jueves, 14 de enero de 2016

LA ARQUITECTURA BARROCA EN VALLADOLID (1650-1750) II. "El Barroco exaltado"


El desarrollo decorativo de los edificios comenzado con Felipe Berrojo en los años de 1660, y que apenas tuvieron incidencia, se vio culminado en la primera mitad del siglo XVIII, periodo que fue tildado por el profesor Martín González como de “barroco exaltado”. Durante esta etapa no solo la decoración irá en aumento (habrá una mayor exuberancia ornamental), sino que el barroquismo se irá vislumbrando también en otros elementos: en las líneas movidas de las fachadas y las plantas, en los elementos de apoyo, etc… A pesar del fuerte influjo del barroco, la llama del clasicismo no terminará de extinguirse.
En los interiores de las iglesias existirá una dicotomía: mientras que las plantas siguen siendo, por lo general, bastante simples, las yeserías y decoraciones de sus interiores se irán complicando cada vez más. Las bóvedas y los vanos se cubrirán con formas vegetales, grandes rameados, líneas quebradas y mixtilíneas, etc. Se llegará en algunos extremos a un verdadero horror vacui.
La aparición y progresiva consolidación del barroco exaltado en Valladolid llegará de fuera, puesto que los arquitectos locales, más bien maestros de obras, seguirán en gran medida fórmulas clasicistas, aunque ya no con tanta pureza. Las influencias de este barroco exaltado proceden fundamentalmente de dos ciudades: Salamanca y Madrid. De Salamanca llegarán fray Pedro de la Visitación y Alberto Churriguera, los cuales legarán a la ciudad dos obras emblemáticas: la nueva fachada principal de la Universidad, y el segundo cuerpo de la fachada principal de la Catedral. Desde Madrid no se recibirán arquitectos sino influencias, concretamente comparecerán las del gran arquitecto castizo Pedro Ribera de manos del vallisoletano Manuel Serrano.

A- LA INFLUENCIA SALMANTINA
En 1715 la Universidad tenía proyectada una ampliación del edificio, el cual se había quedado pequeño y vetusto. La culminación del proyecto venía dado por la apertura de una nueva fachada a la antigua Plaza de Santa María. El principal motivo de dicho emplazamiento no era otro que el querer dotar a la Universidad de una fachada monumental que ennobleciera a la institución, así como el abrirse a una gran plaza desde la que poder celebrar diferentes fastos.
La nueva fachada, según la opinión de Brasas Egido “el conjunto civil más importante, opulento y decorativo del barroco vallisoletano”, suponía una importante novedad, pues hasta entonces no se había realizado en la ciudad una fachada en la que la escultura tuviera un papel tan principal, si exceptuamos la de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias.

Tres maestros fueron los que presentaron trazas para realizar la fachada: Blas Martínez de Obregón, Pablo Mínguez y el carmelita Fray Pedro de la Visitación, siendo este último el que se quedaría con la obra. Fray Pedro seguramente se había formado en Salamanca, ciudad en la que ya había realizado algunas obras. La parte escultórica de la fachada, elemento fundamental de la misma, corrió a cargo de la saga de los Tomé: Antonio y sus hijos, Narciso y Diego.
La fachada parece una clara superposición de dos estilos: por una parte, el clasicista, representado por los dos cuerpos que la componen, los cuales carecen de cualquier tipo de ornamental; y por otro lado, el propiamente barroco, que tiene en la portada su exponente. Es en dicha portada donde tienen asiento las hornacinas con las esculturas, las decoraciones vegetales de gran resalte, los escudos, unas potentes columnas de orden gigante, que en los dos cuerpos clasicistas no pasaban de ser simples pilastras, también gigantes. En contra del carácter horizontal de la fachada se encuentra la airosa peineta que otorga a la fachada una mayor altura y distinción. Otro elemento barroco a tener en cuenta son las airosas esculturas de alegorías de las enseñanzas que se impartían en la Universidad y de los Reyes protectores de la misma que apean sobre la balaustrada, las imágenes se encuentran plenamente aislada, han conquistado el espacio.

El otro elemento salmantino fue, como ya hemos visto, Alberto de Churriguera, quien llega a la ciudad del Pisuerga desde Salamanca en el año 1729 para encargarse de la construcción del segundo piso de la fachada principal de la catedral. El primer cuerpo, que se realizó con grandes errores, era un simple arco del triunfo. Encima construiría un piso con unos perfiles más finos y suaves que el anterior. En la obra, que duró tres años, fue asistido por su sobrino Manuel de Larra. El proyecto ideado en un principio por Churriguera irá sufriendo numerosas modificaciones. Uno de esos cambios tendrá por protagonistas a las estatuas que se debían colocar en la balconada de este segundo piso. Si en un principio se pensó en poner a los cuatro Evangelistas, finalmente se decidió que fueran los cuatro Doctores de la Iglesia, encargándose de esculpirlas los escultores Pedro Bahamonde y Antonio de Gautúa.


B- LA INFLUENCIA MADRILEÑA: MANUEL SERRANO
Manuel Serrano es quizás el arquitecto local más importante de la primera mitad del siglo XVIII. Nacido en Valladolid hacia 1700, residió durante algunos años en Madrid, momento en el cual recibiría las influencias del gran arquitecto cortesano Pedro de Ribera. Su arquitectura denota claramente la influencia del madrileño: así, muestra una gran afición por las plantas curvas, fachadas movidas y molduras flexuosas.
El regreso a Valladolid fue motivado por la obra de la iglesia parroquial de Renedo (1736), iglesia que junto a la parroquial de Rueda (1738-1742) son sus obras más descollantes. En la iglesia parroquial de Renedo aunque utiliza el viejo sistema de una sola nave con capillas laterales entre contrafuertes, introduce como novedades, además del movimiento de la fachada, el hecho de que las capillas, con plantas curvas, no se comuniquen entre ellas.

Iglesia parroquial de Renedo
Iglesia parroquial de Rueda

 En la ciudad de Valladolid su obra más emblemática fue la desaparecida iglesia del monasterio premostratense de San Norberto (1747-1753). Canesi refiere que los cimientos del templo los realizó “el maestro de tan suntuosa fábrica Manuel Serrano, hijo de esta ciudad, en este sitio, que fueron casas de los Maldonado”. La fachada era semicircular, con formas en avance y en retroceso, se encontraba enmarcada por un baquetón mixtilíneo envolvente, a la manera que había utilizado en las iglesias de Renedo y Rueda. También las capillas de los laterales debían ser similares a las de estas dos iglesias, puesto que Casimiro González García-Valladolid llega a afirmar que eran “de arcos”, es decir, con planta curva. Con el tiempo llegaría a ser el artista más prestigioso, y mejor pagado, de la ciudad.
Iglesia de San Norberto (desaparecida). Reconstrucción realizada por Juan Carlos Urueña Paredes en su libro Rincones con fantasma

C- MATÍAS MACHUCA
Matías Machuca es el otro representante local del barroco exaltado. Si bien desconocemos casi por completo su vida y formación, Martín González lo ha puesto en relación con Alberto de Churriguera. Este arquitecto tendrá el gran honor de levantar la fachada más barroca de la ciudad: la de la iglesia del hospital de San Juan de Letrán.
Su primera intervención de importancia fue la reparación de la torre de la nave del Evangelio de la catedral (1726), para lo cual siguió el parecer del arquitecto benedictino Fray Pedro Martínez, autor, entre otras obras, de la fachada del Monasterio de San Pedro de Eslonza.

En 1732 contrata la fachada y el cuerpo de la iglesia de San Juan de Letrán. La iglesia primitiva fue derribada para realizar esta nueva que se comenzó a construir en 1675 de la mano de Luis de Naveda y Antonio del Solar, los cuales siguieron los planos confeccionados por Juan Tejedor Lozano. Las obras sufrieron un importante parón y no se prosiguieron hasta el año 1729. Que la nueva fachada gustó a Manuel Canesi da buena prueba el siguiente comentario: “Y es tan superior la idea que ha formado Matías Machuca para la fachada, que es toda de piedra, con el adorno de varias columnas y estatuas, que bien examinadas, han declarado los peritos en la arquitectura que es de lo mejor que hay en Castilla y lo mismo el pulimento de la iglesia”.
La fachada se estructura a través de un gran cuerpo central dividido en dos pisos, dos alas laterales poligonales y un pequeño ático. La planta es muy movida con sus curvas y sus contracurvas, no sería muy aventurado decir que fue la fachada más barroca de la ciudad junto a la del convento de Premostratenses. La decoración se concentra en la calle central. Las columnas son plenamente barrocas debidas a ese aspecto bulboso y esponjoso. En el ático se desarrollan sendas torrecillas en los laterales y una central más amplia que alberga en su interior una imagen del titular del templo: San Juan Bautista, a ambos lados de esta torrecilla encontramos las esculturas de la Fe y la Caridad. El interior de la iglesia posee sus magníficas yeserías plenamente barrocas, las cuales se desarrollan a partir de una “fastuosa hojarasca, muy abultada y de formas retorcidas, todo de ritmo intensamente barroco”.

Conservamos noticias de un buen puñado de obras realizadas por Matías Machuca: así, por ejemplo, en 1722 levanta parte del Convento de Nuestra Señora de la Victoria que se había arruinado en 1717; en 1725 trabaja para la iglesia de la Merced Descalza, donde se encargó de levantar la fachada, capilla mayor y decoraciones barrocas del interior (yeserías) en forma de “pompas y morteros y otros adornos de este género”; y en 1734 erige, de manera conjunta con Manuel Morante, la iglesia del Convento de las Comendadoras de Santa Cruz, la cual contiene también unas suntuosas yeserías. Entre las obras que se le atribuyen, debido fundamentalmente a las yeserías que exhiben sus interiores, se encuentran la capilla de San Joaquín y Nuestra Señora de la Mano del Convento del Carmen Descalzo (actual Santuario de Nuestra Señora del Carmen Extramuros) o la iglesia conventual de Santa Clara (1739-1742). Todas ellas poseen unas decoraciones muy similares entre sí, y a la vez parecidas a las que realizó Machuca en la iglesia de San Juan de Letrán.

Convento de Nuestra Señora de la Victoria (desaparecido)
Convento de las Comendadoras de Santa Cruz (las Francesas)
Convento de Santa Clara
BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO: José Carlos: “Arquitectura y urbanismo del siglo XVIII”. En Valladolid en el siglo XVIII. Historia de Valladolid, V, Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1984.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Arquitectura barroca vallisoletana, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1967.

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