidad algunos proyectos largo tiempo anhelados -como montar una exposición en París y acudir con sus obras a los certámenes que iban a celebrarse en Monza y Florencia-, serían invitados a participar nuevamente en el Salón de Otoño de Madrid. En aquella ocasión, y a propuesta unánime del jurado, se nombraría a ambos artistas “Socios de mérito de la Asociación de Pintores y Escultores”, por un bajorrelieve de asuntos gallegos.
A comienzos de 1935 ultimaban otra de sus más importantes obras -un magnífico Retrato de niña, busto de plata repujada y esmaltada-, con destino a la Exposición Nacional de Artes Decorativas, que iba a celebrarse en el mes de mayo en la capital de España. Era éste el primer año en que dicha sección se desgajaba de los tradicionales Certámenes Nacionales de Bellas Artes, con el fin de realzar y fomentar las artes aplicadas en nuestro país. En el citado Concurso Nacional, los hermanos Hernández lograrían uno de los más destacados triunfos de su carrera artística, al obtener el primer premio de la sección de orfebrería esmaltada, máximo galardón que les fue otorgado por ese precioso busto de niña -retrato de una viguesita-, soberbiamente trabajado en plata repujada y esmaltada (cabello en oro, ojos y vestido en suaves tonos azules).

Busto de niña (1935) 
El busto, que llamaría poderosamente la atención en los medios artísticos por su impecable ejecución y extraordinaria delicadeza, tras clausurarse el certamen, a mediados del mes de junio, sería exhibido en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Ambos hermanos -de paso por la ciudad castellana en su viaje a Vigo- dejarían en depósito durante unos días la obra premiada en una de las salas del Museo, para que pudieran contemplarla sus paisanos.
El Premio Nacional de Orfebrería vino a refrendar su brillante trayectoria artística y a acrecentar su fama, que ya por entonces no se limitaba únicamente al ámbito nacional. Más allá de nuestras fronteras se apreciaba la calidad exquisita de su arte; y de Suiza, Francia, Inglaterra e Hispanoamérica recibían frecuentes encargos -principalmente de joyas-, contándose entre su principal clientela algunos ricos indianos que no vacilaban en pagar fuertes sumas por sus trabajos.
A comienzos de agosto de 1935 acudirían con sus obras a La Coruña, montando una de sus exposiciones más completas en el salón de la Asociación de Artistas. Allí cuidadosamente dispuestas en vitrinas, ofrecerían una amplísima variedad de sus trabajos, presididos por sus dos esculturas recientemente galardonadas (los Bustos de Mujer y de Niña premiados respectivamente en la Nacional de Bellas Artes de 1934 y en el Concurso Nacional de Artes Decorativas de 1935).

Inauguración Exposición Nacional de Artes Decorativas de 1935
Tras pasar por algunas exposiciones más, la Guerra Civil vino a alterar los planes de una mayor proyección de ambos hermanos en el extranjero, frustrando, entre otros, sus planes de participar en la Exposición Internacional de París de 1937. Concretamente, su última obra, uno de sus más ambiciosos bustos esmaltados, titulado La dama del mantón de Manila, no pudo ser enviado a su destino a causa del estallido de la Guerra.

Dama del mantón (h. 1936)
Aunque sus simpatías políticas nunca estuvieron del lado franquista, hubieron necesariamente de plegarse a la nueva situación, continuando su labor durante esos años con la misma entrega y dedicación de siempre. Tampoco les faltarían por entonces encargos de importancia, algunos directamente relacionados con la dramática situación que atravesada el país. Así, por ejemplo, en agosto de 1937 y por encargo del marqués de la Vega de Anzo, labrarían con el bronce de las bombas arrojadas sobre Oviedo, el asta y cruz-remate de la Bandera de la Victoria, que había sido bordada en la fábrica de tapices de León, para ser llevada a los parapetos, y más tarde al Museo de Historia de la capital asturiana. Se trataba de una reproducción exacta de la célebre cruz que Alfonso III mandó hacer en 908 y donó a la Catedral ovetense, en cuya Cámara Santa se conserva.
Meses antes, habían realizado la mayor obra en esmalte de su carrera, encargada por el Colegio de Agentes Comerciales de España para ser regalada al dictador Francisco Franco. Se trataba de una gran placa esmaltada, de metro y medio de altura, que representaba al Cid Campeador, magnífico trabajo repujado sobre chapa de metal, que tras ser expuesta en un comercio de la calle Santiago de Valladolid, fue enviada al Palacio del Pardo, en una de cuyas escaleras estuvo colocado durante bastantes años.

