Durante todo el verano, y hasta el 28 de agosto, se
puede visitar en la Sala Municipal de Exposiciones de la Casa Revilla una
magnífica exposición que viene a ser una especie de “continuación” de una
acontecida hace unas semanas en la Sala Municipal de Exposiciones de Las
Francesas. Me explicó, hace un par de meses en esta última sala de exposiciones
tuvo lugar una muestra que abordaba los Caprichos
de Goya (pinchando aquí puedes revisitar esta exposición). Ahora, en la Casa
Revilla se expone otra de las grandes series de grabados de Goya: Los Desastres de la Guerra (las otras
dos son La Tauromaquia y Los Disparates) Ambas exposiciones han
tenido el mérito de reconciliarme con Goya, especialmente con sus grabados, a
quién cogí bastante manía durante la carrera.
La visita a la muestra es especialmente recomendable
puesto que no todos los días tenemos al lado de casa una de las series de
grabados más importantes de la historia, los cuales se han llegado a considerar
como un precedente de los reporteros de guerra. Pero, ¿sabemos que ilustran los
Desastres de la Guerra?.
INTRODUCCIÓN
En 1808 estalló la Guerra de la Independencia Española
(1808-1814), la primera guerra de guerrillas de la historia de la humanidad.
Las tropas de Napoleón entraron en España para atacar a Portugal, aliada de
Inglaterra en el bloque continental. En un primer momento, las tropas francesas
fueron saludadas jubilosamente. Se pensó que venían a derrocar al odiado
favorito de la reina, Manuel Godoy. Pero cuando Napoleón obligó a abdicar a la
familia real después de los acontecimientos del 3 de mayo y nombró rey a su
hermano José, la situación cambió por completo. El supuesto liberador se
convirtió de golpe en usurpador. Al igual que en el resto de Europa, la
oposición creció a medida que se prolongaba la ocupación. La brutal y sangrienta represión del levantamiento
realizada en Madrid fue la señal para iniciar las sublevaciones contra los
franceses a lo largo y ancho de todo el país. Partiendo de Navarra, primer
puesto norteño que entró en contacto con las tropas, se multiplicaron las
acciones de resistencia hasta la parte más extrema del sur de España.
El 31 de mayo y bajo las órdenes del capitán general José
Rebolledo de Palafox, Zaragoza, patria chica de Goya, comenzó una lucha
encarnizada contra los franceses. La ciudad fue bombardeada desde mediados de
junio, pero resistió valerosamente. A mediados de agosto se retiraron los
sitiadores para hacer una pausa en la lucha. En aquel momento, el general Palafox
encargó al artista que viajase a la capital maña para realizar una serie de obras
que reflejasen el estado en el que había quedado la ciudad de Zaragoza tras los
Sitios. La ciudad cayó el 21 de febrero de 1809, después de un bombardeo
ininterrumpido durante 42 días. La población estaba casi extinguida cuando las
tropas de Napoleón entraron en Zaragoza. Una epidemia de tifus, provocada por
los numerosos cadáveres putrefactos a los que nadie podía enterrar, quebró la
encarnizada resistencia de la población. Goya quedó marcado por la crueldad de
las batallas, y así lo reflejó en las estampas de Los Desastres de la Guerra.
No sabemos cuántas de las escenas horripilantes fueron contempladas
personalmente por el pintor. Únicamente debajo de los Desastres 44 y 45,
que representan a personas huyendo, escribió: “Yo lo vi”. “Y esto
también”.
FRANCISCO DE GOYA. El General José de Palafox, a caballo (1814) |
Este conflicto armado fue acogido en España de
distintas formas y con sentimientos encontrados, rebeliones, batallas, pero
también con esperanza por parte de algunos intelectuales que veían esta
invasión como una vía de escape del absolutismo borbónico y podría permitir un
nuevo liberalismo con ideas desconocidas hasta entonces en España.
La posición de Goya frente a esta guerra no podía ser
clara. Por una parte, conocía el valor dudoso de la dinastía española y sintió
alegría cuando se produjo su derrocamiento. Aplaudió las reformas largo tiempo
ansiada e introducidas por José Bonaparte. Pero, por otra parte, Napoleón oprimía
la casi totalidad de Europa.
