viernes, 4 de diciembre de 2015

EL CRISTO YACENTE DE FRANCISCO DÍEZ DE TUDANCA EN MARTÍN MUÑOZ DE LAS POSADAS


Las iconografías creadas por Gregorio Fernández fueron ampliamente copiadas y difundidas tras la muerte del gran maestro gallego. Uno de estos copistas fue el vallisoletano Francisco Díez de Tudanca. Hoy vamos a hablar sobre un Cristo Yacente que realizó para la localidad segoviana de Martín Muñoz de la Posada. Este Cristo copia fielmente el modelo ideado por Fernández, si bien su calidad es muchísimo más baja, algo habitual en este mediocre escultor vallisoletano.
Iglesia parroquial de Martín Muñoz de las Posadas (Segovia)
El 24 de mayo de 1653 se concierta con Manuel Izquierdo, vecino de la localidad de Martín Muñoz de las Posadas, una escultura de “un ssanto Xto. en el sepulcro como está el del entierro de san pablo desta ciudad". Una vez volvemos a ver el predicamento del que seguían gozando las esculturas talladas por el gran maestro Gregorio Fernández, en este caso se trataba del Cristo Yacente que Fernández talló para el Duque de Lerma hacia 1610, la diferencia de este ejemplar en relación a la mayoría de los tallados por el gallego es la inclusión en el pecho de un receptáculo para la Sagrada Cena. Para Fernández de Hoyo es chocante la persistencia de un modelo tan temprano teniendo en cuenta que la iconografía se había prodigado en Valladolid e incluso en Segovia, quizás el gusto personal del comitente fue decisivo.

Yacente tallado por Francisco Díez de Tudanca (1653)
Yacente tallado por Gregorio Fernández para el Duque de Lerma (h. 1610). Convento de San Pablo. Valladolid
Yacente tallado por Gregorio Fernández para la Casa Profesa de Madrid. Museo Nacional de Escultura. Valladolid
El Yacente de Tudanca mediría seis pies de largo, es decir de tamaño natural. Debía ser lo más hueco posible “por la conservación de la madera y ligero para poderse llevar en procesión”. La cabeza estaría “reclinada al lado derecho según demuestra el acto con su pañete y todas llagas conforme es costumbre todos o de escultura imitando la anatomía conforme enseña arte”. El Yacente reposaría sobre una sábana y dos almohadas “que de hacer de escultura”.
También se comprometía a tallar la urna en la que se metería el Yacente. Sería de “una tercia de alto con sus filetes molduras braguetón plinto cartelas gallones piñones piedras tableros chórcholas diamantes y demás adornos que se acostumbra toda hueca con su banco donde se han de poner los tornillos que abracen los braceros que han de ir en los hombros todo con sus tornillos de hierro”. En cada una de las esquinas se haría un ángel arrodillado “con su cornucopia estriada con sus hojas y dos cañones para las bolas y dichos ángeles han de ser de la altura que pude la dicha y con sus ropajes demostrando veneración en el movimiento”. En el contorno de la urna se esculpiría las cornucopias “que cupieren en ellas y han de ser como las que llevan en los ángeles”. La urna llevaría “cuatro cebollas y que asiente que han de ir pintadas en su color como corresponde”.

Por cuenta de Tudanca correrá también el encarnado de la escultura, así como el ponerle ojos de cristal “al natural bien lleno de sangre la sábana de su color y almohadas. La urna toda dorada con toda la obra de ella y cornucopias para ella”. Los cuatro ángeles irían también “encarnados y estofados y de sus primaveras bien coloridas las alas a cada cosa lo que le toca”.
Finalmente, Tudanca debía de hacer “todos los atributos de la pasión cada uno por sí, que es cruz, lanza, azotes, corona, clavos, columna, escalera y demás cosas que pertenezcan a los pasajes de la Pasión del Señor todo dorado y pintado como requiere”. El escultor se obligaba a tener todo dispuesto y acabado para el día de Navidad de ese mismo año, cobrando 2.100 reales de vellón. Entre los testigos figura su suegro Francisco Ezquerra. Correría por cuenta del comitente el llevar la obra a Martín Muñoz de las Posadas.


La escultura se conserva en una estancia ubicada entre la entrada de la iglesia y la iglesia propiamente dicha. Se trata de una imagen que denota un estilo torpe y muy escasa calidad. Además de ello, su estado de conservación es bastante mal a pesar de encontrarse restaurado.

BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia: “El escultor vallisoletano Francisco Díez de Tudanca (1616 - ?)”, B.S.A.A., Tomo. L, 1984, pp. 371-388.

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