El Cid Campeador
Pasados los años de la contienda y los inmediatos de la posguerra, ambos hermanos reanudarían su actividad con mayor entusiasmo si cabe, volviendo a comparecer en importantes exposiciones y certámenes. De esta suerte, obtendrían un notable éxito en la Exposición de Industria y Arte galaicos, celebrada en Vigo en 1944, en cuyo Pabellón Municipal exhibirían su Dama del mantón de Manila. Fuera de Galicia, su firma sería también estimada en todas partes, juzgándoseles entre los más prestigiosos artífices de la moderna orfebrería española. Así lo ratificaban por entonces los elogiosos comentarios que les dedicaría Victoriano Juaristi desde Pamplona, luego recogidos en un artículo publicado en El Pueblo Gallego, de Vigo. En él, tras constatar con tristeza la decadencia y el desinterés que se tenía por el esmalte en toda Europa, obscurecido por la mayor aceptación de otras técnicas, más fáciles e industrializadas, pero de escaso valor artístico, señalaba cómo muy pocos especialistas habían tenido la virtud de perseverar, y cómo entre ellos, los hermanos Hernández habían sido en nuestro país los que con mayor entusiasmo y maestría habían devuelto el perdido lustre a la moderna esmaltería. “A su busca -escribía- me dediqué para ver su trabajo e inquirir sus ideas. Tenía de ellos vaga noticia por la Prensa, que dio cuenta de una Exposición celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Me costó tiempo y trabajo dar con ellos. Y ¡qué hallazgo! Dos muchachos todo nobleza y cordialidad, tan hábiles como sencillos, tan exuberantes de fantasía como parcos de expresión, con un importante caudal de obras hechas y con un rico programa de obra por hacer, y que ya está logrado. ¡Y lo que te rondaré morena!... ¿Qué saben hacer los Hermanos Hernández? Pues, todo: el campeado, el cloisonné, el translúcido y lo pintado. Ellos saben grabar, cincelar, esculpir y fundir. De haber nacido en el Renacimiento los principales italianos los hubieran mimado como a Benvenuto… Los Hermanos Hernández han hecho audazmente lo que nadie había soñado, en cuanto a tamaño y complejidad de las obras, sin perder en calidad artística. Han puesto el “Non plus ultra” en su taller de Vigo…”. “Ahora que la atención del Estado protege a la Artesanía, Eloy y Osmundo deben figurar en la cumbre. Hay que difundir su fama; hay que estar orgullosos de que sean compatriotas nuestros; hay que fundar una Escuela en la que den enseñanzas generosamente…”.

Los hermanos Hernández trabajando en su taller de Vigo. Eloy (1944)
Los hermanos Hernández trabajando en su taller de Vigo. Osmundo (1944)
El 22 de marzo de 1946 les llegó un nuevo reconocimiento desde su tierra puesto que fueron elegidos académicos correspondientes en Vigo de la Real de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, como reconocimiento “de la depurada labor artística que en diversas facetas -escultura, esmalte y orfebrería- venían realizando y por los éxitos obtenidos dentro y fuera de nuestra nación”, según podía leerse en la comunicación que les remitió el Presidente, don Pablo Cilleruelo Zamora.
Poco después obtendrían otro importante galardón, al concedérseles la Medalla de Oro del V Concurso Nacional de Estampas de la Pasión, celebrado en Madrid en mayo de ese mismo año. La obra premiada fue un esmalte “champlevé”, sobre cobre titulado Piedad, que representaba a las Tres Marías y San Juan cubriendo el cuerpo de Cristo.

FRANCISCO PRIETO SANTOS. Eloy (1947)
FRANCISCO PRIETO SANTOS. Osmundo (1947)





















Conscientes de la necesidad de dar a conocer sus trabajos en el extranjero, así como de recabar información sobre las novedades y corrientes que imperaban fuera de España, a lo largo de su carrera harían algunos viajes a Francia, en los que además de visitar nuevamente París, volverían a Limoges, solar de la gran tradición medieval del esmalte. Especialmente interesante sería el que efectuaron a París, a finales de 1950, con vistas a montar allí una exposición. Durante esta estancia y por mediación de la Embajada española concertarían varias entrevistas con los directores de las mejore salas y galerías de arte, sobre todo con la Carpantie, preferentemente dedicada a la exhibición de piezas de arte suntuario. Apenas enseñaron a los responsables de la misma una pequeña selección de sus obras, los galeristas, entusiasmados, al punto pondrían a su disposición su sala con el fin de celebrar el año próximo una exposición en la fecha que mejor conviniera a ambos hermanos. Pese a la excelente impresión que causaron sus trabajos, el proyecto no cuajaría, debido a problemas estrictamente comerciales.
En esta época también solían acudir a su taller de Vigo adinerados coleccionistas y compradores, como por ejemplo el multimillonario norteamericano Harry L. Sokol quien, en marzo de 1952 visitaría a ambos hermanos con el fin de adquirir algunas de sus mejores obras, con destino a la Feria Mercantil Española que se celebraría en el mes de mayo en los salones del hotel Waldorf-Astoria, de Nueva York. En aquella ocasión, expresaría asimismo su deseo de comprarles el hermoso políptico esmaltado que reproducía el Pórtico de la Gloria, en el que llevaban los Hernández varios años trabajando, con la intención de ofrecer tan preciada obra a la máxima jerarquía de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, el cardenal Spellman. De todas las regiones, Galicia sería una de las que registrarían mayor participación, destacando en el “stand” de orfebrería el escaparate de los hermanos Hernández, quienes llevaron una buena muestra de su arte: su bellísimo Busto de niña, la reproducción del Frontal de Silos y una selección de sus mejores esmaltes.

