El próximo tema sobre el que vamos a hablar es sobre la fachada de la Universidad de Valladolid, de la cual se tratará en dos entregas: primeramente se hablará sobre ella en general, y sobre su arquitectura en particular, y ya en una segunda entrega de la decoración escultórica de esta gran obra del barroco civil, la cual podemos disfrutar en nuestra ciudad. Merece la pena verla por la noche iluminada, es toda una joya.
La fachada de la Universidad de Valladolid está considerada como una de las más significativas obras del barroco español, sobre todo teniendo en cuenta su carácter civil. Y dentro del marco de la propia ciudad, constituye una pieza excepcional. La fachada no es un hecho aislado, sino consecuencia del espíritu renovador de la universidad. De alguna manera está en relación con el resurgimiento de las artes bajo el gobierno de los Borbones, y hay que tener presente que es universidad amparada por los reyes.
La fachada de la Universidad de Valladolid está considerada como una de las más significativas obras del barroco español, sobre todo teniendo en cuenta su carácter civil. Y dentro del marco de la propia ciudad, constituye una pieza excepcional. La fachada no es un hecho aislado, sino consecuencia del espíritu renovador de la universidad. De alguna manera está en relación con el resurgimiento de las artes bajo el gobierno de los Borbones, y hay que tener presente que es universidad amparada por los reyes.
Agapito y Revilla ha
señalado que el papel de mecenas de la reforma corresponde a Don Manuel
Francisco Navarrete Ladrón de Guevara, arzobispo de Burgos. En 1712 se dirige a
la Universidad, ofreciéndose para fundar una Cátedra de Teología dedicada a
Scoto. El claustro aceptó su iniciativa, lo mismo que la fundación de otra
Cátedra llamada “De la Compañía”.
Daba 7.000 ducados para esta finalidad, a lo que agregó otros 1.000 ducados
para construir un “general” o salón
de cátedra para impartir la enseñanza, dada la escasez de locales de la
universidad vallisoletana.
La creación de la cátedra de Scoto suponía disponer
de una dotación para el catedrático que la desempeñara, también un local
apropiado. Ello quiere decir que se estaba ante una renovación del edificio.
Esto se evidencia al examinar el claustro de 8 de marzo de 1715. Se estaba
tratando de la ampliación del edificio. Lo más revelador es el cambio de
ubicación de la fachada. La gótica del siglo XV, que conocemos por el dibujo de
la Historia de Valladolid de
Antolinez de Burgos, daba a la calle de la Librería. En este claustro se hace
referencia a que “su fachada saliese a la
Plazuela de Santa María”. Había graves escollos económicos y de propiedad.
Ya se venía tratando desde 1677 del agrandamiento del edifico y de la
construcción de una nueva fachada. En esta plaza de Santa María se hallaba el
Colegio Médico, que era preciso derribar para la construcción de la nueva
fachada. El Cabildo catedralicio, el Ayuntamiento y el Colegio de Santa Cruz
aportaron ayuda económica, de suerte que a partir de citado claustro de 1715 se
puede decir que empieza la construcción del nuevo edificio, parte fundamental
del cual era la fachada a la Plaza de Santa María. Se trataba de que la
Universidad asomara a esta plaza, que precisamente miraba hacia la Catedral en
cuyo recinto se efectuaba la colocación de grados. En el claustro de 15 de
marzo de 1715 se expone que el cabildo de la Catedral estaba dispuesto a donar
sus casas que fueran necesarias “para la
extensión de la nueva obra que esta Universidad intenta, sacando las puertas
principales a la plaza de Santa María”. Nos hallamos ante un hecho
urbanístico trascendental. El verdadero rostro de la Universidad lo
proporcionaba el Colegio de Santa Cruz, con un edificio monumental exento y la
fachada principal visible en una gran plaza, provista de atrio acotado por
pilares. Sin duda las dos entidades docentes de grado superior, la Universidad
y el Colegio Mayor de Santa Cruz, con rectores propios y edificios distintos,
mantienen una lucha que no deja de traducirse en los edificios. La Universidad
emprende la renovación, celosa de la prestancia del Colegio de Santa Cruz. La
nueva fachada monumental requería una gran plaza, por lo que se decide
realizarla en la de Santa María.
Fachada antigua de la Universidad de Valladolid. Dibujo de Diego Pérez (1780) |
Reconstrucción virtual del antiguo edificio de la Universidad. José Ignacio Sánchez Rivera |
La expectación y novedad que supuso la fachada la podemos ver en el testimonio realizado por el historiador Manuel Canesi, el cual afirmó que “la insigne labor hace cara a la hermosa Plaza de Santa María y puede competir con las célebres de Atenas y Sorbona de París”.
AUTORES
La fachada supone una
obra de arquitectura, en la cual la escultura tiene un importante papel. La
estatuaria ejerce una misión explicativa de lo que encarna el edificio, pero a
la vez deja constancia del protagonismo de los auspiciadores de la entidad: los
Reyes.
Para la erección de la
nueva fachada se decidió realizar un concurso para elegir la traza que debía
seguir la misma. Sabemos que realizaron trazas el carmelita descalzo Fray Pedro
de la Visitación y los maestros de obras Blas Martínez de Obregón y Pablo
Mínguez. Los tres vivían en Valladolid, de modo que no se acudió a Madrid ni a
Salamanca, los dos centros próximos más cualificados. No hay que olvidar que en
la parte superior de la fachada de la catedral intervino el salmantino Alberto
de Churriguera. En 1717 se abonaban 60 reales a Blas Martínez de Obregón “por razón de dos trazas que se le mandó
hacer”; y la misma cantidad se entregó a Pablo Mínguez, en 18 de marzo de
1716, “por el trabajo de las primeras
trazas para la obra”. Pero ya se trabajaba en las trazas desde 1715. En un
claustro de 9 de octubre de 1715 se leyó una petición de Pablo Mínguez, quien
decía que “había hecho diferentes plantas
y tomado medidas para la nueva obra” y no había recibido pago alguno.
El tercer maestro que
interviene, Fray Pedro de la Visitación, es quien recibe la aceptación de la
traza y la dirección de la obra. Fue Agapito y Revilla quien descubrió a los
maestros de la fachada. Los primeros datos los tomó del Diario de Valladolid, de Ventura Pérez, el cual refería que en el “año de 1715 por el mes de Octubre, se
comenzó la obra de la Universidad, la fachada y nuevos generales; ejecutaron la
obra de la fachada y nuevos generales Fr. Pedro de S… religioso carmelita
descalzo; la escultura y demás adornos de talla los ejecutaron Narciso Tomé y
su hermano Diego Tomé, naturales de la ciudad de Toro; quedó la obra muy lucida”.
Deduce Agapito y Revilla que ese Fray Pedro sea el Carmelita Descalzo Fray Pedro de la Visitación, y así se ha comprobado: su firma, como Fray Pedro de la Visitación, está estampada en los libros de cuentas. Fray Pedro de la Visitación tuvo por ayudante al Hermano Antonio. Las cantidades que recibían ambos eran satisfechas al Prior de los Carmelitas Descalzos extramuros de Valladolid, al que pertenecían. Después de terminadas las obras, por parte del convento se siguieron reclamando cantidades adeudadas. Pedro incluso colaboraron otros carmelitas, ya que debió de existir un verdadero equipo. Las cuentas quedaron definitivamente cerradas en 1723, en que se abonaron las últimas cantidades “de lo que se les quedó debiendo a los Padres que ejecutaron la obra”.
Deduce Agapito y Revilla que ese Fray Pedro sea el Carmelita Descalzo Fray Pedro de la Visitación, y así se ha comprobado: su firma, como Fray Pedro de la Visitación, está estampada en los libros de cuentas. Fray Pedro de la Visitación tuvo por ayudante al Hermano Antonio. Las cantidades que recibían ambos eran satisfechas al Prior de los Carmelitas Descalzos extramuros de Valladolid, al que pertenecían. Después de terminadas las obras, por parte del convento se siguieron reclamando cantidades adeudadas. Pedro incluso colaboraron otros carmelitas, ya que debió de existir un verdadero equipo. Las cuentas quedaron definitivamente cerradas en 1723, en que se abonaron las últimas cantidades “de lo que se les quedó debiendo a los Padres que ejecutaron la obra”.
Los encargados de la
obra escultórica fueron Antonio Tomé y sus hijos Narciso y Diego. La primera
noticia acerca de su participación es aportada por el diarista Ventura Pérez.
Pero hay abundantes referencias en la documentación. Un avance de las cuentas fue dada a conocer por
García Chico. Se consigna a
favor de Antonio Tomé y sus hijos, quienes hicieron las estatuas, escudos y
capiteles. Se abonan cuatro figuras de reyes a razón de 600 reales cada una;
nueve estatuas de “diferentes Ciencias”
a razón de 600 reales cada una; 800 reales se pagan por la escultura de la Sabiduría.
Pero al mismo tiempo se pagan cuatro capiteles a 250 reales la unidad, y se
abona el escudo pontificio con 1.300 reales, y dos escudos reales con 600
reales cada uno. Se añadían 103 reales por el trabajo de un oficial en
desbastar el escudo pontificio. La suma se eleva a 12.500 reales. La
Universidad quedó tan agradecida por la excelencia de la labor, que les pagaron
1.500 reales “de guantes y agasajo”.
El contacto con Antonio Tomé, residente en Toro, se efectúa en 1715. Como la dirección de la obra la llevaban los Carmelitas Descalzos, Antonio Tomé hubo de sostener correspondencia con el Provincial de la Orden, que residía en el convento Extramuros, de Valladolid. En efecto, la traza aprobada a Fray Pedro de la Visitación condicionaba la disposición de la escultura, en cuanto a tamaño y composición de lo concertado, que como hemos visto no son sólo estatuas, sino los escudos y capiteles de la parte central.
El contacto con Antonio Tomé, residente en Toro, se efectúa en 1715. Como la dirección de la obra la llevaban los Carmelitas Descalzos, Antonio Tomé hubo de sostener correspondencia con el Provincial de la Orden, que residía en el convento Extramuros, de Valladolid. En efecto, la traza aprobada a Fray Pedro de la Visitación condicionaba la disposición de la escultura, en cuanto a tamaño y composición de lo concertado, que como hemos visto no son sólo estatuas, sino los escudos y capiteles de la parte central.
Antonio Tomé no perdió
la vecindad de Toro, como consta de una carta de primero de junio de 1720, en
que acusa el recibo de 75 reales. Pero es evidente que estuvo en Valladolid
dirigiendo la obra, ayudado por sus hijos. El 20 de octubre de 1716 firma en
Valladolid un recibo de 5.650 reales “por
cuenta de las estatuas, escudos y capiteles que estoy executando en dicha obra,
y lo firmé, en Valladolid”. Todavía en las cuentas de 1722 y 1723 se
mencionan cantidades a favor de “Antonio
Tomé, vecino de la ciudad de Toro”, resto de lo que se le debía.
Ahora bien, hay diversa talla esculpida en la fachada, como cuatro capiteles de las pilastras laterales, tarjetas y el adorno de las volutas altas. Toda esta labor corrió a cargo de diferentes “tallistas”: en 1716 sabemos que Juan de Lazbal realizó “dos tarjetas de los nichos primeros”. Y para que se vea la constante intervención de Fray Pedro de la Visitación, se indica que los 120 reales era “la misma cantidad que ajustó el Padre Fray Pedro”. Además de Juan de Lazbal, aparecen como tallistas de la fachada Alonso Carnicero, Francisco de Lazbal, Manuel Gutiérrez y Manuel Barrado.
La fachada lleva balcones y ventanas de hierro. Las cuentas especifican quiénes son sus autores: Francisco Núñez, maestro cerrajero de Simancas, que realizó los dos balcones. No hay que olvidar que toda la obra es de cantería, y que requiere grapas y clavos y otras piezas de hierro, para sujetar las piezas. Este material fue suministrado por el cerrajero de Simancas Juan Andrés.
Ahora bien, hay diversa talla esculpida en la fachada, como cuatro capiteles de las pilastras laterales, tarjetas y el adorno de las volutas altas. Toda esta labor corrió a cargo de diferentes “tallistas”: en 1716 sabemos que Juan de Lazbal realizó “dos tarjetas de los nichos primeros”. Y para que se vea la constante intervención de Fray Pedro de la Visitación, se indica que los 120 reales era “la misma cantidad que ajustó el Padre Fray Pedro”. Además de Juan de Lazbal, aparecen como tallistas de la fachada Alonso Carnicero, Francisco de Lazbal, Manuel Gutiérrez y Manuel Barrado.
La fachada lleva balcones y ventanas de hierro. Las cuentas especifican quiénes son sus autores: Francisco Núñez, maestro cerrajero de Simancas, que realizó los dos balcones. No hay que olvidar que toda la obra es de cantería, y que requiere grapas y clavos y otras piezas de hierro, para sujetar las piezas. Este material fue suministrado por el cerrajero de Simancas Juan Andrés.
La fachada goza de un
espacio de respeto, el atrio, que se configura como potenciador de la
prestancia que se debe al monumento. Las cuentas permiten conocer quiénes son
sus autores: los canteros José de la Portilla y Santiago González, a quienes
ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos (Cantabria).
Esta obra se realizó por los años de 1724. Se trata de pilares de piedra que
sostienen figuras de leones con escudos. También se hacía en el mismo año el
empedrado del pavimento.
PROCESO DE EJECUCIÓN
El Padre Fray Pedro y
el Hermano Antonio comenzaron a asistir la obra el día 13 de agosto de 1715.
Los años de 1715 y 1716 fueron los más activos. En este último año ya estaban
colocados los balcones. Hasta 1719 no se colocarían las estatuas. Pero habría
prisa por utilizar la fachada. Por eso en 25 de mayo de 1717 se tomó el acuerdo
de “que la Universidad y todos sus
individuos asistan a los balcones el día del Corpus a ver las procesiones”.
En 1715 se procedió a
derribar un palacio en Santovenia, acarreándose la piedra para la obra de la
fachada. Se sabe que vinieron porteadores con sus carros, procedentes de
Hontoria, jurisdicción soriana de San Leonardo. Ellos se encargaron del
traslado de la piedra. Otros obreros mientras demolían el Colegio Médico,
situado en la plaza de Santa María, en cuyo ámbito se iba a hacer la cátedra de
Scoto, situada detrás de la fachada principal nueva. Pero fundamentalmente la
piedra procede de las canteras de Campaspero. Téngase presente que nos hallamos
ante una obra de cantería, pero del tipo de sillar. Por esa razón no servía la
piedra de los páramos próximos, como Villanubla. Campaspero facilitaba una
piedra con pocos agujeros, apta para labores escultóricas. Había dos tipos de
operarios: los extractores en las canteras, y los transportistas. Luego, en el
taller situado en la misma Universidad, se trabajaban las piedras, que ya
habían llegado desbastadas.
Para la obra
escultórica realizada por los Tomé se empleó piedra escogida en las canteras de
Castrojimeno (Segovia). De primero de julio de 1716 es una partida a favor de
Santiago González, “por la piedra de
Castrojimeno, de las piedras de estatuas, escudos y capiteles”. Los bloques
de piedra quedaban descargados en la plaza de Santa María. El citado maestro
fue el encargado de transportar desde Castrojimeno los bloques de piedra para
las catorce estatuas, según se ven en las cuentas de 6 de diciembre de 1716.
Los Tomé instalaron el taller escultórico en el General, que estaba justo
detrás de la fachada, destinado a Cátedra de Scoto, recién creada.
El año de 1717 conoció
la tarea principal de los maestros tallistas. Es natural, por cuanto se trataba
de aplicar decoración de relieve a las partes ya levantadas. Escultura y “talla”
corrieron parejas.
Para el atrio o lonja
se realiza la extracción de bloques en 1724, trayéndose de las canteras de
Campaspero. En las cuenta se hace referencia a los porteadores, pero asimismo a
los que labran las piedras. Así Antonio de la Cabada es abonado en 1724 “de los días que he trabajado en sacar las
pilastras, capiteles y labra de ellas”. Y lo mismo se dice a propósito de
Antonio Bedia. Hay referencias ese mismo año a las “piedras para los leones, y las dos piedras grandes para los leones de
las columnas de las esquinas”.
