Alonso
Berruguete (ca. 1490-1561) y Roma, Roma y Alonso Berruguete. El viaje del
pintor y escultor castellano a la Ciudad Eterna resultó completamente decisivo para
su carrera, no ya solamente desde el punto de vista de su evolución como
artista, ya que allí pudo aprender las novedades que por entonces se estaban
produciendo en la escultura italiana en general y romana en particular, sino
porque tuvo la ocasión de admirar una serie de pinturas, esculturas y restos
arqueológicos de los cuales tomó buena nota en sus apuntes y que a su vuelta a
España tuvo la ocasión de reutilizar para sus propias obras, reinterpretando a
su gusto el vocabulario clásico aprendido. En muchos casos se trataba de piezas
pertenecientes a la Antigua Roma -algunas permanecían al aire libre, pero otras
formaban parte de colecciones particulares, ya fueran de cardenales o de
familias nobles-, civilización de la que por entonces se estaban descubriendo
numerosas restos -por ejemplo el caso del Laocoonte, invención que se
produjo el 14 de enero de 1506 en el jardín de Felice de Fredis, próximo a la
Basílica de Santa María la Mayor-, pero en otros a la más rigurosa
contemporaneidad ya que se trataba de obras de algunos de los grandes genios
del momento, caso de Miguel Ángel (1475-1564) y Rafael (1483-1520), a quienes
conoció bien ya que debió de trabajar o colaborar con ellos.
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AGESANDRO, ATENODORO Y POLIDORO DE RODAS. Laocoonte y sus hijos (siglo I a.C.). Museo Pío-Clementino, Roma
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MARCO DENTE. Descubrimiento del Laocoonte (ca. 1525). Fotografía tomada de http://www.coleccionfurio.com
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El
retablo mayor del Monasterio de San Benito el Real (1526-1532) es un
buen ejemplo de lo que acabamos de exponer puesto que en él encontramos
vínculos con obras romanas pictóricas, esculturas y también arquitectónicas puesto
que la estructura general del retablo a base de dos cuerpos flanqueando un
ábside cóncavo rematado en una gran venera, el elemento más llamativo del
conjunto, tenía numerosos precedentes, algunos más próximos en el tiempo, caso
del Nicchione que Bramante (1444-1514) construyó en el patio del
Belvedere de El Vaticano, y otros más lejanos como el nicho rematado por una
venera que cerraba la Sala de Aquiles de la Domus Aurea (64-68 d.C.), y
que, según Manuel Arias, podría tratarse del remoto punto de partida. La similitud
no solamente la encontramos en la solución estructural sino también en la forma
de la venera e, incluso, en la decoración de sus gallones a base de motivos a
candelieri y bandas de entrelazos. El gran mérito de Berruguete fue el de
traspasar esta arquitectura en piedra y sus motivos decorativos a la madera
policromada. La pagana venera neroniana se cristianizaba en el retablo por
servir de base al Calvario que lo remataba y, además lograba convertir el
diáfano espacio del templo gótico en renacentista.
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MARIANO DE COSSÍO. El retablo del Monasterio de San Benito según la hipótesis de Constantino Candeira (Comienzos del siglo XX). Museo Nacional de Escultura, Valladolid
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Reconstrucción virtual del retablo proyectada por el Museo Nacional de Escultura
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DONATO BRAMANTE. Nicchione del Patio del Belvedere (Comienzos del siglo XVI). Vaticano
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ALONSO BERRUGUETE. Venera que remataba el cuerpo central
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Pero
no solo el remate central del retablo, la gigantesca venera, parece tener un
origen romano, también lo pueden poseer los frontones triangulares que
culminaban los cuerpos laterales puesto que son altamente similares a los que
pintó Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina. Estos mismos frontones
nos sirven para enlazar con las influencias romanas en el apartado escultórico
del retablo puesto que las parejas de soldados afrontados que reposan
sobre los frontones nos remiten a las parejas de personajes afrontadas que el propio Buonarroti compuso en los lunetos de la bóveda de la Capilla
Sixtina (1508-1512). Precisamente de este recinto tomó algunas otras
referencias, caso de los Ignudi semiarrodillados y con los brazos a la
espalda que le sirvieron para componer al Isaac del Sacrificio de Isaac.
Asimismo, dentro de los citados frontones se disponían parejas afrontadas de Sibilas
en pie y en estado de meditación con una de las manos sujetando el mentón. En
este caso la fuente de inspiración de estas figuras, que pueden derivar de la
representación de Polimnia, pudo ser una serie de sarcófagos decorados con
figuras de Musas conservados en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma
que, según señala Manuel Arias, era sobradamente conocidos por los artistas del
Renacimiento.