Pórtico de la Gloria (h. 1950)
El 20 de julio de 1956 fallecía repentinamente en Vigo Osmundo Gómez. Dos días después sería enterrado en su Valladolid natal en el panteón familiar. La muerte del hermano afectó profundamente a Eloy, pues siempre hubo entre ellos la mayor compenetración. Renunciando ambos a la vanidad personal, compartirían juntos vida y arte. Ya desde sus comienzos, eran tan inseparables que en Valladolid los llamaban “los Osmundos”, pues siempre se les podía ver juntos, paseando o trabajando sin descanso en el taller.
Pese a la impronta indeleble que dejó en Eloy la ausencia del hermano, aquél seguiría trabajando en el mismo silencioso obrador, ayudándose ahora de sus dos hijos -Julián y Eloy-, ya por entonces excelentes artífices, quienes tras su formación en el seno familiar y en la Escuela de San Fernando de Madrid, ingresarían en el equipo artístico, continuando así la tradición y el prestigioso nombre “Hermanos Hernández”. Convertido en patriarca de la familia, Eloy mantendría pujante el taller durante bastantes años, ayudándose cada vez más de sus dos eficaces colaboradores y continuadores de los secretos de su arte. Ambos -los actuales hermanos Hernández- recogerían la llama de esa verdadera escuela artesanal, prolongando el peso glorioso de la firma prácticamente hasta nuestros días.

Alegoría de la caza (h. 1958)
En mayo de 1958, Eloy participaría en la Exposición Nacional de Orfebrería Moderna, organizada por la obra sindical de Artesanía, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En la citada muestra se dieron cita los principales talleres y escuelas del país, desde la andaluza (representada por el sevillano Manuel Seco y los cordobeses Manuel Aumente y José María González), a la catalana (Masriera y Carreras) o madrileña (Juan José García). La orfebrería galaica tuvo su principal exponente en los trabajos de nuestro artista, quien expondría una estilizada Crucifixión y unos encantadores platos esmaltados, con temática de escenas de caza inspiradas en la pintura levantina rupestre.

Crucifixión (h. 1958)
Ese mismo año acudiría con sus obras a la Exposición Universal de Bruselas -la célebre Expo que tuvo lugar de abril a octubre en la capital belga-, y poco después, sería seleccionado para otra importante muestra en Suiza, a la que únicamente fueron invitados el catalán Morató y la firma Hermanos Hernández.
Por estos años son muy numerosos y casi continuos los certámenes y ferias de Artesanía, dentro y fuera de España, a los que acude Eloy ayudado por sus dos hijos. Así, en agosto de 1959, llevarían una muestra de su arte a la Feria Popular de Oporto, figurando en el pabellón de Pontevedra su ya famosa reproducción del frontal de Silos, juntamente con una serie de tallas en azabache.
A primeros de mayo de 1960, los “Hermanos Hernández” consiguen un nuevo éxito en la Exposición de Artesanía, montada por la Casa Sindical de Barcelona, y meses después Eloy recibiría el primer premio de la sección de escultura de la Primera Exposición Regional de Arte Gallego, organizada por el Ayuntamiento de Vigo. La obra de Eloy, que recibiría el máximo galardón, llevaba por título Maternidad y ponía ya de manifiesto una indudable evolución en el artista hacia fórmulas de mayor modernidad. Se trataba de una estilizada escultura en bronce, muy grata por su delicada concepción formal y simplicidad de líneas.