DESCRIPCIÓN DE LA FACHADA
DESCRIPCIÓN DE LA FACHADA
El diseño
arquitectónico de la fachada es el resultado de integrar una solución
horizontal, propia de edificio civil, con otra vertical, situada en el centro,
que ha de potenciar la entrada el complejo más significativo. El diseño tiene
aparejado un programa escultórico, inseparable, lo mismo que un balconaje,
necesario para las celebraciones. Adyacente se hallaba una torrecilla para el
reloj, imprescindible en una organización que requiere la medida constante del
tiempo. Asimismo forma parte del conjunto el atrio, que tiene la misión de
crear un remanso para garantizar el retroceso necesario para poder gozar de la
fachada; aparte de ser una reliquia simbólica del antiguo privilegio de asilo.
El bloque horizontal
está formado por zócalo, dos pisos con amplios huecos, que corresponden al
antiguo General de Teología de Scoto; una cornisa y la balaustrada. El zócalo
es muy elevado, sin duda porque la primera planta se halla en nivel alto. Se
rompe la monotonía por medio de placas de resalto y de cajas, con numerosos
perfiles, que hacen suave transición.
Las dos plantas aparecen dotadas de amplísimos huecos. Son dos pisos, pero unificados por medio de cuatro pilastras. Es un orden gigante barroco. También las pilastras se muestran aligeradas por medio de cajeado de flexuosa molduración. Esta riqueza de perfiles es un testimonio del barroquismo de la época, frente a la pilastra plana que había imperado en Valladolid en el siglo XVII. Se rematan dichas pilastras por medio de capiteles compuestos, adornados en sus frentes por cabezas de niños. La superficie del macizo se valora con grandes placas de escaso relieve.
Las dos plantas aparecen dotadas de amplísimos huecos. Son dos pisos, pero unificados por medio de cuatro pilastras. Es un orden gigante barroco. También las pilastras se muestran aligeradas por medio de cajeado de flexuosa molduración. Esta riqueza de perfiles es un testimonio del barroquismo de la época, frente a la pilastra plana que había imperado en Valladolid en el siglo XVII. Se rematan dichas pilastras por medio de capiteles compuestos, adornados en sus frentes por cabezas de niños. La superficie del macizo se valora con grandes placas de escaso relieve.
La planta baja tiene
los huecos cerrados mediante rejas y barrotes sencillos, que haría el cerrajero
Francisco Núñez. Los balcones del piso principal son amplios y corridos, a modo de tribuna. Tienen un gran vuelo, pues
han de dar acogida al claustro universitario durante las fiestas. Van
sostenidos por doce “cartelas” o palomillas, con extremos en forma de voluta,
que prestan notable adorno. Sobre el pasamanos están colocadas bolas de latón. Los
balcones constituían el punto central de las miradas, pues desde allí el
profesorado asistía a las fiestas. Por ejemplo, en 1724, con motivo de la
proclamación de Luis I, los catedráticos llenaron el balconaje.
El entablamento dispone
de arquitrabe, friso y cornisa. El arquitrabe es liso. En el friso hay
guirnaldas y telas colgantes, separadas por ménsulas de hojarasca, que suben a
la cornisa. Son precisamente estas emperifolladas ménsulas uno de los más
vistosos elementos de la fachada, pues refuerzan el efecto de vuelo de la parte
superior. Sobre la cornisa asoman los caños de piedra, para evacuación de las
aguas del tejado.
Se remata la fachada con balaustrada, uno de los elementos que acentúan el sentido civil del edificio. Son balaustres con formas bulbosas, de suaves curvas. El pasamanos aparece sujeto por medio de grapas de hierro. También la balaustrada aparece dividida en cuatro tramos, correspondientes a los de la parte inferior. En la vertical de las columnas se sitúan los netos, para apoyo de las estatuas.
Se remata la fachada con balaustrada, uno de los elementos que acentúan el sentido civil del edificio. Son balaustres con formas bulbosas, de suaves curvas. El pasamanos aparece sujeto por medio de grapas de hierro. También la balaustrada aparece dividida en cuatro tramos, correspondientes a los de la parte inferior. En la vertical de las columnas se sitúan los netos, para apoyo de las estatuas.
A eje de la fachada se
ordena un conjunto a manera de retablo, potenciado por el fuerte resalto. Sobre
cuatro basamentos se yerguen columnas de orden gigante. Son adosadas, de
sección ultrasemicircular. A la planitud de las pilastras cajeadas, se opone la
robustez de las columnas. La portada es adintelada. En los ángulos se disponen
codillos. Hay división en dos plantas, por medio de imposta. En cada planta se
sitúan hornacinas para alojamiento de las estatuas. Hay una hornacina externa y
otra interna, con cascarón en forma de concha. La ornamentación se concentra en
esta parte medial. El trépano ha permitido horadar la piedra, aumentando el
claroscuro.
