Una
de las grandes noticias, si no la mejor, con la que se ha inaugurado la Semana
Santa 2017 de Valladolid es la “aparición” y recuperación por parte de la
Insigne Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno del primitivo
boceto que se mandara tallar en 1801 al escultor y académico Pedro León Sedano
(1736-1809) para realizar la nueva escultura de Cristo Despojado que
sustituyera a la que había esculpido en 1679 Juan de Ávila, pero que por
desgracia ardió, junto con buena parte de los retablos del templo nazareno en
1799. Pero, esa historia la contaremos después. Lo primero es lo primero, y lo
primero es hablar brevemente acerca del feliz acontecimiento de la recuperación
del boceto.
La
presentación del pequeño Despojado tuvo lugar en la sala de cabildos de la
Cofradía en la mañana del día 5 de abril. Allí estaban presente el Alcalde de
la Cofradía, Ramón Alonso-Manero; el conservador del Museo Nacional de
Escultura, José Ignacio Hernández Redondo; y Andrés Álvarez, profesor de la
Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Valladolid, y restaurador
de la pieza junto a algunos de sus alumnos. Según relató el actual Alcalde-Presidente
de la Cofradía, hace unos meses un hermano cofrade, Domingo González, contactó con
el anterior Alcalde-Presidente para comentarle que deseaba entregarle una
imagen, pero sin especificar de cuál se trataba. Cuando finalmente quedaron
para la entrega la sorpresa fue mayúscula ya que al desembalarla vieron que se
trataba del boceto previo a la ejecución del Cristo del Despojo, del cual tan
solo existía una imagen, que fue la publicada en 1940 por Filemón Arribas en su
imprescindible libro acerca de la Cofradía de N.P. Jesús Nazareno.
Según
recoge El Norte de Castilla en sus
páginas: «Él nos contó que la viuda de otro
cofrade le había entregado casi en secreto de confesión la talla, para que la
conservara y con la condición de que no la malvendiera. Entonces consideró que
lo mejor es que la tuviera la cofradía y por eso nos la entregó», comentó el
alcalde-presidente, quien precisó que no se ha podido conocer cómo la imagen
salió de la cofradía. «Suponemos que era una época en la que algunas imágenes
salían por devoción a la casa de los cofrades y en alguna de esas salidas no
regresó», añadió.
La imagen se puso en
octubre en manos de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración
de Bienes culturales de Valladolid para su restauración cuyo director, Andrés
Álvarez, destacó que se trata de una pieza «excepcional». «Es una pieza que ya
estaba restaurada, que tenía dos dedos que no eran suyos y le faltaban los
meñiques. Tenía repintes. Es una imagen muy curiosa, hay muchas incógnitas pero
me llama la atención la calidad técnica, los ojos de cristal, la policromía con
mimo. Con mucho detalle», incidió este profesor, quien se decanta por que la
autoría de la misma sea de Claudio Cortijo.
El conservador del Museo
Nacional de Escultura, José Ignacio Hernández, se mostró contrario a que el
autor sea Cortijo, pues ve el modelo con otros rasgos diferentes a los que
caracterizaban a este autor. «El modelado es distinto y el rostro es más
afilado, coincide más con otras obras de Pedro León de Sedano», señaló, y
añadió que Filemón Arribas habla en el libro de 1940 sobre un boceto que
realizó el escultor Pedro León de Sedano y que se adquirió por más de cien
reales.
Yo
coincido plenamente con Andrés Álvarez en que la talla pueda ser de Cortijo,
sin embargo, el que una persona que admiro tanto como José Ignacio Hernández
Redondo suponga que pueda ser de Pedro León Sedano me crea ciertas dudas,
puesto que se trata de uno de los grandes conocedores de la escultura barroca
castellana, y, sobre todo, de la procesional. Sea como fuere, Cortijo o Sedano
(dos caras de una misma moneda: escultores casi contemporáneos, que mientras
que uno se decantó por ser el último maestro vallisoletano barroco -Cortijo-, el
otro lo hizo decididamente por las reglas académicas del neoclasicismo
-Sedano-. Llama la atención que el más joven fuera el que apostara por el
barroco, al cual ya se consideraba por entonces caduco y pasado de moda), a continuación
trataremos de la pieza de la cual fue modelo: el Cristo Despojado que Cortijo
talló en 1801 y que es venerado desde entonces en al retablo colateral de la
Epístola de la iglesia penitencial de N.P. Jesús Nazareno. No quiero olvidarme
de reseñar el acertadísimo lugar en el que ha sido colocado el pequeño
Despojado: en una hornacina horadada dentro de la pared de la escalera de la
casa de hermandad de la cofradía. Además se le han colocado detrás sendos
espejos para que así se pueda tener una visión de la pieza de 360º.
El
Cristo tallado por Claudio Cortijo (1748-1813) fue el resultado de la necesidad de contar con una
nueva figura del Despojado que presidiera el paso del “Despojo” o “Redopelo”
que fue encargado en 1679 al escultor y hermano cofrade Juan de Ávila
(1652-1702). Tanto el Cristo del Despojo tallado por Ávila como su retablo
desaparecieron en el transcurso del pavoroso incendio acaecido en la iglesia
penitencial en el año 1799. En cabildo celebrado después de la procesión del Corpus
de 1801 se delegó al pintor (más bien policromador) Anastasio Chicote y al
escultor, ensamblador y tallista Eustaquio Bahamonde (1757-1830/1837), la
gestión para realizar una nueva imagen de Cristo que sustituyera a la malograda
de Ávila. Finalmente se le encargó la tarea a Claudio Cortijo, si bien debía de
seguir puntualmente el modelo elaborado por el escultor (también realizó
retablos y otras labores propias de ensambladores y tallistas) Pedro León
Sedano. La policromía de la escultura corrió a cargo de Anastasio Chicote,
mientras que las tres potencias de plata de la cabeza fueron confeccionadas por
el platero Manuel Torices. El resultado fue un Cristo que aún mantiene las
formas barrocas pese a lo avanzado de la fecha (1801), siendo uno de los
últimos ecos de este periodo. Cristo aparece desnudo, de pie y en actitud
inclinada. Tiende los brazos al frente, con los codos y rodillas
ensangrentados. En esta imagen, Cortijo, se tuvo que enfrentar a un desnudo, lo
que conllevaba la realización de un buen estudio anatómico, labor en la que
fracasó, pues le representa de una forma excesivamente rígida. La cabeza es lo
mejor del conjunto, destaca por el minucioso tratamiento del cabello y la
barba. El tratamiento del paño nos introduce ya de pleno en el mundo
neoclásico. Es sin ninguna duda su obra maestra.
Tras
el citado incendio, también hubo necesidad de sustituir la mayoría de los
retablos. En el caso que nos ocupa no fue hasta 1811 cuando lo construyó el
ensamblador José Bahamonde (1777-1852), último miembro de una extensa saga de
escultores y ensambladores que se inició con Pedro Bahamonde (1707-1748). Se
trata de un sencillo retablo neoclásico formado por un solo cuerpo flanqueado
por dos columnas corintias. En el entablamento figura una grisalla efigiando a
la Sagrada Familia, y a ambos lados ángeles de escultura (madera estucada para
que parezcan de mármol).
El
Cristo tallado por Cortijo procesionó desde el momento de su ejecución hasta la
desaparición de las procesiones a finales del siglo XIX. Posteriormente,
desfiló de manera intermitente durante el siglo XX: en un principio presidiendo
el paso para el que fue realizado (fue sustituido por un Ecce Homo atribuido a
Francisco Alonso de los Ríos), y, posteriormente, en la procesión de Regla de
la cofradía, de manera individual. Sería todo un acierto que se volviera a
contar con ella ya que, queramos o no, se trata de una de las esculturas
históricas de nuestra Semana Santa.
BIBLIOGRAFÍA
- ARRIBAS ARRANZ, Filemón: La Cofradía Penitencial de N.P. Jesús Nazareno de Valladolid, Imprenta y librería Casa Martín, Valladolid, 1946.
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