CRONOLOGÍA DE LOS “DESASTRES DE LA GUERRA”
La historiografía clásica considera que la serie
comenzó a ser grabada en 1810 y se concluyó en 1820. La fecha de 1810 ha sido
admitida como válida al aparecer en algunas de las primeras láminas. Sin
embargo, la controversia afecta al año de conclusión de la obra. La propuesta
de 1820, admitida por gran parte de la crítica tradicional, se basa en la
explicación de la leyenda "¿Si resucitará [la verdad]?" del Desastre
80, como el deseo de Goya de que fuera restaurado el orden constitucional
promulgado en Cádiz y suprimido después de la vuelta del Borbón, dos años más
tarde. Con este título el artista expresaría algo más que un deseo: la certeza
de que dicho orden iba a ser resucitado, certeza que pudo tener en 1820 a
partir del levantamiento de Riego y de la consecuente jura de la Constitución
por el rey. Las fechas de ejecución de las dos primeras partes en las que se
estructura la serie –las consecuencias de la guerra y el hambre en Madrid– no
plantean demasiadas dudas, pues remiten a situaciones acaecidas durante la
contienda; es decir, habrían sido grabadas antes de la restauración fernandina
en 1814. El problema afecta a la datación de la última parte, los Caprichos
enfáticos. Hay unanimidad en que dichas estampas finales critican la
política absolutista impuesta por el rey tras su retorno, lo que podría
justificar la interpretación del Desastre 80 en el sentido propuesto: la
resurrección de los ideales constitucionales durante el Trienio Liberal,
iniciado tras el levantamiento de Cabezas de San Juan en 1820. A partir de la
misma argumentación, también se ha propuesto datar los Caprichos enfáticos
durante ese trienio, no en los albores del mismo, de modo que la ejecución de
las estampas finales sería posterior incluso a las Pinturas negras.
LOS DESASTRES DE LA GUERRA
La serie de los Desastres de la guerra, que el
artista tituló, muy de acuerdo con el sentido que quiso dar a la obra, Fatales
consecuencias de la sangrienta guerra en España con Bonaparte y otros caprichos
enfáticos, fue dibujada y grabada entre 1810 y 1815. Los grabados fueron ejecutados
a la sanguina casi todos los primeros, y al aguafuerte los segundos, pero, por
razones políticas, no fue publicada en vida del pintor, habiendo tenido que
esperar hasta 1863 para salir a la luz la primera edición.
En el espacio de tiempo que va desde la retirada de
los franceses de Madrid, 17 de mayo de 1813, hasta el retorno de Fernando
-cuando aún existían aún esperanzas de una monarquía constitucional-, Goya
pensó en publicar los Desastres. Había enumerado en secuencia la serie
compuesta por todas las láminas que había preparado hasta entonces. Comenzaba
con las que presentaban a los hombres ajusticiando con el “garrote”: Por una
navaja y No se puede saber por qué (Desastres 34 y 35).
Puesto que los franceses formaban pelotones de ejecución (Desastre 26),
debemos ver aquí una censura de españoles por españoles. Tal vez se trata de
una alusión a las contradicciones de esta guerra. La serie termina,
probablemente, con el Desastre 69, en el que un cadáver transmite a los
vivos el escalofriante mensaje sobre la muerte: Nada. Así se llama. Los
editores de los Desastres suavizaron este ateísmo manifiesto de Goya en
la primera edición del ciclo, aparecida en 1863, y pusieron por subtítulo: Nada.
Ello dirá.
La depuración inmediata de la Corte, ordenada por
Fernando VI, y la caza brutal de los que simpatizaba con los franceses
prohibía, de momento, pensar en la publicación de la serie. Ni siquiera las
imágenes con las escenas del 2 y 3 de mayo, colgadas en el arco de triunfo
levantado en la calle engalanada para la entrada triunfal el rey, fueron
capaces de despejar la duda de si Goya era fiel al rey o no. Ante la nueva
situación, tal vez reconsideró con mirada el patriotismo de los Desastres
y del 2 y 3 de mayo. En cualquier caso, a partir de este momento la ampliación
de los Desastres de la Guerra caminó en dirección a la sátira. Al final
añadió los Caprichos enfáticos, sátiras de situaciones contemporáneas
del artista, principalmente anticlericales.
Aprovechando la promulgación de una amnistía solicitó
un permiso y salió de España. Los Desastres desaparecieron en una caja
que fue ocultada en casa de su hijo. Un año antes de su muerte, en 1853, Javier
Goya vendió ochenta estampas de los Desastres a la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, que fue la institución que las publicó por
primera vez en 1863 bajo el título Desastres de la Guerra. La
preparación de las láminas para la edición fue asignada a los grabadores Carlos
de Haes y Domingo Martínez, quienes retocaron algunas de ellas, eliminaron
arañazos superficiales, remarcaron varios márgenes y añadieron otros, borrando
la parte inferior de ciertos cobres para grabar la leyenda. Las actuaciones no
fueron tan profundas como muchos críticos han apuntado, pero lo verdaderamente
importante es que la necesidad de preparar las láminas permite deducir que, a
diferencia de las otras series, Goya no había pensado publicar ésta. La
estampación fue realizada aplicando los criterios de estampación vigentes en el
último cuarto del siglo XIX y no en época de Goya, es decir, renunciando a la estampación
natural, lo que provoca una visión matizada en sus dramáticos contrastes de luz
y sombra.
Puesto que se han conservado dos colecciones completas
de pruebas de estado, compiladas por el propio Goya, sabemos que la serie
constaba originalmente de 85 láminas. Goya envió una de estas series a su amigo
e historiador del arte Ceán Bermúdez. Deseaba que éste la revisara y
corrigiera. El título impreso era: “CAPRICHO”. El subtítulo decía: “Consecuencias
funestas de la guerra sangrienta en España contra Bonaparte y otros caprichos
patéticos en 85 láminas”. Cada una de ellas estaba numerada y llevaba un
comentario: es decir, una leyenda escrita a mano por Goya. El frontispicio que
aún hoy abre la serie nos muestra a un hombre de rodillas que, con gesto
humilde, extiende y levanta sus brazos al cielo, simbolizando “Tristes
presentimientos de lo que ha de acontecer” (Desastre 1), tal como
reza la inscripción que se encuentra debajo de la estampa.
Desde octubre de 1808 Goya dibujó bocetos
preparatorios (conservados en el Museo del Prado) y, a partir de estos y sin
introducir modificaciones de importancia —aunque estas leves variaciones
hicieron desaparecer elementos anecdóticos en favor de una mayor
universalización y mejoraron la composición a la par que incidieron en el
rechazo de los aspectos convencionales de la muerte heroica—, comenzó a grabar
las planchas en 1810, año que aparece en varias de ellas.
Las estampas tuvieron inicialmente el propósito de
constituir un álbum patriótico, en consonancia con la petición de Palafox,
pero, conforme adelantaba su trabajo Goya amplía los temas para abordar todo
tipo de desgracias y sucesos de la guerra provenientes de cualquiera de los dos
bandos, pues en muchas de las estampas no es posible identificar quienes son
los autores de los horrores. Incluso se acerca a la situación política de la
posguerra en las últimas estampas, como las de los denominados «Caprichos
enfáticos».
La serie de 82 grabados que conforman los Desastres de la Guerra pueden ser
divididos en tres grandes grupos:
Primer grupo (Estampas 2 a 47)
Se trata de estampas que efigian los horrores de la
guerra: escenas de violaciones, de fusilamientos, carnicerías, mutilaciones,
campos sembrados de cadáveres, heridos, muertos, ejecuciones con el garrote,
hombres que huyen, saqueos de iglesias. Ninguna de las láminas de Goya presenta
escenas de lucha militar. No presentan la guerra como maquinaria abstracta,
como “inoacua continuación de la política con otros medios”. Se la presenta,
por el contrario, tal como la experimenta el hombre concreto. Toda su crueldad,
que mata inútilmente la vida, se despliega en el destino individual.
Segundo grupo (Estampas 48 a 64)
Los grabados se centran en el hambre, bien sea
consecuencia de los Sitios de Zaragoza de 1808 o de la carestía de Madrid entre
1811 y 1812. Durante este tiempo murieron 20.000 personas. Goya describe, en
cuadros impresionantes, los avances del hambre, la retirada de los muertos de
hambre, la peana que producían los cadáveres consumidos, las fosas comunes, la
servicialidad con la que se prestaban ayuda los pobres. En un conjunto de
diecisiete grabados censuró duramente a los ricos que pasaban junto a la
miseria sin experimentar el menor sentimiento de solidaridad (Desastres 54,
55, 58 y 61).
Tercer grupo “Los Caprichos enfáticos (Estampas 65 a
82)
Fueron añadidos a la serie después de la guerra. Son
una especie de colofón alegórico-satírico que se refieren al periodo
absolutista tras el regreso de Fernando VII. Esta última sección pone de
manifiesto el rechazo de Goya hacia la representación iniciada tras la restauración
de Fernando VII. Presentan una crítica anticlerical revestida de simbolismo,
emparentada con los Caprichos y con los Disparates. Es probable que la
similitud temática llevara a Goya a colocar en este grupo la lámina Nada.