En el entablamento se disponen los soportes para las estatuas. Tienen forma de cono, decorándose por medio de cartelas. El escudo pontificio se introduce en la balaustrada, que en esta zona es sólo decoración, pues no se perforan los balaustres. El barroquismo se va acentuando.
En el entablamento se disponen los soportes para las estatuas. Tienen forma de cono, decorándose por medio de cartelas. El escudo pontificio se introduce en la balaustrada, que en esta zona es sólo decoración, pues no se perforan los balaustres. El barroquismo se va acentuando.
Sobre la balaustrada se
levanta una gran peineta. Es el mayor atrevimiento de la fachada, pues se sitúa
desafiadoramente en el aire. Con delicadeza bien ponderada, esta portada
superior, va lentamente estrechándose, hasta rematar en la cruz de hierro. A
los lados hay grandes aletones cubiertos de hojarasca, con figuras de niño en
su interior. Es una decoración de gran relieve, que resalta especialmente en su
centro. La voluta geométrica ha quedado oculta por la ornamentación vegetal.
Este frontispicio lleva en su centro la estatua de la Sabiduría. Debajo hay una
tarjeta. A los lados se disponen dobles columnas. En el ático hay un ático
perforado. Curvas y contra curvas, florones sobre pedestales, un gran soporte
en forma de botella, una bola y finalmente la cruz. Todo resulta aéreo y
elegante, es un barroco con carácter rococó.
La fachada queda
precedida por un desahogado atrio. En 1724 se inició el empedrado, tarea
finalizada en 1726. Este atrio se acotó mediante columnas, rematadas con
figuras de leones. Las cuentas de 1724 registran puntualmente el trabajo, que
estuvo cuidado de los canteros José de la Portilla y Santiago González, a
quienes ayudaron Antonio de la Cabada y Antonio de Bedia, vecinos de Pontejos
(Cantabria). La piedra para el atrio
se extrajo de las canteras de Campaspero. Cada elemento consta de basa, fuste y
capitel, con un remate, formado por león tenante del escudo de la Universidad.
Cuentan el atrio con
dieciocho pilares. Los de las esquinas son dobles; se coronan con una pareja de
leones que sostienen el escudo real. Los leones miran de lado, cambiando
alternativamente. Tienen la boca entreabierta; la profunda hendidura prueba que
han tenido una lengua embutida, sostenida con plomo, como señalan las cuentas.
El atrio se conserva en buen estado, salvo el pavimento, ya que la piedra de
Campaspero es frágil para estos menesteres y fue sustituida con losas de
granito.
En un extremo de la
fachada se halla la campana de la Universidad. Estuvo colocada en la torre del
reloj, en otro emplazamiento. Reloj y torre estaban asociados, puesto que las
campanadas señalaban las horas principales de la vida universitaria. Está
fechada en 1579.
El atrio tiene forma
rectangular y está adaptado al ámbito de la fachada. Por eso los pilares de los
extremos están adheridos a la fachada. Son columnas monolíticas, con basa y
capitel. Sobre ellas hay una pieza escultórica, formada por un león que sostiene
el escudo de la Universidad. Los pilares de los ángulos exteriores son dobles,
y llevan asimismo dos leones, sosteniendo el escudo real. Acotan y protegen el
espacio. Muestran la identidad de la institución y el poder que la protege, por
eso los leones miran hacia afuera.
SI TE INTERESÓ ESTA ENTRADA, CONTINÚA EN:
LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID II
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BIBLIOGRAFÍA
- MARTÍN GONZÁLEZ, J.J.: "La fachada principal de la Universidad " en Historia de la Universidad de Valladolid. Edificios y patrimonio artístico, Valladolid, 1990
- ANDRÉS GONZÁLEZ, Patricia:"Pintiana Sapientia": iconografía de la fachada del edificio histórico de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2006
Extraordinaria y clara descripción. Muy ilustrativa y pedagógica la conjunción de imágenes y textos. No había encontrado una descripción escrita y fotografiada tan real, tan técnica y tan correcta.
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