La
pequeña escultura de Nuestro Padre Jesús Resucitado que se conserva en la
iglesia parroquial de Santiago Apóstol fue procesionada por la Cofradía de
Nuestro Padre Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y las Lágrimas de
San Pedro entre los años 1961-1993. En 1960 la imagen fue donada a la cofradía
por el párroco de la iglesia de Santiago, don Santiago Núñez, convirtiéndose de
esta manera en la primera a la que dio culto la hermandad. En estos primeros
momentos hubo la duda de a quién representaba la imagen, llegándose a dudar de
que se tratara de San Juan Bautista. Tras una ardua restauración, en la que
incluso hubo que colocarle varios dedos que había perdido, salió por primera
vez en procesión en la Semana Santa de 1961. No fue la única vez que se la
sometió a una restauración: en 1988 Mariano Nieto restauró la policromía ya que
se hallaba muy resentida debido al inadecuado lugar en el que estaba colocada
todo el año. Fue entonces cuando se la trasladó a su antigua capilla y se
subsanó el problema. En los últimos años fue nuevamente restaurada, quedando
casi como recién salida del taller. La imagen procesionó hasta la Semana Santa
del año 1993, momento en el que se encargó una talla de mayor tamaño al escultor
zamorano Ricardo Flecha.
En
muchas ocasiones en nuestra Semana Santa se han utilizado, fundamentalmente
durante los siglos XX-XXI, muchas imágenes de altar o devoción que no fueron
esculpidas con fin procesional, como por ejemplo ocurría con la Virgen de la
Alegría con la que se “encontraba” este Resucitado en la Plaza Mayor a mediodía
del Domingo de Resurrección. Aquella imagen, tallada por Gregorio Fernández era
(y es) una Virgen de las Candelas a la que se le tenían que retirar la candela
y al Niño Jesús para poder procesionarla con la advocación de la “Virgen de la
Alegría” (no es extraño el que otras Vírgenes ejerzan de Vírgenes de la Alegría,
de hecho en el medio rural es muy típico ver a Inmaculadas). Sin embargo, el
Cristo Resucitado que estamos tratando sí que pudo ser esculpido con destino
procesional, y es más que probable que fuera la imagen titular de la antigua
Cofradía de la Resurrección y Nuestra Señora de la Alegría que durante siglos
estuvo radicada en la iglesia de Santiago Apóstol, y de la que tenemos noticias
al menos desde el año 1564.
Pocas
cosas más sabemos acerca de esta primitiva cofradía. Tan solo que celebraba sus
cultos en la actual capilla de Nuestra Señora de Loreto, que es la localizada
en la parte baja del coro al lado del Evangelio, capilla en la que hoy día
existe un retablo plateresco. Con posterioridad, sabemos que esta imagen pasó a
la Capilla de Nuestra Señora de la Alegría, que se encontraba en el lado del
Evangelio de la iglesia. De hecho allí aparece reflejada en buena parte de los
inventarios del siglo XVII: “Nuestra
Señora de la Alegría: Ítem visitó su merced la capilla y altar que se sigue a
las referidas que es el retablo del lado del evangelio de la advocación de Nuestra
Señora de la Alegría el cual dijeron ser de la cofradía de ella y tiene dos
hechuras de bulto grandes, la una de un Santo Cristo Resucitado y la otra de
una imagen de Nuestra Señora y en dicha capilla se entierra sus cofrades
pagando a la fábrica seis reales por el rompimiento de cada sepultura de cuerpo
grande y tres por el de una criatura”. ¿Podría aún conservarse en el templo
la otra imagen titular de la cofradía primitiva, la de la Virgen de la
Alegría?. Quizás.
Pasando
a analizar brevemente la escultura que nos ocupa, lo primero que llama la
atención es su poderosa anatomía, su excesiva musculación. Muchos lo han
querido ver como la obra de un escultor falto de pericia, pero no es así puesto
que esas anatomías hinchadas son las propias del manierismo romanista, o simplemente
Romanismo, que fue la última fase del Renacimiento, y la cual sirve de enlace
entre este periodo artístico y los albores del Barroco. Este estilo, que se
define por imitar los modos y maneras de Miguel Ángel, se caracteriza por su
monumentalidad y las potentes anatomías. Recordemos, por ejemplo, los
personajes que Miguel Ángel Buonarroti pintó en la Capilla Sixtina, tanto en la
bóveda como en el Juicio Final. En España la obra romanista más importante fue
el retablo mayor de la Catedral de Astorga, el cual fue construido por Gaspar
Becerra, a quien ayudaron un sinfín de escultores, entre ellos maestros tan
conocidos como Juan de Anchieta o Esteban Jordán.
Cristo
aparece efigiado según la manera usual de los Resucitados: de pie, con un
perizonium dorado que le cubre el sexo, elevando una mano con la cual bendice,
y sujetando en la otra un estandarte rematado en forma de cruz. En su cuerpo desnudo
observamos las llagas de la Pasión, las cuales en esta ocasión no tienen un carácter
doloroso, sino que significan su triunfo sobre la muerte. Coloca las piernas en
contrapposto, de tal manera que el posible desequilibrio de la imagen lo
compensa con la túnica, la cual sirve de apoyo en el suelo. Desconocemos a su
autor, que, si bien no sería una de las grandes figuras del momento del foco
vallisoletano, sí que fue un maestro lo suficientemente digno. La escultura fue realizada en el último tercio del siglo XVI.
Antiguamente
esta escultura, que como ya hemos dicho pudo ser la titular de la primitiva
Cofradía de Cristo Resucitado, realizaba una procesión del encuentro similar a
la que se celebra hoy día, con la salvedad de que las cofradías son distintas,
las esculturas son diferentes y el lugar del encuentro no es el mismo. Tenemos
noticias de que el Domingo de Resurrección, fiesta principal del Resucitado, se
celebraba la procesión del Señor Resucitado. Con la imagen de Jesús Resucitado,
se daba vuelta a la Plaza Mayor y se iba hasta la Puerta o Arco del Campo
donde, lugar en el que estaba esperándole la Virgen de la Alegría. Tras ese
encuentro, ambas imágenes regresaban juntas a la iglesia de Santiago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario