Uno
de los retablos más grandiosos y bellos de la provincia de Valladolid es el de
la iglesia parroquial de Tudela de Duero. El retablo, claramente influenciado
por el retablo mayor del Monasterio de El Escorial y el de la Colegiata de
Villagarcía de Campos, es una rotunda máquina de madera policromada que se
adapta perfectamente al testero plano de la iglesia, la adaptación llega a tal
extremo que sortea perfectamente los nervios de la bóveda de la capilla mayor.
Se estructura a través de un estrecho banco, tres calles (la última en su parte
central invade el ático) y cuatro entrecalles.
Las
columnas del retablo son jónicas en el cuerpo inferior y corintias en los
restantes. Están ornadas en el tercio bajo, excepto en las del sobrecuerpo, que
son simplemente estriadas. Los frisos están decorados con roleos vegetales y
niños desnudos. El friso que limita con el ático se exorna con triglifos y
metopas, algo ya propio de los retablos herrerianos.
En
el banco, formado por cuatro basamentos que sirven de pilares a los
intercolumnios de los cuerpos, se sitúan seis tableros con parejas de santos
sentados: San Jerónimo y San Ambrosio, San Esteban, San Mateo y San Juan, San
Marcos y San Lucas, San Miguel y San Rafael, San Gregorio y San Agustín; en los
enveses, los relieves de Santa Apolonia, Santa Lucía, Santa Águeda y Santa
Bárbara. Todos los santos son claramente identificables gracias a los atributos
que portan.
En
el centro del banco, y ocupando parte del primer cuerpo, se sitúa el Sagrario,
cuya parte escultórica fue llevada a cabo por el gran Gregorio Fernández. En el
frente, en la portezuela, aparece la efigie de Cristo Redentor con la bola del
mundo en la mano izquierda. En el lado izquierdo se aposenta la Virgen con el
Niño y dos angelitos; en el lado derecho, la Esperanza. Las figuras están
inscritas dentro de arquitecturas clasicistas con frontones curvos y rectos
alternativamente, así como columnas de fuste entorchado con el tercio inferior
decorado con labores manieristas. Por tanto, en el Sagrario se representan las tres
Virtudes teologales: la Fe en la persona de Cristo, la Esperanza y la Caridad.
Los
tres cuerpos poseen una distribución similar: en los intercolumnios esculturas
de santos, en las calles extremas relieves de la vida de Cristo, y en la calle
central el sagrario, una Inmaculada y el Calvario.
El
primer cuerpo lo conforman las esculturas de San Juan Bautista, San
Pedro, San Pablo y San Bartolomé, y los relieves de la Anunciación
y la Visitación. La escena de la Anunciación fue añadida al
retablo en 1610, junto a las esculturas del tabernáculo, por Gregorio Fernández
–todas ellas pertenecen a su primera etapa, en la cual se deja seducir por el
manierismo–. En la parte superior del relieve está Dios Padre –interpretado
como un anciano de largas barbas–que presencia la escena desde las alturas y
que extiende sus bazos en señal de bendición. Recoge su manto y está rodeado de
ángeles de cuerpo entero y caras de serafines en medio de nubes. Entre ellos,
la paloma del Espíritu Santo. El arcángel San Gabriel porta la vara de azucenas
de una forma muy elegante, y alza el brazo derecho en el momento de hacer el
anuncio a María, que está arrodillada ante un reclinatorio bajo el que se
descubre el jarrón de flores que simbolizan su pureza. La Virgen se vuelve para
escuchar el mensaje, con la mirada gacha hacia el suelo.
El
relieve frontero es el de la Visitación
de la Virgen a su prima Santa Isabel. La composición se encuentra dividida
a la mitad por un fondo arquitectónico, situándose tres mujeres a cada lado de
manera que el encasamento queda perfectamente ordenado. A partir de esta
hornacina, todas las demás dibujan su fondo a base de arcos de medio punto,
salvo en la Circuncisión, pero produciéndose una clara simetría entre todas las
tablas.
Los
dos cuerpos superiores nos muestran historias de la infancia de Jesús. En el
segundo piso figuran San Felipe, San Andrés, Santiago
peregrino y otro santo sin identificar. Las dos escenas de este
cuerpo nos efigian a las dos Adoraciones: la Adoración de los Reyes Magos
y la Adoración de los Pastores, mientras que en la calle central se
acomoda una preciosa imagen de la Asunción,
titular del templo, que es ayudada a elevarse por unos ángeles, mientras que
otros la coronan. La Epifanía
presenta una gran concentración de personajes, que también será un rasgo común
con el resto de los paneles. La figuras asoman la cabeza entre el tumulto que
parece generarse ante tanta agrupación de tallas y, en el plano más secundario,
tres cabezas se vislumbran en la lejanía. En la Adoración de los Pastores, el Niño reposa en la cuna y secciona el
plafón en dos, distribuyéndose María y José, por una parte, y el grupo de
pastores, por otra. Unos serafines se divisan insertos entre los arcos del
fondo. Estas dos últimas hornacinas tienen en común con la de la Visitación el
absoluto protagonismo del neonato, que se ubica en el centro de la narración.
El
último cuerpo lleva en los intercolumnios otros cuatro apóstoles que no se han
podido identificar por carecer de atributos. Se trata de figuras monumentales,
subidas sobre peanas, de largas barbas. Algunas de ellas definen elegantes
actitudes declamatorias. Prácticamente todas exhiben un libro que, incluso,
llegan a leer en algún caso. En cuanto a las escenas, en el centro aparece el Calvario, y a los lados la Circuncisión y Jesús entre los doctores. En el ático aparecen sentados Moisés y otro profeta (probablemente Aarón). El tablero de Jesús entre los Doctores está concebido
de forma apaisada, lo que da una sensación de mayor profundidad. Jesús ha sido
colocado en posición elevada destacando claramente sobre los sabios, que le
escuchan, consultan libros, comentan entre sí asombrados. El Crucificado del
Calvario es de bella factura y anatomía depurada, con el abdomen hundido,
lazada del perizonium a la derecha, rodillas violáceas, señal de una muerte
reciente, y brazos ligeramente arqueados.
Sobre
la autoría del retablo ha habido muchas dudas y discordias. Agapito y Revilla
propuso el nombre de Isaac de Juni, que mantuvo Weise. En cambio Azcárate es
partidario de ver en esta obra la mano de Adrián Álvarez. Una referencia
documental, extraída de la visita de 1573, aporta nueva luz: el visitador
ordena que el retablo mayor se hiciera a la mayor brevedad “conforme a la traza y condiciones que Manuel
Álvarez y Juan de la Maza tienen dadas… dando todo lo necesario de la renta de
la fábrica de la dicha iglesia a los dichos maestros”. No hay confirmación
documental de que les dieran a hacer el retablo, sí la hay estilística. El año
1573 es la fecha de arranque para la elaboración del retablo. En 1586 estaría
asentado, pero no enteramente terminado porque faltaban la Anunciación y el
Sagrario. De ahí que apareciera en escena Gregorio Fernández para confeccionar
la primera y que el segundo fuera contratado por el ensamblador Francisco
Fernando en 1611, pero aclarando que la escultura iría a cargo del genial
Fernández. La pintura la estaban haciendo en 1615 Tomás de Prado y Bartolomé de
Cárdenas. Importó la elevada cifra de 10.000 ducados, que dejó empeñada a la
parroquia.
En
lo que se refiere a los tipos empleados por Manuel Álvarez, coautor del
retablo, Parrado del Olmo afirma que los rostros son expresivos, dotados de
barbas y cabellos ensortijados y posturas de movimientos elegantes. Sus
plegados son fluidos, de curvas exquisitas y tendentes a una cierta pesadez
como señal de una evolución hacia actitudes romanistas, aunque siga existiendo
un importante marchamo berruguetesco en la mayoría de sus esculturas. Se trata
de figuras monumentales y de corpulencia anatómica.
El
otro ejecutor del retablo es Francisco de la Maza. Parrado del Olmo se plantea
el problema de deslindar el trabajo de este artista del de Manuel Álvarez. Y,
citando a Martín González, indica que la mano de Álvarez será la más movida, la
que aparece en algunas estatuas de los intercolumnios y en el relieve de la
Circuncisión. Pero disociar ambas actividades no es fácil por la influencia
que mutuamente se proyectan entre sí ambos maestros. En conclusión, serán de
Álvarez todos los apóstoles del primer cuerpo, salvo San Pablo, los del segundo
cuerpo y, quizás el de la entrecalle lateral del lado de la Epístola en el
tercero. El banco y las esculturas de la calle central serán de Francisco de la
Maza. Un tercer escultor participa en el retablo, aunque unos años después:
Gregorio Fernández, que labró las esculturas del Sagrario y el relieve de la
Anunciación.
BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo VI. Antiguo partido judicial de Valladolid, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1973.
- MARTÍN JIMENEZ, Carlos Manuel y MARTÍN RUIZ Abelardo: Retablos Escultóricos: renacentistas y clasicistas, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2010.
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