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ALONSO BERRUGUETE. Frontones laterales del retablo
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MICHELANGELO BUONARROTI. Personjes desnudos afrontados en el techo de la Capilla Sixtina (1508-1512). El Vaticano
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ALONSO BERRUGUETE. Soldados afrontados
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ALONSO BERRUGUETE. Sibilas |
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AGOSTINO MUSI. Mujer apoyada en una columna (Primera mitad del siglo XVI). Biblioteca Nacional
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ANÓNIMO ROMANO. Musa pensativa (mediados del siglo II a.C.). Museo del Prado, Madrid
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ALONSO BERRUGUETE. El Sacrificio de Isaac
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MICHELANGEO BUONARROTI. Ignudi del techo de la Capilla Sixtina (1508-1512). El Vaticano
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Escultóricamente
hablando, sin lugar a dudas la obra que más le impresionó y de la cual
encontramos un mayor rastro a lo largo de su producción es el ya referido grupo
del Laocoonte (Agesandro, Atenodoro, Polidoro de Rodas. Siglo III d.C.),
tal es así que el título de la exposición que le dedicó en 2017 el Museo
Nacional de Escultura aludía a esa influencia capital que el mármol romano
había ejercido sobre él: Hijo del Laocoonte: Alonso Berruguete y la
antigüedad pagana. Aunque en otros retablos encontramos manifestaciones
escultóricas que poseen una relación más estrecha con el referido grupo, en
este de San Benito no cabe duda de que se inspiró en uno de los hijos del
sacerdote de Apolo, concretamente en el situado a su derecha según la visión
del espectador, para componer uno de los Apóstoles del banco. Otros dos de los Apóstoles
que Berruguete dispuso en ese banco parecen remitirnos a otra de las grandes
esculturas de la Antigua Roma, el Apolo Belvedere (Leocares. Hacia
120-140 d.C.), como así es perceptible en la posición del cuerpo, de la cabeza
y de los brazos, el derecho recogido y el izquierdo alargado. También es
posible encontrar ecos del “pathos” del rostro del Laocoonte en las cabezas del
San Jerónimo penitente y del Abraham del Sacrificio de Isaac, ya
que en ambas se observa ese característico y violento giro del cuello, y la
boca abierta que representa un tremendo dolor, físico en el caso del Padre de
la Iglesia y emocional en el del Patriarca.
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AGESANDRO, ATENODORO Y POLIDORO DE RODAS. Hijo de Laocoonte
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ALONSO BERRUGUETE. Profeta
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LEOCARES (atrib.). Apolo Belvedere (120-140). Museos Vaticanos
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ALONSO BERRUGUETE. ¿Apóstol o Profeta? del retablo mayor del Monasterio de San Benito. Victoria and Albert Museum, Londres
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AGESANDRO, ATENODORO Y POLIDORO DE RODAS. Cabeza de Laocoonte
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ALONSO BERRUGUETE. Cabeza de Abraham
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En
uno de los relieves más conocidos del retablo, el antiguamente conocido como La
Conversión de Totila y que hoy posee el título San Benito convierte al
godo Zalla, también encontramos una influencia de la Antigua Roma y es que
la posición semiderrumbada del caballo al que se ase el caído Zalla se
encuentra íntimamente relacionada con la del caballo que acompaña a la Amazona
Santacroce. También a la Antigua Roma y más concretamente a la Imperial nos
remiten los cuatro bustos de profetas inscritos dentro de clípeos que
remataban el segundo cuerpo del retablo, los cuales son claramente deudores de
los infinitos bustos de Emperadores romanos que aún se conservaban en
Roma cuando la visitó el genio de Paredes de Nava.
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ALONSO BERRUGUETE. San Benito convierte al godo Zalla
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ANÓNIMO. Amazona Santacroce
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ALONSO BERRUGUETE. Busto de profeta
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ANÓNIMO. Busto del emperador Marco Aurelio (ca. 161-169). Museo del Prado, Madrid
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Para
finalizar, también queremos aportar un ejemplo de la influencia que ejerció la
pintura romana sobre Berruguete, y más concretamente sobre la tabla que pintó
efigiando a San Marcos. En ella ha dispuesto a una figura femenina que reproduce
de manera literal a otra presente en la pintura de El Parnaso (1511) que
elaboró Rafael para las Estancias Vaticanas. La mujer, que dirige su mirada al
texto que está escribiendo el evangelista, se acerca al santo elevando la mano
derecha a la vez que adelanta la pierna izquierda y que retrasa la derecha mientras
mantiene el talón en el aire.
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ALONSO BERRUGUETE. San Marcos
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RAFAEL SANZIO. Figura femenina del fresco del "Parnaso" de las Estancias Vaticanas (1511). El Vaticano
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BIBLIOGRAFÍA
ARÍAS
MARTÍNEZ, Manuel: “Alonso Berruguete y la asimilación del mundo clásico como
ejemplo de circulación artística”. En VV.AA.: Taller europeo: intercambios,
influjos y préstamos en la escultura moderna europea, Museo Nacional de
Escultura, Valladolid, 2012, pp. 127-144.
ARIAS
MARTÍNEZ, Manuel: “La recepción de las fuentes clásicas y de los grandes
maestros en la escultura. El caso del primer renacimiento castellano”, en Actas
del congreso Nápoles-Roma 1504, Salamanca, 2004, pp. 254-256.
ARIAS
MARTÍNEZ, Manuel: “Las claves iconográficas del retablo de San Benito el Real,
de Alonso Berruguete”, Boletín del Museo Nacional de Escultura, Nº 9,
2005, pp. 12-27.
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MARTÍNEZ, Manuel: Alonso Berruguete: Prometeo de la escultura,
Diputación de Palencia, Palencia, 2011.
AZCÁRATE
RISTORI, José María de: Alonso Berruguete: cuatro ensayos, Dirección
General de Bellas Artes, Madrid, 1963.
BOLAÑOS,
María y ARIAS MARTÍNEZ, Manuel: Hijo del Laocoonte: Alonso Berruguete y la
antigüedad pagana [catálogo de la exposición del Museo Nacional de
Escultura, 5 de julio-5 de noviembre de 2017], Ministerio de Educación, Cultura
y Deporte, Madrid, 2017.
GARCÍA
GAÍNZA, María Concepción: “Alonso Berruguete y la antigüedad”, Boletín del
Museo Nacional de Escultura, Nº 6, 2002, pp. 15-21.
REDONDO
CANTERA, María José: “El Arte de la Roma Antigua y Moderna en la obra de Alonso
Berruguete”. En PALOMERO PÁRAMO, Jesús (ed.): Roma qvanta fvit ipsa rvina
docet, Universidad de Huelva, Huelva, 2016, pp. 13-51.
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