sábado, 28 de septiembre de 2019

LA YESERÍA EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID III: La Capilla de la Virgen del Carmen en la iglesia de Santiago de Alcazarén


La yesería es un arte que además de resultar bastante económico da unos resultados espectaculares, sobre todo cuando hay una talla prolija y se policroma. Ya anteriormente hemos visto los casos de las Yeserías de la bóveda de la iglesia de San Juan Bautista de Rodilana (1563), excelente ejemplar renacentista debido a los hermanos Corral de Villalpando; y las Yeserías de la cúpula de la capilla de don Gaspar de Vallejo en la iglesia de Santiago de Valladolid (Anónimo, h. 1697). Pues bien, hoy vamos a ver quizás uno de los ejemplares más impresionantes de toda la provincia, y quizás de toda Castilla durante el Barroco. Se trata de las Yeserías de la cúpula de la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la iglesia de Santiago de Alcazarén, capilla que además cuenta con el añadido de que el retablo de la misma posee un transparente que resulta ser doble puesto que al otro lado existe otro retablo. La explicación íntegra de las yeserías está tomada del artículo reflejado abajo de la profesora Fernández del Hoyo. Asimismo, aunque la mayor parte de las fotografías son mías, hay bastantes que se las debo a Víctor Gutiérrez e Ismael Catalina, que me las pasaron hace tiempo. Gracias.
La parroquia de Santiago, de Alcazarén (Valladolid) -de la que ya hemos tratado al hablar de las pinturas murales góticas que aparecieron en su capilla mayor, que obligaron a adelantar el retablo mayor-, originariamente un edificio románico mudéjar, experimentó profundas transformaciones en los siglos XVII y XVIII. Adosada a la cabecera por el lado del evangelio se construyó en esta última centuria una pequeña capilla, a modo de camarín con transparente, dedicada a la Virgen del Carmen y que tiene acceso directo desde el presbiterio del templo. En contraste con la sencillez de su arquitectura, un cuadrado sin ningún ornamento arquitectónico, y sobre pechinas desornamentadas, se levanta una media naranja adornada con yeserías polícromas de original diseño.

La capilla estaba ya en construcción en mayo de 1762, fecha en que se anotan las primeras cantidades “para la fábrica de la capilla de Nuestra Señora del Carmen que con licencia de Su Sª Ilma. se está haziendo en mi iglesia”. Quien consigna el pago es el párroco D. Diego Ramírez de Arellano, que desempeñó un importante papel en la realización de la obra aunque no pueda considerársele fundador o patrono de la capilla ya que ésta se construyó con la aportación de los fieles. La capilla estaba terminada en lo esencial en julio de 1768, cando el sacerdote rinde cuentas del coste de la misma.
El autor de las trazas fue el arquitecto Fray Antonio de San José Pontones, religioso jerónimo en el convento de la Mejorada de Olmedo, quien acudió en tres ocasiones a vigilar la marcha de las obras. Según afirma el párroco él mismo costeó los gastos del arquitecto a quien “gratificó” por ambas actuaciones. Su actividad como arquitecto se constata en diversas provincias castellanas y en El Escorial, con especial dedicación a las obras públicas; su estilo es, naturalmente, sobrio y desornamentado, en nada afecto a las fantasías barrocas. Precisamente en 1762 Pontones supervisaba la construcción del camarín del mismo Alcazarén, que realizaba al maestro Antonio Cecilia con trazas probablemente suyas y que se decoraba también con yeserías “con los atributos de María Santísima”.

A la izquierda del ábside central observamos la capilla de Nuestra Señora del Carmen
De la construcción de la capilla del Carmen fueron responsables Joseph Muñoz y Fernando Álvarez, maestros alarifes de Alcazarén, mientras que el artífice de la talla fue Domingo Fernández Pedrosa, “de oficio tallista vzº de la vª de Íscar” a quien se pagan 1.116 reales “por 75 días que se ocupó en la talla de yeso de dha capª”.
La decoración de la media naranja adopta una disposición radial, a partir de una clave adornada con 4 cabezas de ángel en medio de follaje: 8 pilastras originan 8 segmentos trapezoidales de molduras mixtilíneas; unas y otros ostentan yeserías. En el segundo que coincide con el remate del retablo, un águila bicéfala coronada, que porta en sus garras espada y cetro, sirve de marco al escudo del Carmelo; entre sus dos cabezas aparece otra humana; encima el monograma de María, con corona imperial. En el resto de los espacios trapezoidales, los emblemas de la Virgen: sol, luna, espejo, rosa, ciprés, torre y palmera aparecen rodeados de un variado repertorio de formas de raigambre claramente manierista, entre las que figuran grutescos, veneras, cestas de frutas, vegetales, volutas, etc. que se repiten alternativamente dos a dos. Bajo ellos, en el arranque de la cúpula, alternan cartelas rodeadas de volutas y ramos con 4 grupos de dos sirenas enfrentadas que sostienen una venera con una de sus manos mientras se llevan la otra al torso; bajo el águila bicéfala aparece un ángel de cuerpo entero que parece llevarse un dedo a los labios en actitud de reclamar silencio.

Sobre las pilastras, y a modo de estípites figurados, se superponen figuras de torso humano, vestidas con variados atuendos, que se resuelven en formas inorgánicas, mascarones, ángeles-atlantes, emblemas musicales, cintas, drapeados, elementos vegetales, etc. Cinco de ellas tocan instrumentos musicales de cuerda: violín, guitarra, y de viento: serpentón, fagot y chirimía, en tanto que la sexta –que difiere por su factura, tamaño y atavío– parece tener las manos vacías aunque por su postura podría tocar unas invisibles castañuelas. Las dos pilastras que restan acogen a las que parecen ser las figuras principales: el rey David, barbado, con manto y corona, tañe el arpa; a su lado un personaje que con la derecha parece dirigir la orquesta. Completando la decoración, cuatro niños de bulto redondo se sientan sobre la cornisa con las piernas en el vacío; en sus manos derechas quedan argollas que bien podrían haber servido para colgar lámparas.

Todas las figuras están talladas en yeso con bastante resalto, singularmente las humanas que son también las más toscas dentro de la factura eminentemente popular de todo el conjunto. La cúpula ostenta una rica policromía de colores fuertes de los que está ausente el oro, lo que contribuye a acentuar el aspecto exótico de las yeserías. En 1774 se pagaba a “Roque Felipe, vº de Cuéllar y a Segundo del Río, vº de Olmedo doradores”, por “dar de colores a la talla de la media naranja de la capilla”.
La mayoría de los motivos que aparecen en la cúpula son habituales en el barroco peninsular y americano. La verdadera originalidad de la decoración reside en las figura de músicos que forman los estípites animados. Ángeles que tañen instrumentos musicales aparecen en la capilla del Rosario, de Oaxaca, y en el sotocoro de Tonantzintla, en México, pero no conocemos ejemplos de músicos adultos en la época. Quizá sería preciso retrotraerse a iconografías medievales. El rey David de la Portada de las Platerías y los ancianos apocalípticos del Pórtico de la Gloria, de Santiago de Compostela, podrían haberse unido con un sentido de exaltación mariana, en cuyo honor se interpreta el celestial concierto.

La factura eminentemente popular de la talla, a lo que contribuyen de un modo muy notable los fuertes y contrastados colores de la policromía, hacen de las yeserías de Alcazarén algo verdaderamente inusual, exótico en el barroco castellano.

BIBLIOGRAFÍA
  • FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “Las yeserías figurativas: apuntes para su estudio”, Actas del V Simposio hispano-portugués de historia del arte, Valladolid, 1990, pp. 113-117.

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