Ello dirá (Desastre 69), nacida antes que sus compañeras de grupo,
pero cuyo mensaje desde el más allá alcanzará a todo lo religioso como locura
vacía y charlatanería. Las últimas cuatro láminas de este grupo se refieren a
la restauración reaccionaria monárquica de Fernando VII y reflejan las
esperanzas que renacieron con el levantamiento de Riego: Murió la Verdad
(Desastre 79), Si resucitará (Desastre 80). Todo el baile
de disfraces se ha congregado en torno al cadáver, aún bello y resplandeciente
de la muerte. Acompañado por los desconsolados gestos fúnebres de la “Justicia”
se empeña febrilmente en enterrar a los muertos (Desastre 79). Las dos
últimas láminas de este grupo -cuyas planchas pertenecen a la Calcografía de
Madrid, pero que, no obstante, jamás fueron editadas con los ochenta restantes Desastres-
confieren a la serie un final optimista. El Fiero monstruo vomita a su víctima.
A continuación, triunfa la dicha humana: la juvenil y vivaz “Verdad”
representada por una bella mujer, se entretiene, en familiaridad íntima, con la
“Paz”, hombre anciano de origen rural. Una corona destellante brilla alrededor
de la pareja: Esto es lo verdadero (Desastre 82).
Las tres últimas láminas enviadas por Goya a Ceán
Bermúdez representan prisioneros. Goya las numeró del 83 al 85. A pesar de que
se distinguen claramente de las restantes por su formato y contenido,
pertenecen claramente a la serie tal como fue planeada en principio. Exigen la
supresión y desaparición de las torturas físicas.
De todas las series de Goya, la de los Desastres de la
Guerra es la menos unitaria, tanto por lo que se refiere al tema como a la
técnica y dimensiones de las láminas de cobre empleadas. Una de las
explicaciones radica en que Goya trabajó en ésta durante largo tiempo desde
1810 hasta, aproximadamente, 1820. Además, durante los años que duró la guerra
no encontró los materiales que habría deseado, y se vio obligado a utilizar los
que estaban a su alcance, que no eran siempre los más adecuados. Para cuatro de
las estampas de los Desastres (13, 14, 15 y 30), tuvo que partir
las dos grandes planchas de sus dos únicas ilustraciones de paisajes y las
grabó al aguafuerte por la cara posterior. En tres de estas láminas se dejó
grabado el año: 1810. Esa fecha nos sirve para datar el estilo “primitivo” de
la serie. Probablemente tenemos que atribuir al material inadecuado el tono
grave, de tosco granulado, oscuro, de aguatinta, presente en muchas de las
láminas que representan la ola de hambre a la que nos hemos referido
anteriormente.
Lejos de cualquier intento de glorificación bélica, la
serie, representativa de la posición espiritual de Goya, es un vivo testimonio,
de validez universal, de su profundo dolor y repulsa ante las consecuencias de
la bestialidad e irracionalidad humanas, afloradas a través de la guerra. En
los Desastres de la guerra Goya muestra una actitud muy diferente a la
de los Caprichos porque las referencias a la realidad, a un hecho
concreto que afecta empíricamente al ser humano, son directas. La crueldad, el
fanatismo, el terror, la injusticia, la miseria, la muerte... son las
"fatales consecuencias" de la guerra y de la represión política, y su
gravedad es tal que el artista no las oculta tras opciones anecdóticas y
retratos heroicos de individuos particulares.
Lo único que aparece en Goya es una serie de víctimas,
hombres y mujeres sin atributos de representación, que sufren, padecen y mueren
en una gradación de horrores. Se trata de una visión de denuncia de las
consecuencias sufridas por el hombre en tanto que ser civil, despojado de
simbología y parafernalia bélica. En este sentido se puede ver como una obra
precursora de los reportajes de guerra de la prensa actual comprometida con las
catástrofes humanitarias.
BIBLIOGRAFÍA
- ARIAS ANGLÉS, Enrique: Goya, Círculo de Lectores, Madrid, 1996.
- PAAS-ZEIDLER, Sigrun: Goya: Caprichos, Desastres, Tauromaquia, Disparates: reproducción completa de las cuatro series, Gustavo Gili, Barcelona, 1980.
- www.wikipedia.es
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