Maternidad (h. 1960)
Por entonces, si tienda-taller del primer piso del número 15 de la calle del Príncipe ya se había convertido en una exposición permanente, mostrándose con gusto exquisito y en vitrinas sus principales creaciones. En las diversas dependencias pueden verse aún sus magníficos bustos de cobre o plata esmaltados, sus encantadores marfiles, azabaches y cuadros de esmaltes, figurando en un rincón del mismo la espléndida reproducción del frontal de Silos. Allí también pueden contemplarse los numerosos títulos o diplomas obtenidos por ambos artistas, así como dos obras regaladas por dos grandes amigos: el retrato de los dos hermanos trabajando en sus cobres, óleo del abulense Eduardo Martínez Vázquez, y el impresionante grupo escultórico con sus vigorosas efigies, esculpido en mármol negro de Teruel por el tarraconense Santiago Costa, primo del malogrado Julio Antonio.

Salón principal del taller-museo de los Hernández, en la calle del Príncipe (Vigo)
EDUARDO MARTÍNEZ VÁZQUEZ. Retrato de los hermanos Hernández trabajando (h. 1934)
SANTIAGO COSTA BAQUÉ. Retrato de Osmundo y Eloy Hernández
Eloy acariciaba por entonces el proyecto de legar a la ciudad de Vigo su colección particular, con el fin de crear un museo de sus obras, por lo que difícilmente se desprendería de alguna de sus piezas claves. El viejo artista, habiendo rechazado tentadoras ofertas, guardaba para sí sus mejores obras, no sólo porque creía que formaban parte de su existencia sino también pensando en la apertura de un hermoso museo que las custodiara y las diera a conocer.
Sus vínculos con Valladolid continuaban siendo muy fuertes. Eloy aprovechaba la menor ocasión para pasar unos días en su ciudad natal, no sólo para ver a sus hermanos y sobrinos, sino también para evocar tiempos pasados con los numerosos amigos que le querían y admiraban. Solía regresar a Valladolid por Semana Santa, de cuyos desfiles procesionales era ferviente entusiasta, tal como podemos comprobar en unas declaraciones hechas a un periodista en 1965: “Cada año siento más emoción y cada vez me estremece más nuestra Semana Santa por su organización y sus indudables maravillas artísticas. Uno la quiere y admira tanto que parece que no necesita nada. Quizás una mayor difusión por el mundo”.
En estos últimos años concurre con sus hijos a algunas exposiciones monográficas organizadas por la Obra Sindical de Artesanía, como fue el caso de la Primera Muestra de Azabaches, celebrada en septiembre de 1966 en el Hospital de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela, a la que llevaron tres obras: un Tríptico (Flagelación, Descendimiento y Ascensión), el altorrelieve Santiago a caballo y una bella figura mitológica titulada Leda.

Tríptico de la Pasión (entre 1945-1955)
Santiago Matamoros (entre 1945-1955)
Leda (entre 1945-1955)
En julio de 1969, Eloy habría de interrumpir precipitadamente sus vacaciones en Canarias, al recibir la grata noticia de la concesión de la “Medalla de Oro al Artista Artesano” (o “Artesano Ejemplar”), que recibiría de manos del Dictador, el 17 de ese mismo mes en los Pabellones de Artesanía para el Extranjero, montados en la Casa de Campo de Madrid. Se trataba de la máxima distinción nacional, que anualmente -con motivo del 18 de julio, festividad de la Exaltación del Trabajo- otorgaba la Obra Sindical a la figura más destacada del país en el terreno de las especialidades artesanas. Tan alta y a la vez entrañable recompensa, con la que se quería enaltecer a toda la gran familia artesanal, vino a rubricar la labor del ya anciano, pero aún entusiasta orfebre, que siempre quiso trabajar en la más pura tradición manual de la mejor artesanía. Por entonces, el artista, pese a su avanzada edad, conservaba intacto su proverbial buen humor, así como su envidiable vitalidad y extraordinaria fortaleza de ánimo.

Eloy contemplando la escultura egipcia del escriba sentado en el Museo del Louvre
En marzo de 1972 acudiría con sus esmaltes a la II Feria de Artesanía y Turismo de Palma de Mallorca, en representación de la artesanía pontevedresa, obteniendo el acostumbrado éxito. Eloy fallecería el 1 de octubre de 1974 en Vigo. Dos días después y cumpliendo sus últimas voluntades, su cadáver fue trasladado a Valladolid y enterrado en al panteón familiar.

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: Los hermanos Hernández. Orfebres y esmaltistas Art Déco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: “Los hermanos Hernández”. En GONZÁLEZ, Félix Antonio: Personajes vallisoletanos, II, Diputación de Valladolid, Valladolid 2004, pp. 245-256.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos [at. al.]: Os Hernández ourives de Vigo, Concello de Vigo, Vigo, 2006.

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